Larga vida a la reina
Testigo de la historia y fiel garante de la estabilidad nacional, a sus 86 años Isabel II celebra su sexagésimo aniversario como cabeza de la monarquía británica y de la Mancomunidad de Naciones.
Durante 60 años, la reina ha sido una embajadora de lujo para el Reino Unido y, a sus 86 años, es la cabeza de una monarquía que más viajes al extranjero ha realizado. Aquí se le aprecia cuando celebró cinco décadas en el trono.
Isabel II tiene una voz frágil. Durante sus discursos, las palabras salen de su boca de manera pausada, aunque con un cierto dejo de inseguridad. Desde que en 1940, y con solo 14 años de edad, la entonces princesa realizara su primera emisión radial en un intento por transmitir consuelo a sus compatriotas durante la Segunda Guerra Mundial, la reina lleva prácticamente toda su vida dirigiéndose a súbditos, políticos y líderes de todo el mundo. Un esfuerzo admirable para una mujer que, cuentan sus biógrafos, no siente ningún placer en escuchar su propia voz.
Isabel II del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte ascendió al trono tras la muerte de su padre el 6 de febrero de 1952, aunque no sería coronada hasta un año después. La reina no será una gran oradora, pero durante las últimas seis décadas ha cumplido con la obligación de ofrecer sus palabras de la misma forma en la que ha desempeñado el resto de sus obligaciones: guiada por un inquebrantable sentido del deber. La familia real ha tenido sus altos y bajos, pero en el Reino Unido nadie parece dudar de que la reina ha sido fiel a la promesa hecha el día que cumplió 21 años: “Declaro ante todos ustedes que toda mi vida, ya sea corta o larga, estará dedicada a vuestro servicio”.
Servir a su gente ha sido, efectivamente, la razón de su vida. Isabel II ha realizado una sostenida labor como embajadora del Reino Unido: anfitriona de lujo en casa e incansable representante de la nación ante el resto del mundo.
La reina paga impuestos y sostiene con el dinero de su propio bolsillo a los miembros más jóvenes de la familia real, además de que participa personalmente en la revisión y ajuste de las finanzas de la monarquía, asunto complejo donde los haya, en un intento por modernizar y hacer más eficiente su sistema de ingresos y gastos.
En marzo pasado, Kate Middleton, duquesa de Cambridge, acompañó a la reina Isabel II a la ciudad de Leicester, primera parada del recorrido que la soberana hará por todo el Reino Unido con motivo de su sexagésimo aniversario en el trono.
Muy pronto en su reinado, Isabel II abrió las puertas del Palacio de Buckingham a todo tipo de personalidades y representantes de la sociedad. Aparte de políticos y líderes de otras naciones, la reina y su esposo Felipe, duque de Edimburgo, dedican tiempo a recibir a artistas, músicos, actores de cine y teatro, así como a deportistas y científicos.
Isabel II también parece haber acertado en el desempeño de lo que para muchos es su papel más importante: unir a su gente. Durante su reinado las coronaciones, matrimonios y sus propios aniversarios en el trono dejaron definitivamente de ser asuntos privados de la monarquía para convertirse en celebraciones nacionales. Se calcula que el 2 de junio de 1953, unos 22 millones de británicos siguieron por televisión la llegada al trono de su nueva reina. Y el año pasado, la boda del príncipe Guillermo con Catherine Middleton fue vista por unos dos mil millones de personas en todo el mundo, mientras que otros 400 millones siguieron el evento por internet.
Aunque Isabel II no inició la labor de mantener a la monarquía británica a flote cuando parecía destinada a desaparecer, durante 60 años la soberana se ha tomado muy en serio la labor de asegurar su continuidad.
La nueva dinastía
Si bien la monarquía británica es una de las más antiguas del mundo –se remonta a principios del siglo X–, Isabel II pertenece a una dinastía relativamente reciente, iniciada por su abuelo, Jorge V, quien en 1917 adoptó el nombre de Windsor en reemplazo de Sajonia-Coburgo-Gotha. El rey respondía así al creciente sentimiento antialemán que se había apoderado de los ingleses durante la Primera Guerra Mundial y, previendo que la monarquía británica no sobreviviría al conflicto bélico, desligó a su familia de la red real europea, dando la espalda a sus parientes alemanes y rusos.
Jorge V también era consciente de que los tiempos estaban cambiando –la izquierda ganaba fuerza con el nuevo Partido Laborista– y de que su familia debía trabajar para ganarse el respeto y el aprecio del pueblo británico, apareciendo más en público y ofreciendo consuelo a una nación que entonces lidiaba con las devastadores consecuencias de la Gran Guerra.
En junio del 2011, la reina Isabel y el Duque de Edimburgo posaron junto al primer ministro británico David Cameron y su esposa, Samantha, en Downing Street. En 1955, una escena similar tuvo lugar cuando el entonces primer ministro, Winston Churchill, despedía a la pareja real.
La reina Isabel ha acompañado y compartido con varias generaciones del pueblo inglés. Ayer y hoy es respetada y bien recibida por la mayoría de los ciudadanos.
Como otra forma de reforzar la estabilidad de la monarquía en suelo propio, Jorge V y su esposa, la reina María, decidieron que a sus descendientes debía permitírseles contraer matrimonio con hijos e hijas de familias por cuyas venas no corriera sangre real. Elizabeth Bowes Lyon, hija de una importante familia escocesa y madre de la actual soberana, fue la primera plebeya en beneficiarse de la nueva norma al casarse con Albert Frederick Arthur George, segundo hijo de Jorge V y María.
