¿Fuerza de voluntad o… hábitos?
A veces pensamos que nuestra vida sería mucho más feliz y productiva si tan solo tuviéramos más de esa escurridiza cualidad que llamamos “fuerza de voluntad”. Pero hay investigaciones recientes que parecen estar diciendo lo contrario. Tal parece ser que, a la hora de ser productivos, lograr nuestras metas o hasta ser más felices en nuestra vida, los humildes hábitos son más importantes que la poderosa fuerza de voluntad.
Los hábitos son conductas automáticas que hemos aprendido a repetir sin que medie nuestra conciencia. A diferencia de la fuerza de voluntad, una vez que un hábito está establecido, tendemos a ejecutarlo estemos frescos o cansados, serenos o estresados, felices o frustrados… Y a nuestro cerebro le fascinan los hábitos porque lo liberan para dedicarse a otras cosas que pueden resultar importantes en el día a día.
Según escribe Charles Duhigg en el libro El poder de los hábitos, no existen fórmulas universales, sino que cada quien debe encontrar su modo personal de desarrollar hábitos productivos. Lo que sí sabemos es que todos los hábitos, positivos o negativos, siguen un patrón: tienen un disparador, una conducta y una recompensa. Si queremos crear nuevos hábitos, el mejor camino es identificar cuáles son los disparadores que detonan la conducta automática y cuáles son las recompensas que los mantienen.
Dado que la fuerza de voluntad funciona muy bien, pero solo a veces, es mejor contar con ella únicamente en algunos momentos de urgencia. Debemos, en su lugar, desplegar nuevos hábitos para ser más productivos, porque estos continúan aún no tengamos la energía para esforzarnos y persistir.
He aquí algunas ideas para aprovechar más astutamente el poder de los hábitos en nuestro trabajo:
1) Organiza tu entorno. Es increíble el poder que tiene el entorno para inducirnos a un estado mental determinado. Así como un templo nos invita al recogimiento y la naturaleza nos motiva a sentirnos libres, así mismo un espacio de trabajo ordenado y limpio induce a tu cerebro a volcarse diligentemente sobre la tarea que tienes entre manos.
2) Divide las tareas grandes en componentes pequeños, manteniendo en mente la meta final. Las tareas tienen componentes más sencillos. Segmenta la tarea y completa los componentes uno por uno. A veces, los planes fallan porque no hemos sido capaces de dividir la meta en pequeñas acciones, concretas y fáciles de manejar.
3) Abandona el ‘multitasking’. Aun cuando nos hace sentir productivos, desgasta nuestra energía. La pérdida de tiempo y energía, pasando de un tema a otro, solo desgasta nuestro rendimiento.
4) ¡Apodérate del momento presente! Aprende a ver el tiempo como algo hecho de momentos presentes. Aprende a contabilizarlos de manera realista. Esta hora está hecha de 4 momentos de 15 minutos o 20 momentos de 5 minutos… ¡tú decides!
5) Establece tu propio sistema de rendición de cuentas. Una vez que tienes claridad de “los momentos de cada hora”, registra detalladamente el trabajo que has completado en cada momento. Eso te permite rastrear cómo has usado tu tiempo.
6) Controla las distracciones electrónicas. Recuerda que a tu cerebro le gusta la novedad y la información. Si no le pones controles, cada vez que suene una campanita en tu teléfono o aparezca un mensaje en pantalla tu atención se volteará irremediablemente hacia la información nueva, sea correo electrónico, chat, WhatsApp, Facebook, Twitter o Instagram.
7) Recuerda que la voluntad es un músculo y se agota. No confíes solo en ella… Si piensas usarla para lograr un objetivo, asegúrate de que estés bien descansado y bien alimentado. Recuerda que el estrés merma y agota la fuerza de voluntad.
Mientras que proteger y desarrollar nuestra fuerza de voluntad es importante, al final del día nuestra productividad no depende solamente de qué tan bien manejamos las tentaciones. Más bien, la clave del éxito parece estar en la habilidad que tengamos para usar cada vez menos la fuerza de voluntad y cada vez más el poder de los hábitos positivos. Como decía Aristóteles hace mucho tiempo: “Somos lo que hacemos con frecuencia”.
Por: Dr. Carlos Leiro, Clínica Transiciones