El mar del Sur y la navegación en el Pacífico americano
En los albores de la celebración de uno de los acontecimientos más trascendentales para nuestro país y la historia universal, rememoramos lo que hace quinientos años sucedió y cómo influyó en nuestro devenir como nación.
El monumento a Vasco Núñez de Balboa, compuesto por una estatua en bronce apostada sobre un globo terráqueo sujeto por cuatro figuras, fue confeccionado en honor al conquistador español y donado en 1921 por el rey Alfonso XIII de España al Gobierno panameño presidido por el Dr. Belisario Porras.
Seguramente, el aventurero de 38 años de edad que en 1513 divisó, desde la serranía darienita, un océano de grandes proporciones, sabía que había llevado a cabo una hazaña importante. Por eso se apresuró a enviar a sus católicos monarcas los pormenores de su expedición. Buscaba, esencialmente, mejorar su reputación en la corte y ascender en la escala social. Aunque algo de esto consiguió tras el otorgamiento a su favor de los títulos de Adelantado del Mar del Sur y Gobernador de Panamá y Coiba, su gesta no lo libraría de padecer, pocos años después, una muerte violenta.
Es poco probable, sin embargo, que antes de su ejecución en Acla, en 1519, aquel explorador hubiese conceptualizado el impacto que su descubrimiento tendría para la humanidad. El traslado de la noticia al Viejo Continente (¡al sur de las tierras descubiertas hay un gran océano!) transformó radicalmente la cosmovisión europea, que pronto se haría dominante en el mundo. Su efecto sobre la organización del espacio geográfico y la economía mundial fue enorme. En 2013 se cumplen quinientos años de ese célebre episodio de la historia universal.
El descubrimiento del mar del Sur corroboró definitivamente que los territorios explorados por Cristóbal Colón forman parte de un vasto continente, de gran potencial, integrado a la mentalidad europea a partir de ese momento. Con ello, finalmente se completó el mapamundi. Pero, cuando salió de Santa María de la Antigua, en la margen occidental del golfo de Urabá, el 1 de septiembre de 1513, Vasco Núñez de Balboa no tenía claro ninguno de estos conceptos geográficos. Solo sabía que andaba tras la pista de un mar que colindaba con reinos ricos en metales preciosos. Con él iban compañeros de aventuras, aliados indígenas y una jauría de perros amaestrados, de temible capacidad depredadora, que los españoles solían emplear en sus sanguinarias “entradas” y cuyo propósito era el de despedazar a cualquier enemigo que pretendiese obstaculizar su empresa.
Tres semanas y unos días después –el 25 de septiembre– Balboa vio por primera vez el océano Pacífico desde una montaña darienita. A la propia orilla del mar llegó el futuro Adelantado el 29 de septiembre –día de San Miguel Arcángel– por lo que bautizó el golfo en honor del jefe de los ejércitos celestiales y tomó posesión del mar en nombre de la Corona de Castilla, a la cual el papa Alejandro VI, en su célebre bula de 1493, había “donado” todos los territorios (y, presumiblemente, también los mares) “hallados y por hallar” al oeste de una línea imaginaria trazada sobre el Atlántico.
Sin que Balboa lo sospechara, el avistamiento del océano Pacífico dio paso a una globalización que envolvió a Panamá desde muy temprano y definió la función del istmo en el orden económico internacional. Desde entonces, Panamá es ruta de tránsito, centro de distribución de personas y mercancías, y punto de interés estratégico para las grandes potencias. Gracias al descubrimiento del mar del Sur, el istmo de Panamá adquirió, para España (y sus potencias sucesoras), una importancia mayor de la que ameritaría exclusivamente en términos de su extensión territorial o disponibilidad de recursos naturales.
Desde la ciudad de Panamá, fundada con visión estratégica por Pedrarias Dávila (suegro y verdugo de Balboa) en 1519, partirían varias expediciones de exploración, conquista y asentamiento español en el litoral pacífico de América. La más importante, por supuesto, fue la que bajo el mando de Francisco Pizarro sometió al imperio de los incas en 1532. Este evento histórico, sorprendente y brutal, permitió que Europa accediera a las fantásticas riquezas de oro y plata de Suramérica, impulsó el desarrollo del capitalismo moderno e insertó a Panamá en un circuito náutico aún vigente cinco siglos más tarde. Efectivamente, la ruta marina que comunica al Pacífico suramericano con el Atlántico norte, una de las que hoy atraviesa el Canal de Panamá, remonta sus orígenes al descubrimiento del mar del Sur y el inicio de la navegación española en ese océano.
La mercancía que debía llegar a España se transportaba a lomo de mula a través del istmo por el Camino Real hasta Nombre de Dios (posteriormente, Portobelo). Hace quinientos años éramos y hoy seguimos siendo un centro de paso de mercancía.
