La magia del delfín
El Dolphin Research Center
Nunca me han gustado los circos. O, más bien, los espectáculos que someten a animales a realizar trucos humillantes en contra de su naturaleza. Quería llevar a mis hijos a nadar con delfines, pero buscaba un sitio que, más que mostrar sus habilidades circenses, les enseñara sobre la capacidad y majestuosidad de estas criaturas de inteligencia prodigiosa. Y, si comienzo el artículo en tono de confesionario, valga también, entonces, declarar que, habiendo crecido en la era de Flipper, era yo quien mataba por estar con ellos.
Mi tenacidad se vio premiada al encontrar el Dolphin Research Center (DRC). Situado en el corazón de los Cayos de la Florida, a un par de horas de Miami, el Centro de Investigaciones de Delfines era lo que estaba buscando. Hogar de una familia de 16 delfines nariz de botella (nombre científico: Tursiops Truncatus, por su distintiva nariz recortada), el DRC es una organización sin fines de lucro dedicada al estudio de estos extraordinarios mamíferos del mar. La mitad de los delfines del DRC han sido rescatados de acuarios. Los demás nacieron allí, como parte de sus estudios sobre reproducción, maternidad y desarrollo.
Su meta es lograr que, a través de sus programas de educación, del resultado de sus investigaciones y del contacto íntimo del visitante con estas increíbles criaturas, más gente tome conciencia de la importancia de conservar su hábitat, e incremente el respeto y el amor por estas y todas las especies de mamíferos marinos.
En el papel de Flipper: ¡una dama llamada Mitzi!
Pues sí: el famoso Flipper era una hembra. El programa de televisión contaba, además, con un doble para realizar ciertas piruetas –como deslizarse en el mar sobre su cola–, llamado Mr. Gipper. En los años ’60, este lugar era conocido como el Santini Porpoise School, dirigido por Milton Santini, pionero del entrenamiento de delfines. Mitzi era brillante, vivaz y muy hábil, y fue escogida para encarnar a Flipper en el cine y luego en la televisión.
Mitzi murió en 1972 y está enterrada bajo una estatua, erigida en su honor, en el patio del que luego se convertiría en el DRC. Ella no dejó descendencia, pero sí el simpático y ágil Mr. Gipper: Tursi que, como digna heredera de su padre, realiza como ninguna los trucos que a él le hicieran famoso.
Amas lo que conoces, proteges lo que amas
Lo que en un principio fuera un centro de entrenamiento de delfines evolucionaría hasta convertirse en el Dolphin Research Center, fundado en 1984 por Jayne Shannon y Armando (Mandy) Rodríguez.
Diversas opciones se ofrecen al visitante: desde nadar y relacionarse con delfines (Dolphin Encounter y Dolphin Splash), visitarlos en sus lagunas (Meet a Dolphin, Play or Paint with a Dolphin), hasta ser entrenador por un día o participar de laboratorios de estudios de investigación. Durante el mes de julio, organizan un campamento para muchachos de 10 – 14 años. También ofrecen programas de delfinoterapia y asistencia para personas con necesidades especiales.
Lo más importante en el DRC es el bienestar de los delfines. Lo primero que llama la atención –además del amor entre ellos– es que los entrenadores no obligan a los delfines a realizar aquello que no desean. Es más, no todos los delfines se relacionan directamente con visitantes o participan en las investigaciones científicas: a algunos les gusta y a otros no. Los encuentros están programados de manera tal que ellos no se cansen y que siempre se diviertan.
Una experiencia única
La mañana está fresca, pero la temperatura del agua en febrero exige que utilices un traje de buzo. El centro tiene lagunas con cercas tan bajas que te sientes en mar abierto. Carol Chaas, una voluntaria pequeña, de edad indefinida y energía contagiosa, se encarga de nuestro taller teórico. Nos habla sobre los mamíferos marinos, los peligros que corren, en especial por los estragos del hombre: la contaminación de su hábitat, los atuneros y los países que, a pesar de la legislación para protegerlos, aún los pesca para utilizarlos como carnada.
Nos explica qué debemos hacer –y el por qué– una vez estemos en el agua. Uno de los requisitos para participar en los programas en los que nadas con delfines –como el Dolphin Encounter– o en los de terapia, es tener dominio del inglés. Esto es imprescindible para entender las indicaciones de los entrenadores. Sin embargo, para el Dolphin Splash o Meet a Dolphin –programas en los que también te relacionas con los delfines, sin nadar con ellos– el idioma no es un obstáculo.
Cuando llegamos al muelle, dos entrenadores, Theresa y Tursi, nos esperan. Los grupos son siempre pequeños pero, en nuestro caso, tenemos la suerte de ser sólo nosotros cuatro. Por ello, además de la gran demanda que tienen en el centro, es necesario hacer reservaciones con tiempo.
Cara a cara con un delfín
Con un promedio de 2.5 metros a 2.7 metros de largo y unas 500 libras de peso, los delfines nariz de botella tienen una fuerza impresionante. Sin embargo, lo primero que te cautiva es la profundidad e inteligencia de esa mirada pícara y la sonrisa burlona que los hace irresistibles.
