Leer a ciegas

Ma. Mercedes de la G. de Corró |

22 septiembre, 2006

Como un ciego que confiadamente se deja guiar por su lazarillo, cierre los ojos y déjese llevar por el sonido de las palabras.  Permita que su imaginación las transforme en rostros, lugares, ideas, emociones …  Deléitese en el placer de escuchar un audio libro.

«Siendo un joven recién graduado de la escuela de leyes, ansioso de seguir adelante con mi vida, dejé a un lado mis preferencias literarias por la ficción y la historia y me compré un libro de autoayuda: Cómo tomar el control del tiempo y de la vida…»
Es la voz ronca y cálida de Bill Clinton la que se escucha; el ex presidente de los Estados Unidos acaba de iniciar un monólogo que se extenderá a lo largo de los 6 cedés que componen una de las dos versiones en audio de My Life, su autobiografía.  La narración puede durar seis horas o más, dependiendo de las veces que yo decida interrumpirlo.  Lo importante es que él, Clinton, estará allí, esperándome, para darle continuidad al hilo de la historia,  en el momento en que yo disponga regresar a ella.

Escuchar esa voz conocida, casi familiar, le da a la experiencia un carácter inesperadamente íntimo, más porque Clinton está revelando los detalles de su historia personal.  Para algunos, la historia del antihéroe; para mí, la de un hombre inteligente que reconoce que: «No soy tan bueno como mis amigos creen o como espero llegar a ser algún día; ni tan malo como afirman mis detractores». (My Life, Bill Clinton, disco 1).

Los audio libros están en el mercado hace tiempo, pero esta es mi primera experiencia con ellos.  El descubrimiento se lo debo a mi hermano, quien puso a mi disposición -habidas advertencias en cuanto a los términos del préstamo- una colección respetable en la que hay cabida para literatura, textos financieros y algo de autoayuda, enfocada al mundo de los  negocios.  Él los oye mientras maneja, para soportar el  tráfico -no todos somos dados a la meditación-.  Yo hice la prueba.  Introduje en la ranura del equipo de música el cedé que recoge la primera parte de The Old Man and the Sea (El Viejo y el Mar), de Ernest Hemingway, y enseguida sentí la portentosa voz de Charlton Heston -que se camufla divinamente como narrador, viejo y joven- inundar el espacio vehicular. De la intersección de la Vía Brasil y la Calle 50, me trasladé a una playa cubana, y de allí a una terraza frente al mar, donde los pescadores hacen el recuento de la pesca del día… todos menos el Viejo, que lleva 84 días sin coger un solo pescado… De pronto, un pitazo me anuncia que la luz cambió a verde…

Al día siguiente, llevo a Clinton al gimnasio.  En su compañía, los minutos sobre la cinta del caminador, esa que pasa y pasa sin que pase nada, transcurren más rápido; y la rutina se extiende al doble de lo habitual. En la tarde, con Heston, -Charlton Heston- a bordo del auto, salgo a encontrarme con unas amigas. Les hablo de mi nuevo pasatiempo y una de ellas me recomienda contactar a otra aficionada a los fono libros: «Habla con mi suegra».

No dudo en aceptar la sugerencia. Me consta que la suegra en cuestión es gran lectora; ella me introdujo, hace un puñado de años, a la obra de Antonio Gala, al regalarme su Corazón Tardío. Así que marco su teléfono, rogando al cielo no interrumpirla en el momento en que escucha una obra literaria. La pasan enseguida y, después de la explicación de rigor, le pregunto por su experiencia con esta forma de lectura.

«Yo me leía un libro cada tres o cuatro días», me dice, «hasta que tuve que dejar de leer, debido una enfermedad que no perdona, la degeneración macular. Entonces alguien me trajo seis audio libros, de regalo. Los encontré fascinantes.  Es como ir al teatro, solo que la tramoya es tu imaginación.  Las voces te cautivan, porque no son en un mono tono, sino que el narrador hace de mujer, de hombre, de negro sureño, de blanco de Boston… y atrás hay caballos galopando, puertas que se tiran… Acabo de terminar la vida de Franklin y Eleonor Roosevelt, No ordinary time… y me he sentido como si tuviera a los Roosevelt sentados delante de mí, como si los tres estuviésemos frente a la chimenea de la Casa Blanca…».

