Manos de esperanza
Una iniciativa muy loable ha trasnformado la via de humildes mujeres panameñas, quienes han encontrado un nuevo rumbo de esperanza en su caminar.
En ciertas ocasiones, los hijos o nietos de estas mujeres las acompañan a su lugar de trabajo porque no cuentan con nadie que los cuide en casa.
Cuando uno llega a un lugar donde se ve y se siente la pobreza, es imposible no preguntarse por qué nuestro mundo es como es. Pero ese día, cuando me bajé del auto en El Bale de Ñurum, uno de los lugares más pobres de nuestro país, y vi lo que se puede hacer con un poquito de solidaridad humana, no tuve que hacer preguntas. Un chorro de esperanza se apoderó de mí y supe que esta historia es digna de contar.
Y es que en El Bale de Ñurum está pasando algo maravilloso. Gracias al trabajo de la Asociación Pro-Artesana, y al instinto nato de superación en el ser humano, numerosas mujeres que viven en pobreza – y algunas en pobreza extrema – están mejorando su calidad de vida haciendo algo muy particular: cosiendo.
En el espacio donde trabajan, de paredes de cemento, techo de zinc y sin luz eléctrica, se encuentran dos mesas rectangulares y varias máquinas de coser, ordenadas y bien cuidadas. Alrededor de las mesas, catorce mujeres se sientan tres días a la semana a coser y bordar botitas, zapatitos y mantitas de bebés, en rosado, celeste y blanco.
Hoy está todo arreglado y bien puesto porque vienen a recoger un pedido grande. Patricia Maduro, Directora de la Asociación Pro Artesana, quien organizó a estas mujeres para que aprendieran – y aprendieran bien – el arte de la costura y el bordado, viene a recoger el trabajo realizado en las últimas semanas, el cual será vendido directamente a clientes interesados. Esto es lo que hace la Asociación Pro Artesana; capacitar a personas de bajos recursos en artesanías para así darles un ingreso que les pueda ayudar a mejorar su calidad de vida.
En esta ocasión, el esfuerzo ha sido todo un éxito. Aunque algunas de estas mujeres ya habían recibido algún tipo de capacitación en costura, no fue sino hasta que llegó la Asociación que ellas pudieron perfeccionar su técnica y aplicarla a productos que se pueden comercializar exitosamente en el mercado. “La clave es el seguimiento que le damos. Nuestro objetivo es que al final no sean dependientes de nosotros. Sólo somos un agente capacitador”, explica Maduro.
La comercialización de los productos empezó en Súper Carnes de Santiago que les abrió las puertas e hicieron sus primeras ventas. Hoy día almacenes tan prestigiosos como Felix B. Maduro venden sus productos e incluso han sido solicitados en finas boutiques en el extranjero. En tan solo un año estas mujeres han trascendido fronteras con sus productos al recibir pedidos de compradores en Nueva York.
Para ellas, ésta ha sido un viaje increíble y en sus caras se ve la alegría de aquel que sabe que, con su trabajo arduo y aprovechando una gran oportunidad, está logrando algo para su familia.
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Felicia, una de las más jóvenes del grupo, me comenta lo contenta que se siente de estar trabajando, porque ahora tiene un ingreso que le ayuda a mantener a su familia. “Cuando mi esposo vio lo que yo estaba haciendo me dijo: ‘Eso sí es echar pa’lante, eso sí es progresar’ ”, me cuenta con una gran sonrisa en el rostro. Y no puedo dejar de pensar que esta muchacha ha ganado mucho más que dinero; hoy, siente que vale más.
Pero no todo ha sido fácil. Este día también nos acompañó la querida – y a veces temida – profesora Silvia, la que les enseñó todo lo que saben y la que, muchas veces, les pide rehacer el producto por no estar de la calidad esperada. “Cuando yo empecé algunas no sabían ni agarrar una agujeta”, cuenta la profesora. “Y tuvimos que motivarlas y hablarles sobre la autoestima”, añade. Aún les corrige sus errores y las guía en este arte que no es nada fácil de dominar, pero se siente sumamente satisfecha con lo alcanzado. “Nos costó pulirlas, pero se ha logrado”, dice orgullosa.
También han surgido algunos inconvenientes que sólo en este lado del mundo se dan. Las mantitas han llegado a Panamá con un olor poco atractivo, producto del humo de los fogones que se utilizan para cocinar en esta región. Ahora, deben lavarlos antes de empaquetarlos y enviarlos.
Otro reto que enfrentan son los caminos maltrechos del área, que a veces dificultan o atrasan la llegada de aquellas que viven en los alrededores. Aquí no solo hay mujeres de El Bale, sino también de Cerro Trema y El Espino, entre otras comunidades.
Pero nada las detiene. El éxito ha sido tal, que ya este grupo viajó a la ciudad de Santiago a abrir una cuenta de ahorros en Banco General, la cual manejan de forma independiente. “Muchas nunca habían ido a Santiago o al banco y ¡ahora tienen una cuenta de ahorros!”, nos comenta emocionada Maduro. Entre ellas, se dividen los trabajos de llevar la contabilidad, el control de calidad y coordinar la forma de trabajo. Se puede decir que ya son un gran equipo, motivado y unido, que maneja un presupuesto con el que se compra la materia prima y se remunera a los colaboradores. Y aunque quizás sus ropas están rotas, su cara algo sucia y tenga a sus bebés descalzos en el brazo, en el fondo, son como cualquier empresario, tratando de mejorar día a día su negocio y buscando rentabilidad.
Una buena idea, bien ejecutada
Ya este esfuerzo está siendo aplicado nuevamente. En el sur de Ñurum, otro grupo de mujeres empieza a capacitarse en la costura y el próximo año empezará un nuevo esfuerzo en la comunidad de Buenos Aires, en Ñurum, en la Comarca Ngobe Bugle. Junto a estos y otros esfuerzos en diferentes regiones del país, la Asociación Pro Artesana quiere cambiar la vida de muchos pobres con un trabajo digno y especial.
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La Asociación Pro Artesana nació al desaparecer FundaMujer, como una forma de mantener algunos programas que se realizaban bajo el paraguas de esa desaparecida ONG. Hoy en día cuenta con 25 asociados, 3 personas trabajando a tiempo completo, y una Junta Directa, presidida por Patricia Maduro. A las instructoras se les contrata por proyecto y para capacitaciones puntuales, hacen alianzas con entidades gubernamentales.
Para ayudar, puede llamar a la sede de la Fundación al |
Para Patricia Maduro, la satisfacción es inmensa y los problemas que surgen en el camino no son nada comparados con el resultado que está logrando. Cuando nos íbamos ella les dijo: ¡vienen más pedidos! y las sonrisas no se hicieron esperar. Para estas mujeres, lo importante es que haya trabajo para sus manos, porque en ellas guardan la esperanza.
Fotos: Alfredo Máiquez