¡Vivimos en un paraíso de observación!

Sofía Izquierdo |

19 marzo, 2005

Por Panamá pasan millones de aves que viajan a todo lo largo del continente. Tenemos el privilegio de vivir en una importante escala del espectacular viaje transcontinental que cada año emprenden las aves migratorias.
Es posible que alguna vez le hayan sorprendido esos “ríos de aves” que se forman allá arriba, en el cielo, entre octubre y noviembre, y en marzo y abril. O tal vez ha visto en los fangales de la bahía de Panamá las enormes bandadas que aterrizan y pasan horas ocupadísimas en alimentarse. Son eventos extraordinarios aún para estudiosos de la vida silvestre. Para los protagonistas es una de las rutinas de su vida. Cada año, muchísimas especies de aves dejan los lugares en donde se reproducen en Norteamérica y migran hacia Suramérica a pasar el invierno del norte en territorios que les brindan más posibilidades de alimentarse y mejores temperaturas. Algunas salen de Alaska y llegan hasta Argentina. El vuelo de ida y regreso se extiende sobre aproximadamente 20 mil millas.

Los “ríos de aves” que vemos aquí, están compuestos básicamente por especies migratorias de rapaces –las que cazan para alimentarse– y de carroñeras. Estas aves viajan de día y sobre la tierra. Se “montan” sobre las corrientes de aire caliente y planean sobre estos corredores termales. El angosto istmo de Panamá es una suerte de embudo en donde se concentran estos corredores termales que utilizan las aves para atravesar el continente de norte a sur y viceversa.

En Panamá se han hecho conteos de estas rapaces migratorias desde los años 70. El año pasado, instituciones científicas, entidades conservacionistas privadas y públicas, nacionales e internacionales, y hoteles conjugaron recursos y esfuerzos en el programa Rapaces de Océano a Océano. Más de 40 observadores se ubicaron en nueve sitios de conteo a todo lo ancho del istmo de Panamá. El resultado: entre el 4 de octubre y el 21 de noviembre, durante 49 días seguidos, se contaron 3 millones de aves. “Y seguían pasando”, explica una de las personas que participó en esta actividad.

El doctor George Angehr, investigador asociado del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales y director científico de la Sociedad Audubon de Panamá, señala que “el programa Rapaces de Océano a Océano producirá información valiosa para la conservación y también para el desarrollo del ecoturismo. Puesto que solo vuelan durante el día y con buen tiempo, estas rapaces migratorias necesitan de un lugar seguro para descansar en la noche y durante los períodos de lluvia”. Angehr explica que áreas protegidas como los parques nacionales Soberanía, Camino de Cruces, San Lorenzo y el Parque Natural Metropolitano les proporcionan un refugio vital ya que los lugares circundantes han sido desforestados.

Evitar la deforestación de estas y otras áreas de la Ruta de vuelo transamericana de migración de rapaces contribuye a la supervivencia de estas especies y, además, podría generar recursos para el país. Tal es el caso del santuario Hawk Mountain, un refugio para las rapaces en los montes Apalaches. Los miradores del santuario y los bosques de los Apalaches reciben más de 80 mil visitantes cada año.

Panamá se prepara para incursionar en esa línea: cada vez hay más oferta de capacitación para ser guía de observación de aves y el país ha sido incluido en los catálogos e itinerarios de algunas importantes empresas de ecoturismo que promueven destinos “obligados” o “atractivos” para los observadores de aves en todo el planeta.

Playeras: una razón más para cuidar la bahía
La bahía de Panamá es una parada obligada para las aves playeras migratorias. Algunas, como el Playero Occidental y el Vuelvepiedras Rojizo, atraviesan casi todo el continente 2 veces al año. A diferencia de las rapaces, que planean la mayor parte del viaje, las playeras vuelan –agitan las alas– para desplazarse. Algunas alcanzan una velocidad de casi 80 kms. por hora y suelen volar de 48 a 72 horas seguidas sin detenerse a comer, beber o descansar.

Algunas pequeñas playeras doblan su peso antes de iniciar la migración. Otras aumentan el tamaño del corazón. Viajan de día y de noche. Conocen claramente la dirección en la que deben volar. Se orientan con las estrellas, el sol, el oído y la vista. La ciencia continua estudiando los elementos que se conjugan para hacer posible estas migraciones.

