Disculpe, ¿es usted Donald Trump?

Eva Aguilar |

19 junio, 2005

Recibo una llamada. La voz al otro lado del auricular me anuncia que viene de visita. La noticia me produce alegría, aunque siempre ocurre que a una buena noticia sigue otra mala. “¿Cuánto tiempo te quedas?”, pregunto. “Seis días, ¿crees que será suficiente para conocer Nueva York?” La emoción se me cae al piso: “Por supuesto que no… pero lo podemos intentar. ¿Qué te interesa ver?” Y entonces viene la respuesta que más temo: “Todo”.

Ocurre que ante esa oferta descomunal de edificios emblemáticos, restaurantes, centros culturales, tiendas, avenidas y todo lo que uno ha visto en la televisión y en las películas de la Gran Manzana, no siempre el que viene por primera vez tiene muy claro lo que quiere hacer ni por donde empezar. Así es que me preparo: trazo rutas, saco libros, mapas y repaso lo que yo misma he aprendido.

En manos del visitante pongo dos cosas imprescindibles: la revista Time Out, la guía de entretenimiento más completa de Nueva York que le permitirá organizar el tiempo, y los mapas del metro y el autobús. Nueva York es una de las ciudades más caras del mundo por lo que los taxis están prohibidos para los que vienen con un presupuesto reducido; además de que es más fácil darse de bruces contra Woody Allen en cualquier esquina que encontrar un taxi que vaya vacío. El metro, por otra parte, forma parte de la vida de la ciudad, es su alma subterránea, y ningún turista debe perderse el espectáculo que ofrece el momento de espera en una estación: una arquitectura muy particular que se conserva desde hace un siglo, trabajos de artistas neoyorquinos adheridos a las paredes, espectáculos musicales, y, por supuesto, las ratas que corren por los rieles y las goteras que manchan las paredes. En los vagones de pasajeros el entretenimiento continua: allí se baila hip-hop, alguno lee la Biblia en voz muy alta o se escuchan rancheras interpretadas por mexicanos armados con guitarras y violines que mantienen perfectamente el equilibrio a pesar del movimiento del tren.

Además de dejar claras las opciones de transporte disponibles, me aseguro de que el visitante esté dispuesto a caminar. El metro es un espectáculo en sí mismo y el autobús es un forma barata y descansada de ir viendo la ciudad, pero Manhattan está hecha para recorrerla andando. Es toda una experiencia, por ejemplo, formar parte de los ríos de gente que, una detrás de la otra y sin que nadie se atreva a adelantar a los demás, se mueven un sábado por ese espacio luminoso que es Times Square. Ese día, toda la humanidad que vive y visita Nueva York se concentra allí y uno se siente vilmente empequeñecido al observar la altura y el tamaño de los carteles que anuncian las obras musicales de Broadway, mientras intenta no chocar con el que va adelante.

Un poco de lo mismo ocurre en la Quinta Avenida, aunque allí el espectáculo es distinto. Entre la calle 59, donde termina Central Park, y la calle 33, donde se encuentra el Empire State Building, están las grandes tiendas de diseñadores, Louis Vuitton, Prada, Cartier, Gucci, Versace. A lo mejor usted no puede comprar nada de lo que venden en esas tiendas, pero al menos podrá darse el lujo de caminar por una de las avenidas más “caras” del mundo.

Al pasear por la Quinta Avenida es imposible no prestar atención a la Catedral de San Patricio, el mejor ejemplo de cómo algunas estructuras de arquitectura clásica y muy definida se han quedado encerradas entre la modernidad de los rascacielos y el consumo febril.

