CONSEJOS PARA EL ALMA

Padre Miquel Cortés s.j |

17 marzo, 2003

Quizás el deseo más profundo que tenemos es vivir a plenitud nuestra vocación de ser felices. Pero, a menudo, las circunstancias de la vida obstaculizan esa felicidad deseada. ¿Qué podemos hacer para encontrar la verdadera felicidad? ¿Qué podemos cambiar en nuestra vida para ser felices? ¿Qué debemos aprender de la vida para vivirla con gozo y libertad? ¿Cómo podemos nutrir nuestro yo interior para no desfallecer ante las adversidades? Estas y otras preguntas nos vienen a la mente y a menudo nos sentimos impotentes para encontrar una respuesta satisfactoria. ¿Por qué nos cuesta tanto conocernos desde la propia verdad? Quizás si dedicáramos un espacio y un tiempo a nuestro yo espiritual, muchas de estas preguntas encontrarían caminos de solución. Pero, ante todo, hay que preguntarse: ¿Realmente estoy dispuesto a bucear en mi propio interior?

Si quieres aventurarte a conocer tu propia vocación, puedes emprender con confianza la siguiente ruta espiritual, un ejercicio de meditación para “poner en forma” tu alma. Hazlo cuantas veces sea necesario, pues cada vez descubrirás riquezas insospechadas.

  1. Ya tengo edad… ya puedo mirar a lo lejos y a lo cerca de mi vida. Dedica unos minutos del día a tí mismo. Relájate, descansa. Busca un lugar cómodo y solitario en la casa, en el trabajo o en el parque. Empieza a tomar conciencia de tu cuerpo, siente cómo late tu corazón. Percibe que estás vivo, que tienes todo un cuerpo que te acompaña siempre y que expresa, en parte, lo que eres. Este cuerpo tuyo quiere que lo cuides y lo valores. Ahora, cierra los ojos e imagínate que estás descendiendo por un pozo. Lentamente vas perdiendo la superficie de tu vida y vas adentrándote en lo más profundo de tí mismo. No tengas miedo a las oscuridades, sigue descendiendo, deja que los sonidos exteriores disminuyan. Pon atención a tu corazón. ¿Qué sientes? ¿Qué oyes? Sigue avanzando, sin miedo, confíate a tí mismo. Poco a poco vas llegando al manantial de tu vida. Ya puedes escuchar el sonido del agua naciente de tu corazón. ¿Qué se refleja en esa agua? ¿Logras ver tu pasado, tu presente, tu futuro? Deja que el agua te hable… ¿Qué te dice? ¿Cómo te sientes? ¿Qué personajes te acompañan? Disfruta de esta presencia del agua viva de tu corazón. No tengas prisa, dialoga con tu propio manantial.
  2. Desde el manantial de mi vida contemplo a mi alrededor y gozo por ser vida para los demás. Poco a poco ve subiendo de nuevo por el pozo de tu vida. Con calma, sin prisas, no corras por encontrar la superficie. Déjate llevar por esa fuerza que nace de tu manantial de amor. Lentamente vas llegando a la superficie. Tu vida de cada día te espera, con sus alegrías y sus penas. Con lo bueno y lo menos bueno. Tus seres queridos te están esperando. ¿Qué les dices? ¿Cómo les compartes lo que has descubierto en tu propio pozo? ¿Qué nueva fuerza te impulsa a reconocerlos? Siente cómo tus seres queridos te miran, te hablan, te preguntan… ¿Cuál es su actitud? ¿Qué te piden? ¿Qué les puedes ofrecer? Deja que tu corazón responda. Deja que tu amor aflore y derrame misericordia. ¿Qué puedes hacer por tus seres queridos?
  3. Con las manos abiertas recibe el don del amor. Después de ver a tantas personas que te quieren, abre tus manos y recibe el don del amor que hay en cada una de ellas. Abre tus manos y entrega lo mejor de tí, tu capacidad de amar y ser amado. Abre, sin miedo, las puertas de tu pozo interior y descubre la fuerza del amor que te permite gozar de la amistad y del cariño. Busca a aquellos hombres y mujeres que abren sus manos para amar. Déjate abrazar por aquéllos que quieren compartir contigo su felicidad.
  4. Busca el amor escondido en los más pobres y necesitados. Sigue caminando en búsqueda de la felicidad que nace al hacer felices a los demás. Con lo que tengas no te detengas, sigue caminando y busca a los demás. Dedica parte de tu tiempo a servir, a compartir, a solidarizarte. No hay que ir muy lejos… cerca de ti seguro hay alguien que necesita de tu amor. Un poco más allá hay una niño o niña que espera tu sonrisa, un anciano que espera tu saludo, un pobre que espera tu pan. Con esa fuerza interior que te impulsa a darte, sal al encuentro de otro. Mira los ojos del que te necesita. Condúcelo por tus sendas y veredas… No tengas miedo de compartir tu caminar.
  5. Compartiendo la vida puedes gozar de ella. Si realmente encuentras tu paz interior y quieres seguir descubriendo tus talentos, no tengas miedo de compartir tus sueños y esperanzas. Con tu amigo, con tu pareja, con tu ser querido, con aquél que te inspira confianza, comparte tu vivencia interior. No te quedes lo que ha nacido para ser compartido. No guardes tus deseos para tí solo… busca quienes sueñan como tú. Consigue esa comunidad de hombres y mujeres para los demás. En tu familia, en tu trabajo, en tu iglesia, crea espacios de humanidad, de encuentro agradecido, de confianzas compartidas. Recrea tu vida desde los demás y seguro que tu felicidad se multiplicará.
  6. Y al final de la jornada alza tu mirada al Señor de la Vida y comparte con El tu caminar esperanzado. Al atardecer de nuestra actividad mira siempre de nuevo a Aquél que nos ha dado su propia felicidad. Desde la propia fragilidad del cotidiano vivir, agradece al Señor todo el bien recibido y sin miedo comparte con él tus debilidades. Seguro que el Dios de la Vida transformará con misericordia tus debilidades y hará brotar de nuevo, en el manantial de tu yo interior, el amor verdadero para lograr esa felicidad que te hará un ser pleno.

Quizás te puede interesar