Bancos de semillas, pólizas de seguro de nuestra civilización
Si la producción agrícola se viera seriamente amenazada por las catástrofes naturales, la guerra o el cambio climático, aun tendríamos la esperanza de regenerar los cultivos que reposan en invaluables colecciones alrededor del mundo.
La Bóveda Global de Semillas de Svalbard es una gran caja fuerte enclavada en una montaña en el archipiélago noruego de Svalbard, cuya función es preservar las miles de variedades de semillas que sirven como fuente de alimento a la población mundial.
Científicos y agricultores de todo el mundo encuentran en la Bóveda Global de Semillas de Svalbard un lugar apropiado para preservar diversos tipos de semillas.
En Svalbard hay más osos polares que personas. El archipiélago noruego, ubicado en el océano glacial ártico, a medio camino entre la península escandinava y el Polo Norte, es un territorio cubierto en su mayoría por glaciares y nieve; un lugar donde abunda el sol de medianoche, pero también la perpetua oscuridad. En otras palabras, el sitio ideal para construir la Bóveda Global de Semillas de Svalbard, una gran caja fuerte que sus creadores llaman “la mejor póliza de seguro para el suministro alimenticio de la humanidad”.
Incrustada en una montaña, a la bóveda se entra por un túnel de 125 metros de largo que da acceso a tres grandes habitaciones refrigeradas naturalmente –el aire frío del ártico permite reducir la dependencia de refrigeración mecánica–, donde las semillas se mantienen a una temperatura de 18 grados centígrados bajo cero y mínimas concentraciones de humedad, condiciones indispensables para mantener su viabilidad durante mucho tiempo. La bóveda de Svalbard está diseñada a prueba de amenazas de origen natural y humano, como explosiones, robos o inundaciones.
La bóveda fue financiada por el Gobierno noruego y es administrada de manera conjunta por el Global Crop Diversity Trust, organización internacional que trabaja a favor de la seguridad alimentaria en todo el mundo, por las autoridades noruegas y por el Centro Nórdico de Recursos Genéticos (NordGen). Desde su inauguración el 26 de febrero de 2008, cargas con muestras de semillas de todos los bancos de germoplasma del mundo –donde se guardan semillas, tejidos y plantas completas de las que puede extraerse el material genético que permita su reproducción– se han estado almacenando en su interior.
Guardar semillas y plantas en lugares especialmente condicionados para su preservación es una vieja práctica que científicos y agricultores utilizan para proteger la variedad genética de los cultivos, y, en consecuencia, contar con material de trabajo que les sirva para mejorarlos, haciéndolos, por ejemplo, más resistentes a las enfermedades y plagas que atacan las cosechas y acaban con ellas. En ese proceso de regeneración y mejoramiento, las instituciones que administran los bancos de germoplasma tienen la costumbre de intercambiar entre sí muestras del material vegetal conservado, como una forma de compartir de forma equitativa los beneficios que se derivan del uso de los recursos agrícolas y alimenticios.
En Svalbard, sin embargo, las muestras o duplicados de semillas pertenecen únicamente al depositario y solo este tiene derecho a reclamarlas.
“Eso me da la seguridad de que, si dentro de diez años quiero regenerar mis cultivos y me encuentro conque los materiales que guardo conmigo no germinan, tengo la posibilidad de rescatarlos”, dice William Solano, investigador del Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (CATIE), con sede en Costa Rica. Agrega que “muchas veces la pérdida [de viabilidad de las semillas] se produce por malas condiciones de conservación, como fallas en el suministro de energía eléctrica en las cámaras de refrigeración, pero en Svalbard la temperatura es natural”.
Cargas de semillas de todas partes del mundo llegan a la Bóveda Global de Semillas de Svalbard, en el ártico, que de manera natural provee una temperatura de 18 grados bajo cero, la más adecuada para su conservación.
En febrero del 2011, agricultores peruanos efectuaron una celebración tradicional con motivo del envío de 1,500 variedades de papas a la Bóveda de Semillas de Svalbard, en el ártico, donde serán puestas a salvo de la amenaza que supone para la supervivencia de este tubérculo los cambios que experimenta el clima en la región andina de América del Sur.
Solano ha sido el encargado de llevar a cabo un proyecto de regeneración y evaluación de una parte de las colecciones de cultivos que el CATIE ha tenido conservadas durante más de 50 años, con el propósito de generar duplicados que puedan ser enviados para su conservación a otros bancos de germoplasma y a la bóveda de semillas de Svalbard.
De acuerdo con el investigador, aunque el rescate llegó tarde para algunos cultivos, todavía fue posible salvar variedades de alimentos “que ya no se encuentran en los supermercados” y que ahora están en proceso de ser estudiadas para conocer sus propiedades nutricionales, antes de ser devueltas a los agricultores. De los cultivos alimenticios, el proyecto ha dado prioridad a los frijoles, el tomate, el maíz, el fisalis, el amaranto y el chile, y desde junio del 2011, un 25% de los cultivos regenerados en el CATIE ya se han enviado a Svalbard.
Un esfuerzo similar se puso en marcha el año pasado en los Andes peruanos para preservar los cultivos de papa, un tubérculo que se consume en América del Sur desde hace unos ocho mil años y que hoy se ve amenazado por las enfermedades agrícolas y el cambio en las condiciones del clima. El Global Crop Diversity Trust, el Parque de la Papa en Perú –establecido por comunidades indígenas quechuas con el fin de proteger la biodiversidad y garantizar la seguridad alimentaria en la región– y el Centro Internacional de la Papa han unido esfuerzos para enviar a Svalbard unas 1,500 variedades del tubérculo, de las más de 4,000 que se cultivan en los Andes.
