Océanos: Claves al futuro así como al pasado
Durante siglos, el espíritu de aventura ha impulsado a los humanos a través de vastas tierras y mares. Yo he tenido el privilegio de explorar los lugares más profundos de la tierra, vislumbrando las muchas riquezas que yacen en el mar, desde restos de antiguos buques náufragos, hasta las más grandes cordilleras del mundo, hasta criaturas nuevas a la ciencia. Muchos misterios se encuentran sin resolver en las profundidades del océano que pueden ayudarnos a descifrar enigmas científicos y, quizás, la historia de la humanidad.
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Martin Bowen © Woods Hole Oceanographic Institution |
Muy debajo de la capa familiar del océano que la mayoría de nosotros ve, donde la luz del sol no puede llegar, se encuentran algunos de los museos más finos del mundo. Desde siempre que se han surcado los mares, numerosas naves han perdido su curso o se han extraviado a causa de las tormentas, acabando en el fondo del mar. Probablemente existe más historia conservada en el fondo del océano que en todos los museos del mundo: no solamente el Titanic, un monumento de magnitud humillante, sino también los barcos Vikingos, antiguas embarcaciones de comercio, buques de guerra y posiblemente civilizaciones de origen bíblico.
Museos submarinos
Los buques hundidos son cápsulas de tiempo, petrificados momentos de la vida humana conservados por los siglos. La tecnología moderna está abriendo las puertas a la arqueología marina y a la arqueología de alta mar, las cuales son diferentes de la arqueología en tierra porque la evidencia de la actividad humana existe bajo el agua. De tales sitios sumergidos y de sus artefactos, podemos recopilar vastos conocimientos acerca de las civilizaciones antiguas y de los patrones de comercio –lecciones de historia incrustadas en herramientas, pedazos de alfarería, contenedores de carga y otros artículos llevados a bordo de los barcos.
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Priit Vesilind © National Geographic Society |
Por muchos años, todo el conocimiento derivado de la arqueología marina fue acumulado a través de cuidadosas excavaciones submarinas realizadas por buzos, quienes raramente llegaron más profundo de 100 ó 200 pies. Cada barco antiguo alguna vez excavado se había hundido en aguas costeras poco profundas. Los arqueólogos no tenían manera fácil de localizar ni siquiera los naufragios en aguas poco profundas, mucho menos aquellos que yacen más profundos, ni herramientas adecuadas para excavar en un sitio profundo, aun si ése podría ser encontrado. El trabajo había chocado contra una barrera impenetrable: la profundidad.
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Woods Hole Oceanographic Institution |
En los años ’60, la barrera de la profundidad comenzó a derrumbarse con el incremento de sumergibles no tripulados que podían sumergirse en el abismo del océano, explorando el terreno y descubriendo lo que yace en el suelo marino. Vehículos Operados a Distancia (ROVs) y otros sumergibles no tripulados abrieron dramáticamente la frontera arqueológica siguiente más importante. Aún con este enorme salto hacia adelante, no obstante, la arqueología de aguas profundas continúa siendo un campo de investigación en su infancia.
Felizmente, disfruto siendo parte de los comienzos de las aventuras. Trabajo con el Instituto para la Exploración en Mystic, Connecticut, y junto con los estudiantes y científicos en la Universidad de Rhode Island para descubrir, sondear y entender mejor estos capítulos perdidos de la historia humana. Recientemente he dirigido expediciones en el Mediterráneo y encontré restos de buques náufragos en el Mar Negro.
Estas expediciones han arrojado importantes indicios acerca de las antiguas rutas marítimas y del comercio, pero la arqueología de aguas profundas apenas ha comenzado. Es por eso que he establecido una escuela universitaria de graduados de arqueología de aguas profundas, en la Universidad de Rhode Island, para hacer más fácil el trabajar hombro a hombro con estudiantes y encontrar mentes jóvenes ansiosas de ampliar sus horizontes académicos en este excitante nuevo campo.
Los océanos: inmensas riquezas por descubrir
Cuando miramos hacia los océanos para explorar más acerca del pasado humano, también necesitamos sondear las profundidades para descubrir más acerca del rol vital que los océanos jugarán en nuestro futuro. Me parece curioso que más del 95 por ciento de los océanos de la tierra continúen inexplorados. Apenas hemos comenzado a revelar los tesoros no descubiertos de los océanos.
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Emory Kristof © National Geographic Society |
Los océanos cubren más de dos terceras partes de la superficie de la tierra, con una profundidad promedio de más de dos millas. Sin embargo, hasta el siglo 20 los humanos nunca se habían aventurado más allá de unos cuantos cientos de pies debajo de las aguas. Hasta los años 60 ni siquiera sabíamos qué tan profundo era el océano. Ya habíamos puesto un hombre en la luna para el tiempo que visitamos la cordillera más grande del océano. El espíritu pionero humano, en esencia, ha estado extrañamente renuente a aventurarse mucho más allá de la orilla del océano, mientras que sin vacilar dirigimos nuestra mirada hacia arriba, a otros planetas.