Antes de ir a los lugares que son de visita obligada en Manhattan (el Empire State Building, la Gran Estación Central, la calle 42, la Estatua de la Libertad), suelo iniciar el recorrido turístico por el sur de la ciudad. Y es que en la punta sur de la isla se concentran muchas y diversas atracciones. Por el espacio vacío que dejaron las torres gemelas del World Trade Center paso rápidamente (en el 2006 ya se podrá ver la Torre de la Libertad), pero me detengo en la Capilla de St. Paul, que además de haber servido de lugar de consuelo para los familiares de las víctimas del 11 de septiembre, tiene un jardín muy bien cuidado con tumbas que llevan allí más de 200 años. Es otro ejemplo de algo muy viejo que todavía puede encontrarse en una ciudad que rinde culto a lo recién estrenado.

Si el tiempo lo permite (en invierno suele hacer demasiado frío) es recomendable conocer el puerto dando un paseo desde Battery Park hasta South Street Seaporth, y después subir por Wall Street hasta el edificio del Ayuntamiento. Desde allí puede verse el Puente de Brooklyn, un paseo que ningún turista debe perderse. La mejor opción para ahorrar energías es tomar el metro hasta Brooklyn y de allí caminar por el puente de vuelta a Manhattan. Una vez allí, siempre se emplea todo el tiempo del mundo en hacer fotografías y admirar los clásicos arcos cuadrados. Eso sí, hay que tener cuidado con los ciclistas y los patinadores.

Todo el que va a Nueva York debe pasar por Canal Street, la calle más concurrida de Chinatown y la antesala a los productos de imitación. El barrio chino es el sitio ideal para llevar de vuelta a casa recuerdos baratos, si nuestros nervios son capaces de resistir la aglomeración de gente que se forma en los pequeños puestos de venta.

A unos pasos de Chinatown se encuentra el Soho, un curioso barrio lleno de boutiques de ropa, tiendas con artículos curiosos y galerías de arte. El Soho todavía conserva edificios bajos en los que la gente vive en amplios lofts. Si ha hecho el recorrido caminando por el sur de Manhattan, tendrá que ser un atleta para poder seguir adelante a partir de aquí, así es que al terminar de ver el Soho está permitido encontrar un medio de transporte que lo lleve a su lugar de descanso hasta el día siguiente, o hasta la hora de cenar o salir a divertirse, si sus planes incluyen ir a ver un musical de Broadway y probar la inmensa variedad de comida de todas partes del mundo que ofrecen los restaurantes.

De oeste a este
Como está terminantemente prohibido irse de Nueva York sin haber caminado por Central Park, he desarrollado un truco para verlo en poco tiempo. El recorrido empieza en la calle 72, en el lado oeste del parque. Esto le dará la oportunidad de entrar a él enfrente del Dakota, el edifico donde vivió y fue asesinado John Lennon, y una vez dentro del parque, pasar por Strawberry Fields, un lugar de culto para los admiradores de Los Beatles. Atravesando el parque, se camina intentando mantener una línea recta hasta llegar a la fuente de Bethesda. Allí se encontrará ya en el lado este donde, entre las calles 72 y 75, está el Conservatory Water, un pequeño lago artificial en el que niños y adultos conducen barquitos a control remoto, y donde pueden verse las maravillosas estatuas de Alicia en el País de las Maravillas y Hans Christian Andersen con el patito feo.

Central Park es una atracción natural que cambia de color según la época del año: es blanco y gris en invierno, verde en primavera y verano, y se viste de amarillos y anaranjados en otoño. Tiene rincones escondidos de gran belleza y es el único espacio en el que los neoyorquinos encuentran un poco de paz y liberan las tensiones.

Si bien los museos son una parte esencial de la visita a Nueva York, recorrer en su totalidad alguno de los más grandes, como el Museo Americano de Historia Natural y el Metropolitan, le llevará un día completo. Sin duda son museos de visita obligada, pero si tiene poco tiempo para estar en la ciudad, es mejor escoger una o dos salas de cada uno y concentrarse en ellas.

