Las diferencias individuales: fuentes de conflicto o riqueza de las relaciones humanas

Carlos A. Leiro P. |

26 junio, 2012

Muchos conflictos ocurren porque asumimos que todos vemos el mundo de igual manera. La realidad es otra: somos diferentes y percibimos el mundo de acuerdo a nuestra personalidad. Nuestros hábitos mentales, combinados con predisposiciones naturales, influencian la forma como percibimos a la realidad.

Tomemos el ejemplo de dos buenos amigos que han empezado un negocio en conjunto: Juan y Tito. Como amigos se llevaban muy bien. No obstante, ahora que trabajan juntos las cosas han cambiado radicalmente. Están discutiendo y llevándose mal. Juan es una persona muy profesional, pero nunca puede explicar por qué piensa que una u otra cosa es así, o se debe hacer de tal manera. Tito no entiende cómo su compañero puede sacar conclusiones sin poder explicar en qué se basa, y eso le resulta intolerable, pues él es una persona que prefiere conseguir toda la información disponible y seguir los procedimientos sin tomar riesgos innecesarios. Juan se impacienta con Tito por lo que él llama “la obsesión por la información y los datos”.

Carl Gustav Jung, famoso psiquiatra suizo, que trabajó entre las décadas de 1930 y 1960, hubiera dicho que Juan y Tito necesitaban apreciar que son diferentes por naturaleza y que lejos de tratar de cambiarse el uno al otro deben aprovechar esas diferencias. Las personas como Juan son intuitivas: captan la información de una situación de manera global, se hacen una idea general del problema; son impacientes con los detalles y sacan conclusiones rápidamente. Las personas como Tito son sensoriales: observan y hacen análisis buscando contar con todos los datos disponibles, les gusta saber los detalles y sacan sus conclusiones cuando tienen información suficiente y usando métodos probados. Siguiendo la metáfora de los árboles y el bosque, Juan ve el bosque y Tito ve los árboles. Ambos podrían llevarse mucho mejor si comprendieran que simplemente tienen tipos de personalidad diferentes. Particularmente, que son diferentes en la manera como captan información para tomar decisiones.

Otra diferencia importantísima en las personas se refiere a si prefieren la estructura o la flexibilidad a la hora de interactuar con todo en el mundo. Tomemos el ejemplo de un matrimonio, Natalia y Roberto. Cuando salen de viaje, Natalia trata de planificarlo organizando los detalles de cada cosa que van a hacer cada día. Roberto, mientras tanto, prefiere que las cosas vayan saliendo de modo natural, espontáneamente y sin tanto itinerario. A Natalia, la falta de planeación de Roberto le genera ansiedad y la percibe como irresponsable porque puede causar contratiempos y estrés. Pero para Roberto, la planificación de Natalia lo hace sentir como si estuviera dentro de una camisa de fuerza, que no le permite que aparezcan oportunidades innovadoras en el paseo y que, más que vacaciones, parezca trabajo. Se quieren mucho pero discuten una y otra vez por esta diferencia en sus preferencias de personalidad. Nuevamente, Jung los podría ayudar indicándoles que simplemente son diferentes: Roberto tiene un estilo perceptivo, que prefiere la flexibilidad y la espontaneidad, dejar las opciones abiertas, empezar cosas nuevas siempre y manejar el cambio con naturalidad. Natalia, por otro lado, es calificadora: se siente feliz cuando termina algo, “cierra un capítulo”, tiene un plan que seguir o concluye un trabajo.

Otras áreas en las que se diferencian las personas son en si somos racionales o más bien emocionales y qué tan extrovertidos o introvertidos somos.

Cuando entendemos las preferencias de personalidad, podemos apreciar más fácilmente las diferencias entre nosotros y las personas más cercanas a nuestra vida, como nuestros hijos y nuestra pareja. Y cuando entendemos que esas diferencias no son capricho sino realmente formas diferentes de ser y percibir el mundo, podemos elegir hacer algo mejor que discutir o simplemente alejarnos.

Las preferencias que Jung había notado en la forma de ser de las personas en Austria y Suiza son reales. Luego de casi ochenta años, la tipología que él creó para entender las diferencias individuales sigue siendo valiosa y práctica.

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