Dos océanos, una experiencia inolvidable

Vanesa Restrepo de Rinkel |

18 febrero, 2022

Panamá se está convirtiendo en el hogar por excelencia de las competencias deportivas de océano a océano en la región. Son muchas las que ya se han realizado exitosamente, aumentando el interés y la demanda de más deportistas que desean vivir una experiencia inigualable.

Una cosa es cruzar el istmo en carro y otra muy distinta es hacerlo a pulso de océano a océano, y eso es precisamente lo que se proponen lograr las diversas competencias de alta intensidad que anualmente se dan cita en Panamá.

En Exclusiva les trae un vistazo de tres de las más reconocidas y desafiantes que se celebrarán este año y que, repletas de adrenalina y brío, los llevarán por sus increíbles rutas, a pedal, a pie o en cayuco, desde el inquietante sonido del disparo de salida en el Atlántico hasta la emoción y el regocijo de la línea de meta en el Pacífico.

Cruce del Istmo: Pedales de fuego

Desde hace cuatro años, cada octubre, cientos de ciclistas de diversas latitudes, aguardan con expectativa y camaradería el despertar del alba en el Atlántico panameño.

Es la señal que todos esperan para iniciar, desde Shelter Bay, el Cruce del Istmo, una de las travesías más duras del ciclismo de montaña o mountain bike (MTB) de la región, que consiste en llegar, a punta de pedal, en un mismo día y en el menor tiempo posible a Veracruz, en la costa pacífica.

El recorrido cubre 120 Kilómetros (lo que equivaldría a unos 220 kilómetros en bicicleta de ruta) colmados de praderas, sendas, riachuelos, caminos off-road cubiertos de lodo y constantes ascensos y descensos, bajo la lluvia del bosque tropical panameño, lo que hace de esta una singular carrera.

Andrés F. Montoya, cerebro detrás del Cruce del Istmo y uno de sus principales organizadores, cuenta que la idea nació con el objetivo de realizar un evento deportivo de talla internacional, que fuera exportable, que atrajera turistas a Panamá a través de una carrera de MTB y que, a su vez, involucrara a las diferentes comunidades locales que habitan a lo largo del trayecto, fin que se ha venido cumpliendo con creces: en 2019, los emberá fueron los encargados de diseñar y confeccionar artesanalmente los premios de los ganadores. Las comunidades han formado y seguirán formando parte del equipo de apoyo en diversos puntos estratégicos de la competencia y ya, para 2021, 200 de 370 participantes eran extranjeros.

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El trayecto es cronometrado y consta de dos etapas de terreno dificultoso. La primera, cubre 30 kilómetros desde Sherman hasta el corregimiento de Escobal, donde luego de más de una hora de intenso pedaleo los habitantes locales esperan a los ciclistas con un desayuno.

Luego, con las energías recargadas, los ciclistas comienzan la segunda parte desde Escobal, pero esta vez navegando el lago Gatún en cayucos piloteados por los pescadores de la comunidad hasta llegar a Lagarterita, una de las partes más enmarañadas de todo el recorrido que, según Montoya, “es duro, porque es una subida con mucho, mucho lodo”.

Pero la competencia continúa y aún les esperan múltiples obstáculos por vencer, como los complicados senderos de un solo carril que se encuentran a lo largo de varias quebradas antes de alcanzar el corregimiento de Las Mendozas, en el kilómetro 65, línea de meta para algunos y punto de descanso para los demás, donde almuerzan un sancocho preparado localmente mientras se preparan para la última etapa.

Otro de los tramos más arduos, tanto físico como mentalmente, son los últimos 30 kilómetros. “Viene el juego mental de lograrlo. Empieza la batalla interna, el cuerpo dice que no puede más y que hace mucho calor”, cuenta Montoya.

Finalmente, llegan a la meta y aquí, ni el cansancio, ni las piernas temblorosas, los músculos en fuego, el sudor a cántaros o el cuerpo enlodado, empañan la emoción de haber logrado la hazaña de cruzar el istmo de costa a costa en bicicleta de montaña.

Este año el evento se celebrará el domingo 16 de octubre con inscripciones abiertas para un máximo de 400 personas, cuyo único requisito es el de querer vivir una experiencia deportiva invaluable y enriquecedora que, de acuerdo con los testimonios de los mismos participantes, no solo cuenta con una impecable logística, sino que llena todas las expectativas.

El Reto del Indio: Una ultraexperiencia

Con los pies impacientes en un par de zapatillas y el corazón a mil comienzan los corredores el Reto del Indio, un ultramaratón de 100 y 160 kilómetros de océano a océano, que recorre paralelo al río Indio hasta su nacimiento. Y no es para menos. Esta carrera no solo cruza un país completo, sino también un continente.

