Descubriendo maravillas… “tras bastidores”
Vale la pena ser una de las 8 millones de personas que atraviesan sus puertas cada año, para observar, interactuar, descubrir y entender las maravillas del mundo natural y nuestro lugar en él. Pero tener la oportunidad de descubrir esa parte fascinante y “secreta” que funciona como alma y corazón de uno de los museos más interesantes y completos del mundo es, realmente, un privilegio.
Así me sentí al realizar un recorrido “tras bastidores” del Museo Nacional de Historia Natural del Smithsonian, en Washington, D.C., el cual desde su apertura, en 1910, ha recibido más visitantes que ningún otro museo en la faz de la tierra. La travesía, tanto física como intelectual, estuvo a cargo del Director del Museo, Cristián Samper, a quien la palabra “Panamá” trae recuerdos inolvidables de los dos años que vivió aquí, mientras trabajaba para el Instituto de Investigaciones Tropicales del Smithsonian. En ocasiones, también estuvimos acompañados por científicos encargados de las diversas colecciones, cuya pasión por lo que hacen se dejaba entrever en cada detalle y explicación brindada.
Para tener idea de la magnitud de lo que sucede “tras bastidores”, es importante señalar que menos del 1% de las colecciones son mostradas al público en las exhibiciones, en un área que representa sólo un 20% del Museo Nacional de Historia Natural. El resto está “adentro”, fuera del escrutinio del ojo público. Pero esto no quiere decir que todo o lo más importante del Museo esté escondido para los visitantes. Lo que significa es que el Museo es mucho más que sus exhibiciones. Es un centro de investigación, donde existen cosas que se encuentran adentro por su valor para el quehacer científico y en el que se trabaja para desarrollar conocimientos que potencialmente llegan a estar al alcance de todo el público.
Sólo personal autorizado…
¿Cómo es el Museo cuando atravesamos las puertas de la sección reservada únicamente para el “personal autorizado”? Sumamente variado y perfectamente organizado. Hay miles y miles de archivadores y gavetas, cuyos contenidos están nítidamente identificados y preservados. Allí se encuentran más de 125 millones de especímenes, objetos naturales y culturales, algunos recolectados hace 200 años en los primeros viajes de exploración realizados. Estas colecciones, constantemente mantenidas, estudiadas y guardadas en un espacio de aproximadamente 2 hectáreas, o lo que equivale a cinco edificios que conforman el Museo, representan lo más cercano que existe a una biblioteca de la vida.
Pero lo más impresionante es el potencial humano que se encuentra “tras bastidores”. Para lograr mostrar lo mejor de lo mejor a sus distinguidos visitantes, el Museo cuenta con mil personas que trabajan a tiempo completo en variadísimas tareas. Entre ellos hay 500 científicos y personal interno, 250 científicos de otras instituciones que realizan investigaciones allí, y 250 voluntarios. Ellos son los verdaderos protagonistas del éxito del Museo. Con sus minuciosas investigaciones, grandes hallazgos y datos insólitos, ellos logran iluminar el rostro y despertar la sed de conocimiento en cientos de miles de mentes que, día a día, admiran el reflejo de su trabajo en cada exhibición presentada.
Entre esas caras que no vemos se encuentran algunos de los mejores, más preparados e importantes científicos del mundo. Su pasión por la ciencia la podemos palpar de diferentes formas en cada uno de los excelentemente bien expuestos animales, plantas, fósiles, rocas, minerales y artefactos culturales que nos encontramos al caminar por el Museo y que revelan la historia de la tierra y su evolución hasta el día de hoy. Definitivamente, la constante comunicación y trabajo conjunto de los científicos con los profesionales encargados de planear y desarrollar las exhibiciones y los programas públicos del Museo es el secreto mejor guardado de este espléndido lugar.
Aprendiendo y conociendo
Durante nuestro recorrido conocimos a Jeffrey Sosa, joven especialista en entomología. Para Jeffrey, estudiar las hormigas y cómo cultivan sus hongos es, más que un trabajo a tiempo completo, una verdadera pasión. En su sección se maneja una colección compuesta por entre 25 y 30 millones de especímenes de hormigas, cada una de ellas identificada, por familia, con el nombre científico, además del lugar, la fecha y el nombre del individuo que realizó la recolección.