Concedo a los cielos lo que les es justo. No es de extrañarse que la fantasía humana haya sido tan cautivada por el espacio. Desde nuestros días más jóvenes, somos instados a desear y alcanzar las estrellas, seguir los arco iris, rezar, meditar, trazar nuestro curso a través de los cielos. Podemos ver la luna y las estrellas desde cualquier punto ventajoso sobre la tierra. Ellas brillan, centellean e iluminan nuestro camino. Por el contrario, los mares son oscuros, insondables y, a menudo, lejanos a la vista.
El espacio es maravilloso, pero he visto cosas en este planeta que son igualmente asombrosas, mucho más accesibles y más cercanas que las maravillas arriba de nosotros. Los océanos tienen todo el romance del espacio y una mayor promesa de viabilidad.
Los océanos proveen alimento en abundancia más allá de la imaginación. La acuacultura está apenas en su estado más incipiente. Podemos respirar en el océano y, de hecho, no podríamos respirar sin él. Podríamos vivir en el océano. Podemos ganarnos la vida allí, encontrar más combustible que el que se ha encontrado en la tierra y hasta descubrir el origen de la vida.
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Emory Kristof © National Geographic Society |
Ocultos entre pasajes hidrotérmicos –aguas termales en lo profundo del mar que se forman cuando las capas terrestres se desplazan y causan grietas en la capa exterior– encontré criaturas nuevas a la ciencia, seres antiguos y exóticos no relacionados cercanamente a cualquier otra criatura encontrada en las profundidades del mar. Ellos son los dinosaurios vivientes, que han aprendido a sobrevivir con la energía de la tierra en lugar de la energía solar. Puede que sean las primeras criaturas en nuestro planeta y, como sobrevivientes de algunas de las condiciones más tóxicas, prometen enseñarnos cómo disponer de desechos venenosos. En los océanos yacen vastos recursos minerales, incluyendo rezumaderos de metano e ilimitados reservorios de energía en forma cristalina.
Y esto es sólo lo que sabemos hasta ahora. Lo que no sabemos, y apenas hemos comenzado a pensar sobre ello, es más asombroso. Existen aún incontables procesos oceánicos geológicos, químicos, físicos y biológicos que necesitamos descubrir. La esencia de la exploración es que no sabemos lo que encontraremos –tal como con cualquier experimento científico. Para el genuinamente curioso, la aventura de llenar un vacío con conocimientos es suficiente para exaltar el espíritu e inspirar la búsqueda. Cuando se trata de exploración de océanos, sin embargo, tenemos todo esto y mucho, mucho más. Ya hemos visto que existen tesoros más allá de nuestros más locos sueños y sabemos que hay más de donde vienen éstos.
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Emory Kristof © National Geographic Society |
Un aspecto positivo de tener solamente cinco por ciento del océano explorado es que esto nos da algo raro en la tierra: lo desconocido. Durante siglos, el hombre ha sido atraído por el mar. Hemos librado batallas contra las mareas, disfrutado de las playas y cosechado la recompensa de nuestras costas.
Los océanos están entre los más grandes regalos que nos ha dado la naturaleza. La responsabilidad de nuestra generación es reclamar y renovar ese regalo para nosotros, para nuestros hijos, y –si hacemos bien el trabajo–, para aquéllos cuyas huellas han de marcar las arenas de las playas, mucho después de que las nuestras hayan sido borradas.
Una de las extrañas contradicciones acerca de los océanos es que, aunque están sub-explorados, también están peligrosamente usados en exceso. Los años han infligido un gran castigo sobre los océanos y las costas. Los humanos y los comercios han atestado las áreas costeras. Los peces se han agotado. Especies extrañas y sustancias contaminantes han sido arrastradas mar adentro, a menudo llevando su delicada ecología a un caos terminal. Esto está a punto de cambiar gracias a la publicación de un reporte preliminar del 20 de abril de 2004 por la Comisión de Estados Unidos sobre Política Oceánica, de la cual soy miembro.
Después de recopilar su reporte de cesiones públicas, visitas a los sitios y de testimonio de peritos, la Comisión concluyó en su reporte preliminar que los océanos y costas están en graves problemas y que los Estados Unidos debe tomar un rol más activo a nivel internacional. Uno de los primeros pasos hacia esto es ratificar la Convención de las Naciones Unidas sobre la Ley del Mar, de la cual los Estados Unidos no es miembro. Para revertir los preocupantes descensos, aprovechar las emocionantes oportunidades y mantener los océanos del mundo, debemos trabajar juntos.
Ciencia real, aprendizaje real
Nuestra gente joven tiene un rol especialmente importante que jugar. La próxima generación es la clave para lograr el alfabetismo oceánico y para hacer esfuerzos y selecciones más conscientes. ¿Pero cómo logramos esto? Otra vez, la respuesta es educación.
Pero el estudio acerca de los océanos no debería estar aislado en conferencias y libros de texto. Los estudiantes responden mejor a experiencia de primera mano acerca de cómo los océanos los afectan.
