¡Me Operaron del Corazón!
Hoy, gracias a avances científicos y tecnológicos, la cardiología está demostrando que son cada vez más los pacientes con enfermedades cardíacas que pueden volver a tener un corazón sano.
Nita, Pierre y Luis Carlos decidieron darle el sí a la vida y someterse a un reemplazo de válvula aórtica.
¿Qué haría usted si le dijeran que tiene que pasar por el quirófano para seguir viviendo? Nadie está preparado para asimilar lo que conlleva una operación a corazón abierto: parar ese órgano vital que trabaja incansablemente para bombear sangre al resto del organismo y hacer lo necesario para repararlo. Sin embargo, hoy en día esa opción es la que permite que cada vez más personas alrededor del mundo sigan adelante con sus vidas, se recuperen y disfruten de cada nuevo amanecer con más tranquilidad y sosiego.
Anteriormente no era así. Según el doctor Sergio Solís, cardiólogo intervencionista, a una persona que tenía un infarto o muerte del corazón y que -por acumulación de grasa- se le cerraba una arteria, básicamente no se le hacía nada excepto darle anticoagulantes para tratar de que no se formaran nuevos coágulos en otras arterias. La mayoría de los infartos se consumaban y muchos pacientes que lograban sobrevivir quedaban con la mitad del corazón dañado.
«Me costó un poco la levantada, porque me daba miedo abrir los ojos. Yo pensaba: ‘Ay, Dios mío, lo que acabo de pasar'», comenta Nita, quien recuerda que a los cinco días después de la operación volvió a ser la misma de siempre.
Ahora la historia es otra. Los esfuerzos del pasado por lograr vencer los problemas cardíacos han dado frutos y, en la actualidad, son muchos los que han podido «volver a nacer» con un procedimiento de bypass, una angioplastia, un reemplazo valvular o un RVAP (reemplazo valvular aórtico por vía percutánea).
Nita Pezet de Arango, Pierre Leignadier y Luis Carlos Arias vivieron en carne propia esta realidad y hoy nos brindan su testimonio de cómo, con una inquebrantable fe en Dios, con optimismo y valentía, lograron hacerle frente a las temidas enfermedades cardíacas. Ellos son prueba de que las soluciones a estos problemas son menos riesgosas y más efectivas que antes.
Nita Pezet de Arango
Hace seis años, Nita de Arango recibió una noticia que la tomó por sorpresa. Su cardiólogo le dijo que tenía que someterse a una operación de corazón abierto lo antes posible porque tenía una estenosis aórtica y necesitaba un reemplazo valvular aórtico.
Espontánea, alegre y siempre lista para cualquier actividad, Nita nunca tuvo dolor en el pecho ni dificultad para respirar, excepto cuando subía las lomas del Parque Omar. Sin embargo, siempre sintió leves mareos, aunque estos eran tan esporádicos que los creía normales. En el 2001, sus mareos comenzaron a hacerse más frecuentes. «Me mareaba generalmente cuando daba muchas vueltas o me agachaba y levantaba la cabeza muy rápido. También sentía la presión alta y tenía dolor en el cuello», recuerda. Fue entonces cuando, por primera vez, decidió revisarse y hacerse un eco y electrocardiograma. El resultado: un soplo o susurro en el corazón ocasionado por el abrir y cerrar de las válvulas.
De ahí en adelante, Nita se chequeaba dos veces al año hasta que, en esa cita médica que jamás olvidará, en febrero de 2007, le dijeron que su válvula aórtica estaba bloqueada en un 80 por ciento y que debía operarse. «Estaba llena de miedo. Pensaba: ‘¿Ay, Dios mío, a qué me iré a someter?’. ‘¿Llegaré viva?’. No podía dormir. Recé tanto: ‘Dios mío dame fortaleza, porque si esto es lo que tengo que hacer para salvar mi vida, lo voy a hacer’. Entonces me fui con mi esposo, dos de mis hijos y mi hermana», cuenta.