José Ignacio (Iñaki) Lasa, ultracorredor de montaña, creador y director de la competencia, explica que un ultramaratón es una carrera de maratón de más de 42.2 kilómetros (distancia de un maratón completo), siendo las distancias más comunes 50 kilómetros, 50 millas, 100 kilómetros y 100 millas.

Este evento deportivo, organizado originalmente por Irving Bennet, comenzó como una travesía de dos días que se realizaba en bicicleta montañera, kayaks o caminando hasta salir a Colón.

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Como ultramaratón, nació sin fines de lucro el verano pasado durante la pandemia con alrededor de 100 personas bajo la batuta de la Fundación Puravoluntad que se dedica a promover una vida en balance y en contacto con la naturaleza.

Lasa nos anticipa que este año se celebrará del 12 al 13 de marzo y que será aún más grande y concurrido. “Ya está full con 206 corredores más pacers. Tenemos las distancias de 160 kilómetros, de océano a océano, siendo la 1era. carrera ultramaratón 100 millas (160 kilómetros) oficial como carrera en Panamá, la cual comienza un poco después de Salud, Colón, donde todos los corredores deben tocar nuestro Caribe y terminar en playa Blanca, con un máximo de 34 horas, tirándose al océano Pacífico”, explica.

Los participantes que deseen correr la distancia de 100 kilómetros deberán comenzar en la población de Tres Hermanas, Panamá Oeste, con un tiempo tope de 22 horas y acabar, igualmente, en el Pacífico. Ambas rutas pasarán por El Valle de Antón en su recorrido.

El evento ofrece 14 puntos de apoyo, organizados y asistidos por voluntarios de la Fundación Puravoluntad, de los cuales dos son estaciones grandes con comida, baños, sillas, ambulancia y otros servicios.

Asimismo, el Reto del Indio tiene muy presente involucrar a los moradores que viven a lo largo de la ruta del ultra, comprando café orgánico de sus agricultores.

Según Lasa, el número de corredores lo definen de acuerdo con las cantidades que consideren que pueden manejar de manera responsable. “Este año, por ejemplo, tenemos 65 inscritos para los 160 kilómetros, 85 para los 100 kilómetros y en la modalidad de equipo de 160 kilómetros (máximo tres por equipo), a 66 personas. Los corredores ultra solo pueden tener un pacer a partir de El Valle de Antón (una de las principales estaciones) que los pueden acompañar hasta la meta”.

Esta competencia de resistencia y velocidad, cuyo fin es llegar a la meta en el menor tiempo posible, no solo pone a prueba la capacidad física del participante, sino también la mental, ya que la mayoría del trayecto cubre trillos, gran cantidad de lomas y ondulaciones, que pese a estar pobladas de hermosas vistas, pueden llevarlos al límite de ambas capacidades si no se han preparado adecuadamente.

“Hay que estar muy preparado físicamente y se debe conocer muy bien el cuerpo. Uno pasa por todo en un ultramaratón tan largo: fatiga, cansancio, sueño, dolor…, pero es increíble si te das la oportunidad y te mantienes enfocado”, expresa Lasa.

Por esto, para poder calificar para los 160 kilómetros del Reto del Indio el corredor debe haber corrido antes un ultramaratón de mínimo 80 kilómetros.

Asimismo, los 160 kilómetros se pueden realizar en un equipo de máximo tres personas, donde el primer participante corre los primeros 60 kilómetros; el segundo, los siguientes 50 y el tercero, los últimos 50, aunque antes de emprender este trayecto a tres pares de piernas el equipo organizador del evento recomienda que cada corredor haya corrido un ultra de 50 kilómetros.

Pero esta competencia es más que correr y correr. Para muchos participantes, entre las remuneraciones más gratificantes que deja el Reto del Indio se encuentran las amistades hechas durante el entrenamiento, la belleza de los lugares que conocen mientras realizan el recorrido y la inmensa satisfacción de ser recibidos por amigos y familiares al llegar a la meta.

Incluso, tal como lo remarca Lasa, “esta experiencia de fortaleza mental queda para siempre y sirve para muchos aspectos de la vida”.

Regata Océano a Océano: Contra viento y marea

Desde siempre, el cayuco ha sido para las poblaciones indígenas panameñas el medio de transporte por excelencia, así como el principal instrumento utilizado para diversas actividades de subsistencia y fue precisamente de esta pequeña embarcación de madera que nació la Regata Océano a Océano en el Canal de Panamá.

