A descubrir el universo, un objeto a la vez

Mirie De La Guardia |

25 marzo, 2010

“Los objetos ayudan a los niños a desentrañar los misterios de la existencia”, afirma Randy O. Frost, profesor de Psicología en Smith College. A través de objetos y colecciones, los niños le encuentran sentido al mundo, a ese universo especial que les apasiona.

Los niños son como esponjas. La Dra. Sharon Shaffer, directora del Centro de Enriquecimiento Temprano del Instituto Smithsonian, aplica un método de enseñanza diferente con pequeñas mentes ávidas de información.

“Niños, hoy aprenderemos sobre un tema que les va a encantar: los pájaros carpinteros”. Los pequeñitos aplauden, mirando a la maestra curiosos. “Son unas aves pisiformes que miden entre seis y 18 pulgadas. Son trepadoras y su plumaje es variado, con manchas blancas. Su pico largo, delgado y fuerte, sirve para cazar insectos entre las cortezas de los árboles…”.

Con sus boquitas abiertas y sus ojos como platos, veinticinco caritas en blanco miran en vano a sus compañeros, luego a la maestra. Veinticinco mentecitas vuelan en búsqueda de algún árbol, a ver si, con el pico del Pájaro Loco, descubren el significado de esas palabras vacías…

Hacia una nueva forma de aprender

Los niños pequeños son más concretos. Para aprender, necesitan observar, tocar, relacionar nueva información con experiencias y conocimientos previos. Si a estos chicos se les hubiera hecho partícipes del proceso de descubrir qué es un pájaro carpintero, veinticinco pequeños científicos regresarían a casa, con ganas de saber más.

Desafortunadamente, basada en el lenguaje oral, la forma tradicional de enseñanza, centrada en el maestro, siempre fue abstracta y descontextualizada. Los niños eran seres pasivos, a quienes se les llenaba de información. A los pequeños de edad preescolar ni se les tomaba en cuenta.

Sin embargo, los teóricos de la educación van comprobando lo que padres y educadores habían intuido siempre: que los niños son esponjitas, que los primeros años de vida son críticos para el aprendizaje y que, lo que aprendemos sensorialmente, se queda con nosotros. Van surgiendo métodos de enseñanza que aplican modelos más eficaces de educación, como el del Centro de Enriquecimiento Temprano del Instituto Smithsonian (SEEC).

Corría el año 1988 y uno de los complejos museísticos más importantes del mundo, el Instituto Smithsonian, con esa visión que los caracteriza y basados en el mandato de la institución de “investigar y educar”, se interesa en desarrollar un programa que atraiga a un público más joven y diverso a sus instalaciones.

Se contrata a la Dra. Sharon Shaffer para liderar esta iniciativa y, de su experiencia y estudios, nace un centro para pequeños desde tres meses hasta seis años de edad, el cual busca crear un modelo de programa de educación de alta calidad, así como compartir el programa con otras instituciones, museos y escuelas en los Estados Unidos y en el extranjero.

El modelo de enseñanza y aprendizaje del SEEC involucra a los pequeños en el proceso de comprensión del mundo y su complejidad a través del estudio de los objetos y las colecciones. Un objeto puede ser cualquier cosa tangible: un artefacto cultural, una obra de arte o un espécimen natural, como una estrella de mar o una pequeña pluma de un ave encontrada en nuestro patio.

En una pluma: el mundo entero

Armados de una pluma negra con vistosas manchas blancas, comenzará la aventura. ¿Qué sienten al tocarla? ¿Cómo es? Habrá que mirarla detalladamente, describirla, compararla, clasificarla. Es suave, larga… ¿De dónde vendrá? ¿De un pájaro pequeño, de un pichón o de un pájaro adulto? ¿Se parece a algo que han visto antes? Con preguntas abiertas, donde no caben las respuestas erradas, ese objeto tangible develará contenidos reales y les enseñará a mirar.

Se les muestran otras plumas: las comparan y, de las diferencias y similitudes, van construyendo el conocimiento. ¿Por qué hay plumas más duras y fuertes? ¿Será para volar más alto? La de nuestro pájaro: ¿será para sostenerse mientras trepa en el árbol o abre huequitos con su pico? ¿Será la pluma de un pájaro carpintero?

Lentamente, ese trocito de universo les irá descubriendo sus secretos, mientras surgen más preguntas, porque un niño es curioso por naturaleza. “Cuando los niños desarrollan afecto por las cosas, es porque están poniendo atención a los detalles. Eso es una señal de creatividad y de inteligencia”, sostiene el profesor Frost. Aprenderán geografía al hablar de la proveniencia de esa ave, o matemáticas al contar sus manchas blancas. La dibujarán, la tocarán, la mirarán de cerca. No será una pluma más: será su pluma, esa que les cuenta historias y les descubre el mundo.

En una pluma, el universo. Hay un sinfín de preguntas y respuesta que, gracias a la observación e interés en un objeto, le abrirán a un pequeño una infinidad de posibilidades para aprender y crecer.

 

Coleccionar nos ayuda, nos engrandece, nos entusiasma. El deseo de un niño de coleccionar bichos, plantas o piedras lo podría llevar muy lejos para aprender del mundo y de sí mismo.