Para entonces nadie podía sospechar que la pequeña Lilibet, como se le conocía de niña a Isabel, tendría un papel primordial en la continuación de la tarea que su abuelo había iniciado. Al momento de nacer, Isabel era la tercera en el orden de sucesión al trono, después de su tío Eduardo –a quien su familia llamaba David– y de su propio padre. Pero Eduardo no duraría mucho tiempo como sucesor de Jorge V. Después de 11 meses en el trono, abdicó para casarse con Wallis Simpson, la divorciada estadounidense que el Gobierno británico se negó a reconocer como consorte del rey. La “romántica” historia de Eduardo y Wallis provocó una crisis política de grandes proporciones que aparentemente tendría una profunda repercusión en la forma en la que Isabel asumiría más tarde sus responsabilidades como reina.
De acuerdo con el periodista Andrew Marr, autor del libro The Diamond Queen, Eduardo fue, antes que Diana de Gales, el primer ejemplo de lo que puede ocurrirle a una monarquía “cuando uno de sus miembros más prominentes empieza a comportarse como una celebridad”. En consecuencia, continúa Marr, la futura reina “parece haber observado cada senda escogida por (su tío) David y haber echado a correr lo más rápido que pudo en la dirección opuesta”.
Con su hermano camino al exilio, el padre de Isabel pasó a ocupar el trono bajo el nombre de Jorge VI. Y en su determinación por servir al reino de la mejor forma posible, se ocupó de preparar a su hija para los compromisos que algún día le tocaría enfrentar.
Presente y futuro
La vida privada y pública de la reina Isabel II ha estado muy entrelazada. El nacimiento de su primogénito, Carlos, fue tan divulgado como sus frecuentes apariciones con grandes figuras como el Papa, Eisenhower y Kennedy.
El Reino Unido es una monarquía constitucional y una democracia parlamentaria. El primer ministro es la cabeza del Gobierno y la reina permanece como jefa de Estado. La reina tiene a su cargo inaugurar cada nuevo parlamento e “invitar” a cada nuevo primer ministro a formar un gobierno.
Aunque la reina ha sabido mantenerse a distancia de las decisiones políticas, el hecho de que su presencia en la vida pública del reino sea continua –para varias generaciones de británicos la reina siempre ha estado ahí–, le confiere a la soberana la responsabilidad de mantener el sentido de identidad nacional y de proveer estabilidad en tiempos de cambio.
Como testigo de la historia de la nación a la que sirve, la reina ha visto desfilar a 12 primeros ministros británicos, ha hecho las paces con Irlanda y con el Vaticano, y ha recibido en palacio a múltiples tipos de gobernantes, desde dictadores comunistas como Nicolau Ceausescu hasta populares demócratas como Barack Obama.
Con casi 300 viajes realizados a 129 países del mundo –recordemos que la reina es también la jefa de la Mancomunidad de Naciones– Isabel II es la cabeza de una monarquía que más viajes al extranjero ha realizado. Y aunque la reina no negocia acuerdos comerciales ni firma tratados, su presencia en otros países atrae una enorme atención y vende al Reino Unido en el extranjero.
A sus 86 años, Isabel II ya no viaja como antes, pero su sentido del deber permanece intacto. Su trabajo es a largo plazo y parece que por el momento no tiene pensado abdicar. Sin embargo, hay quien opina que la boda de su nieto Guillermo con Kate Middleton en abril del 2011 fue un día feliz para la soberana, y una especie de alivio, porque finalmente podía “ver el futuro” en la nueva pareja real.
¿Cómo será ese futuro? Cada cosa a su tiempo. El reinado de Isabel II es el segundo más largo de la historia de la monarquía británica y en septiembre de 2015 la reina muy bien podría superar el récord de su tatarabuela Victoria, quien reinó durante 63 años y 216 días. Así es que por el momento, ¡larga vida a su majestad!
Fotos:
Página 50: © Pool Photograph / Corbis
Página 51: © Paul Hackett / In Pictures / Corbis y © Jordi Matas / Demotix / Corbis
Página 52: Fotos superiores: © Hulton-Deutsch Collection / Corbis; fotos inferiores:
© Paul Hackett / In Pictures / Corbis, © Andrew Parsons / I-Images / ZUMA Press / Corbis.
Página 54: Fotos superiores: © Hulton-Deutsch Collection / Corbis; fotos inferiores:
© Wally McNamee / Corbis; © Bettmann / Corbis.
Página 56: © Pool Photograph / Corbis
Celebraciones
• Las celebraciones de los 60 años de Isabel II como soberana se llevarán a cabo del 2 al 5 de junio de 2012, coincidiendo con el cumpleaños oficial de la reina que se celebra este mes, en vez del 21 de abril, fecha real de su nacimiento. |
• Con motivo del aniversario, la reina y el duque de Edimburgo iniciaron en marzo una gira por el Reino Unido que terminará a finales de julio. Sus hijos y sus nietos han sido los encargados de representarla en los países de la Mancomunidad de Naciones. En marzo, el príncipe Harry visitó Jamaica, Bahamas y Belice; mientras que en abril, la princesa Ana visitó Sudáfrica y Mozambique. |
• En los próximos meses, al príncipe Guillermo y a Kate Middleton, duques de Cambridge, les corresponderá visitar el continente asiático; en tanto que Eduardo y Sofía Rhys-Jones, condes de Wessex, visitarán antiguas colonias del Caribe y Gibraltar. |
• En Panamá, donde viven alrededor de 1,500 británicos, la Embajada del Reino Unido celebró el pasado 12 de abril una recepción en la casa del embajador, Michael John Holloway, para conmemorar el aniversario de diamantes de la reina Isabel II en el trono y la celebración de las Olimpiadas de verano en Londres. A la recepción asistieron representantes del Gobierno panameño y del ámbito empresarial y deportivo. |