Cuenta Iris Dickert, secretaria general de la junta directiva del Club de Remos de Balboa (CREBA), única organización deportiva sin fines de lucro dedicada a promover el deporte del remo en cayuco y a la conservación de la cuenca del Canal de Panamá, que “el Sr. Frank Townsend, trabajador de la Compañía del Canal de Panamá y líder de los Boys Scouts of America, tuvo la gran idea de llevar al grupo de jóvenes estadounidenses residentes de la Zona del Canal a la comunidad indígena Emberá a orillas del río Chagres, donde no solo aprendieron a manejar estos pesados ​​botes, sino también a competir con sus experimentados remadores en regatas informales hasta 1954 cuando se organizó la primera regata oficial del Atlántico al Pacífico”.

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Luego del cierre de las bases militares norteamericanas en territorio panameño y la consecuente salida de los Boy Scouts of America, quedó un espacio vacío en el liderazgo y organización de la regata, el cual fue llenado con la creación del Club de Remos de Balboa (CREBA) en el año 2000, con el fin de mantenerla viva.

Esta competencia extrema, donde la fuerza de los brazos juega un papel titánico mientras el equilibrio del cuerpo desafía el vaivén de las aguas canaleras, se celebra entre diciembre y marzo/abril según las efemérides y la tabla de mareas.

La larga y dificultosa carrera de 50 millas consta de tres etapas a lo largo de tres días y cuenta con el apoyo de la Autoridad del Canal de Panamá, ACP, gran guardián de las aguas del canal, escenario único de monumentales cargueros provenientes de diversos países, donde desde la distancia los cayucos semejan pequeños peces nadando rápidamente a lado y lado de gigantescas ballenas.

Su primera etapa inicia un viernes en Cristóbal, la entrada atlántica del Canal de Panamá, y es de unas 6.96 millas, para finalizar en el extremo norte de la esclusa de Gatún.

La segunda y más retadora de todas comienza un sábado, con los primeros rayos de sol, en el extremo sur de la esclusa de Gatún y recorre las 20,88 millas del lago Gatún antes de terminar en la boya 93, en Gamboa.

La tercera parte incluye tres mangas en las que los competidores deben salir del agua, ser trasladados y volver a entrar para continuar. La primera manga comienza en Gamboa y va desde la boya 87 hasta la 93; la segunda manga va desde la boya 93 y recorre el Corte Culebra hasta llegar a Las cruces (antes de las esclusas de Pedro Miguel), donde los cayucos son trasladados por vía terrestre hasta la compuerta este de Corozal para ingresar nuevamente al agua e iniciar la tercera y última manga de la carrera, que termina en la rampa pública de Diablo Point.

Son varios meses de intenso entrenamiento dentro y fuera del agua para poder medírsele a este fascinante, pero reñido recorrido, donde el carácter de los remadores y la sincronización del trabajo en equipo se somete a la máxima prueba de fuerza, resistencia y velocidad.

Contra viento y marea, los remadores alcanzan la meta, llegando extenuados, con brazos entumecidos y mojados de pies a cabeza, pero todo esto vale la pena, porque no cualquiera rema el único canal interoceánico del mundo. Este año se realizará el 8, 9 y 10 de abril y promete ser igual de emocionante.

Solo en Panamá

La gran acogida que han tenido estas competencias son el resultado de la visión, capacidad de convocatoria y profesionalismo de quienes han sabido aprovechar la privilegiada ubicación geográfica de Panamá, para poner las bondades de nuestro país en el mapa.

Porque además de acoger al canal más importante del planeta, Panamá es un lugar lleno de maravillosas aventuras y experiencias, de exuberante naturaleza y de gente pujante, amable y sana, quienes, a través del deporte, no solo unen a dos océanos, sino a diversas culturas y nacionalidades.

Edades y categorías para participar en estas competencias:

Cruce del Istmo

-1 Categoría Open masculino y femenino: de 16 a 39 años

-1 Categoría Elite masculina y femenina: casi profesionales

-3 Categorías Masters masculino y femenino: de 40 años en adelante

 El Reto del Indio

La edad mínima es 18 años y no hay edad máxima. Hay ultracorredores bien entrados en sus 80 años.

Regata Océano a Océano

Los participantes deben tener 14 años cumplidos o más y se categorizan de la siguiente forma:

-Categoría Juvenil Masculina, Femenina y Mixta: entre 14 y 21 años

-Categoría Abierta Masculina, Femenina y Mixta: más de 21 años

-Categoría Masters: más de 40 años de edad

Algunos requisitos para cada remador:

-Ser miembro activo del Club de Remos de Balboa (CREBA)

-Presentar certificado de buena salud física

-Haber tomado la clínica de seguridad

Créditos de fotos
Foto de portada: El Cruce del Istmo, cortesía de los organizadores
Cruce del Istmo: cortesía de Cruce del Istmo
El Reto del Indio: cortesía de El Reto del Indio
Regata de Océano a Oceáno: Dioselina Vigil y Mario Pineda

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