Evitar pelear y aprender a pelear
Mientras escucho el Ave María, de Schubert, en la terraza de mi casa, evoco en mi memoria la última boda a la que asistí. Sonrío cuando recuerdo el beso apasionado que se dieron los novios y el aplauso con el que, al verlos, estallamos los invitados, celebrando la unión y rompiendo la solemnidad del momento.
No es para menos. Viniendo de diferentes familias, con historias distintas, con vulnerabilidades e inseguridades que a veces ni ellos mismos conocen es inevitable que los nuevos esposos manejen un buen número de conflictos a medida que la relación se asienta y se introduce la cotidianeidad de la vida.
En los próximos años, tendrán que lidiar con temas como el balance de poder, el manejo del dinero, la familia de origen, los gustos, la expresión de cariño y el sexo; así como las responsabilidades de cada uno en la casa, la crianza de los niños y muchas otras. Diferencias importantes aparecerán, inevitablemente, y representarán una verdadera fuente de estrés en sus vidas. Por eso, no es descabellado decir que para florecer, las parejas necesitan aprender a “evitar pelear”, tanto como a “pelear bien”.
Lo primero es lo mejor. Evitar pelear. Es construir, proteger y reparar la relación cada día. Las parejas sanas tienen una “burbuja marital” que funciona como un escudo y los protege de gran parte de las situaciones que a otras parejas las desgastan poco a poco.
Lo segundo es necesario. Pelear bien. Es asegurar que las discusiones inevitables ocurran en un ambiente controlado y donde cada uno expresa sus pensamientos y emociones con cierto nivel de tranquilidad y sintiendo que el otro cónyuge lo apoya y lo escucha, sin perder el control.
Entonces, veamos qué les diría a los nuevos esposos sobre cada una de estas habilidades, si tuviera la oportunidad…
Para evitar pelear…
- No se trata de resolver un problema sino de aprender a conocer a tu pareja y respetar sus puntos de vista.
- Recuerden que son amigos. Alimenten, sostengan y cuiden su amistad como uno de sus bienes más preciados.
- Háblense, mírense y tóquense. Con ternura. Todos necesitamos el contacto significativo y nuestras defensas se disuelven cuando sentimos respeto de nuestra vulnerabilidad.
- Mantengan el asombro. Después de unos años de vida en pareja, nuestro cerebro, especialista en ahorrar energía, inevitablemente piensa que “ya conoce del todo” a nuestra pareja y prácticamente deja de prestarle atención. Corrijan si se dan cuenta que andan en automático.
- Escuchen, negocien y cedan. Vivir en pareja es un constante negociar, ceder y acomodarse. Eso sí… son los dos los que tienen que negociar y ceder.
Y ahora, para pelear bien…
- Conózcanse ustedes mismos. Reconozcan sus reacciones cuando se sienten atacados, frustrados, incomprendidos o avergonzados. Todos reaccionamos alejándonos y enconchándonos, o persiguiendo y atacando cuando sentimos esas emociones.
- Jueguen limpio. Si en las discusiones uno de los dos sale ganando, al final del día los dos salen perdiendo. Su pareja es otra persona que tiene deseos, expectativas y necesidades tan válidas como las propias.
- Deténganse. Si lo que están haciendo es pelear para proteger su ego o sostener el poder en la relación, paren. A veces insistir en tus puntos de vista y tus opiniones es solo un tema de ego.
- Sean flexibles. Si tu pareja trae temas del pasado es posible que ella tenga que enfocarse en el presente, cierto. Pero también puede ser que seas tú quien necesite validar sus sentimientos y emociones frente a esas historias del pasado que no han sabido sanar bien aún.
- Enfóquense. Eviten hundirse en el pasado y traten de centrarse en lo que necesita resolverse ahora. Recuerden que la relación de pareja se construye en cada conversación.
- Recuerden que ustedes son una historia. Cuéntenla una y otra vez, hasta asegurar que las dos historias sean suficientemente similares o compatibles.
Se acaba el Ave María y yo, al terminar de escribir estas líneas, me pregunto cómo les estará yendo a los nuevos esposos. Confío en que, como muchas parejas, escribirán su historia con alegría y maravilla, y encontrarán su senda por sí mismos. O si no, confío en que habrá alguien que les marque un poco el camino por donde transitar, seguros y gozosos, esta hermosa aventura.
Por: Carlos A. Leiro P., Ph.D. – Clínica Transiciones