¿Cómo guiar a los niños y a los jóvenes en estos tiempos de incertidumbre?
Esta experiencia común e incierta que todos vivimos no tiene que traducirse en un trauma para los niños y jóvenes. Aprenda cómo apoyarlos proactivamente para que salgan adelante más fortalecidos.
Una experiencia única y a la vez universal
Probablemente durante la pandemia nosotros y nuestros hijos hayamos escuchado, más veces que en toda nuestra vida, palabras como “incertidumbre”, “riesgo”, “amenaza” y “trauma”. Todos, como humanidad, estamos pasando por lo mismo, algunos con más y otros con menos recursos. Pero es importante saber que, como padres, podemos ponerle un límite al impacto que genera esta realidad en nuestros hijos. Podemos crear un espacio emocional seguro, una suerte de mascarilla N-95 emocional que nos proteja de los efectos más nocivos de la incentridumbre, el miedo y el estrés que esta situación nos ha causado.
Y es que, si bien la pandemia nos ha afectado a todos, generalmente los adultos tenemos mayor capacidad de adaptación, de resiliencia y de acceso a recursos emocionales y afectivos. Eso nos ha ayudado a manejar mejor los retos que el COVID nos ha impuesto y a sobreponernos con mayor flexibilidad.
¿Cómo viven los niños la pandemia?

Los padres y madres debemos estar atentos por si nuestros niños muestran cambios en su estado emocional o conductual.
Pero, ¿qué ha pasado en el caso de los niños y jóvenes? Ellos no tienen la misma facultad de entender los eventos de la vida que los adultos. Su capacidad mental y emocional está en desarrollo y la manera en que los niños perciben las experiencias de la vida depende mucho del lente que sus padres y otros adultos significativos les presten para ver y entender la realidad. Por tal motivo, si los niños se desarrollan en un ambiente familiar que permite la expresión de emociones y estas son sostenidas y entendidas por los adultos, la experiencia para el niño será mucho más llevadera y le dará más oportunidad de ajuste y adaptación. Por el contrario, si los niños están inmersos en un espacio familiar en el que las emociones están desbordadas con agitación, amplificadas por el estrés de los padres, o las mismas no se expresan adecuadamente, el efecto en los niños será negativo.
Tras más de seis meses de evitar cualquier contacto social, que ha requerido que no salgan de sus casas ni para ir a jugar al parque, ver a sus primos y amigos, o ir a la escuela, hasta los niños o jóvenes más fuertes son susceptibles de sufrir de preocupación e irritabilidad por la incertidumbre y el estrés acumulados. Incluso, dada la situación, podrían experimentar ansiedad, decaimiento, tristeza o desaliento. Los padres y madres debemos estar muy pendientes, observarlos con detenimiento e identificar expresiones conductuales y emocionales diferentes a las que tenían antes de la pandemia. ¿Cómo se han ido adaptando a las clases virtuales ¿Cómo están participando con sus amiguitos en las redes sociales y en el celular? ¿Cómo están entreteniéndose? ¿Cómo están compartiendo con la familia?

El cerebro de los niños aún está en desarrollo y ellos no tienen las mismas herramientas que los adultos para enfrentar situaciones difíciles.
Porque si bien podemos esperar algunos cambios, lo cierto es que debemos tener cuidado si son muy fuertes. Aunque las rutinas han variado mucho, observemos sus hábitos de aseo, alimentación y sueño. De igual manera, prestemos atención a las preguntas que nos hacen: ¿Me puede atacar el virus?, ¿Me puedo morir?, ¿Tendré que ir al hospital?, ¿Qué pasa si pierdo el año escolar?, ¿Me podré graduar?, Extraño a mis abuelitos y a mis amigos. Cualquier comentario en donde su hijo o hija hable con preocupación o duda sobre el futuro es un llamado de atención acerca de la posible afectación que la pandemia puede estar teniendo en niños y jóvenes.
En síntesis, tengamos presente que si nuestros hijos muestran aislamiento dentro de la familia, pasan muchas horas solos, tienen muy poca energía o interés, o muy poca comunicación y expresión de emociones es recomendable actuar. De igual manera, debemos estar atentos a cambios abruptos en su estado de ánimo, la falta o el exceso de apetito, afectación en el sueño, presencia de pesadillas o de temores excesivos, desesperanza y hasta agresividad, a fin de decidir si es apropiado buscar ayuda profesional o, de una manera efectiva, abrir espacios de diálogo y alivio para ellos.
¿Cuáles son las condiciones que necesitan los niños para estar bien?
Aunque estemos en situación de confinamiento tenemos que crear un espacio de interacción familiar en el que padres e hijos se “encuentren” para disfrutar ser y vivir en familia. Compartir la vida, las emociones y algo de tiempo de calidad. Podemos hacer actividades sencillas que la familia disfrute, por ejemplo, entretenerse con juegos de mesa, ver una película, compartir y aprender de los gustos individuales en la música (una que le guste a mamá… otra que le guste a los niños), contar historias (particularmente historias familiares que promuevan la cohesión y el sentido de pertenencia).

