Rescatando a Panamá

Gaby Aued |

19 septiembre, 2005

Reconocidas figuras a nivel mundial se unen en Panamá para trabajar hacia el futuro de nuestro ecosistema. A través de un proyecto local y revolucionario de reforestación con especies nativas, conocido como PRORENA, este grupo de visionarios le propone al mundo una solución realista y viable para salvar al planeta.

Edwina von Gal toma un poco de vino blanco, se sirve una porción de vegetales orgánicos cultivados por ella en su jardín, y mira hacia el mar a través de las enormes ventanas de su casa estilo Marcel Breuer en East Hampton, Nueva York. Pensando en sus proyectos, los cuales incluyen el diseño de paisajes y jardines para las residencias de Calvin Klein, Ralph Lauren, Gustavo Cisneros y Robert Soros, me dice, “No puedo esperar a terminar todo mi trabajo aquí y mudarme a Panamá”. Sin embargo, no se trata de una jubilación en Boquete.

Su primera visita a Panamá fue en el año 2000. Un inversionista italiano, dueño de gran cantidad de hectáreas en Bahía Honda, cerca de Coiba, la invitó a ella y a su esposo, Jay Chiat, el legendario publicista y fundador de la compañía Chiat/Day, a cruzar el Canal de Panamá en su extraordinario yate.

Un año después, el premio Pritzker de arquitectura, Frank Gehry, quien diseñaba el Museo de la Biodiversidad, Panamá Puente de Vida, la llamó para que diseñara a su vez el parque botánico del museo. Edwina aceptó la oferta sin sospechar que este nuevo proyecto influenciaría de forma drástica su vida. “Definitivamente cambió hacia donde voy con mi trabajo”.

Casualidades extraordinarias
La llamada de Gehry fue “otra de esas coincidencias de Panamá”, dice Edwina acerca de la serie de eventos casuales que la han llevado al país. “Todas estas cosas maravillosas se han juntado allí para hacerme sentir que el hacer una diferencia es posible”.

En el 2002, su esposo falleció. Edwina se involucró mucho más en el proyecto del museo, cuyo parque botánico consistiría de muestras de especies panameñas. Uno de los retos que enfrentaría la reconocida paisajista para la selección de las especies es la gran variedad de árboles que conviven en Panamá y la poca información que existe. Panamá es un país extremadamente diverso. Tiene aproximadamente 2,600 especies diferentes de árboles, cinco veces más que Canadá, Estados Unidos y México en conjunto.

“Aquí en los Hamptons conozco los árboles. Es como una fiesta donde conoces a todo el mundo. ¡En Panamá, es una gran fiesta y no conozco a nadie!” dice Edwina, observando el prado verde entre su casa y el mar.

En busca de ayuda para la selección de especies nativas, Edwina conoció al banquero panameño Ovidio Díaz Espino, también residente de Nueva York, quien estaba trabajando con la organización PRORENA en un proyecto pionero de reforestación con especies nativas de la región. Díaz Espino invitó a Edwina a su casa en Playa Venado. Allí, ella conoció a la persona que la podría ayudar con sus planes en el museo, el ingeniero Mark Wishnie, director de PRORENA.

Un proyecto fascinante
El Proyecto de Reforestación con Especies Nativas, PRORENA, fue cofundado en el 2001 por su director, Wishnie. El mismo investiga el comportamiento y manejo de especies nativas –las más adaptadas para sobrevivir a largo plazo las condiciones naturales del área–, y los factores que influyen en las decisiones del uso de las tierras rurales en Panamá, especialmente para la reforestación.

Más de 50 entidades apoyan a PRORENA. Es liderado por el Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales y por el Instituto de Recursos del Trópico de la Universidad de Yale. “El objetivo de PRORENA no es el de crear un bosque natural replica de como era el bosque antes”, dice Wishnie. El objetivo es “encontrar maneras de integrar la siembra de árboles con las actividades económicas rurales para que se puedan lograr los objetivos económicos, sociales y culturales de la gente, y a la vez recuperar algunos de los procesos y servicios ambientales que existían en el área, como por ejemplo la protección del suelo y la creación de un hábitat para animales”.

Wishnie explica que uno de los problemas de los bosques que estamos sembrando es que son muy distintos a los que hemos perdido. Aunque tienen valor, no dan todo el amplio rango de servicios y bienes que da un bosque natural.

Por ejemplo, el 75% de los árboles sembrados en proyectos panameños de reforestación son solamente de una especia exótica, la teca. Los finqueros la siembran porque tiene un valor alto en el mercado y es fácil conseguir semillas e información. Sin embargo, la ANARAP, Asociación Nacional de Reforestadores y Afines de Panamá, ha estimado que la gran mayoría de las plantaciones de teca en Panamá no son rentables a largo plazo.

Como alternativa, PRORENA estudia el crecimiento del cocobolo, especie nativa hasta cuatro veces más rentable que la teca, y muy resistente a la putrefacción. La poca información y la falta de fuentes de semilla para su cultivo son obstáculos que PRORENA espera sobrellevar para promover su siembra.

Otro de los proyectos de PRORENA es construir, en una estación que tienen en Azuero, un centro donde las personas del área puedan ir a aprender sobre árboles nativos. La arquitectura del centro será amigable al ecosistema y autosostenible. Edwina le propuso a su amiga Maya Lin, la célebre diseñadora del Monumento a los Veteranos de Vietnam en Washington, D.C., el diseño de este centro como ayuda a PRORENA. Lin, conocida mundialmente por su respeto a la naturaleza y uso de materiales orgánicos en su arquitectura humanitaria, aceptó, lo cual significa un enorme honor para nuestro país.