Más que un texto, más que una voz
Lo usual es que, en los audio libros, los textos sean leídos por voces profesionales, -en 1977, Charlton Heston fue nominado a un Grammy por su actuación en la versión audio de El Viejo y el Mar-. Pero hay excepciones, como la de Clinton, que no sorprenden.  García Márquez escribió que en una cena en Marta’s Vineyard,  el presidente, que para entonces tenía 49 años, se puso de pie y recitó de memoria «el monólogo de Benji, que son las páginas más asombrosas pero también las más herméticas de El sonido y la furia«, la obra de uno de sus autores favoritos, William Faulkner. (El País, La fatiga de metal, 24 de enero de 1999).

Otro que puso su voz para la versión audio de su libro, Where the right went wrong (Dónde la derecha se equivocó), es Patrick J. Buchanan, el dos veces candidato a la presidencia de Estados Unidos por el Partido Republicano.  A lo largo de cuatro cedés, Buchanan sostiene que los neoconservadores sabotearon la revolución reaganiana y secuestraron la presidencia de George Bush.  Yo paso, gracias.

La vida inconclusa de Kennedy, de Robert Dallek, también puede ser ‘oída’ en 9 horas (8 cedés). Asimismo, se puede recorrer, en cinco horas, la vida a cuestas It´s not about the bike/ My journey back to life del famoso ciclista Lance Armstrong. Y los que disponen de más tiempo y paciencia pueden disfrutar de títulos como An Splendid Solution, acerca de Jonas Salk y la conquista del polio, autoría de Jeffrey Kluger.  Michael Prichard, una de las voces más cotizadas según la revista Smart Money, y quien ha grabado más de 430 audio libros, es el encargado de ‘leer’ los textos que registran los detalles de la lucha por erradicar el polio.

Pero no todo es rosa en el mundo de los audio libros.  El primer ‘pero’ lo constituye la limitada oferta de textos en español.  Allegro acepta pedidos de quienes desean hacer una selección específica, pero no tiene en inventario. La librería Exedra Books ofrece unos cuantos títulos de autoayuda y El hombre de la Mancha tiene clásicos, como El Jugador, de Fedor Dostoyevsky y El Rojo y el Negro, de Stendhal, además de un repertorio de obras de corte juvenil, pero ninguna novedad literaria, lo que deja sin opciones a los que ya han repasado las páginas grandes de la literatura.

Por otra parte, hay quienes, como la profesora Berna de Burrell, miembro de número de la Academia Panameña de la Lengua, consideran que nada sustituye el placer de tener un libro entre las manos: «A los lectores nos gustan los libros, los palpamos, los olemos y disfrutamos viendo las palabras escritas».  Ella previene, además, que: «Si la voz que narra no gusta, se estropeará toda la magia, como en las películas dobladas.  Escuchar a Hamlet con acento caribeño o hispano cultísimo es simplemente espantoso; igual que sería escuchar a Úrsula Iguarán con acento bostoniano…».

Además, por experiencia propia, sé que no le falta algo de razón al advertir que: «Escuchar un audio libro mientras conducimos es una mala opción.  El tráfico humano y mecánico anularía la magia y, además, es tan peligroso como hablar por el celular.  Se pierde la concentración en conducir.  Y, más si te transportas al sitio descrito en la narración, es decir, bien lejos del automóvil».

Por otro lado, la no visualización de las palabras impide que el ‘escucha’ derive de la lectura algunos de los beneficios que sí percibe el ‘lector’, como por ejemplo, la posibilidad de mejorar su ortografía.

No obstante, son muchas las ventajas y grande el placer que brindan los audio libros, desde el desarrollo de la imaginación y de la creatividad, hasta la ampliación de los conocimientos y la cultura.  Sin contar que se adaptan muy bien a los jóvenes adictos a la simultaneidad: ellos pueden leer mientras se lavan los dientes, leer mientras manejan, leer mientras comen y también mientras hacen fila para que los atienda el psicólogo…  En cuanto a las personas con problemas de la vista, los audio libros constituyen, en palabras de Guillermo Sánchez Borbón -ávido lector, periodista y escritor panameño-, «una verdadera bendición…».

Fotos de audiolibros: 180 Grados.

 

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