Realizar actividades en familia como cocinar, jugar o ver películas, nos ayuda a mantener un ambiente positivo y sano en el hogar.
Las actividades de preparar los alimentos juntos se han incrementado enormemente durante la pandemia. Por curioso que parezca, un fenómeno generalizado en todos los países es que la gente está haciendo pan en sus casas. Y, si nos ponemos a pensar, el simple proceso de “hacer pan” es una oportunidad maravillosa para aprender tantas cosas: planear el momento para hacerlo, investigar qué receta hornear, conseguir todos los ingredientes, identificar los utensilios, organizar el espacio en la cocina, prepararse para compartir y degustar en familia. ¡Simplemente maravilloso!
Muchas familias reportan que las conversaciones de sobremesa han reaparecido luego de las comidas. Estas actividades son como un bálsamo de bienestar, pues permiten escucharse mutuamente, disfrutar estar en la presencia de los miembros de la familia y, en esencia, crear memorias e “islas de seguridad” en el corazón y la mente de los niños.
También en la situación en la que uno de los padres trabaja desde casa, el confinamiento se ha convertido en un gran escenario donde los niños han podido aprender sobre el trabajo de sus padres; sobre los hábitos de disciplina; sobre la interacción con ese mundo que antes los niños solo podían imaginar. Ahora es usual que en las reuniones de trabajo de los padres aparezcan las caritas curiosas de los niños y las niñas que quieren fisgonear y ver cómo es ese mundo en el que juegan todo el tiempo los adultos. Nuestra recomendación a los padres y a las madres es que aprovechen la oportunidad, dejen que los niños vean por un minuto con quiénes interactúan los adultos… ¿qué son esas reuniones tan serias en las que participan? Aprovechemos la oportunidad para acercar el mundo del trabajo a los niños y para desplegar conversaciones positivas acerca del mundo del trabajo.
Algunos tips para proteger la salud emocional y mental de nuestros hijos:
- Demostremos dominio y capacidad para garantizar que el hogar es un lugar seguro y que los padres y familiares significativos saben y toman las medidas para cuidarse y cuidarlos a ellos.
- Evitemos exagerar o crear pánico. No carguemos las medidas de protección con un tono emocional de alarma. Más bien, hagámoslo de manera natural y adaptativa.
- Ayudemos a nuestros hijos a entender que tienen que lavarse las manos sin asustarlos y sin amenazarlos de que se van a contagiar o que van a contagiar a alguien más. Puede que necesiten que se les recuerde porque se entretienen con el juego, pero no por eso debe aumentarse el tono emocional de la instrucción.
- Abramos espacios de interacción familiar, momentos para escucharnos y expresarnos. Planeemos actividades aun dentro de la casa. Hagamos un postre o una comida completa, compartamos una buena conversación en la mesa, hagamos preguntas acerca del día de cada uno (trabajo, escuela).
- No presumamos que porque están todos en casa sabemos lo que están haciendo o pensando nuestros hijos.
- Mantengamos y respetemos la individualidad de cada uno en la familia y su aporte personal a la dinámica familiar. Validemos la actividad de cada uno y disfrutemos de cada logro, así sea pequeñito.
- Vayamos haciendo planes realistas y razonables a futuro, recordemos que el confinamiento no será permanente y debemos diseñar proyectos familiares que estimulen la idea de continuidad, progreso y que mejoren el estado de ánimo.
- Todas las preguntas son buenas… Niños e hijos jóvenes pueden generar preguntas que son una buena oportunidad para conversar, conocer sus intereses, preocupaciones, fortalezas y áreas de crecimiento. Aprovéchelas.
- Nunca usemos el sarcasmo o el cinismo para demostrar un punto de vista o recalcar una diferencia o deficiencia.
- Si tenemos una fe común, compartamos espacios de reflexión y oración con los niños. Estos espacios fortalecen mucho los vínculos en la familia, devuelven la seguridad y la confianza.
- Validemos los espacios y las necesidades de juego en los niños y jóvenes… Tal y como dijo el pediatra y psicoanalista inglés, Donald Winnicott (1917): “El juego es universal, es lo que corresponde a la salud física y emocional, facilita el crecimiento y el desarrollo de la persona”. Atrevámonos nosotros también a disfrutar estos espacios y permitamos el disfrute de los momentos de juego libre.
- Evitemos las quejas y comentarios negativos sobre la situación que vivimos. Tratemos de tener una visión más integral, identificando las oportunidades que se han ido manifestando y tratando de mitigar el impacto de lo negativo.
- Recordemos que concentrarse en lo negativo no cambiará las circunstancias y, seguramente, disminuirá la capacidad para encontrar medidas que permitan adaptarnos o mejorar la situación.
- Mantengamos una actitud positiva. Si bien es evidente que la pandemia ha sido algo terrible para todos, rescatemos los pequeños espacios de esperanza, buena voluntad y fortaleza familiar que nos dan esperanza y una visión positiva a largo plazo.
Finalmente, aquí están la oportunidad y la esperanza…
Recordemos que una forma de ponerle límite a esta realidad que a todos nos agobia es abrir nuestros ojos y descubrir oportunidades, identificar recursos que antes nunca tuvimos necesidad de ver, tener presente que esta, como todas las crisis, pueden favorecernos de muchas maneras.

Las clases virtuales han sido positivas para muchos niños y jóvenes quienes se han adaptado rápidamente.
Veamos un ejemplo. Veamos que también durante todo este tiempo, algunos niños que antes luchaban con sus tareas, con esta pandemia han descubierto que pueden aprender mejor bajo ciertos parámetros que antes era imposible considerar, pudiendo revisar las clases grabadas y tener más tiempo para las asignaciones sin presiones de grupo, entre otras. No catastroficemos. Saquemos lo pequeño que haya sido positivo, revisitemos algunas experiencias y encontremos ventajas que no habíamos visto antes.
No somos responsables de lo que ha pasado, pero sí de lo que vamos a dejar en el balance final. Podemos atrevernos a transformar nuestra forma de pensar y así nuestros niños y jóvenes, luego de esta experiencia, tendrán muchos recursos para enfrentar adversidades y salir adelante con un balance positivo.
Fotos: Getty Images