A las dos semanas estaba en el Cleveland Clinic, lista para operarse, cuando le dieron otra impactante noticia: no solo tenía problemas en una de las válvulas, sino que además necesitaba dos bypasses para corregir una obstrucción en las arterias. En resumidas cuentas, además del reemplazo valvular aórtico que involucraba abrir el esternón, parar su corazón, cortar la válvula tapada, poner la nueva y suturar, Nita se enteraba de que los cirujanos tomarían una vena de su pierna para ponerle dos puentes coronarios o bypasses.
La operación de ambos procedimientos duró seis horas. Sin embargo, Nita se sentía segura de que iba a salir bien. «Más fue el susto que sentí aquí en Panamá al recibir la noticia que lo que fue llegar allá. De lo que uno se imagina que es una operación del corazón a lo que es hacérsela realmente, aliento a cualquier persona a intentarlo», comenta emocionada.
Según el Dr. Solís, este caso demuestra la maravilla de los avances médicos. Hoy, una persona sana que solamente tiene problemas de válvulas no debe temerle a esta operación. «La técnica de los cirujanos ha evolucionado tanto, la anestesia, el cuidado pre y posoperatorio y las mismas válvulas, que la mortalidad y las complicaciones han disminuido enormemente, a menos del 5%», cuenta el doctor, cuando antes la mortalidad era tan alta que el mayor riesgo era la cirugía misma. Y es que hasta el material utilizado hace la diferencia: antes las válvulas eran todas de metal, más susceptibles a fallar, mientras que ahora son de tejido bovino y porcino, mucho más parecidas al humano.
Hoy por hoy, Nita recuerda claramente las palabras de su doctor. «Me dijo: ‘Tú nunca supiste lo que era sentirte bien, tú creías que estabas bien’, y es que me había acostumbrado a vivir así», finaliza.
Pierre Leignadier
Atlético y aficionado al gimnasio, Pierre Leignadier siempre llevó una vida sana y activa. Sin embargo, creció sin saber que había nacido con una válvula bicúspide, es decir, una con dos valvas o compuertas, en vez de tres.
Pierre, quien estuvo recluido cinco días en intensivo y dos en el cuarto, asegura que lo que lo ayudó a recuperarse tan rápidamente de la operación fueron sus años de ejercicio.
Hace doce años, en un chequeo rutinario, su cardiólogo le sintió un susurro y le preguntó: «¿Te han dicho alguna vez que tienes un soplo? Voy a hacerte un ecocardiograma». En el examen se encontró que la válvula era bicúspide, para lo que el doctor recomendó cambiarla en menos de diez años, ya que con la edad podía desarrollar una estenosis aórtica severa.
Las cosas quedaron así y Pierre siguió su rutina diaria de ejercicios. Se sentía bien. Aunque, ahora que mira hacia atrás recuerda que cuando caminaba rápido le faltaba aire. «Una vez jugando fútbol con mis nietos en la playa, me sentí bien mareado y tuve que sentarme, porque me sentía mal, pero se me pasó».
Según el Dr. Solís, este tipo de situaciones pueden servir para alertar a la persona y lograr actuar a tiempo. «Si una persona sufre de mareos, tiene dolor en el pecho o le falta aire al realizar algún esfuerzo, puede estar presentando problemas tanto en sus coronarias como en las válvulas de su corazón», comenta. Para saber a ciencia cierta si ese es el caso, los doctores mandan un cateterismo, un ultrasonido o un ecocardiograma. Si el resultado es positivo, la persona puede estar necesitando un bypass, una angioplastia o un reemplazo valvular.
Sin darle mayor importancia al episodio de la playa, Pierre siguió su vida diaria y no fue hasta junio de 2010 cuando le dio un síncope en el gimnasio. El doctor que lo atendió en emergencia, el mismo Dr. Solís, le diagnosticó fibrilación. «Me hicieron un cateterismo y un eco un par de días después». Le dijeron: «Te tienes que operar inmediatamente. Esto de muy leve ha pasado a severo», recuerda Pierre.
