Más allá del desmayo: síncope neurocardiogénico

Dr. Alexander Romero Guerra |

1 marzo, 2015

Es conocido por la población en general que algunas personas se desmayan en “situaciones incómodas”. El término médico para este tipo de eventos –más frecuentes de lo que uno cree– es síncope. usualmente, termina en una consulta en el cuarto de urgencias o en el consultorio de un cardiólogo o neurólogo.

El síncope se define como la pérdida transitoria de consciencia causada por una disminución del flujo sanguíneo cerebral, de corta duración, con recuperación a la integridad. El síncope es una entidad compleja donde intervienen muchos mecanismos facilitadores e inhibidores del proceso, por lo que se requiere de un médico especialista para su diagnóstico y tratamiento.

Muchas veces, este fenómeno es neurológicamente producido por un desbalance a nivel del sistema nervioso autónomo, que es el que controla las acciones involuntarias del organismo. El sistema nervioso autónomo se divide funcionalmente en dos: el sistema simpático, que está relacionado con actividades que requieren gasto de energía y prepara al cuerpo para reaccionar ante situaciones de estrés, y el sistema parasimpático, contrario al simpático, relacionado con la conservación de energía y encargado de normalizar el cuerpo luego del estrés.

Este desbalance del sistema nervioso autónomo, entre sus componentes simpático y parasimpático, resulta en una respuesta refleja que provoca disminución de la frecuencia cardiaca y/o dilatación de los vasos sanguíneos con disminución de la presión arterial, por lo que este fenómeno es también conocido con el término de síncope neurocardiogénico o vasovagal. La razón del porqué hay personas más sensibles que otras es aún motivo de investigación.

Es conocido por la población en general que algunas personas “se desmayan” al ver sangre; cuando se les pincha para una extracción sanguínea; al percibir olores desagradables o al estar de pie mucho tiempo. En todos estos casos, se trata de síncope neurocardiogénico.

El diagnóstico del síncope neurocardiogénico es fácil si existe un desencadenante claro, como miedo, dolor intenso, emoción, disgusto o tras permanecer parado mucho tiempo. Además, el síncope neurocardiogénico es muy anunciado por la gran activación del sistema nervioso autónomo con la manifestación clínica de palidez, sudoración, náuseas, dolor abdominal, sensación de calor y/o debilidad. En estos casos, generalmente no requiere más estudios por el médico especialista, puesto que la historia clínica es suficiente. una buena historia clínica es la principal herramienta del médico en el abordaje clínico de cualquier padecimiento o enfermedad.

Cuando el desencadenante no es evidente, es conveniente realizar algunas pruebas diagnósticas no invasivas como la electrocardiografía, la ecocardiografía y/o el registro de electrocardiografía de 24 horas (Holter) a fin de descartar patologías cardiacas.

En algunos pacientes es necesario desencadenar el síncope bajo vigilancia y monitorización de la presión arterial y frecuencia cardiaca, para descubrir la respuesta cardiovascular que lo provoca, mediante pruebas especiales como la estimulación del seno carotídeo a nivel del cuello y la prueba con mesa inclinada o “tilt test”, en donde se mantiene de pie al paciente con una angulación de 70o del suelo durante un periodo de tiempo determinado.

El tratamiento del síncope neurocardiogénico debe iniciar con la explicación al paciente del problema por parte del médico especialista. Cuando el síncope ha ocurrido por primera vez, no debe considerarse como enfermedad; sin embargo, si el síncope se repite, sobre todo si es frecuente y altera significativamente la calidad de vida de una persona, requerirá de tratamiento y vigilancia periódica.

Un tratamiento no farmacológico, medidas generales y recomendaciones médicas específicas ayudarán a disminuir la frecuencia e intensidad de los episodios. La educación del paciente para reconocer los síntomas previos al síncope es de vital importancia, así como evitar situaciones que favorezcan el desarrollo de episodios de síncope como los lugares conglomerados, la mala hidratación, la posición de pie prolongada, el consumo de alcohol, entre otras. La práctica de maniobras de contrapresión tales como estrechar sus manos o cruzar sus piernas con presión, ha demostrado beneficios en el tratamiento del síncope. En ciertas personas es útil el entrenamiento físico progresivo bajo supervisión especializada.

El tratamiento farmacológico lamentablemente no es efectivo en todos los casos debido a la complejidad de los mecanismos mediadores del síncope. Se ha probado con diferentes fármacos con resultados muy variables, razón por la cual la prescripción de la medicación más idónea siempre deberá ser realizada de manera personalizada por un médico especialista.

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