Levanta tu mirada Panamá
Recorrer los más recónditos rincones de nuestro país llevó a este director y fotógrafo extranjero a enamorarse de nuestra tierra, a admirarla y a promoverla en el exterior.
Los indígenas que habitan la región del río Chagres siguen preservando sus costumbres y tradiciones pese a su cercanía con la capital.
Jamás imaginé que Panamá me deslumbraría y apasionaría así. Si lo hubiese sabido, no habría tardado nueve años en cumplir el compromiso adquirido con un gran amigo panameño de visitar esta tierra. Tras su insistencia e incansable referencia de las bellezas y maravillas que uno todavía podía ver en suelo panameño, en Semana Santa del año 2009 tomé un vuelo que me depositaría en este Istmo que hoy siento casi como mío.
Premeditado, mi pie derecho fue el primer paso que me llevó a la salida. ¡Mis siete horas de vuelo fueron las mismas que al bajarme del avión me llevaron a Pedasí! Y es que el mismo día en que llegué partí hacia la maravillosa provincia de Los Santos, ubicada en la península de Azuero. Mi cansancio era tal que perdí mucho del camino y de los paisajes, pero cuando pisé isla Iguana todo volvió a fluir, y allí sí formé parte nuevamente del paisaje: aguas realmente hermosas, una variedad increíble de fauna marina y arenas blancas me ubicaron de inmediato en Panamá. Sin embargo, el lugar que me conectó directamente con este país fue Gamboa, donde luego me llevaría un biólogo panameño especialista en ranas. ¡Fue amor a primera vista! Gamboa fue el comienzo de mi real interés por conocer cada uno de los escondites de este gran país. Caminar todos los senderos y cada uno de los rincones del Parque Nacional Soberanía, y luego tener contacto con el prístino río Chagres, fue el preámbulo de mi decisión por seguir avanzando por los distintos caminos, rutas y sendas que me llevarían a lugares sorprendentes.
Así comencé, recorriendo todos aquellos destinos cercanos a la capital: El Valle, Penonomé –puntualmente Cerro La Vieja–, la Yeguada, Montecito y Las Yayas, en Santiago de Veraguas. Me impresionaron los verdes intensos de este país, sus increíbles escenarios naturales, su maravillosa gente, la cultura indígena orgullosa de sus raíces, frente al gran poder económico y de modernización que avanza sobre el Istmo. Esto, a mi parecer, es lo que hace de Panamá un país sorprendente e inesperado, lleno de sorpresas a medida que uno realiza su travesía.
Como realizador audiovisual y como fotógrafo, me resulta natural apreciar lo mejor que un país puede ofrecer a quienes, como yo, se aventuren a conocer sus más recónditos rincones. Quizás eso llevó a la revista Lugares, de Argentina, para la cual trabajo y que se especializa en el turismo internacional, a decidir armar una nota sobre Panamá y sus maravillosos destinos luego de ver algunas de las fotos que tomé durante mis primeros viajes “relámpago” al interior del país.
La excusa, pues, estaba preparada: junto a los relatos de la periodista asignada, y mis fotos, planificamos un viaje único. Una avioneta que nunca se cansaba de aterrizar y despegar en las distintas islas de la comarca Kuna Yala, San Blas, finalmente nos depositó en Playón Chico. Yandup Island fue el destino en el cual permanecimos cuatro días. Para los tiempos que corren y en vista de cómo la sociedad a nivel mundial va cambiando, San Blas me hizo reflexionar sobre la importancia y los valores de defender una cultura, un territorio y una línea de pensamiento. Los habitantes de
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ese paraíso comarcal han demostrado que sus derechos y su lugar son sagrados, dándonos la posibilidad de conocer la cultura kuna y su manera de vivir. Frente a mi lente eran muchos los paisajes dignos de fotografiar, y si hablamos de islas que uno siempre idealiza y sueña con conocer, en San Blas hay cientos de ellas y cada una con algo particular… Recuerdo con una sonrisa una islita que únicamente tenía una palmera y arena tan blanca como la que vemos en todos los afiches promocionales de “las vacaciones soñadas”; bueno, de eso en San Blas hay demasiadas…
La experiencia de convivir con los kunas, de ser atendidos por ellos, hacer paseos y vivir su día a día fue inigualable. Ellos son muy conscientes de lo que vale ese lugar y que ése es su legado ancestral. Una vez en el pueblo, todos los visitantes tienen la posibilidad de ver sus bailes típicos, su manera de vivir, de adquirir sus espectaculares y auténticas molas realizadas por las mujeres. La posibilidad de conocer al saila, autoridad máxima de cada comarca, fuemuy emocionante. Allí sí que las palabras sobraban… Las imágenes y sensaciones lo eran todo. Conocer Kuna Yala es una experiencia única, siempre y cuando estés preparado para respetar una cultura diferente. Sus paisajes, sus aguas y su gente son una joya por su simpleza y naturalidad, no por su riqueza… Algo único en el continente.
