Regata de Cayucos Océano a Océano: Una aventura extrema, como la vida misma

Mirie De La Guardia |

17 diciembre, 2002

Al compás del tema Row, row, row, your boat, estos Boy Scouts del capítulo de exploradores de la Zona del Canal, habían zarpado del Puerto de Cristóbal tres días antes, para cruzar, por vez primera, el continente americano a bordo de un cayuco, reportaban las crónicas periodísticas del Panamá American y el Star and Herald. Se trataba de 28 muchachos entre 14 y 17 años quienes, sin siquiera imaginarlo, serían los pioneros de una tradición que el próximo año cumplirá 50 años de llevarse a cabo en forma ininterrumpida.

Historia de una tradición
Concebida por Gerard A. Doyle Jr., entonces director del Comité de Boy Scouts de la Zona del Canal, y respaldada por miembros de la comunidad y de la Comisión del Canal, la idea original de la Regata de Cayucos surgió al llevar a un grupo de Boy Scouts a visitar comunidades indígenas panameñas en las riberas del Río Chagres, para familiarizarlos con su cultura. Entusiasmados con la experiencia de navegar en cayucos, se compraron unos cuantos para la asociación. Como es natural, los muchachos comenzaron a competir entre ellos y la ruta fue extendiéndose, hasta que, en el año de 1954, se decidió organizar la primera carrera formal del Atlántico al Pacífico.

La Regata Océano a Océano pudo haber sido otra más de esas actividades que se realizaban en “La Zona” ese universo paralelo al que la mayoría de los panameños apenas nos asomábamos a dar un vistazo cuando veíamos Canal 8 (Southern Command Network)- y que desaparecería sin dejar rastro tras el retiro de las bases norteamericanas. Sin embargo, en el año 2000, un grupo de apasionados por el deporte del cayuco que había experimentado en carne propia los beneficios de esta competencia, decide no dejar perder esta tradición y fundan el Club de Remos de Balboa (CREBA). Con gran tesón y el apoyo vital de la Autoridad del Canal de Panamá (ACP), trabajadores del Canal y los padres de familia, el CREBA ha logrado continuar esta aventura única en el mundo.

¿Quiénes participan?
Lo que se iniciara en 1954 con apenas 7 cayucos, ha ido creciendo y popularizándose entre panameños y extranjeros. Originalmente, era un evento sólo para hombres, pero desde el momento en que se aceptaron muchachas exploradoras en la década de los 70, la carrera permitió su participación. Hoy día, las tripulaciones pueden ser de hombres, mujeres, y mixtas, y se dividen en dos categorías: la Juvenil, entre 14 y 21 años con equipos de 4 tripulantes- y la Abierta, de 22 años en adelante, con equipos de 4, 5 y 8 miembros. Este año participaron 190 remeros a bordo de 49 cayucos.

Todos para uno
Esta carrera es, esencialmente, un trabajo de equipo y aunque cada palmista tiene una función específica que cumplir, la tripulación debe actuar como un todo. Esa integración evita que un miembro sucumba y se rinda y es la que, en el fondo, garantiza el triunfo. Hasta la manera original de remar fomenta esta unidad: la fuerza se logra mediante la armonía y el compás de los remeros. El cayuco se convierte en un espacio de compenetración total donde se convive codo a codo con el compañero.

El evento no sólo involucra a los palmistas: los miembros del Club de Remos, los botes escolta, el personal de soporte de la ACP, los oficiales de comida y bebida, los coordinadores, los espectadores y, sobre todo, las familias de los participantes, también viven esta experiencia y se nutren de ella.

Un tronco ahuecado que flota
Cayuco: embarcación de una pieza y poco calado elaborada de árboles autóctonos por los indios nativos de Panamá… Los troncos enormes y pesados de las primeras regatas han ido evolucionando, haciéndose cada vez más aerodinámicos. Su preparación, reparación y mantenimiento son retos y responsabilidades que debe afrontar cada equipo. El arreglo de los cayucos que se usan para la regata se ha convertido en un arte, y quienes se dedican a transformarlos lo hacen con la dedicación y mística de quien da vida a un ser.