En otro sector, el Dr. Jeffrey Post, Curador Jefe de la Colección Nacional de Gemología y Mineralogía del Museo, nos indicó que la colección tiene 350,000 piezas, constituyéndose en la más grande del mundo. Las más valiosas se encuentran protegidas en una impresionante bóveda. Cabe señalar que la mayor parte de la colección de gemas y joyas ha sido donada al Museo. Tal fue el caso del “Hope Diamond”, una impresionante joya de 45.52 kilates exhibida permanentemente en el Museo. De las investigaciones realizadas por el Dr. Post se ha sabido que este cristal creció aproximadamente 150 kms debajo de la superficie de la tierra y fue expulsado a la superficie por una erupción volcánica más de un billón de años atrás.
La Dra. Karin Bruwelheide, curadora en antropología física y especialista en esqueletos humanos y el estudio de momias, nos explicó que las mismas son preservadas en un cuarto con temperatura y humedad controladas. Al descifrar los jeroglíficos de sus sarcófagos, se puede conocer la historia y detalle de las vidas de estas momias. Un dato curioso es que estas momias, hoy reliquias vivientes que nos convierten en testigos de la historia de pueblos ancestrales, en un tiempo eran increíble y fácilmente conseguidas en las calles de estos pueblos a precios irrisorios.
Una colección al servicio de la humanidad
Estos son sólo algunos ejemplos de todo lo que se puede aprender de las colecciones que el Museo Nacional de Historia Natural guarda “tras bastidores” y cuyas mejores piezas, de tiempo en tiempo, son exhibidas al público. Pero existen, incluso, otras aplicaciones más especializadas y sorprendentes que, aunque poco conocidas para el ciudadano común, son realmente importantes. Por ejemplo:
- ¿Sabía usted que, desde 1920, antropólogos del Museo han contribuido con investigaciones del FBI? A través de los años, la vasta colección de esqueletos humanos existente ha permitido que la Dra. Bruwelheide y sus colegas puedan ayudar en la identificación de víctimas de crímenes, de desastres naturales e, incluso, de guerras o ataques terroristas, como el perpetrado en el Pentágono, el fatídico 11 de septiembre. Los resultados de las investigaciones que a diario realizan estos antropólogos en el Museo de Historia Natural logran brindar paz y aliviar el dolor de muchas familias.
- ¿Sabía usted que, desde los años 60, el Museo ha ayudado a aerolíneas militares y civiles a identificar aquellos pájaros que chocan contra las naves, comparándolos contra especímenes de pájaros de la colección, contribuyendo a evitar que ocurran más accidentes de este tipo?
- ¿Sabía usted que científicos del Departamento de Agricultura de Estados Unidos constantemente visitan la Colección de Botánica del Herbario Nacional del Museo, constituida por 4.6 millones de especímenes y una de las diez más grandes del mundo, para identificar especies de plantas resistentes a pesticidas o que puedan mejorar la producción de cosechas del país?
Pero eso no es todo. La magnitud e importancia de la colección de piezas invaluables, custodiadas, estudiadas y celosamente mantenidas por expertos, es impresionante y sumamente útil para toda la humanidad. Veamos:
- Cada año la colección del Museo Nacional de Historia Natural se incrementa en 750,000 piezas y cada año el Museo presta aproximadamente 200,000 objetos culturales y especímenes para investigación o exhibición en Estados Unidos y más de setenta países.
- La Colección de Peces es la más grande del mundo, con aproximadamente 540,000 lotes y cerca de 3.5 millones de especímenes. La misma está disponible para estudios e investigaciones particulares.
- El Centro de Apoyo del Museo, un enorme edificio abierto en 1983 como espacio de almacenaje, guarda miles de muestras de ADN. En el futuro, estos tejidos podrían servir de base genética y embriones congelados podrían contribuir a ayudar a especies en extinción.
- Más de 1,500 esqueletos humanos han sido sumamente útiles para que los antropólogos estudien los efectos de enfermedades en los huesos.