Desde muy temprano –explica Alfredo Castillero Calvo– Panamá formó parte de la Carrera de Indias, un sistema de flotas y ferias instituido por España en 1543, cuyo objetivo era asegurar el traslado de metales y otros valiosos recursos del Nuevo Mundo a España, lo mismo que abastecer a los territorios americanos de los artículos de consumo demandados por la población de este continente. La Flota del Atlántico, que operaba entre la península ibérica y el mar Caribe, era el elemento central del sistema. Para añadir al convoy del Atlántico los valiosos productos que podían obtenerse en los extensos litorales del Pacífico, se creó el galeón de Manila, que conectaba a Oriente (a través de las Filipinas) con Occidente (a través de México). También se estableció la Armada del Sur, cuyo propósito era trasladar a Panamá el valioso producto de las minas suramericanas para que, desde nuestro istmo, esta carga se reexportara a España. Ambas rutas operaron desde muy temprano en el mar, cuya existencia fue revelada a los europeos por Balboa.
La Flota del Sur, señala el historiador Alfredo Castillero Calvo, consistía de galeones usualmente construidos en Guayaquil, donde en tiempos españoles tenía su sede el principal astillero de Suramérica. A pesar de que el istmo fue desde temprano un centro marítimo importante, donde – además– abundaba la madera y había pequeños astilleros, no se fabricaron en Panamá galeones de la flota (aunque sí se construyeron bergantines y otras embarcaciones menores).
Portobelo fue un importante puerto natural desde donde se embarcaban la mayoría de las riquezas que tendrían como destino Europa. La expedición de Balboa que hace quinientos años avistó el mar del Sur cambió la geografía mundial.
La Armada del Sur normalmente zarpaba del puerto peruano de El Callao hacia Panamá en abril o mayo. Llevaba el tesoro real y otras mercaderías, así como a funcionarios, comerciantes y otros viajeros particulares. Por motivos de seguridad –comentan los historiadores Araúz y Pizzurno– y para aprovechar el efecto favorable de los vientos y corrientes marinas, el trayecto hasta el istmo bordeaba la costa. El viaje desde el Perú tomaba entre quince y treinta días. Una vez en Panamá, los bienes destinados a España se transportaban a lomo de mula a través del istmo por el Camino Real hasta Nombre de Dios (posteriormente, Portobelo). Una ruta alterna, normalmente no utilizada para el tesoro real, partía de Panamá hasta la Venta de Cruces y de allí utilizaba el río Chagres hasta su desembocadura.
En los viajes de retorno, según Araúz y Pizzurno, la Flota del Sur llevaba “tejidos, hierro, manufacturas, vestidos, aceite, vino y otros artículos europeos”. También es probable que trasladara artículos panameños altamente cotizados en otros puertos del Pacífico, de acuerdo con Castillero Calvo. Entre la carga exportada desde Panamá no hubiese sido raro encontrar maderas finas utilizadas en obras de construcción, especialmente apreciadas en Lima; pita, planta de la que se extrae una fibra resistente utilizada para fabricar sacos; múrice, molusco de nuestros mares del que se obtenía la púrpura, un tinte muy costoso (precisamente de ese color); perlas, que abundaban en nuestro mar del Sur; sebo de res en grandes cantidades, utilizado para fabricar velas y jabones; manteca y carne salada; hierbas medicinales y hasta escobas.
Aunque la carga que surca el mar del Sur desde y hacia Panamá tiene hoy distinta composición, la navegación por el Pacífico suramericano aún da impulso a las economías de la región, como en tiempos de la dominación española. Y el antecedente principal de esa ruta tan importante para el istmo y las hermanas repúblicas de Chile, Perú, Ecuador y Colombia se remonta, precisamente, a la expedición de Balboa que hace quinientos años atravesó el Darién en pos de un océano fabuloso, acontecimiento realizado en Panamá que contribuyó, de manera significativa, a definir los contornos del mundo moderno.
Para reflexionar sobre la llegada de Balboa al mar del Sur, en 1513, el Gobierno nacional creó la Comisión Nacional para la Conmemoración del Quinto Centenario del Descubrimiento del Océano Pacífico.
En los meses siguientes, la Comisión llevará a cabo las siguientes actividades:
- Balboa, las cuevas: origen de una identidad, exhibición museística, Centro de Visitantes del Patronato Panamá Viejo, junio-diciembre de 2013
- Concierto de la Orquesta Juvenil de las Américas (YOA), julio de 2013
- Foro académico sobre el descubrimiento del mar del Sur, 2-4 de septiembre de 2013
- El descubrimiento del Pacífico y los orígenes de la globalización, exhibición museística, Museo del Canal Interoceánico, septiembre de 2013 – enero de 2014
Fotos:
Tito Herrera
Alejandro Balaguer / Fundación Albatros Media