Conexión Drácula, la interpretación de la naturaleza a través del arte
“¿En qué se convertirá esta semilla?” rezaba la foto de una roca que varios artistas debían analizar para demostrar su capacidad creadora y transformadora. Así comenzó Residencia de artistas-Conexión Drácula 2012.
El pintor panameño Ricaurte Him reflexiona sobre la Orquídea Dracula chimaera, dice que es “una Drácula bestial, la femme fatale de las orquídeas (…) Ilusionista, mágica, etérea y hasta dominatriz”. El nombre de este género, que contiene 118 especies de orquídeas, viene del latín “Pequeño Dragón” dado por sus dos largas espuelas que le dan una extraña apariencia.
Los artistas, acompañados por los promotores del evento Andrés Maduro y Analisa Williams, en la terraza del estanque de la Finca Drácula, ubicada en Cerro Punta, cuyo nombre proviene del tipo de orquídea que allí se cultiva.
Him y otros artistas la conocieron durante “Conexión Drácula 2012”, una experiencia que hizo que una escritora, una fotógrafa y un grupo de pintores se internaran en la Finca Drácula para crear obras innovadoras usando esta flor como su principal fuente de inspiración.
La actividad, que ya va por su segunda edición, nació de la iniciativa de Andrés Maduro, genetista botánico y dueño de la finca, ubicada en Cerro Punta, Chiriquí, un lugar que alberga a la Dracula chimaera junto a 2,200 especies de orquídeas, una de las colecciones más grandes del mundo. Este es un sitio turístico de visita obligada, que se dedica a promover la educación, investigación y conservación de orquídeas y otras especies de plantas tropicales. Por su parte, Analisa Williams, directora de Casa Cultural Huellas, organización que promueve la educación artística y cultural en Panamá, fue otra de las creadoras de este encuentro anual de artistas. “Hace dos años, Andrés y yo nos conocimos en una exposición de (Oswaldo de León) Kantule, quien me comentó que tenía un espacio para hacer algo con artistas”, relata Williams, quien llevaba tres años estudiando el tema de la residencia en otros países para trasladar la experiencia a Panamá, y cuando finalmente se concretó, el proyecto estuvo listo en menos de un año.
La selección de los artistas
Esta iniciativa, que se realiza en numerosos lugares del mundo, apoya a artistas nacionales y extranjeros residenciados en Panamá. La convocatoria se realiza a través de las redes sociales. Para poder participar, los aspirantes deben cumplir ciertos requisitos: ser abiertos de mente y corazón, saber salir de lo cotidiano sin problemas, asumir retos difíciles, tener un lenguaje y estilo propio, saber trabajar en grupo y dar un aporte artístico a Panamá.
Para la selección, los artistas recibieron una foto de una roca con un mensaje que decía: “¿En qué se convertirá esta semilla?”. El objetivo era probar que el artista tuviese la capacidad de crear a partir de esta imagen y “que su mente pudiera convertir una cosa en otra”, explica Maduro. “Se postularon 19 personas de las cuales se seleccionaron nueve”, acota Williams.
Un cercano contacto con la naturaleza inspiró a los artistas y les permitió aprovechar al máximo esta gran oportunidad. Entre los ejercicios realizados se les pidió crear un “land art” para aplicar su destreza artística en un segmento del paisaje.
El inicio de una aventura artística
En la primera edición de Residencia de Artistas, el único reto fue ir a la finca durante varios días para interpretar las impresiones que les daban las orquídeas y los alrededores de la finca. Andrés Maduro decidió hacer algo diferente para la segunda edición. “Quisimos cambiar la dinámica, sin cambiar el espíritu y la meta, que era llegar a un producto colectivo impredecible que estimulara la creatividad, pero que no interrumpiera el lenguaje personal de cada quien”, añade el genetista.
Este año, los artistas conocieron a profundidad la finca y se involucraron con ella. Por eso, se hospedaron en una de sus cabañas, y junto a Maduro, cual estudiantes o investigadores, salieron a descubrir sus especies y rincones. Durante su estadía, los artistas hicieron tertulias en contacto con la naturaleza, elemento determinante en la concepción de su obra; algunos se aventuraron a fotografiar las flores; otros a pintar en el río sin ninguna luz, a dejar que sus obras se mojaran con la lluvia para lograr un mejor efecto visual; usaron ramas, hojas, flores para complementar su obra, y tenían plena libertad para pintar donde quisieran: frente a una montaña, al lado de la laguna, dentro de la cabaña o en el lugar donde se sintieran más cómodos e inspirados.
Tres grandes retos
La convivencia estuvo formada por tres retos. En el primero, los artistas debían conversar y luego pensar en adjetivos que identificaran a la Dracula chimaera. Después, estos adjetivos fueron colocados en trozos de papel y cada participante debía tomar uno de ellos al azar para representar en dos días el adjetivo que le había tocado. “Mortal”, “venenosa”, “animal”, “nocturna”, “viva”, “misteriosa” e “intimidante”, fueron algunas de las características dadas a la extraña flor.
Cuando el primer reto estaba listo y las obras estaban terminadas, los artistas debían analizar la creación de un compañero escogido al azar, y plasmar lo opuesto de lo que sintieron sin saber cuál fue el adjetivo que le tocó a su compañero.
Martanoemí Noriega pinta las paredes de la escuela en Guadalupe, Chiriquí, como parte de la labor social que realizaron en la comunidad.
