Cuerpo y Alma

Dra. Debora Arosemena Delvalle |

7 marzo, 2016

 No o moderación… carnes rojas y procesadas

BGweb_0024_42-77715051El 29 de octubre del 2015, la Organización Mundial de la Salud (OMS) a través de la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IRAC) presentó un informe estableciendo la relación entre el consumo de carnes rojas y procesadas con el cáncer.  Esta declaración fue el resultado de la evidencia científica recolectada en 700 estudios y analizada por 22 expertos de 10 países.

Antes de exponer la posición de la OMS sobre el tema, es importante definir carnes rojas como aquellas que provienen de la res, ternera, cerdo, cordero, caballo y cabra. Y carnes procesadas como aquellas carnes que en busca de un mejor sabor o una mayor conservación son transformadas con procesos tales como salar, curar, fermentar, ahumar y otros (por ejemplo, salchichas y embutidos o fiambres).

Esta no es la primera vez que la OMS se ha manifestado sobre el tema. En el 2002, aconsejaba moderar el consumo de carnes rojas y procesadas para reducir el riesgo de cáncer y de otras enfermedades crónicas relacionadas a las grasas saturadas y al colesterol.

La OMS decidió, con este informe del 2015, colocar a las carnes procesadas en la categoría 1ª, que indica suficiente evidencia, y a las carnes rojas en la categoría 2ª, que indica evidencia limitada en su relación al cáncer o carcinogénico. ¿Qué es carcinogénico? Es una sustancia que por inhalación, ingestión o penetración cutánea puede producir cáncer o aumentar su frecuencia.  En el caso de las carnes procesadas, la relación establecida es con el cáncer colorrectal.

La posición de los expertos en nutrición y salud pública sobre las carnes rojas, procesadas y las grasas saturadas se encuentran dentro de la definición de una dieta balanceada que sigue la pirámide de alimentos y cuya composición claramente establece que el 30% de las calorías deben venir de las grasas, pero solo el 10% de las calorías deben ser de grasas saturadas, carnes rojas y procesadas; un 10% debe venir de grasas monoinsaturadas, como el aceite de oliva; hasta 15% deben venir de proteínas (sobre todo pescados y aves);  y el 55%, de carbohidratos complejos, frutas, vegetales y granos. Para cumplir con esto, es importante respetar la base ancha de la pirámide que deben ser carbohidratos complejos y la punta de la pirámide corresponde a aquellos alimentos que debemos comer poco, como las grasas y productos animales.

BGweb_0025_42-74493117En la práctica de una dieta de 2000 calorías solo 200 calorías deben venir de ese tipo de alimentos. Lo difícil ha sido poner en práctica esta definición y moderación. ¿Por qué ha sido difícil? Las personas en busca de bajar de peso son capaces de hacer dietas que no siguen los lineamientos establecidos y que en muchos casos son dietas dañinas para la salud. Un ejemplo son las dietas hiperproteicas, donde el paciente elimina los carbohidratos complejos y los sustituye por proteína animal, generalmente a base de huevo, tocino, salchicha y carnes rojas.

Después de la declaración de la OMS, la misma institución y sus expertos aclararon que en ningún momento la recomendación es no comer carnes rojas y procesadas, sino que se debe moderar su consumo. En el caso de las carnes rojas, el artículo menciona los beneficios de la carne como su contenido de minerales tales como el hierro y el zinc y las vitaminas del complejo B.

Espero que esta columna sirva para transmitir lo que significa moderación.  En el caso de las carnes rojas, su consumo debe ser 100 gramos (4 oz.) tres veces por semana y, para las carnes procesadas, 51 gramos (2 oz.) dos veces por semana. Este nivel de consumo de carnes rojas y procesadas es seguro para la salud. Es el abuso de estos productos en cantidad, frecuencia y tiempo lo que hace que sean potencialmente carcinogénicos.

También deseo recordar a los lectores que los requerimientos y recomendaciones emitidas por los expertos de la OMS son producto de evidencia científica de muchos años que prueba una relación o una función de un nutriente; que se aplican a la mayoría de las personas, pero que toda ley tiene excepciones; que cada ser humano es diferente al otro por su carga genética, herencia, hábitos, condición física, enfermedades y medicamentos; y es por eso que siempre, frente a una duda, es aconsejable conversarla con su médico.

 Por: Dra. Debora Arosemena Delvalle
Médico con especialidad en Nutrición (Facultad de Medicina, Universidad de Panamá; Boston University; Tuffs University).
Maestría en Salud Pública.