Visionarios del medio ambiente
La preocupación por el medio ambiente ha sido el factor en común que ha unido a un grupo de inversionistas en Panamá para apoyar a PRORENA. Dichos inversionistas han comprado aproximadamente 81 hectáreas de tierras erosionadas en las costas de Azuero para su restauración ecológica. Me comenta Edwina que, aparte de ella, algunos de estos inversionistas son: el panameño Ovidio Díaz Espino (el que le presentó al director de PRORENA), y la antes mencionada arquitecta, Maya Lin (quien está a cargo del diseño del centro de PRORENA en Azuero).

El plan de este grupo de visionarios es crear un modelo de hábitat en las tierras que han comprado, para que sirva de enseñanza a nuevos inversionistas y los motive, a través de su belleza, a reproducirlo. Apoyándose en las investigaciones científicas de PRORENA, están evaluando cómo combinar la siembra de árboles con la arquitectura correcta, considerando el uso eficiente del agua y la electricidad, y la ubicación adecuada de carreteras para evitar la erosión.

“Muchas personas están viniendo a invertir en Panamá y quiero dar un buen ejemplo”, dice Edwina. Me comenta que está emocionada con el potencial de sus proyectos en la tierra que ha adquirido. “Quiero construir casitas pequeñas, y que cada una sea como un experimento de diferentes ideas que tengo para crear menos basura, y usar menos agua y electricidad”.

Por mientras, el primer experimento de Edwina será vivir en un contenedor reciclado. En su oficina de East Hampton, muy lejos de Azuero, me muestra los planos arquitectónicos para la adaptación del contenedor. “Construiremos un techo sobre él para que no sea muy caliente. ¡Si no, me podría cocinar ahí dentro! Le haré un porche, y una pequeña cocina. Será como un rompecabezas. Todo saldrá de repente”.

La nueva revolución ecológica
Al preguntarle a Edwina si ella se considera una ambientalista, me dice riendo: “¡Nunca me consideré activista, pero creo que me estoy convirtiendo en una!”. Reconsidera su respuesta y me aclara, en un tono más serio, que sí se considera una ambientalista porque toma decisiones basadas en su preocupación por el medio ambiente.

Tanto Edwina como los demás inversionistas y los científicos de PRORENA, forman parte de un grupo de ambientalistas visionarios que dirigen un nuevo tipo de revolución verde.

La revista El Economista, en su publicación de abril del 2005, explica cómo este nuevo grupo de ambientalistas, para salvar el planeta, proponen cuantificar el valor de los servicios prestados por el ecosistema. Para lograrlo, primero están desarrollando las técnicas de estudio que permitirán valorar económicamente el costo-beneficio del medio ambiente. El Economista explica que Panamá es uno de los países pioneros de estos estudios.

El director de PRORENA me explicó que el caso que impulsó esta nueva visión ocurrió en Nueva York, en 1997. El agua potable que provenía de las montañas Catskill estaba perdiendo su calidad. Construir una planta potabilizadora le costaría al gobierno de Nueva York de $4 a $6 billones, y más de $250 millones al año en mantenimiento. El gobierno de la ciudad optó por la opción más económica: invertir en el medio ambiente. Con $250 millones ha comprado tierras alrededor de los ríos para evitar construcciones. Y le paga a los agricultores $100 millones al año para que minimicen la contaminación del agua.

Por razones similares, la Comisión Interamericana de Atún Tropical es uno de los colaboradores principales de PRORENA. Ultimamente, la calidad del agua de mar que abastece su laboratorio en Azuero se ha deteriorado como consecuencia de la erosión de las tierras deforestadas, amenazando la cría de atunes. A través de PRORENA, esperan implementar una solución.

Edwina opina que en Panamá aún estamos a tiempo de hacer algo. Sin embargo, las cifras le preocupan. Según datos proporcionados por el Smithsonian, Panamá ha perdido más del 40% de sus bosques tropicales, y dos millones de hectáreas de tierras están degradadas. “Es un problema significativo”, comenta por su lado Wishnie. Son tierras que no sirven ya que “no contribuyen ni con servicios ambientales, ni económicos, ni sociales” al país.

Un mensaje sobre el futuro
“Panamá me llegó como un regalo”, dice Edwina. “Es la oportunidad de unir todos mis intereses en un solo lugar, a la vez, y de contar con la información científica para lograrlo”.

Para una mujer que se preocupa en utilizar plantas que crezcan saludables y que a largo plazo puedan desarrollarse –la mayoría de sus proyectos se verán mejor que nunca a los cincuenta años de ser sembrados– es apreciable el mensaje que Edwina envía a los panameños. “Piensen a futuro. Si toman la ganancia ahora, no tendrán nada en el futuro”.

Al despedirme de Edwina en los Hamptons, le dije que me gustaría participar en la próxima expedición a caballo que estaba organizando por las tierras costeñas de Azuero, que me encantan las aventuras. Con una sonrisa cálida y un abrazo, me dijo, “a mí también”.

Fotos cortesía de Edwina von Gal y del STRI (Gian Montufar).
Para mayor información de PRORENA visite: www.prorena.org

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