Los artistas pintaron la parada de bus con un dibujo colectivo alusivo a los trajes indígenas de la región.
En la noche, todos se reunían para estudiar las obras de cada uno y comentarlas. Esta retroalimentación constituyó una parte muy importante del aprendizaje obtenido.
Finalmente, el tercer reto fue realizar una obra colectiva. Como una especie de juego, los artistas debían pintar pero no podían hablar. En la obra se reflejaron las personalidades de cada uno, las formas, texturas, colores, palabras, pinceladas, la picardía, el miedo, la creatividad, la audacia y el resultado de una convivencia maravillosa y creadora. Fue una obra difícil, pero al mismo tiempo, un ejercicio que sacó a los artistas de su zona de confort. “No diría que fue complicado necesariamente, fue extremadamente interesante”, asegura Gabriela Handal.
Al mejor estilo de un reality show, las comidas, los paseos, la interacción con la gente del pueblo y los empleados de la finca, los inspiró aún más. Los artistas se compenetraron, compartieron sus experiencias sin celo y olvidaron sus estilos para crear cosas innovadoras. La naturaleza los arropó y el aprendizaje científico les sirvió para interpretar mejor a la Dracula chimaera. “Creo que fue una experiencia completa y maravillosa donde todo estuvo contemplado”, finaliza Martanoemí Noriega.
Un reto muy estimulante: ayudar a los demás
Uno de los requisitos que deben cumplir los artistas es realizar una obra social. En esta oportunidad, la mayoría se involucró en tres labores: pintar un mural en la escuela Fernando Eleta Almarán, en Guadalupe, con ayuda de sus estudiantes; pintar una parada de bus y dictar un taller a los empleados de la finca.
Los niños de la zona realizaron un taller de dibujo con la pintora Martanoemí Noriega y la escritora Lil María Herrera, en el cual inventaron criaturas y animales. Noriega llevó esos dibujos a una pared de la escuela y Herrera escribió historias en el mural contadas por los niños. “Es la primera vez que realizo una pintura mural con la participación de una escritora, y creo que enriqueció muchísimo la experiencia”, cuenta Noriega.
Por su parte, la parada de bus se llenó de color. Rolo de Sedas dibujó dos pájaros en el costado y al frente las formas triangulares y coloridas de varios artistas, entre ellos, Kantule y Memo Mezza, y la poesía escrita de Lil María, formaron parte de la estructura. La gente emocionada y agradecida se tomaba fotos frente a la nueva obra de arte.
“El taller con los trabajadores de la finca me sorprendió muchísimo, no esperaba que después de un largo día de trabajo, ellos acudieran y participaran con tanto entusiasmo. Dejaron salir a su niño interior y al final ellos también crearon su propio mural”, relata Noriega sobre la experiencia de involucrar a los trabajadores a la creación artística.
Resultado: aprendizaje y más ganas de trabajar
Los artistas multiplicarían los días de estadía en la Finca Drácula. “Con personas como Analisa y Andrés, hay mucha esperanza para el arte y la cultura de Panamá”, reflexiona Handal, quien agrega que sus organizadores han sido capaces de retar a los artistas panameños a atreverse y rebelarse “contra el letargo cultural en el cual nos encontramos desde hace mucho tiempo”.
Las obras fueron expuestas del 18 al 25 de julio en el edificio de la Gobernación de Panamá. La mitad de ellas, incluida la final, será expuesta permanentemente en la Finca Drácula; mientras que la otra mitad se pondrá a la venta en Casa Cultural Huellas.
Si quiere conocer a estos artistas o participar, visite su página de Facebook www.facebook.com/pages/Residencia-de-Artistas-Conexión-Drácula.
La experiencia internacional
Panamá está comenzando con este movimiento que ya tiene un largo historial en otros países. España es un buen ejemplo, pues las residencias son lugares donde el artista crea, se alimenta y expone sus obras. Algunas funcionan con ayuda del Estado, otras con patrocinios. Famosos son el Espacio Felipe Manuela, en Madrid; el Proyecto Campo Adentro (parecido a la Conexión Drácula), en varias ciudades españolas; la Fundación Rosón de Arte Contemporáneo, en Pontevedra; la Residencia Rural de Artistas, en Almería; el Half House, en Barcelona; y la Residencia de Estudiantes creada en 1910, que fue casa de Buñuel, Dalí y Lorca, y hoy funciona como “un hotel para artistas”.
I-Park Foundation y Expressiones Cultural Center, con sede en Connecticut, Estados Unidos, hacen una convocatoria anual para que artistas latinoamericanos se postulen y participen en una residencia. Dos artistas son becados.
En Nicaragua se realiza anualmente la Residencia Académica para Artistas Centroamericanos Emergentes, RAPACES, en la que artistas centroamericanos conviven un mes en Managua, con actividades prácticas y teóricas que buscan la producción artística y creativa.
Fotos: Silvia Grünhut, Space 67
Los participantes…
La escritora Lil María Herrera, la fotógrafa Silvia Grünhut y los pintores Ricaurte Him, Martanoemí Noriega, Rolo de Sedas, Alexis Benalcázar, Memo Mezza, Hugo Jiménez, Luz Eliana Tabares y Gabriela Handal, participaron en el reto y contaron con la presencia de Oswaldo de León Kantule, renombrado pintor panameño de la comarca Guna Yala, con más de 20 años de trayectoria artística, reconocido en todo el mundo por sus representaciones autóctonas.