«Yo me sorprendí o no realicé o no quería aceptar o no sé, pero estaba bastante tranquilo», cuenta. A la semana estaba en Cleveland Clinic donde le hicieron un cateterismo y encontraron que su aorta ascendente estaba dilatada, por lo que también la reemplazaron en la cirugía.
La operación duró casi nueve horas. Hoy en día tiene una válvula porcina-bovina y, pese a que le abrieron el pecho, no sintió dolor alguno.
Pierre tiene ahora una mejor calidad de vida y comenta que ya no le dan los mareos que le daban antes. Nos cuenta que, según le comentó el médico que lo operó, su válvula constituía una «obra de arte» por lo bien que le quedó. Y eso, definitivamente, le devolvió la tranquilidad a quien hoy se siente de maravilla.
Luis Carlos Arias
El caso de Luis Carlos Arias es distinto al de Nita y Pierre. Luis Carlos le había hecho la guerra al cáncer en tres oportunidades -Hodgkin Disease, en dos ocasiones, y una de próstata, hasta vencerlo- y hace tan solo cuatro meses le tocó librar otra batalla, pero esta vez con el corazón cuando le hicieron un reemplazo de válvula y cuatro bypasses. Se podría decir que es la cuarta vez que engaña a la muerte o como él prefiere decir: «Me abandoné en Dios».
Luego de luchar contra el cáncer, Luis Carlos ha afrontado otra batalla con su corazón. Su fórmula: Creer profundamente en Dios. «Todo se lo tenemos que dejar a Dios, lo que Él decida», dice.
Con tono pausado y una tranquilidad casi celestial, Luis Carlos cuenta que debido a sus condiciones pasadas ha aprendido a escuchar a su cuerpo. «Si algo está mal, le pongo mucha atención». Fue lo que pasó en una fiesta de Navidad el año pasado, cuando terminó de bailar una salsa con su esposa y se sintió sin aire. «Le dije a mi esposa: ‘Vilma, esto no puede ser. Es como si hubiera corrido tres vueltas del Parque Omar'», recuerda.
Luego, en los primeros meses de este año, sintió molestias respiratorias y le hicieron diversos exámenes, entre ellos un CAT, que mostró cierto nivel de calcificación en algunas arterias coronarias, por lo que acudió a su cardiólogo, quien le ordenó un cateterismo. Allí encontraron que la válvula aórtica no funcionaba adecuadamente y que además tenía cuatro arterias bloqueadas. Es decir, que adicionalmente a un reemplazo valvular aórtico, Luis Carlos necesitaba cuatro bypasses.
«La noticia me impactó, porque se trataba de una operación de corazón», comentó Luis Carlos. Pero eso no le impidió empacar sus maletas y viajar a Cleveland, en donde lo operaron. Su cirugía duró casi ocho horas y varios miembros de su familia lo acompañaron durante su recuperación, lo cual Luis Carlos considera la ayuda más importante que un paciente puede tener en esos momentos.
Nita, Pierre y Luis Carlos son prueba tangible de que la cardiología de hoy en día puede devolverle la salud a un corazón con problemas.
Hoy por hoy, la cirugía de bypass ha disminuido su riesgo dramáticamente. Antes, la mitad de los pacientes con infartos morían durante o después de la operación. «En ese tiempo todo era bastante complejo», cuenta el Dr. Solís y añade que «ahora en lugar de abrir el pecho, ahí mismo por donde se hizo el cateterismo y se vio, se va hasta donde está la arteria y se limpia la obstrucción», en un procedimiento conocido como angioplastia.
Pese a que este procedimiento no le fue realizado a Luis Carlos, es la técnica más reciente en cuanto a coronarias y se hace con stents o cánulas que se usan para mantener los vasos sanguíneos abiertos.
