El cráter de Ngorongoro: un recinto donde aún domina la naturaleza…
El Ngorongoro, cuyo nombre proviene del mismo idioma del de “Simba” y “Mufasa,” los famosos personajes de “El Rey León, es un área que promete confundirlo entre la fantasía que parecen representar sus espectaculares paisajes y la realidad que emana la convivencia de sus animales en un hábitat natural predilecto.
La hendidura del cráter ofrece maravillas impensables, con paisajes de ensueño y la oportunidad de encontrar a los mamíferos más codiciados de ver.
Nos adentrábamos cada vez más en el corazón de la jungla de Tanzania, pero no sin preguntarnos hacia dónde nos llevaban los masais, oriundos del área, que conducían el jeep en el cual nos encontrábamos. Después de haber sentido miedo, desesperación, entusiasmo y otro sinfín de emociones, finalmente nos detuvimos frente a una reja. Al entrar en la propiedad y descender la mirada, nos topamos con la vista más impresionante que haya atravesado la retina de mis ojos hasta ahora: era como ver el cielo desde algún astro aún más elevado que él.
Los masais, oriundos del este de África, orgullosos muestran a los afortunados visitantes lo mejor de su tierra y tradiciones milenarias.
El cráter que teníamos enfrente reunía en su profundidad todos los colores del arco iris: amarillo en sus secciones de planicie, naranja en las piedras que lo rodeaban, verde en su hierba y sus arbustos, rojo en el cielo por la inminente caída del sol, y un rosado muy llamativo en una esquina del enorme lago azul que ocupaba el centro del cráter. Estábamos ansiosos por bajar a explorar cada rincón de ese paraíso terrenal. Afortunadamente, se acercaba el atardecer, hora a la cual se acostumbra hacer el segundo recorrido de safari cada día. Al descender en el jeep, rápidamente nos dimos cuenta de que la vista del cráter desde su borde superior, nuestra primera impresión que hacía unos minutos habíamos pensado insuperable, había servido únicamente como una simple invitación para descubrir las infinitas maravillas que se esconden dentro de la hendidura.
Con la mayor densidad de leones a nivel mundial, hasta el más aventurero quedará sorprendido ante la cercanía que se puede llegar a tener con ésta y otras especies dentro del cráter.
Hace más de dos millones de años, en ese mismo rincón del este de África que hoy forma parte de la República de Tanzania, había entrado en erupción un volcán que se estima era tan alto como su vecino el Kilimanjaro, hoy el punto más elevado en el continente africano. Dicho volcán colapsó inmediatamente con su propio impacto. El cráter en el cual nos encontrábamos, considerado actualmente la más grande de las calderas volcánicas perfectamente preservadas en el mundo, es el resultado de tan masivo estallido. El cráter de Ngorongoro deriva su nombre de la palabra masai “ikorongoro”, la cual denomina a la generación de guerreros que obtuvo esa tierra de una tribu enemiga. Su extensión de 260 kilómetros cuadrados, junto con su profundidad de más de 600 metros, hace de dicha hendidura una de las pocas sobre la superficie de la Tierra que son visibles desde el espacio.
En su borde superior, sólo un puñado de exclusivos hoteles ofrece el privilegio de sentirse casi inmersos en una fantasía hecha realidad.
El cráter de Ngorongoro, el cual limita con la famosa llanura del Serengueti, es el hogar de más de 25,000 animales, incluyendo grupos de todas las especies características del este de África, con muy escasas excepciones. Entre los animales que habitan la caldera están los “big five” o cinco mamíferos más difíciles de cazar y más codiciados de ver por los turistas de safaris en África: el león, el elefante, el búfalo, el leopardo y el rinoceronte negro. El cráter de Ngorongoro se ha establecido como el lugar con la mayor densidad de población de leones y la mayor concentración de predadores a nivel mundial. Entre muchos otros animales, el cráter tiene también una población notable de flamencos, la cual es responsable de la inusual mancha rosada que cubre una porción del lago que domina el centro del cráter. Las barreras geográficas que encierran a los animales dentro de este espacio considerablemente limitado, combinado con las restricciones en el número de visitantes que pueden descender al cráter cada hora, hacen del Ngorongoro uno de los mejores lugares que existen para recorridos de safari.
