Aprender a detenerse… Detenerse para aprender
“Aquello que hace arder una fogata es el espacio entre los leños, ese espacio para respirar. Demasiado de algo, así sea bueno –como muchos leños apretados unos contra de otros– puede extinguir las llamas casi tan rápidamente como lo haría un cubo de agua”. Judy Brown.
Hemos aprendido a tomarle el gusto al cuidado del cuerpo, pero no al del alma. Hacemos ejercicio y desarrollamos músculos que hace poco ni siquiera sabíamos que existían. Entrenamos, corremos, llevamos nuestro cuerpo al gimnasio, le damos vitaminas para que funcione en momentos difíciles o por el solo gusto de que se “vea bien”. Y nos encanta comprobar que nuestra calidad de vida mejora con ello.
Pero no sabemos cómo se ve un alma entrenada, ni cuáles son los “cuádriceps del corazón”. Porque el alma se educa en el detenerse, en el “crear un espacio” y mirar con atención. Andamos a mil por hora… vamos corriendo de un lado para otro: quince minutos para almorzar, tres minutos para ver cómo están las cosas en casa… Parece que nuestra cultura desprecia todo lo lento y aborrece la pausa, ese “espacio para respirar”, porque la interpreta como debilidad y desperdicio improductivo. Sin duda que aprender a detenerse puede ser una tarea difícil en estos días…
Quizás nos falta descubrir esos espacios de silencio donde alimentar, cuidar y entrenar el alma. Y es que la contemplación y la meditación pueden ser pequeñas pausas en el día y excelentes ejercicios para entrenar y “poner en condiciones” el alma, que mejoran nuestro estado de ánimo y nuestro rendimiento.
Afortunadamente, cada vez hay más ejemplos del uso creativo de la contemplación. Por ejemplo, Richard Brady enseña matemáticas y geometría en la escuela Sidwell Friends, en Washington, usando la “pedagogía contemplativa” y lleva un programa que mejora el rendimiento de sus alumnos de décimo grado. Con cada nueva lección, sus alumnos reflexionan en silencio sobre el material que han estudiado y qué les ha hecho pensar; escriben sus pensamientos en un diario y escuchan a los otros compañeros; entran callados a presentar sus exámenes concentrándose en su respiración, imaginando que les va bien y recordando otros exámenes que resolvieron satisfactoriamente. No es sorpresa que sus calificaciones estén muy por encima de los promedios de los estudiantes de otras escuelas.
La contemplación, ese acto de detenernos por un momento y atender con una conciencia libre de juicios, estando abierto a las cosas tal como ellas son, mejora el rendimiento laboral, el desarrollo del carácter y la capacidad creativa.
¿Qué podemos hacer nosotros para incorporar algunos beneficios de la contemplación?
1) Poner de moda el silencio en nuestra vida. Parar el bullicio –exterior e interior– por unos cinco minutos, un par de veces al día. Entrar en silencio profundo es, para el alma, como ir al gimnasio para el cuerpo.
2) Leer los momentos. Con ayuda o sin ayuda de textos sagrados, detenerse e intentar “leer” más allá de lo evidente que está ocurriendo, buscando un significado profundo en los eventos de nuestro diario vivir.
3) Cerrar los ojos y, por unos minutos, poner toda nuestra atención a la respiración para serenarnos en el medio de una jornada de trabajo –eso es meditar–.
4) Practicar la visualización creativa para traer a nuestra conciencia aquellas situaciones que deseamos realizar con todo nuestro corazón.
5) Practicar diferentes formas de oración y despertar el interés por los ejercicios del alma.
6) Escribir por unos minutos, simplemente con el objetivo de centrarnos y tomar conciencia de lo que ocurre dentro de nosotros en el momento presente.
7) Tratar de observar nuestros pensamientos como quien ve a unos objetos moverse afuera desde la ventana de un tren.
Ni frenética actividad, ni razonamiento profundo, ni lectura, ni cálculo matemático, ni aguda plática… Para llegar a las verdades más importantes y simples –aquellas que sustentan nuestras vidas en los momentos cruciales– quizás lo que necesitamos es, simplemente, paciencia, y pequeñas pausas de silencio para mantener en la mente aquello que necesitamos entender y conocer.