- El Museo tiene uno de los historiales de vida más antiguos expuestos en cualquier lado: ¡un fósil (stromatolite) de 3.5 billones de años!
- En el 2003, la Jefa de la Colección Nacional de Meteoritos, Linda Welzenbach, recolectó 924 meteoritos en una expedición a la Antártida, como parte del Programa Antártico de Meteoritos que llevan a cabo el Museo, la NASA y la Fundación Nacional de Ciencia. La colección de 9,250 meteoritos distintos que tiene el Museo, sumado a los más sofisticados equipos de identificación de rocas, han sido elementos invaluables para el mejor entendimiento de la historia de nuestro sistema solar.
El Museo de Historia Natural y Panamá
Luego de observar que cada rincón “tras bastidores” encerraba un pedazo de la vida, costumbres o ambientes naturales de innumerables naciones, surgió la pregunta obligada: ¿Y Panamá? ¿Estamos representados? ¿Están estudiando algo de nuestro querido terruño? Y la respuesta nos llenó de orgullo. Aparte de los más de seiscientos científicos visitantes y permanentes que anualmente realizan importantes investigaciones en Panamá, como parte del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales, el Museo Nacional de Historia Natural ha estado haciendo ciencia en nuestro país desde antes del Canal. Actualmente, la enorme riqueza de especies animales y vegetales que poseemos está siendo estudiada por el Museo en diversos frentes.
Tal es el caso de los doctores Dian y Mark Littler, quienes estuvieron recientemente en Bocas del Toro continuando con su investigación acerca de la vida en los arrecifes coralinos, donde han estado estudiando el controversial rol de la pesca y la contaminación con relación a las comunidades de algas y corales a nivel mundial, así como adelantando el desarrollo de una guía de campo que pretende ser útil tanto para la comunidad científica como para los buzos aficionados.
El Dr. Storrs L. Olson, por su parte, está preparando una gaceta ornitológica y bibliográfica de Panamá, la cual planea publicar, junto a su colega Deborah Siegel, a principios del próximo año. Adicionalmente, el Dr. Olson realiza gestiones para continuar con el trabajo sobre pájaros en la República de Panamá realizado por el Dr. Wetmore -sexto Secretatrio del Instituto Smithsonian, de 1945 a 1952-, quien se distinguió por su trabajo de ornitología en las Américas.
Y, como si esto no fuera suficiente, el Museo Nacional de Historia Natural cuenta con entre 24,000 y 25,000 especímenes de alrededor de 9,000 especies de pájaros de Panamá. También cuenta con 8,000 especímenes de peces “panameños”.
Valorando nuestra historia
Dicen que para construir un mejor futuro es necesario conocer y valorar nuestro pasado. En el caso de la historia de la humanidad, ¿qué mejor lugar para comprender el maravilloso desarrollo de nuestro universo y para vislumbrar mejor nuestra evolución futura que uno donde cada insecto que ha habitado nuestro planeta, cada roca que ha surgido de las profundidades, cada árbol que nos ha dado sombra y cada ancestro que nos antecedió en nuestro caminar ocupan un lugar privilegiado?
Visitar esa parte del Museo Nacional de Historia Natural del Smithsonian que no todos conocen, pero que constituye el pilar fundamental de una cultura admirable de valoración, conocimiento y conservación de nuestro recursos, es realmente impresionante. Esa parte “tras bastidores” representa mucho más que un conjunto de diversas colecciones de incalculable valor. Representa lo que hemos sido, lo que somos y lo que seremos: seres con una historia única de desarrollo y compenetración de especies, en los que el milagro de la creación se ha hecho presente en cada minúscula o compleja forma de vida que ha habitado nuestro planeta desde sus inicios.
Créditos fotográficos:
Chip Clark, National Museum of Natural History, Smithsonian Institution.
Fotos de Cristián Samper, el Dr. Post y la Dra. Bruwelheide: Gladys Navarro de Gerbaud.
Créditos informativos:
Marcela Salazar (NMNH) y el Official Guide to the Smithsonian NMNH.
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