Los reglamentos para la construcción de hoteles y campamentos en el área del cráter también son particularmente estrictos, por lo cual el turismo es más limitado que en otros destinos de atractivo similar. Dentro de la hendidura, es prohibida la estadía de seres humanos por la noche: incluso los masais, muchos de los cuales practican sus actividades pastoriles en el cráter, deben entrar y salir todos los días. Por ende, no hay ningún recinto de hospedaje dentro de la caldera. Incluso en su borde superior hay muchas restricciones en cuanto al número de turistas que pueden hospedarse simultáneamente, pues la idea es preservar el dominio de la naturaleza en el área. Como consecuencia, los hoteles y campamentos ahí ubicados se pueden contar con los dedos de una mano. Se estima que hay un total de seiscientas camas bordeando el cráter, acomodadas en unos cuantos hoteles, cada uno destinado a los distintos intereses y perfiles económicos de los visitantes potenciales.
La diversidad de animales que habitan en el cráter de Ngorongoro, que en 1979 obtuvo el título de Patrimonio de la Humanidad por parte de la UNESCO, es impresionante.
El cráter está situado dentro del Área de Conservación de Ngorongoro, un territorio mucho más extenso que la hendidura, pero con características igualmente sorprendentes. En 1979, la UNESCO le confirió el título de Patrimonio de la Humanidad a la zona que abarca dicha área, a la cual muchos consideran la octava maravilla del mundo. El Área de Conservación de Ngorongoro, dirigida y protegida por un ala del gobierno de Tanzania, tiene uno de los ecosistemas más diversos del planeta, pues en ella hay selva, planicies, lagos, cascadas, una abundancia inigualable de flora y fauna, e incluso una población humana esparcida (en su mayoría Masai). Aunque el cráter es el principal atractivo de la región, está lejos de ser el único.
Dentro de dicho territorio se encuentra también, entre otros recintos naturales únicos en el mundo, la Garganta de Olduvai, la cual es conocida por muchos como “la cuna de la humanidad.” Ésta está ubicada en la parte plana del Área de Conservación de Ngorongoro. En este sitio, los arqueólogos Mary y Louis Leaky descubrieron, en la década de los sesenta, los restos más antiguos del género de la especie humana que se han hallado hasta el momento, denominado homo habilis. Se calcula que estos huesos datan de aproximadamente 2 millones de años. Las excavaciones conducidas en la Garganta de Olduvai, cuyo nombre es también de origen masai y es el mismo que el de la planta más abundante de la región, han sido instrumentales para el análisis y entendimiento de la evolución paleontológica de los humanos. Después de la jubilación de los arqueólogos Leaky, sus descendientes, al igual que ciertas universidades locales e internacionales, se han dedicado a continuar las excavaciones y los análisis de los restos hallados en el área.
El incremento en el turismo ha producido un cambio en los ecosistemas y una disminución de las especies, algo no muy positivo para la región.
Aunque el Área de Conservación de Ngorongoro esté aún relativamente bien preservada, el turismo masivo también empieza a llegar a ella. Esto trae como beneficio que un sitio tan maravilloso como ése, al cual todos los humanos deberían tener la oportunidad de admirar, comienza a hacerse más accesible a una mayor cantidad de turistas alrededor del mundo. Sin embargo, dicho fenómeno presenta también una gran desventaja: como el resto de los santuarios naturales de nuestro planeta, este rincón tan especial de la Tierra comienza a verse afectado negativamente por la invasión de distintas industrias. Las poblaciones de la mayoría de las especies de animales han disminuido en el Ngorongoro a través de los últimos años, por lo cual los ecosistemas estún cambiando. Por esto, es recomendable que, el que tiene la intención de tener la inolvidable experiencia de visitar el Ngorongoro, lo haga lo antes posible. De esa manera, puede tener la garantía de que experimentará lo que verdaderamente se siente vivir a la intemperie y convivir con el reino animal. El Área de Conservación de Ngorongoro es definitivamente un lugar fascinante y único, en el cual se sentirá sumergido en una versión natural de la fábula del Arca de Noé.
Fotos:
© Blaine Harrington III / Corbis
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