Se estima que cada año entre uno y dos millones de playeras se detienen en Panamá durante la migración. Cada día es más importante que las personas comunes y corrientes –no solo las organizaciones que promueven una relación equilibrada con el ambiente o los científicos– garanticen que las bandadas de playeras descansen, se alimenten y se preparen para continuar su viaje en condiciones adecuadas. Además, vale la pena disfrutar semejante espectáculo.

En el año 2003, Panamá logró la designación como sitio Ramsar (es el nombre de una ciudad en Irán en la que se acordó proteger los humedales) de más de 48 mil hectáreas en la bahía y el sector este de la provincia de Panamá. En estos manglares, en el lodo de estos bosques inundables y ciénagas, y en los fangales de las playas, las aves las playeras encuentran su alimento. El año pasado la Sociedad Audubon de Panamá promovió que los humedales de la Bahía de Panamá también se incluyeran en la prestigiosa Red Hemisférica de Reservas de Aves Playeras (RHRAP). Será la primera reserva de esta clase en Centroamérica. Tal compromiso significa que trabajaremos para ofrecer un lugar seguro y saludable a estas aves. De lo contrario, es posible que no puedan completar su viaje. De hecho hay cifras que indican que ha disminuido el número de viajeras en los últimos 25 años. La idea es que productores, entidades del Estado y las personas que viven en el lugar le vean sentido a cuidar los manglares o a tomar medidas para evitar la contaminación de estos lugares.

El placer de observar
Loyda Sánchez, de Audubon Panamá, explica algunas de las razones por las que el país se considera una especie de paraíso para quienes observan aves. Se han identificado algo más de 9,500 especies de aves en el planeta y existen listas de las aves que se pueden observar en cada lugar. Lo que llama la atención es que en el relativamente pequeño territorio de Panamá se pueden observar más o menos 965 especies. Es decir, casi el 10% de las que se han clasificado. Mientras que en el total del inmenso territorio de Norteamérica (Estados Unidos y Canadá) se pueden observar alrededor de 915 especies de aves. Además, se estima que más de 122 especies de estas aves se detienen en nuestro país en los viajes de migración.

En Panamá, cada vez más personas se interesan en ese rico mundo de la observación de aves. Camilo Montañez empezó a observar aves desde los 13 años. Fue a una charla de la sociedad Audubon y quedó “enganchado” (para usar uno de los términos de los observadores). Ahora, que anda por los veinte años, lo buscan por internet para que sirva como guía. “Al principio te parece que solo hay gallotes, talingos y palomitas. Pero cuando ves las listas de las aves de Panamá, se te abre un mundo. Puedes observar aves en tu calle, en el patio, en el barrio. Cuando te unes a un grupo de observadores, tienes muchas oportunidades de conocer tu país”.

Fotos: Cortesía de la Sociedad Audubon de Panamá.

Estos son algunos de los muchos enlaces, libros y organizaciones en donde se puede encontrar información sobre Panamá y las aves:

  • Sociedad Audubon de Panamá. Charlas, cursos de observación y giras para niños y adultos. Tel. 224-4740. audupan@cwpanama.net www.panamaaudubon.org
  • Las últimas observaciones de aves raras en Panamá: http://www.geocities.com/xenormis
  • Los sitios Ramsar de Panamá: www.ramsar.org/archives_trans_panama_bahia.htm
  • La migración de las playeras: www.manomet.org/WHSRN.htm

Libros:
Directorio de áreas importantes para aves en Panamá. George R. Angehr. Información detallada sobre los 88 sitios importantes para las aves en nuestro país. Ilustraciones y mapas.
¿Qué vuela ahí? – Una guía sencilla y bellamente ilustrada para “conocer, apreciar y proteger” las aves de la ciudad y la bahía-. Jorge Ventocilla.
Guía de las Aves de Panamá – Es la “Biblia” de los observadores de aves en el país-. Robert S. Ridgely y John A. Gwynne.

 

¡Ahí están!
Las condiciones atmosféricas más favorables para observar los “ríos de aves”, específicamente de gavilanes, se dan entre las 7:30 de la mañana y la 1 de la tarde. La altura de vuelo de los gavilanes oscila entre 375 y 2500 metros. La velocidad de vuelo varía entre los 25 y 50 kms. por hora y está determinada por las condiciones atmosféricas. Recuerde, entre marzo y abril, y luego entre octubre y noviembre, es la temporada ideal para verlos. ¿Dónde ubicarse? En casi cualquier lugar, pero algunos sitios recomendados son: el Cerro Ancón, el Parque Natural Metropolitano y la Ciudad del Saber.

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