Muy distinto y a la vez maravilloso es Bocas del Toro, un destino netamente turístico. Bocas nos ofreció un mar completamente diferente, delfines en su hábitat natural, manglares, playas paradisíacas y estrellas de mar a montones, un imán perfecto para todos los que amamos la vida y el paisaje natural. Son los turistas los que les dan la vida a Bocas del Toro, y es el hermoso paisaje panameño el que le da la identidad. Sacar fotografías es algo más sencillo que en otros lugares, pues cada rincón hace que sea posible tener una linda foto. Del resultado de mi trabajo, la revista Lonely Planet también publicó a Panamá en sus páginas.
Niños y adultos por igual suben y bajan incansablemente las montañas del área de Cerro Punta.
Ya solo, en mi travesía por este país, manejando desde la ciudad de Panamá hasta Cerro Punta, en Chiriquí, mi sorpresa al llegar y ver todos los verdes que formaban parte del paisaje, una diversidad de tonos, todos hermosos y radiantes sin que el sol tuviese que poner su fuerza para hacerlos brillar, fue impresionante. Es un paisaje netamente visual, cargado del trabajo del hombre en la tierra, de la dignidad de las personas que trabajan de sol a sol y de una cultura tan digna y fuerte como la de los gnöbes, indígenas trabajadores y de un esfuerzo impensado al verlos subir y bajar las laderas de las montañas donde cultivan y trabajan sus tierras… Siento que de Chiriquí, Boquete con su café y sus hermosos paisajes es turísticamente perfecto, pero considero que la identidad de esa maravillosa provincia y motor de este país es atribuible a la gente trabajadora y al entorno en el cual viven. Cerro Punta, Las Nubes, Río Sereno, Cuesta de Piedras y el Parque Nacional Volcán Barú son los paisajes soñados para cualquier amante de lo bello y de todos aquellos que pueden detener por un instante su andar y levantar su mirada, frente a un paisaje perfecto que, de seguro, te hará hacer una pausa en tu vida.
Paisajes soñados, como los encontrados en Las Nubes y
el Parque Nacional Volcán Barú, te hacen sentir maravillado ante tanta belleza.
Solo me faltaba una parte importante de Panamá, y aunque muchos me recomendaron no visitarla, mi obsesión por seguir conociendo cada rincón me llevó a la majestuosa provincia de Darién. Llegar no fue fácil, pero cada kilómetro recorrido fue inigualable. Una ruta custodiada en todo su recorrido contrastaba directamente con los paisajes, con gigantescos árboles que te observan pasar a medida que recorres la ruta, con personas que deambulan sobre el camino, quienes son tu conexión con la civilización a medida que intentas avanzar hasta Puerto Quimba. Allí tomé la lancha que me permitiría comenzar mi travesía acuática hasta La Palma. Isla Boca Chica y Grande, el Encanto, Punta Alegre, Punta Cueca y la reserva forestal Punta Patiño son todos los hermosos y diferentes destinos que recorrí, acompañado muchas veces por los eternos custodios de la ruta acuática, los delfines. Una población multicultural, pero muy ruidosa, movilizados únicamente por lanchas, con sus humildes casas, algunas sobre pilotes en el agua, hacen de la provincia olvidada una región carente en estructura, pero de un gran potencial turístico. Encanto natural, fauna y flora hacen de Darién el pulmón de América y reserva biosfera del planeta. Y seguí sumando destinos a mi viaje: Colón, el Archipiélago de Las Perlas y otros destinos. Pero mi obsesión por descubrirlo todo y tener registrado en fotografías cada uno de los paisajes tendrá su fin cuando logre tener frente a mi lente a isla Coiba, mi objetivo final.
Panamá me lo ha dado todo, me ha permitido conectarme con la naturaleza real, con el encanto de cada uno de sus habitantes, con sus increíbles lugares, con el respeto a la cultura y las raíces, pero, principalmente, me ha hecho conectarme con la simpleza de la vida… Panameños, alcen dignamente su mirada y vean que delante de sus ojos se levanta un país maravilloso, digno de ser cuidado, respetado y amado, lleno de matices dignos de emocionar a cualquiera que quiera visitar uno de los lugares más maravillosos que existen en la Tierra.
Damián Hernández es argentino, director y productor de cine, televisión y publicidad. Trabaja para importantes revistas de fotografía, dedicó más de 12 años a la realización de libros de fotografía y arte en su natal Argentina.
Fotos:
damianhernandezsite.com