Cada cayuco tiene un carácter propio, su personalidad. Los más pesados, si bien garantizan mayor estabilidad en el agua, también exigen más fuerza a su tripulación. Los más livianos pueden deslizarse más rápido, pero a cambio requieren un mayor balance. De esta forma, ese cayuco, que para nuestros indígenas representa su medio de transporte, trabajo y subsistencia, llegará a ser parte integral de cada equipo. Durante la temporada de cayucos, los muchachos que lo adoptan deberán llegar a conocerlo, prepararlo y cuidarlo como una extensión vital de sí mismos.

Temporada de cayucos
Los tres días que dura la regata son la culminación de meses de preparación. Cada año, la temporada de cayucos se inicia en noviembre con la Rifa de Cayucos por parte del Club de Remos. Luego, sigue la Clínica de Seguridad en La Playita de Amador. Obligatoria para todos los novatos, la Clínica de Cayucos ayuda a reforzar y aumentar los conocimientos sobre el deporte, haciéndose énfasis en temas de seguridad. Un punto vital que deben dominar a cabalidad los palistas es lograr mantener el balance del cayuco y aprender a subirse con rapidez en caso de voltearse. Como en la vida misma, si naufragas debes aprender a levantarte, a retomar el ritmo, a seguir adelante.

El Club de Remos también organiza varios eventos preliminares a la Regata Océano a Océano: las regatas de la Calzada de Amador y la de aceleración del Gamboa Rainforest Resort, que se llevan a cabo para dar a conocer el deporte y para que los palistas practiquen antes del gran evento. También se realiza un Proyecto de Reforestación, acto cónsono con la misión del Club de Remos de conservar y mantener nuestro medio ambiente, en especial la cuenca del Canal.

Son seis meses de “adicción” y de una dedicación total al deporte, que se inician a finales de diciembre o comienzos de enero. Prácticas diarias, ir al gimnasio, comer sano, no parrandear como antes: tu equipo depende de ti. La “fiebre de cayuco” exige trabajar con disciplina, gran determinación, responsabilidad y perseverancia. Prepararte física y mentalmente para alcanzar una meta que tú mismo te has propuesto, no fallarles a tus compañeros, probarte que sí puedes: de eso se trata.

Del Atlántico al Pacífico: una travesía por el Canal de Panamá
Llega el gran día. Meses de ardua preparación y de trabajo agotador darán su fruto en esta competencia, que se inicia en el Club de Yates de Cristóbal y culmina 40 y tantas millas después, en Diablo. Dividida en tres jornadas, la regata atraviesa las entrañas del Canal, exponiendo las bellezas naturales de nuestro país y la grandeza de esta obra de ingeniería, considerada como una de las siete maravillas del mundo moderno. El Corte Culebra, el “Banana Channel” (canal para botes pequeños), las esclusas, el Lago Gatún, dejan de ser meros términos en libros de texto para convertirse en escenario privilegiado de esta competencia única en el mundo.

2003: un año especial
Para el próximo año, Centenario de la República de Panamá y el 50 Aniversario de la Regata, la Autoridad del Canal de Panamá ha concedido permiso al Club de Remos para transitar por las esclusas de Miraflores y Pedro Miguel, como se había hecho hasta el año 1996, cuando se suspendió por el fenómeno de “El Niño”. ¡Pasar por las esclusas del Canal a bordo de un cayuco! Otra gran oportunidad que tiene nuestro país para ofrecer a turistas y viajeros de alma, fanáticos de los deportes extremos e historiadores, eco – turistas y todos aquellos aventureros que descubrirán en Panamá un paraíso inexplorado, una joya del trópico, un sitio que promete experiencias únicas.

Para los muchachos y muchachas que desde ya están haciendo planes, así como para los adultos que participan en la Categoría Abierta, el 2003 será un año para recordar. Lijarán, pintarán y prepararán sus botes; se entrenarán; vivirán la delicia de remar al amanecer o de ver el sol caer a bordo del cayuco; llorarán; se exigirán más de lo que creían que su cuerpo era capaz de dar. Zarparán de la costa atlántica en la tarde del 11 de abril de 2003 y llegarán a la meta, unos antes, otros después, pero todos con la indescriptible satisfacción de haber terminado.

Y, como en todas las travesías más importantes de la vida, el final de esta jornada será el principio de otra, porque la meta no es un destino, sino un nuevo punto de partida, un instrumento que les ayudará a trazar trayectorias futuras.

* Propietaria de Allegro.
Para mayor información sobre la regata, visitar el sitio www.cayucorace.com

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