“En Perú, las prácticas agrícolas están interrelacionadas con nuestros rituales y prácticas culturales. Enviar estas muestras a Svalbard es como enviar a los miembros de nuestra propia familia a un lugar distante para que estén seguros por si el resto de nosotros precisa que nos rescaten en el futuro”, dice Alejandro Argumedo, de la Asociación ANDES-IIED y agrónomo del Parque de la Papa.
Plantas para el futuro
Cuando Ban Ki Moon, secretario general de la ONU, dice que la Bóveda Global de Semillas de Svalbard es “un regalo para la humanidad y un símbolo de paz”, no está haciendo un uso exagerado de trilladas palabras poéticas. El éxito de la humanidad como especie y como civilización es producto del invento de la agricultura, ese maravilloso proceso de producir alimentos que nos permitió independizarnos de la caza y la recolección.
Pero la base de la agricultura, las plantas y las semillas que estas producen, se enfrentan a un sinnúmero de amenazas: el cambio climático, la pérdida de diversidad genética, las enfermedades agrícolas y los desastres naturales como los huracanes y las inundaciones, muy comunes, por ejemplo, en Centroamérica. Y todo ello sin olvidar que desde el año pasado somos ya 7 mil millones de personas que necesitamos comer, en un planeta donde los recursos no están repartidos de manera equitativa.
“Ningún país es autosuficiente en materia de alimentos, sino que tiene que haber un intercambio”, dice William Solano. “Es importante que cada región que es origen de un determinado cultivo haga el esfuerzo de mantener la diversidad genética de ese cultivo”.
De allí que, explica el investigador, duplicados de cultivos específicos también se envíen a otros bancos de germoplasma como el Centro Internacional de Agricultura Tropical, en Colombia, que es el depositario mundial de las colecciones de frijoles, o el Centro Internacional de Mejoramiento de Trigo y Maíz, en México, que es el depositario mundial de estos dos cultivos.
Y es que a pesar de sus particulares y atractivas características, la bóveda de Svalbard no es, por supuesto, ni el primero ni el único centro de conservación de semillas que existe en el mundo. Se calcula que hay unos 1,400 bancos de semillas distribuidos por todo el planeta, siendo la Estación Experimental Pavlovsk, cerca de San Petersburgo, en Rusia, uno de los más antiguos. Fundada en 1926 por el genetista ruso Nikolai Vavilov, posee una colección de más de 5,000 variedades de semillas y bayas, y se calcula que el 90% de las plantas sembradas en sus 500 hectáreas de jardines no se encuentran en ninguna otra colección o banco de semillas del mundo. En el 2010, los cultivos de la estación de Pavlovsk estuvieron a punto de ser destruidos y sustituidos por un proyecto de viviendas de lujo, pero la movilización internacional logró detener la construcción.
Tampoco todos los bancos de semillas persiguen el noble propósito de librar a la humanidad de una futura hambruna. Como materia prima de la vida, las plantas también limpian de dióxido de carbono el aire que respiramos, filtran el agua, nos proporcionan las fibras que usamos para fabricar ropa y materiales de construcción, y son fuente primaria de medicamentos.
El Banco de Semillas del Milenio, un proyecto del Real Jardín Botánico de Kew (Reino Unido), conserva semillas de plantas silvestres, de todo el mundo, que se encuentran en peligro de extinción. Se calcula que entre 60,000 y 100,000 especies de plantas podrían desaparecer, por lo que Kew presta particular atención a las regiones y plantas amenazadas por los efectos del calentamiento global y el impacto de las actividades humanas, y procura elegir para su rescate a aquellas que seguirán siendo de mayor utilidad en el futuro. Hasta el momento, el jardín botánico ha logrado almacenar el 10% de las semillas de las plantas silvestres conocidas, y tiene el objetivo de llegar al 25% para el año 2020.
No, Ban Ki Moon no exagera. El esfuerzo colectivo que hoy hacen los países por asegurar el futuro, poniendo en práctica el viejo arte de coleccionar, es regalarle a la humanidad, y por adelantado, un poco de paz.
Foto izquierda: Bóveda del Banco de Semillas del Milenio, un proyecto del Real Jardín Botánico de Kew (Reino Unido), cuyo objetivo es almacenar la mayor cantidad de semillas de plantas que se encuentran en peligro de extinción debido al cambio climático y a la extensión de las actividades humanas.
Foto derecha: Semillas previamente deshidratadas para permitir su conservación a largo plazo son empacadas en el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo en México (CIMMYT) para su envío a la Bóveda Global de Semillas de Svalbard, donde serán almacenadas en un esfuerzo por preservar la mayor cantidad de variedades de cultivos agrícolas posible.
Fotos:
Páginas 36 y 38 inferior: Mari Trefel / Global Crop Diversity Trust
Página 38 superior: © Jim Richardson / National Geographic Society / Corbis
Página 40 superior: Asociación ANDES
Página 40 inferior: Neil Palmer / CIAT
Página 42 izquierda: Royal Botanic Gardens Kew
Página 42 derecha: Flickr / CIMMYT