Coleccionar nos define

Y, si un objeto es la llave hacia el mundo, coleccionarlos se convertirá en una herramienta de aprendizaje poderosísima. Los niños son coleccionistas natos: rocas, tapitas de soda, monedas, conchas, caracoles… la lista sería infinita. Llenan bolsillos, cajitas y cajones de pequeños descubrimientos que luego exhibirán con entusiasmo como importantes trofeos. Más allá de un análisis racional, para un niño en etapa preescolar estos objetos llaman su atención por su color, su forma, por cómo se sienten en sus manitas y la posibilidad de conseguir otros similares. Esa curiosidad será el principio de una pasión y la semilla de un valioso proceso de aprendizaje.

Desde pequeños, los niños intuitivamente, agrupan, organizan y clasifican sus objetos. Aquí van todos los legos rojos, aquí los amarillos; acá los caracoles y allá las conchas; los lápices por color o por tamaño: es una forma de ordenar sus mundos, de darle sentido.

Según Howard Gardner, el coleccionismo es una herramienta poderosa para el crecimiento y desarrollo cognitivo del individuo. Basados en las diferentes características de los objetos (tamaño, forma, color, proveniencia, etc.) y a través del acto de organizar, clasificar y ordenar sus colecciones, los niños utilizarán habilidades matemáticas, de lenguaje, pensamiento crítico y analítico que irán sofisticándose con la edad.

Por otro lado, al permitírseles tomar decisiones, mostrar sus inclinaciones y dárseles tiempo para reflexionar y experimentar la alegría de alcanzar algo, los niños encontrarán que coleccionar es una experiencia personal que refuerza su autoestima y su sentido del yo.

Basados en las diversas características de los objetos, podremos utilizar matemáticas y analíticas para saciar una pasión de tener y clasificar eso ta nespecial que llama nuestra atención.

Nuestros pequeños coleccionistas, inmersos en su pasión, ni siquiera se dan cuenta de que están aprendiendo mientras estudian, en detalle, sus objetos, y los organizan y comparan con otros. Simplemente están motivados, porque siguen su pasión.

Y esa curiosidad y el amor por algo, el reconocerse en un objeto y en una colección personal, les dará otra cualidad invaluable: la constancia. Perseverarán hasta conseguir esa estampilla que les hace falta, o esa moneda de $0.25, o ese extraño caracol del que recién leyeron en internet, mucha más información de lo que habrían leído para el examen de ciencias…

Si bien, con los formidables museos del Smithsonian como extensiones del salón de clases, los niños del SEEC cuentan con los objetos y colecciones más increíbles del mundo: desde el diamante Hope, hasta fósiles y huesos de dinosaurios; grandes colecciones de arte y de objetos de diseño, centros de investigación y los aviones y cohetes del National Air and Space Museum… nuestros pequeños también tienen a su alcance el universo entero.

Porque todo comienza con un objeto y con la curiosidad que éste despierta. Para un niño, un museo puede ser nuestra casa, el jardín, una caja de recuerdos familiares o los cajones de la abuela. Basta una cucharita de colección o una escultura, una estampilla o una foto antigua, un caracol o la pequeña pluma de un ave, para abrirles las puertas del presente y del pasado; para revelarles quiénes son y todo el futuro que tienen por delante.

Mirie de la Guardia es directora de Allegro Galería y de los Talleres DisfrutArte

 

 

Todo comienza conla curiosidad que despierta en nuestro interior cualquier objeto de nuestro entorno. Una estampilla, un gusarapo, unas monedas o un caracol, cualquiera de ellos es bueno y productivo para ganar conocimiento y experiencia.

 
Algunos de los teóricos y pensadores más influyentes en este campo:
  • John Dewey. Sostuvo que si el niño construye el conocimiento sobre su mundo real y concreto, recordará lo aprendido. El conocimiento debe experimentarlo, interiorizarlo y compartirlo para hacerlo propio.
  • Lev Vygotsky. Sostenía que se aprende interactuando con otros.
  • Jean Piaget. Puntualizó que lo prioritario es el aprendizaje sensorial.
  • Howard Gardner: Inteligencias múltiples. Sostiene que es imperativo crear oportunidades para que, desde pequeños, las diferentes inteligencias puedan desarrollarse. No todos aprendemos igual.
  • Kieran Egan. Utiliza la narrativa como herramienta para el aprendizaje.
Además de ser una herramienta de aprendizaje, el coleccionismo fomenta y refuerza habilidades y valores que servirán a nuestros niños para toda una vida:
  • Orden. Para controlar la colección.
  • Memoria. Se fomentará a medida que crezca la colección.
  • Responsabilidad. El pequeño coleccionista aprenderá a hacerse responsable de los objetos y del dinero necesario para administrarla.
  • Organización. Imprescindible para ubicar y clasificar los objetos.
  • Respeto. Por cada pieza de su colección, así como por las colecciones de los demás y las diferencias que puedan existir.
  • Paciencia y perseverancia. Una buena colección no se construye de la noche a la mañana. Deberá trabajar por ello.
  • Relaciones interpersonales. Muchos coleccionistas comparten su pasión. A los niños tímidos, el coleccionismo les ayudará a fomentar las relaciones de intercambio y el contacto personal.
  • Concentración. Para aquellos con problemas de atención e hiperactividad, una actividad que los apasione y absorba requerirá concentración y atención, así como mayor grado de memorización y organización.
 

Fotos:
Tammy Williams, SEEC Educator
© A. Inden / Corbis
© Layne Kennedy / Corbis
© Susanne Dittrich / Corbis
© Virgo Productions / Corbis

 

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