Aquello a lo que le pones atención crece
Hace años ya, en una sesión de psicoterapia, y gracias a un jovenangustiado pero enamorado, pude descubrir algo que he determinado en llamar la “ley de la atención”, y que se ha convertido en un componente clave de mi forma de entender la vida y de practicar mi oficio. Mi paciente era un joven de 26 años de edad, y estaba muy aprehensivo ante la inminente decisión de casarse. Me consultó y me dijo que amaba a su novia, pero que le molestaba mucho un defecto que ella tenía: su nariz.“Mi novia es muy narizona”, me comentó… Estaba obsesionado con eso. Le pregunté qué le gustaba de su novia y comenzó a narrarme todas las cualidades que ella tenía…: “Es dulce y tierna conmigo…, es inteligente, me gustan sus manos, su cuerpo, es estudiosa y ordenada, es sencilla, se lleva bien con mi mamá…”. La lista de cualidades era larga. Me quedé pensando y le dije que se fuera a su casa y que, por un par de semanas, intentara concentrarse en ponerle atención a todas esas cosas que le gustaban de su novia.
A las dos semanas, cuando le tocaba su cita, faltó. Al cabo de un mes, cuando lo llamamos, me contó muy alegre que ya tenía fecha para el matrimonio, y que no necesitaba venir más…; que se había dado cuenta de cuán especial era su novia, y que realmente no era tan narizona como él había pensado en un principio…
El poder de la atención es ilimitado. Basta con insistir –mental o abiertamente– en las características negativas de una persona para hacernos intolerable su compañía. La “ley de la atención” nos recuerda la importancia de poner acento en los rasgos positivos de las personas.
La tolerancia nos ayuda a reconocer en nuestros familiares y compañeros de trabajo, no sólo errores, sino también aciertos. Es esa combinación maravillosa la que hace de las personas que conocemos esa increíble combinación de luces y sombras.
Nos convertimos en lo que pensamos que somos por el poder de nuestra atención. Una autoestima alta se nutre de nuestra capacidad de ver lo positivo en los demás y –sin engañarnos– de ver lo bueno en nosotros mismos también. Si sólo ponemos atención a nuestros errores, en eso mismo nos vamos convirtiendo. De algún modo la depresión puede entenderse como un enfoque mental inconsciente en donde la persona exagera todo lo negativo de la realidad y excluye todo lo positivo.
En la película “Una Mente Maravillosa”, Russell Crowe encarna al profesor y Premio Nobel de Matemáticas, John Nash, quien sufría de una esquizofrenia paranoide y experimentaba alucinaciones persistentes. El diálogo final de la película describe, de manera precisa, la esencia de la administración de la atención. Cuando otro profesor le pregunta a Nash cómo había logrado eliminar de su mente esos persistentes pensamientos delirantes y las terribles alucinaciones auditivas, Nash se vuelve hacia su interlocutor y le dice: “No he logrado borrarlas de mi mente, es sólo que ahora he aprendido a no ponerles atención”.
Eso que llamamos “madurez” puede ser visto como el desarrollo de la capacidad de “administrar” nuestra atención de manera consciente y voluntaria, sabiendo mirar adentro de nosotros mismos con amor y compasión, y sabiendo mirar afuera con ternura y tolerancia. La “ley de la atención” nos recuerda lo importante que es reflexionar sobre la forma como nos vemos a nosotros mismos y cada una de las cosas y personas que nos rodean, y, cómo, finalmente, todo aquello a lo que le ponemos atención crece.