Los educadores progresistas se están apartando de métodos de enseñanza obsoletos y abrazan una forma excitante y nueva de enseñar pericia en matemáticas y ciencias: aprendizaje basado en la experiencia.
El aprendizaje basado en la experiencia es aprender haciendo. Ello es una combinación de ciencia y tecnología de vanguardia real, interactiva, de ensuciarse las manos, que apasiona y compromete a los estudiantes. Es usar tecnología para trabajar hombro a hombro con científicos reales, a la vez que se llevan a cabo investigaciones y trabajos en el campo. Es usar todos los medios y recursos disponibles para unir a los estudiantes y a los maestros con líderes científicos. Es conectarse a acuarios y museos y bibliotecas para ganar acceso a ricos recursos que hubieran sido inalcanzables hace pocos años.
Claramente, el aprendizaje basado en la experiencia es la próxima frontera educativa, para la ciencia, la oceanografía o cualquier otra materia. Piénselo. ¿Cuál enfoque cautivaría su mente?
Los niños son la clave de la vitalidad del mundo. Su futuro –y el nuestro– yace en la calidad de preguntas que ellos puedan hacer, qué tan lejos puedan presionar para alcanzar el conocimiento. Se necesita romper las barreras, que las preguntas sean lanzadas por el curioso para proveer una mejor calidad de vida para todas las personas alrededor del mundo. Las fértiles mentes jóvenes no pueden quedar áridas; ellas deben ser estimuladas para alcanzar nuevas fronteras.
Busqué una forma de compartir con los estudiantes la pura aventura de la ciencia, de la tecnología y del tremendo sentimiento que acompaña el descubrimiento de lo desconocido a través de la Fundación JASON para la Educación. En enero y febrero pasados, JASON visitó las instalaciones del Smithsonian Tropical Research Institute, en la Isla de Barro Colorado, para compartir la asombrosa investigación de vanguardia de la selva tropical de Panamá con estudiantes alrededor del mundo.
Millones de estudiantes y maestros pudieron ver de cerca cómo los científicos reales, y algunos de los mejores científicos del mundo, trabajan en el campo. Esta experiencia de primera mano demostró a los estudiantes que los científicos no son todos hombres mayores de cabello gris que trabajan en un laboratorio todo el día. Ellos salen al campo y trabajan para explorar y descubrir.
Cambiar las actitudes de los niños acerca de la ciencia es ahora aún más desafiante. Entrelazando materiales y actividades relacionadas con la ciencia en programas de estudio, podemos mantener viva la curiosidad natural de los niños acerca del mundo que los rodea, y ayudar a trasladar sus inclinaciones investigativas en verdadero alfabetismo científico. Podemos, igualmente, entrelazar el estudio de océanos y selvas tropicales en cursos de matemáticas, biología, química, ingeniería, historia y literatura. Estaríamos creando una administración ética que nos ayudaría a asegurar que la próxima generación tiene conocimientos suficientes y de la clase correcta para triunfar en una sociedad siempre exigente del siglo 21.
De vuelta al Titanic
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Ken Marschall |
Recientemente completé mi expedición de vuelta a los restos del naufragio que inspiró a la Fundación JASON para la Educación, el RMS Titanic. Junto con la National Geographic Society y el Mystic Aquarium & Institute for Exploration, quise regresar por muchas razones. Primero, para virtualmente llevar estudiantes y exploradores de corazón que no pudieron acompañarme durante mi primera visita. Y, segundo, para llamar la atención a la importancia de conservar no solamente el Titanic, sino a los casi un millón de buques de la antigüedad.
Encontramos que el Titanic se está deteriorando más rápidamente de lo que previamente pensamos debido, en parte, a causas naturales y daños hechos por numerosas inmersiones al buque. El Titanic es algo que quieres visitar, pero no deteriorar más.
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Perry Thorsvik © National Geographic Society |
Hemos descubierto buques en la alta mar del Mar Negro que son piezas de museo absoluta, perfectamente conservados –sin ningunas leyes que rijan su futuro a largo plazo. Actualmente, no existe apoyo internacional para proteger los restos de naufragios alrededor del globo. Si este tipo de no gobernabilidad continúa, me preocupa el futuro de la historia humana debajo del mar.
No estoy diciendo que nadie debería visitar estas magníficas cápsulas de la historia. La gente debería ser incentivada para ir a estos lugares y visitar los restos de los naufragios, pero no intrusamente. Con el desarrollo de la tecnología, estos naufragios pueden convertirse en museos vivientes. Al igual que los estudiantes y maestros sintonizados a través del globo para observar la expedición JASON a Panamá, gente de todas partes pueden sintonizar en sus casas, vía satélite y el Internet, y sumergirse entre sus olas, creando museos marítimos bajo el mar.
Corresponde a las comunidades, a través del mundo y Panamá, mantener a estudiantes y a sí mismas interesadas y curiosas acerca de la ciencia y exploración, haciéndose siempre esas preguntas de suma importancia, “¿Por qué?”.