De gustos y colores
María Mireya de Alemán, Gabriel Henríquez y su esposa, Susan, son personas comunes y corrientes. Uno podría encontrárselas en el supermercado, estar delante de ellas en la fila del cine o conocerlas en la fiesta de un amigo común y nada en su apariencia podría delatar sus aficiones, las cuales no son nada comunes.
Pocas similitudes comparten María Mireya de Alemán y los esposos Henríquez. Sin embargo, en ambos casos vemos que, además de su rutina tradicional de trabajo, estos panameños han optado por dedicar su tiempo libre a perseguir un sueño, a hacer lo que su corazón les dicta y todo parece indicar que tienen corazones sabios.
Velocidad y control
Cuando le pido a María Mireya que enumere los elementos más importantes para triunfar en una carrera de barriles, me dice sin titubear: velocidad y control. Y ella debe saber, pues el 10 de noviembre del año pasado ganó el Campeonato Mundial de Barriles en Augusta, Georgia, Estados Unidos. Alemán compitió en la categoría mayor, obteniendo el triunfo en la 4ta división (4D). Este triunfo la convirtió en la primera competidora internacional en ganar dicho título, nada mal para una persona que, por primera vez, participó en una competencia en el año 1998, a los 52 años de edad, y que, además, hizo el recorrido en el caballo que le asignó el entrenador norteamericano, que da dicho servicio a la delegación panameña, no en el suyo.
La pista para esta competencia consiste de tres barriles colocados en los vértices de un triángulo isósceles, con una distancia de 70 pies entre los dos de la base y de 90 pies desde cada uno de los barriles de la base hasta el vértice superior. El recorrido implica girar alrededor de cada barril sin derribarlo. El tiempo que le mereció a María Mireya el triunfo fue de 16.572 segundos.
¿Pero cómo llega esta profesora de microbiología y parasitología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Panamá a ser campeona del mundo. Revisando su biografía, podríamos concluir que gracias a una serie de casualidades. Sin embargo, triunfos de esta magnitud no ocurren así porque sí. María Mireya sabe cabalgar desde que tiene uso de razón. Sus años de infancia en Chepo le sirvieron de entrenamiento, a pesar de que su madre y su abuela consideraban que montar caballo era una actividad reservada para los hombres. Descubrieron su afición el día que pasó frente a ellas sobre un caballo desbocado.
Sus primeras clases formales las recibió siendo estudiante universitaria. Sin embargo, su «carrera» se vio truncada luego de que una raquídea le hiciera perder la sensibilidad en las piernas. Diez años estuvo sin montar, hasta que un día se animó a subirse nuevamente a un caballo. Como dicen los que saben, fue paso a paso.
Gracias a los esfuerzos de María Mireya, Panamá se afilió a la Federación Internacional de Caballos de Barriles formalizando la Asociación de Caballos de Barriles de Panamá (NBHAP) con miras a ser la sede de la región de Latinoamérica. En el año 2000, viajó la primera delegación oficial a competir internacionalmente.
¿Planes para el futuro? Seguir enseñando. No puede Alemán escapar de su vocación de docente. Así como por treinta años ha enseñado a estudiantes universitarios, trabajar con niños es un sueño que le queda por cumplir. Por eso, ya en su finca, en Las Margaritas de Chepo, está acondicionando el lugar para clínicas. Y como en esta familia todo el mundo practica el deporte en una especialidad u otra, seguramente el servicio será completo. Por lo pronto, los panameños podemos sentirnos orgullosos de los logros de María Mireya, que apenas parecen estar empezando.
¿Mochileando en la luna de miel?
Gabriel Henríquez no es un viajero estándar. Generalmente cuando visita un país no se hospeda en hoteles, ni lleva maletas llenas de ropa; es más, podríamos decir que su equipaje es frugal: una mochila con lo básico, una guía de Lonely Planet y muchas ganas de conocer la verdadera cultura del lugar. Confiesa que no se necesita nada más. ¡Ah! Bueno, quizás un poco de dinero.
Desde muy joven, descubrió que sentía una curiosidad especial por conocer otras latitudes, pero difícilmente puede un muchacho de 18 años costearse un viaje largo a un destino exótico, a menos, claro está, que lo haga como mochilero. Se inició, pues, en este «hobbie» con viajes cortos -de dos semanas aproximadamente- y fue adquiriendo experiencia. Su «viaje de graduación», como él llama a la primera visita que hizo a India y Nepal, duró 4 meses.
Todo esto suena muy apropiado para un joven soltero que tiene ansias de conocer el mundo, pero de eso a una luna de miel hay una gran distancia. ¿Qué pasó aquí? Su esposa, Susan, nos comenta que oyó a Gabriel hablar tanto de su viaje que un día le dijo: «Gaby, pasemos allá nuestra luna de miel». Y así fue como esta pareja de recién casados se trasladó al otro extremo del mundo para empezar su vida juntos.
Nepal es un pequeño reino ubicado en la frontera de India con China. En algunos lugares, la vida se mantiene primitiva, mientras que en sus grandes ciudades cuentan con todos los adelantos del mundo moderno. He allí la belleza del lugar: sus contrastes.
Susan y Gabriel decidieron que valía la pena darse algunos lujos. Empezaron la aventura en Katmandú y sus alrededores, hospedados en un hotel con todas las de la ley. La aventura empezó la segunda semana con una trayectoria por los senderos de montaña. Estos están muy bien marcados, pues Nepal es un destino muy popular para este tipo de actividad. Se camina todo el día y, para cuando empieza a caer la noche, uno debe estar llegando a una aldea -si tres o cuatro casas se pueden llamar aldea-. Allí se solicita alojamiento para pasar la noche, se duerme en un cuarto que las familias reservan para los viajeros y la cena es la comida de la casa.
Al final del recorrido, se aventuraron con los deportes extremos: «river rafting» y «bungee-jumping», para ser más específicos. Para esto se hospedaron en The Last Resort un «hotel» a escasos 10 kms. de Tibet, compuesto por un conglomerado de tiendas de campaña de lujo. Desde allí, cada uno de los huéspedes escoge qué actividades desea realizar. Susan no pudo pasar por alto lanzarse desde la caída libre más alta del mundo en «bungee»: 180 metros. Gabriel la retrató.
El próximo destino quién sabe cuál será, a lo mejor Egipto o la Patagonia. Lo cierto es que esta pareja prevee que, por ahora, ésta será su forma de conocer el mundo. A fin de cuentas, «un viaje típico con comodidades y lujos se puede disfrutar con facilidad cuando uno se jubila».
¿Cuántas veces no hemos soñado con hacer algo especial y diferente? Los testimonios aquí presentados nos indican que no es tan complicado, sólo hay que atreverse y dar el primer paso. Quizás hasta nosotros mismos nos sorprendamos de lo que seríamos capaces de hacer… pues, para los gustos, los colores.
Créditos fotográficos:
Fotos de María Mireya: Kenneth Springer