Las personalidades, como los rascacielos, los teatros y los museos, también son parte del encanto de Nueva York, aunque verlas es una cuestión de suerte. Hay quienes, habiendo estado solo cuatro días en la ciudad, han tenido la fortuna de encontrarse a Yoko Ono y a Kofi Annan en una sola tarde. ¡Qué envidia! Yo ni siquiera he visto a Donald Trump. Y no es que tenga un particular interés en el multimillonario, pero por lo menos podría contárselo a mis amigos. Da que pensar: ¿tienen más anécdotas que contar quienes se sumergen en Nueva York durante poco tiempo que los que a veces preferimos ver la nieve desde la ventana? Es posible. Lo cierto es que, hasta el momento, de esos viajes cortos pero muy intensos nadie se ha quejado. Por el contrario, todos parecen dejar Manhattan absolutamente complacidos.

Fotos:
  • Manhattan y Broadway: Alan Schein /CORBIS.
  • Chinatown: Bob Krist /CORBIS
  • Central Park: Mark L. Stephenson /CORBIS
  • Metropolitan Opera House: Gail Mooney /CORBIS

 

Algunas recomendaciones…

  • Musicales de Broadway: “El Rey León” es todo un espectáculo, entretenida y con recursos sorprendentes. Se presenta en el Teatro New Amsterdam, ubicado en la calle 42. Por otra parte, el musical de moda es Wicked que narra la historia de las brujas de Oz y fue el ganador absoluto de los premios Tony en el 2004.
  • Centros culturales: El centro cultural por excelencia de Manhattan es el Lincoln Center Metropolitan Opera House. Allí se presentan espectáculos de ballet, danza moderna, ópera y conciertos. Cualquier evento, según su gusto, es bueno para conocer este lujoso teatro.
  • Cine: Lincoln Plaza Cinemas es un conjunto de salas pequeñas en las que podrá ver verdaderas joyas del cine internacional. Las películas italianas, francesas, españolas o indias casi nunca decepcionan y uno sale del cine con la sensación de haber visto arte cinematográfico. También está el cine París, ubicado a un costado del Hotel Plaza en la calle 58, donde se proyectan películas muy bien elegidas, casi nunca cine comercial.
  • Compras: En South Street Seaport o Muelle 17, al sur de Manhattan, hay un centro comercial lo suficientemente pequeño como para que las compras no resulten agobiantes. Allí se encuentran tiendas como GAP y Victoria´s Secret, además de boutiques de algunos diseñadores. Para grandes compras y a precios más económicos, siempre están Macy´s, Century 21 y Old Navy. También es recomendable visitar el nuevo Time Warner Center, que además de tiendas tiene un supermercado, cafeterías y hasta un bar de jazz.
  • Museos: El año pasado volvió a Manhattan, después de haber sido trasladado a Queens mientras se le hacían remodelaciones, el Modern Museum of Art (MoMA), un espectáculo de modernidad por donde se mire.
  • Restaurantes: La oferta es inabarcable; es posible que todos los días abra y cierre un restaurante en Manhattan. En el área del Village se encuentran restaurantes de todo tipo y muy acogedores. Si el hambre aparece mientras se encuentra por los teatros de Broadway y Times Square, acérquese a la Novena Avenida al área conocida como Clinton (antiguo Hell´s Kitchen) donde encontrará comida brasileña, mexicana, italiana y francesa, entre otros.
  • Paseos: Compañías turísticas ofrecen recorridos por la ciudad en autobuses abiertos. Los fanáticos de la serie de televisión Sex and the City pueden formar parte de un recorrido por los lugares que frecuentaban las protagonistas y donde se llevaron a cabo las filmaciones. Si su itinerario incluye la visita a la estatua de la Libertad y a Ellis Island, deberá tomar un transbordador (ferry), con lo que su cuota para ver el downtown de Manhattan desde la bahía quedará cubierta. Si por el contrario se conforma con ver la estatua desde lejos, tome el ferry a Staten Island. Sale uno cada muy poco tiempo y es gratis

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