Cómo crear buenos hábitos de estudio

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Con el nuevo año lectivo llegan también las inevitables pruebas académicas. Como padre, usted es instrumental para ayudar a su hijo a crear buenos hábitos de estudio. Más que el material por aprender, considere vital enseñarle correctamente el proceso de adquirir conocimientos, lo cual le acompañará durante toda la vida. A continuación, comparto algunos consejos básicos:

El evitar estudiar es la cosa más sencilla del mundo. Las distracciones pueden sucederse una tras otra… hasta que ¡zas! se acaba el tiempo de trabajo. Imponga reglas claras durante el tiempo de estudio: nada de celulares, computadoras, teles, etc.

Si las actividades extracurriculares afectan el rendimiento de su hijo porque no les dan tiempo para estudiar, tocará limitarlas.

Proporcione un ambiente cónsono de trabajo, con los útiles necesarios e iluminación y ventilación adecuadas. Nada de estudiar en camas y sofás, pues aumentan la distracción y causan somnolencia.

Especialmente con los pequeñines, supervíselos. A medida que crecen, crecerá también su autonomía.

Observe a su hijo para ayudarlo a aprender mejor. Si él tiene facilidad para “ver” las cosas, hacer cuadros sinópticos u otras herramientas visuales lo ayudarán;  si “escucha” mejor, es preferible que lea para aumentar la retentiva. Si “haciendo” le va bien, una actividad práctica lo ayudará a entender conceptos: por ejemplo, una manzana cortada en trozos enseña sobre las fracciones mejor que un problema escrito.

Explíquele la importancia de tomar apuntes claros en el salón de clase. ¿Cuánto tiempo pierden los chicos a los que les toca descifrar sus garabatos o corretear notas de sus compañeros?

El estudio debe comenzar entre treinta a noventa minutos después de una comida.

Ayúdelo a establecer prioridades en sus estudios. Si le va mal en matemáticas y bien en sociales, debe empezar por donde tiene tropiezos y dedicarle más tiempo a esa materia, más que empezar por el área en donde todo va bien.

Es vital no estudiar más de 30 a 40 minutos en un solo “ramplán”. La mayoría de los estudiantes retienen más al estudiar por periodos cortos con recesos entre ellos. Los recesos deben ser tomados a distancia del escritorio donde se estudia, y debe ser un tiempo para pensar en otras cosas que no tengan relación con el estudio.

Para ejercicios y exámenes largos o complejos, es preferible comenzar a estudiar por lo menos tres días antes. Con los días aumenta la retentiva y la comprensión, amén de la confianza en el dominio del material.

Uno de los métodos más efectivos para estudiar es el método SQ3R (un acrónimo que significa survey, question, read, recite, and review). Estas siglas en inglés representan en español el siguiente proceso:

  1. Haga un “vuelo de pájaro” al material, para obtener una visión general antes de estudiarlo en detalle. Usualmente se hace leyendo las notas y los textos que requieren estudio.
  2. Lea con cuidado. Esta segunda lectura debe ser pausada, entendiendo y “digiriendo” la información. Preste atención cuidando de las cosas que el maestro estableció como importantes.
  3. Luego, se hacen preguntas para entender el material, usando las palabras clave: qué, quién, cómo, cuándo, dónde y por qué.
  4. Recitar el material. Cualquier cosa que permita recordar con mayor facilidad vale, como hacer conexiones con la realidad, reescribirlo, cantarlo y hasta rimarlo.
  5. Repase… repase… repase. Media hora después de haber terminado de estudiar, repase el material nuevamente. Una hora más tarde, repita el proceso. Mientras espera el transporte el día del examen, repítalo de nuevo. Si lo puede recitar a un amigo en el recreo, hágalo. Cualquiera oportunidad para repetir la información le ayudará a conservarla en la memoria a largo plazo.

Si usted observa que un párrafo redactado no tiene sentido o un problema de práctica está mal hecho, oriente a su hijo a que revise la respuesta. Evite usar el “está mal, hazlo de nuevo” que deprime y limita las ganas de aprender.

Dormir lo suficiente es importante: el descanso nocturno es vital para asimilar lo aprendido durante el día.

Al momento de realizar la prueba, recuérdele tener los materiales necesarios a  mano, asegurarse de entender instrucciones antes de iniciar y cuidar el manejo del tiempo asignado.

Alabe el esfuerzo y la dedicación, aun si la nota no le acompaña.  A veces, a pesar de todas las buenas intenciones, se falla en obtener la nota deseada.  Apoye a su hijo: hágale saber que no es el fin del mundo y siempre habrá una nueva oportunidad.

Por: Wendy Tribaldos
Profesora de Historia y Ciencias Sociales.
Maestría en Administración y Liderazgo Educativo.

 

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