Pequeños pero grandes

Alicia Rego Otero |

24 septiembre, 2008

Eso de que los niños no vienen con un manual de instrucciones está muy trillado. Sin embargo, es cierto. Traer a un bebé al mundo y dotarlo de todo lo que necesita a nivel físico y emocional le queda grande a cualquiera. Empero hay dos cosas que, aparte de los sabios consejos de las abuelas y la guía que supone el pediatra de confianza, son de gran utilidad.

La primera es la paciencia, don preciado que ayuda a encontrar la calma que se necesita para actuar sabiamente en momentos de inquietud y que, una vez sentida, se le transmitirá a la criatura permitiéndole así tranquilizarse también.

La segunda: la sensibilidad, aquélla de unos padres amorosos y pendientes que les facilitará captar lo que su pequeño necesita en cada momento. Porque logrando un “tandem perfecto” (como me dijo una vez mi profesor de psiquiatría) entre el progenitor y el hijo, se puede lograr que éste se desarrolle satisfactoriamente una vez que sus necesidades –no sólo a nivel nutricional sin también emocional– estén siendo bien convalidadas.

En este sentido, hay que tener presente que cuando un niño es pequeño su centro de bienestar reside en su cuerpo, en su yo-fisiológico como decimos algunos psicólogos. Esto implica que las sensaciones de placer giran en torno a los sentidos.

Así pues, un bebé necesita ser tocado, abrazado, arrullado, consolado cuando llora, saciado si tiene hambre, que se le hable con cariño, que se le acaricie. En pocas palabras, necesita ser atendido con amor en todo momento. Al que teniendo poco tiempo de vida se le niegue calor afectivo, el alimento o se le deje llorar (sobre todo de noche, para garantizar el sueño de la persona que está a cargo) pueden quedarle huellas muy negativas.

En contrapartida, esto es una práctica bastante habitual. Muchas cuidadoras hacen oídos sordos a sus llamadas. Y al pobre no le queda otra que dormirse, ya sea por cansancio o como repliegue ante una situación de angustia. Porque eso es lo que siente un pequeñín que no se siente cuidado: angustia. También, sentimientos de indefensión e inseguridad.

Así las cosas, hay que armarse de fortaleza y dejar que empiece a regularse por sí mismo. Poco a poco irá adquiriendo unos hábitos más estables marcados por los ritmos circadianos, de manera tal que sus horas de descanso se irán prolongando, sobre todo una vez se introduzcan sólidos en su dieta.

Eso por un lado. Por otro, y como un bebé tiene en su cerebrito un potencial increíble, no hay que escatimar en cuanto a aprendizajes se refiere. Novedosos estudios apuntan que estos seres tienen ya, al nacer, unas redes neuronales muy concretas que han de ser estimuladas si no queremos que se pierdan. Por ejemplo, las relacionadas con los idiomas. Y es que si a un niño se le pone a escuchar diferentes lenguas favorecemos que los campos implicados se activen de manera que, en su vida adulta, le sea mas fácil aprenderlas ya que el camino –metafóricamente hablando– estará ya surcado.

Así también con otros aspectos como los que tienen que ver con la lectoescritura. Tarjetas en las que aparecen palabras con sus respectivos dibujos pueden ser reconocidas por ellos ya a los seis meses, si se les ha entrenado en ello. Algo que para la atención (y su futuro devenir académico) les es maravilloso.

Y como éste, decenas de otros ejemplos de su gran capacidad. Son indefensos, frágiles y pequeños, pero más grandes desde el punto de vista emocional e intelectual de lo que habitualmente se cree.

Recomendaciones para desarrollo psicológico de un bebé

  • Mientras no haya problemas respiratorios, el bebé deberá dormir solo, en su habitación, a partir de los tres meses.
  • Después de los ocho meses, el pecho ya no debe ser utilizado como tranquilizador.
  • Por esta edad no se debe dar el biberón si despierta durante la noche.
  • Hay que estimularlos en el gateo ya que, entre otras cosas, ayuda al desarrollo de habilidades cognoscitivas.

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