Por otro lado, Luis Carlos comenta que, al igual que Pierre, no sintió dolor alguno, resultado que atribuye a sus 35 años de ejercicio. «Me fue superbién y creo que en verdad, aunque el ejercicio no me garantiza que estaré exento de enfermedades, sí te puedo asegurar que la recuperación de una persona que hace ejercicio es mucho más rápida que la de una persona sedentaria».
A veces siente los pinchazos de los hilos de acero con que le cerraron el esternón y se cansa al subir las escaleras, pero la cirugía se realizó recientemente y sabe que son secuelas de la operación que van a ir desapareciendo.
Los testimonios de Nita, Pierre y Luis Carlos nos inspiran y animan. Notar que algo distinto les pasaba e incluso pasar uno que otro susto los llevó a buscar ayuda profesional y conocer, a tiempo, que debían someterse a una cirugía a corazón abierto para solucionar sus problemas cardíacos. Cuando los escuchamos, pareciera que todo fue muy fácil.
Así de simple, sin rodeos, la ciencia ha cambiado nuestras vidas para bien. Cada mañana, Nita, Pierre, Luis Carlos y muchísimas otras personas alrededor del mundo dan gracias a Dios por haberles permitido reparar ese órgano vital que se mantiene latiendo incansable, dándoles vida y plenitud, a ellos y a sus familias.
MÁS ACERCA DE NUESTRO CORAZÓN…
- El corazón consta de las válvulas pulmonar, tricúspide, aórtica y mitral, siendo estas dos últimas las más importantes ya que tienen que ver con la bomba (ventrículo izquierdo del corazón) que expulsa la sangre hacia el cerebro, hacia el músculo (corazón) y hacia todos los órganos. Las otras únicamente la expulsan hacia el pulmón.
- Las válvulas son como unas compuertas. «Se abren y permiten que la sangre fluya en una dirección, y después se cierran y no permiten que haya ningún flujo de sangre. Es importante que ellas se abran completamente cuando se tienen que abrir y que se cierren perfectamente cuando se tienen que cerrar, si no, no sale suficiente cantidad de sangre. En algunas personas se abre la compuerta, pero no se abre perfectamente bien. Esto se llama estenosis o estrechez aórtica, la enfermedad del corazón más común en cuanto a válvulas», explica el Dr. Solís.
- Uno de los más recientes y exitosos adelantos médicos es el reemplazo valvular aórtico por vía percutánea (RVAP), procedimiento que lleva más de ocho años arrojando excelentes resultados y se realiza cuando no es indicada una operación a corazón abierto. La cirugía dura dos horas y ya se está practicando en el Seguro Social, en Panamá. «Cambiamos la válvula a través de catéteres. Metemos un alambre, inflamos un balón en donde viene la nueva válvula montada y la ponemos», puntualiza el Dr. Solís, para explicarlo de manera sencilla.
CÓMO HA AVANZADO LA CIENCIA…
1929- Primer intento de angiografía por parte del radiólogo Werner Forssmann autointroduciéndose una sonda ureteral desde las venas de su propio brazo.
1950- Primer caso exitoso de un implante quirúrgico de una válvula aórtica por el cirujano Charles Hufnagel.
1958- Primera angiografía coronaria selectiva (cateterismo) realizada accidentalmente por el doctor Mason Sones Jr. a un paciente con un catéter con 30 cc de contraste (sustancia que se ve en rayos X).
1960- Primer reemplazo valvular aórtico con válvula mecánica. 1967- Primer bypass coronario realizado por René Favaloro al substituir la obstrucción de una arteria con un pedazo de vena safena.
1977- Primera angioplastia realizada percutáneamente por el doctor Andreas Gruentzig.
2005- Primer reemplazo valvular aórtico percutáneo (RVAP) creado y perfeccionado por el Dr. John Webb.
Fotos: Tito Herrera