Los alpinistas del Canal

Gladys Navarro de Gerbaud |

25 septiembre, 2011

Nos dejan sin aliento, nos impresionan y nos aterra verlos balanceándose en el aire. Su día a día es inverosímil. Su trabajo es esencial. Su mayor orgullo: estar allí.

Para el equipo de alpinistas, participar en este proyecto es un reto que los enaltece. Para Dayubel, es continuar con el lineaje de su familia. Para los demá, es algo que nos deja sin aliento.La gran zanja que nos hemos propuesto ampliar conlleva una labor humana de dimensiones enormes. Cada uno de los que con su sudor diario arman pieza a pieza el rompecabezas de la ampliación del Canal nos llenan de orgullo. De izquierda a derecha: Luis Manuel Mendoza, Danys Pérez, Dayubel Laurín, Emmanuel Escobar y Luis Gallardo.

Mientras permanece guindada a aproximadamente 40 metros del suelo, una altura equivalente a 16 pisos, Dayuvel Laurín sabe que su vida literalmente cuelga de un “hilo”. El peligro no la asusta, ama lo que hace y, sobre todo, agradece a Dios el haberle brindado la oportunidad de entrar en la historia igual que su abuelo. “Era mi destino, por eso estoy aquí, mi abuelo vino a trabajar en la construcción del Canal francés y ahora yo también”, nos cuenta Dayuvel emocionada.

Verla suspendida, minúscula e irreconocible en una enorme superficie vertical, realmente impresiona. ¿Qué hace esta coclesana de 39 años viviendo en Colón, mientras participa y supervisa a sus compañeros en una labor que jamás pensó que realizaría? La respuesta es sencilla: trabaja en la zanja más grande y profunda que nos hemos propuesto hacer los panameños para mantenernos a la vanguardia en el transporte marítimo mundial.

Dayuvel lidera un equipo de diez personas que día a día, durante los últimos siete meses, han velado por la seguridad de los cientos de trabajadores que, como ellos, trabajan bajo las inclemencias del tiempo para hacer realidad el sueño de un país. Les llaman “los alpinistas del Canal”, dos mujeres y tres hombres que se guindan, más cinco que los apoyan, en una faena llena de riesgos, calor, humedad y detalles que deben ser seguidos al pie de la letra para evitar accidentes. Su misión es instalar una malla a todo lo largo de las paredes que han sido excavadas para albergar las cámaras del tercer juego de esclusas en el Atlántico, con el fin de evitar que material o derrumbes provenientes de esta excavación terminen perjudicando al personal y equipos que incesantemente laboran en el fondo del inmenso hueco. Hasta ahora han cubierto más de 8,000 metros cuadrados, aproximadamente una cancha de fútbol o casi una hectárea, y seguirán avanzando hasta que todas las paredes de esta magna estructura queden protegidas, lo cual debería ocurrir en un período de dos años.

 

Paso a paso…

El proceso de instalación de las mallas no es sencillo, pues involucra una serie de pasos que se deben realizar correcta y minuciosamente. Luego de marcar y preparar el área, se pintan los lugares exactos donde se deben colocar los pines de los cuales se sostendrán las mallas y aquellos de los que se colgarán los alpinistas. El proceso continúa con la perforación de la superficie para anclar y reforzar con concreto ambos tipos de pines a una profundidad de dos metros. Los pines de las mallas deben tener exactamente 20 grados de inclinación y una distancia de 2 a 3 metros del borde, mientras que aquellos de donde se suspenderán los alpinistas se colocan entre 5 y 6 metros del borde, siempre con una inclinación de 45 grados para lograr un buen soporte.

Una vez listos los pines, se coloca el cable que va a sostener todo desde arriba, se tira en la pendiente el tramo de malla que se debe amarrar y se procede a engrapar o unir las mallas entre ellas, lo cual es realizado por los cinco alpinistas con apoyo del resto del equipo que los observa y apoya desde arriba. Para tener una idea del enorme trabajo que involucra unir estas mallas mientras se lucha contra la fuerza de gravedad, debemos imaginarnos la unión de mallas con mallas mediante una pistola que pesa aproximadamente 8 libras, la cual dispara grapas que se colocan, según la altura, cada 40 centímetros mientras se baja pegado a la pared. Al llegar al piso, lo que será el fondo del tercer juego de esclusas, se debe repetir el anclaje para que las mallas queden pegadas a la pared, tal como se hizo arriba.

Luchando contra la fuerza de gravedad, los alpinistas deben unir las mallas utilizando una pistola que pesa aproximadamente 8 libras.

 

Entre cuerdas…

Tras más de 20 años practicando el alpinismo en su tiempo libre, Dayuvel logró convertirse en experta. Lo aprendió porque quería ser voluntaria de la Cruz Roja y, dentro de las técnicas exigidas, la instruyeron en esta disciplina para poder realizar rescates verticales. “Me gustó mucho. En ese entonces nos íbamos a escalar a Campana, hacíamos descenso libre en el puente Mamoní, hacia Darién, y hasta practicábamos en el edificio de la Lotería”, nos cuenta. Lo que comenzó como un voluntariado, luego se convertiría en pasión. “Trabajé por tres años como voluntaria en Sinaproc, pues además soy salvavidas y buzo. Salía de mi oficina, me quitaba los tacones, me ponía mis botas y estaba lista para ayudar en los rescates”.

