¿Van a limpiar la bahía?
Ya inició el proyecto de saneamiento de la ciudad y de la bahía de Panamá. El nuevo alcantarillado evitará la descarga de aguas negras a los cinco principales ríos de la ciudad. En siete años, el agua de la bahía será apta para “contacto humano”.
El estado de las alcantarillas de una ciudad podría ser un buen indicador de su desarrollo humano. En la ciudad de Panamá, cerca de 300 mil personas viven en casas cuyas descargas de los sanitarios y del resto de aguas servidas que genera un hogar van a dar a desagües improvisados que llegan a zanjas o quebradas y, de allí, a los ríos de la ciudad.
Las tuberías de los barrios residenciales también arrojan las aguas servidas a los ríos. Quizás con mayor disimulo, pero el efecto es el mismo. Hay excepciones: algunos promotores construyen tanques sépticos, pero cuando no se les da mantenimiento, como suele suceder, entonces estos contaminan las aguas subterráneas y, de ese modo, contaminan también los ríos.
Algunas industrias y restaurantes, los grandes centros comerciales y un buen número de elegantes edificios arrojan sin cesar sus desperdicios –sin ninguna clase de tratamiento para disminuir la contaminación– a esos mismos ríos. Gracias a semejante concierto de descarga de aguas negras, cada río y quebrada de la ciudad es una cloaca a cielo abierto. Y al final, todos los días, los ríos y las tuberías cumplen fielmente su tarea: arrojan las aguas residuales a la bahía de Panamá.
El saneamiento llegó
El saneamiento de la bahía y de la ciudad de Panamá es un mantra que repetimos y escuchamos desde hace casi medio siglo. En 1959 se diseñó el primer plan para construir tres plantas de tratamiento de las aguas residuales de la ciudad. Cada cierto tiempo, el país ha encargado nuevos estudios para identificar la manera más eficiente de invertir en un sistema de saneamiento. Mientras tanto, día tras día, un gran caudal de aguas negras sigue llegando a la bahía.
La lógica que guía el Plan Maestro Consolidado del Proyecto de Saneamiento de la Ciudad y de la Bahía de Panamá –actualmente en ejecución–, parece simple: no botamos las aguas residuales a la bahía y la bahía se limpia sola.
Recolectar, transportar y tratar las aguas negras: he ahí la esencia del Proyecto. La ejecución incluye instalar tuberías (llamadas redes sanitarias) a las que se conectarán los desagües sanitarios de las casas de las siguientes comunidades de San Miguelito: Rogelio Sinán, Barriada 2000, Nueva Libia, Santa Marta, El Vallecito y 9 de enero. Además, en algunos sectores de la ciudad se mejorarán o rehabilitarán las colectoras existentes para ampliar su capacidad de transportar las aguas negras de los barrios residenciales.
Se instalarán tuberías más grandes (llamadas colectoras) que correrán paralelas a los ríos Curundú, Matasnillo, Matías Hernández, Río Abajo y Juan Díaz, para recolectar las aguas que las redes sanitarias, actuales y futuras, vierten a los ríos. De ese modo, desde el Casco Viejo hasta el corregimiento de Juan Díaz, las aguas negras no caerán más a los ríos. Es decir, en esa área de la ciudad, en la que viven aproximadamente 800 mil personas, tendremos un alcantarillado que funcionará bajo normas de calidad adecuadas.
Juan Antonio Ducruet, director de la Unidad Coordinadora del Proyecto de Saneamiento,
explica que si el sistema de recolección de basura y la educación ciudadana funcionan, se cumplirá una de las principales metas del proyecto: “Recuperar y devolverle a la población, los ríos y quebradas de la ciudad de Panamá”. ¿Para qué va a utilizar la población los ríos y quebradas en la ciudad? “Esparcimiento”. Ducruet afirma que, incluso ahora, hombres, mujeres y niños de barriadas de pocos recursos se bañan y lavan ropa en esos ríos y quebradas “que son un riesgo para la salud pública”. Si esta meta se cumple, quizás se pondrán de moda las cafeterías y restaurantes a orillas del Matasnillo y se abrirán de par en par las puertas de los balcones que dan a los ríos.
Las colectoras que desembocan a la bahía de Panamá, a la altura de la Avenida Balboa, serán interceptadas. Todas estas tuberías estarán conectadas a un sistema que combinará la fuerza de gravedad y la impulsión para transportar las aguas negras. En un tramo, las aguas correrán por un túnel y en otro, se utilizarán estaciones de bombeo. Finalmente, las aguas llegarán a una planta de tratamiento que se construirá en Juan Díaz y, de allí, se verterán al mar sin causar contaminación, así se permitirá la recuperación de la bahía. (Ver mapa).
El financiamiento
El costo total de la obra se ha fijado en 365 millones de balboas. Panamá ha gestionado con persistencia el financiamiento de las dos primeras fases del proyecto, cuyo monto es de 285 millones de balboas, por parte del Banco de Cooperación Internacional de Japón (JBIC). Estas primeras dos fases se estarán realizando entre el periodo 2006-2009 se incluirán la infraestructura para el saneamiento del área que comprende desde el Casco Viejo hasta el río Juan Díaz, específicamente la construcción y reparación de redes y colectoras, el sistema interceptor y la planta de tratamiento.
El préstamo resulta atractivo para el país por dos aspectos: los intereses inusualmente blandos y los requisitos ambientales, de planificación e implementación que exige JBIC para aprobar el financiamiento, los cuales aseguran una optimización del proyecto y su implementación.
La misión de análisis del JBIC contrató un equipo consultor que evaluó aspectos como el diseño básico, la mejoría en la contaminación de las aguas, la capacidad de coordinación de las instituciones que operarán el sistema, la introducción de medidas para adoptar un Mecanismo de Desarrollo Limpio y las consideraciones ambientales y sociales que tiene en cuenta el proyecto. Con esta consultoría, además, la Unidad Coordinadora del Proyecto –y toda la ciudadanía– cuenta con indicadores de desempeño y cronogramas realistas de implementación y de desembolsos, que permitirán medir el avance y el impacto de la obra.
En resumen, todo parece indicar que para conseguir el préstamo, Panamá se ha visto obligada a aplicar un riguroso “control de calidad” del proyecto. Esto contribuirá a evitar temas como incumplimiento, sobre costo y baja calidad, que caracterizan la construcción de algunas obras de infraestructura contratadas por el Estado y de sistemas de saneamiento similares financiados directamente con fondos del Estado en otros países de Latinoamérica.
En un proyecto de esta envergadura, esa es una noticia tan alentadora como considerar que pasear plácidamente por la bahía y recuperar su encanto para los habitantes de la ciudad, dejará de ser una nostalgia de los abuelos y se convertirá en un hecho real antes de una década.
El costo de sanear la ciudad y la bahía
Estaremos libres, por fin, del tormento de los malos olores y de la mala conciencia de emplear la bahía como un tanque séptico.
• Una vez que se elimine la descarga de aguas negras a los ríos, debe desaparecer también el mal olor. |