Así mismo como las estudiamos nosotros, absolutamente fascinados, ellas también nos estudian. Durante los próximos 30 minutos –y siempre bajo la tutela y guía de los entrenadores–, nos impulsarán por los pies, nadaremos aferrados a sus aletas, jugaremos con ellas queriendo que el tiempo no se acabe nunca. Simplemente estar junto a ellas es suficiente para sentir algo tan especial que resulta indescriptible. Entonces pensaba que era la emoción de la aventura. Ahora descubro que se trata de mucho más que eso.
“Solamente al delfín ha dado la naturaleza aquello que buscan los mejores filósofos: ser amigos sin pedir nada a cambio.” Plutarco
Siempre ha existido un vínculo especial entre el delfín y el hombre. En la mitología griega, cuando se edifica el oráculo de Delfos, los animales consagrados a ese santuario son los delfines, símbolos de la protección de los dioses. A Ulises lo rescatan dos delfines en la Odisea de Homero. Historias como ésta, así como leyendas sobre la afinidad con el hombre, abundan en culturas tan diversas como la cretense, la de las Islas del Pacífico, en Norteamérica o Mauritania.
Tradicionalmente, la tribu Noonuccal (Stradbroke Island, Australia) pesca con la ayuda de delfines. Los pescadores avisan a los delfines que están listos, golpeando el agua con sus remos. Los delfines “pastorean” los peces hacia aguas poco profundas, donde los nativos esperan con las redes. Agradecidos, los pescadores permiten que los delfines coman primero y luego recogen su parte.
En Laguna (al sur del Brasil), se sigue otra tradición que ilustra esta comunicación especial. Aquí, son los delfines quienes determinan que es hora de cazar. Se forman en fila frente a la costa para avisarles que preparen las redes. Uno de ellos se aleja, únicamente para aparecer minutos después y detenerse bruscamente. En ese preciso lugar, los pescadores echan las redes, a pesar de que las aguas estén turbias y no puedan ver nada. Si los delfines se posicionan en otro lado de la orilla, lo mismo hacen los pescadores. Desde 1847 se realiza esta sociedad entre hombres y delfines y nunca les ha faltado alimento.
Del oráculo de Delfos a la sonrisa de un niño: la delfinoterapia
De esta relación ancestral entre delfín y hombre surge una forma de terapia en donde el delfín actúa como catalizador y asistente en el progreso del paciente. El agua es un medio ideal para la terapia y los delfines son los mejores motivadores. Dirigida a niños y adultos autistas, con síndrome de Down, parálisis cerebral, paraplejias, trastornos emocionales, depresión, retraso psicomotor y cáncer, entre otros, terapeutas y entrenadores trabajan conjuntamente siguiendo protocolos preestablecidos y midiendo los resultados.
Entre los muchos efectos positivos que se han obtenido con este tipo de terapia están una gran relajación –esencial para realizar ejercicios de fisioterapia–, la mejoría en el lenguaje, mayor control y balance en el cuerpo, aumento muscular por el ejercicio, los niños tienen más confianza en sí mismos, mayor independencia y ganas de cooperar. La cantidad y calidad del sueño mejora y aumenta el interés por el entorno.
Los especialistas en delfinoterapia explican que las ondas ultrasónicas que emite el delfín (sonar) generan endorfinas y otras sustancias que ayudan a mejorar la conexión entre las neuronas y además incentivan el funcionamiento de ambos hemisferios cerebrales. Los cambios neurológicos y neuroquímicos que se generan se traducen en diversos beneficios físicos, emocionales e intelectuales, tales como mejoras en el sistema inmunológico, en la coordinación motora, en el estado de ánimo, el contacto social y en el lenguaje. El delfín es también increíblemente sensible ante una persona con trastornos físicos o emocionales, y percibe y actúa de acuerdo a las necesidades de cada paciente.
Uno de los fenómenos más estudiados con relación a la delfinoterapia es su potencial didáctico, especialmente en el aprendizaje de niños con ADD o con síndrome de Down. Pequeños con síndrome de Down que han interactuado con delfines han aprendido de 2 a 10 veces más rápido que quienes han trabajado sin ese estímulo. Además, en un 50% de los casos, podían retener tales lecciones incluso un año después de la terapia.
Desde 1988, el DRC ha asistido a niños y adultos con necesidades especiales a mejorar su calidad de vida y a fortalecer su espíritu. Tienen programas de terapia de cinco días de duración (Dolphin Child Therapy Program) o sesiones de media mañana (Special Needs) que se concentra en brindar momentos de relajación y recreación para los participantes. Existen otros programas similares en otros centros de los Estados Unidos con una mayor duración, como por ejemplo el Dolphin Human Therapy (Key Largo, Florida). También los hay en España, México y Australia, entre otros países.
Una magia que perdura
En el firmamento se les ha dado una constelación con su nombre y en la tierra diversas culturas celebran y reverencian esa alegría de vivir que contagian los delfines, para muchos, seres que comparten ancestros comunes con el hombre. Una cosa es cierta: hay algo en ellos que tiene magia. Una energía y sensibilidad especiales que se quedan contigo a pesar del tiempo y que hacen que no vuelvas a mirar la vida con los mismos ojos.
* Mirie Mouynés es propietaria de Allegro
Fotos cortesía de la autora y del Dolphin Research Center: www.dolphins.org
Datos de interés.
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