Jamás imaginó que su afición haría que a principios de este año la llamaran para trabajar en el Canal. La empresa panameña Haztec, que se dedica a temas de seguridad y conocía de su trayectoria, fue contactada por el Grupo Unidos por el Canal debido a que dentro de las múltiples labores que debía realizar este consorcio –conformado por las empresas Sacyr Vallehermoso, Impregilo, Jan De Nul y CUSA– estaba la de velar por la seguridad de los trabajadores que estarían involucrados en la construcción del tercer juego de esclusas, el más grande e importante de los contratos adjudicados para la ampliación del Canal.

Por su gran experiencia en este tipo de trabajos, Bernardino Goubau fue traído desde Bélgica para adiestrar a los panameños. Dayubel ha aprendido mucho de él.

En enero, Dayuvel fue contratada y, en febrero, se entrenó exhaustivamente con un experto traído desde Bélgica. Bernardino Goubau, propietario de la empresa TSH, con una trayectoria de más de 25 años en seguridad de proyectos y protección de laderas, nos confesó que pese a su vasta experiencia en proyectos de telecomunicaciones, electricidad, edificaciones y hasta cavernas, esta es la primera vez que viene a Latinoamérica para realizar un trabajo. “Por su magnitud, el Canal de Panamá es el proyecto más grande en el que he participado. Vine en enero por seis semanas y ahora he regresado por otras tres, para revisar que todo camina acorde a lo planeado”. Lo dice el pionero y gurú de esta técnica en Bélgica, quien ha logrado entrenar al equipo de panameños involucrados en el proyecto de ampliación en el lado Atlántico.


Es una labor de extremo trabajo físico, en la que la soledad y el fuerte calor se conjugan mientras el alpinista se concentra en realizar su labor sin arriesgar su vida.

Junto a Dayuvel, hay otros cuatro alpinistas panameños cuya labor diaria consiste en proteger el sitio de trabajo de los deslizamientos de tierra: el capitalino Luis Manuel Mendoza y los chiricanos Danys Pérez, Emmanuel Escobar y Luis Gallardo. Para cada uno de ellos, la experiencia ha sido exigente y, a la vez, reconfortante. Como nos comentó Luis Manuel, luego de pasar ocho horas de extremo trabajo físico con un alto nivel de estrés, termina su jornada diaria extenuado pero satisfecho. “Me siento orgulloso de estar aportando mi esfuerzo para dejar un legado a las futuras generaciones. Esta labor es la primera vez que se realiza en esta región. Mi compromiso es lograr un nivel mínimo de accidentes”, nos cuenta quien antes de llegar al Canal laboró por ocho años en las labores de rescate de Sinaproc. “Sí, he sentido miedo, pero es necesario para tomar las medidas de precaución necesarias. Mi sueño, si Dios me da vida, es terminar mi vivienda, tener hijos y seguir trabajando en el Canal cuando esté funcionando el tercer juego de esclusas”.

Por su parte, Danys, la segunda dama del equipo, con sus cortos 27 años y 9 de experiencia como alpinista, comenta que se siente muy orgullosa pues está conociendo lo que sucede en el Canal desde adentro. “Para mí estar en este trabajo es un nueva oportunidad, un conocimiento que me servirá para toda la vida. El alpinismo me nació de estar ayudando a las personas voluntariamente y luego me fascinó. La mayoría de las personas piensan que somos extranjeros. Se sorprenden de que nosotros, como panameños y más como mujeres, estemos en este trabajo tan riesgoso”. Y es que, como se esperaba, el Canal ha atraído mucha mano de obra extranjera: al momento, 49 nacionalidades distintas están presentes en el país, por lo que contar con el aporte de estos panameños es un orgullo para todos.

El equipo de alpinistas que día a día colocan las mallas lo conforman valientes panameños

Emmanuel, por su parte, se prepara para la jornada diaria con una rutina de ejercicios y mucha serenidad. “Este trabajo demanda excelentes condiciones físicas y paz mental. Cada día, antes de trabajar me encomiendo a Dios para que siempre me proteja del peligro. Quiero acabar esta obra con vida, así como la inicié. Mi mayor satisfacción será sentir que he hecho algo maravilloso para este país y que voy a estar en la historia del Canal de Panamá”.

Luis Gallardo, rescatista de profesión con más de 20 años de experiencia y 46 de edad, siente una verdadera pasión por lo que hace. “Me encanta, es entretenido estar suspendido, subiendo, bajando y escalando todo el día, pero lo más importante es sentir que estoy colaborando con la seguridad de todo el proyecto, que mi trabajo sirve para cuidar a otras personas y que, el día de mañana, mis nietos podrán decir que su abuelo participó en la construcción del tercer juego de esclusas”.

La labor de estos panameños que cada día se lanzan al vacío podría parecer fácil y, para los aficionados a este deporte, hasta divertido. Después de todo, van armados de vestimentas especiales, un entrenamiento de primera, la experiencia de años y un sentimiento de orgullo que les emana de los poros. Sin embargo, al estar parada lo más cerca que se me permitía del borde pude dimensionar lo que conlleva una labor de este tipo y sentir admiración por quienes con el sudor de su frente, un clima frecuentemente inhóspito y equilibrándose en una soledad indescriptible por horas, entretejen incansablemente, con miles de grapas, metros y metros de mallas que son clave para que, en algunos años, todos los panameños nos sintamos satisfechos de lo que como nación hemos logrado.

Fotos:
ACP

 

 

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