El “big brother” del reino marino

Vanesa Restrepo de Rinkel |

20 abril, 2018

La biotelemetría por satélite es uno de los instrumentos tecnológicos más avanzados que utiliza la ciencia hoy en día para darles seguimiento a diversas especies marinas. Algo así como si, constantemente, siguiéramos su Instagram o su Facebook para saber dónde están y ayudarles a evitar problemas.  

Seguramente alguna vez habrán sido testigos del hermoso avistamiento de ballenas que recibe nuestra costa pacífica cada año. El espectáculo es sin igual. Aquí vienen a aparearse y a dar a luz para luego continuar su camino. Pero ¿hacia dónde siguen exactamente y cómo es su larga y emocionante travesía? Esta interrogante y otras más se están volviendo parte del pasado gracias a la biotelemetría por satélite.

Con paciencia, destreza y precisión “marca” Héctor una ballena en el Archipiélago de las Perlas. Guzmán lleva unos 15 años marcando con transmisores satelitales diferentes especies de animales marinos.

Actuando como un auténtico “big brother”, la telemetría consiste en darle seguimiento a personas, animales u objetos usando una plataforma satelital. Tanto en nuestras aguas panameñas como a lo largo de toda la costa pacífica de América Latina se viene utilizando la “biotelemetría”. Tal como lo explica el ecólogo marino del Instituto Smithsonian de Panamá, Héctor Guzmán, “estamos trabajando con animales vivos” a los que se les colocan unos transmisores que envían la señal a un satélite que, a su vez, informa sobre sus movimientos y ubicación.

Esta ardua tarea de “marcar” animales y seguirlos paso a paso conlleva una gran logística que involucra mucha observación, maestría y, ante todo, paciencia. En ella, los científicos pueden pasar días en alta mar solo instalando transmisores a grandes y rebeldes especies, desafiando tanto la impredecibilidad de sus comportamientos, como la del medio que los rodea.

Guzmán lleva unos 15 años marcando con transmisores satelitales a diferentes especies de ballenas, como la jorobada y la azul, así como a tiburones y a tortugas. El tiburón ballena lo ha trabajado en México, en el lado del Pacífico de Panamá, y las tortugas tanto del lado del Pacífico como del Caribe panameño.

Igualmente, ha marcado cetáceos en México, Ecuador, las islas Galápagos y Chile, principalmente en el estrecho de Magallanes y la zona de Chiloé.

Suena sencillo, hasta que uno se pregunta cómo sería acercarse a uno de estos animales para colocarles un dispositivo en su cuerpo…

Pero ¿por qué es tan importante la biotelemetría satelital y qué información podemos obtener a través de este método investigativo? Según explica Guzmán, además de brindar la posición exacta del animal con coordenadas de latitud y longitud en todo momento, la biotelemetría satelital puede medir la profundidad y temperatura del agua, así como ubicar en dónde se mantiene más tiempo el animal. Esta información sirve para entender mejor el comportamiento migratorio de los animales locales o de distancia larga.

Sin embargo, para esto no solo se necesitan los transmisores básicos sino unos con sensores, los cuales involucran un costo mayor y los que muchas veces no pueden adquirir para sus proyectos investigativos por falta de financiación. “Cada transmisor cuesta unos tres mil dólares y si se quiere tener más data, son mil dólares más por animal, entonces dependiendo del proyecto y de los fondos disponibles, tenemos transmisores básicos o más avanzados”, explica Guzmán.

El reto es, pues, no solamente localizar y, físicamente, ponerles estos valiosos aparatos a los animales para conocer más sus comportamientos migratorios y trabajar en su protección sino, además, conseguir financiamiento tanto dentro como fuera de Panamá para continuar proyectos de esta envergadura de manera sostenible.

 Un desafío constante

El Laboratorio de Conservación Marina y Biotelemetría, ubicado en el Instituto Smithsonian de Panamá, ha logrado marcar casi 300 animales, no sin sus riesgos y tropiezos. “Estos animales se mueven mucho. Por ejemplo, cuando ellos brincan se les pueden caer los transmisores”, cuenta.

Otro obstáculo que ha tenido que enfrentar son las tortugas hembras, cuyos transmisores son dañados o aplastados cuando son apareadas por machos, durante sus miles de kilómetros de trayectoria. En otros casos, como el del tiburón ballena, el transmisor queda guindando.

Por esto, uno de los grandes retos de esta profesión es el anclaje, es decir, cómo adherir el transmisor al animal para que permanezca funcionando en óptimas condiciones.

Sin embargo, pese a todos estos desafíos, son muchos los animales que han transmitido por meses e incluso años, como es el caso de un tiburón ballena, cuyo transmisor le fue instalado en la isla Coiba.

Este gigante pez, que recorrió más de 20 mil kilómetros, llegó a la Fosa de las Marianas en el océano Pacífico occidental luego de transmitir por dos años y medio. Algunas tortugas también han sido seguidas por dos años.

Tristemente, una de las 25 ballenas que había marcado Guzmán en el estrecho de Magallanes fue atropellada por un barco, incidente que pudieron registrar gracias a la biotelemetría por satélite.

“Suerte para nosotros que pudimos documentarlo, pero una desgracia porque ocurrió, pero eso nos sirvió para acercarnos a las autoridades portuarias chilenas con las cuales estamos tratando de negociar algún tipo de reducción de velocidad en la época en que más ballenas hay”, afirma Guzmán.

Evitando colisiones

Precisamente, la marcación de estos animales marinos ha sido la base para evaluar colisiones con barcos, dando pie a la creación de normativas a nivel nacional e internacional basadas ciento por ciento en investigación científica.

“Lo que estamos haciendo es dirigiendo la investigación científica para mejorar la protección de las distintas especies en diferentes países”, apunta el ecólogo.

Pero, ¿se pueden reducir las colisiones de barcos? De acuerdo a Guzmán, la mayoría de las colisiones pasan desapercibidas. “Un barco tiene en promedio de 300 metros de largo y la ballena 15, lo que hace difícil un registro claro de ballenas colisionadas. En dos años y medio, nada más aquí en Panamá se registraron trece animales muertos y la mayoría de ellos eran producto de colisiones”, explica.

No obstante, gracias a su programa de biotelemetría por satélite se consiguió en 2014 que la Organización Marítima Internacional regulara el tránsito de nuestras aguas en el golfo de Panamá, creando una gran “avenida virtual” en donde los barcos entran y salen de manera ordenada a los puertos del Pacífico del istmo, reduciendo potencialmente las colisiones en más de un 90 a 92 por ciento.

Asimismo, se logró que se redujese la velocidad de los barcos entrando y saliendo los cuatro meses del año en que más ballenas hay (agosto a noviembre) a 4 nudos de velocidad en el Pacífico. Esta normativa internacional también fue avalada por la OMI y es obligatoria.

Luego de los exitosos resultados de su programa, el equipo de Guzmán comenzó a trabajar en otros países y el año pasado logró que se aceptara para Costa Rica otro mecanismo de ordenamiento marítimo.

Rastreando más especies

Desde el año pasado empezaron a marcar orcas, ya que esta especie es tanto depredadora de ballenas como de otros animales marinos, además de estar comenzando a tener un tipo de interacción con las pesquerías. “Se comen los pescados que están pegados en los anzuelos de los pescadores, volviéndose problemáticas en algunos lugares”, contó Guzmán, quien ya ha marcado dos en las islas Galápagos y una en Chile con el fin de entender mejor sus movimientos, ya que antes se creía que se mantenían más en las zonas muy templadas o frías y se ha comprobado lo contrario, encontrándolas por Coiba, Azuero e incluso las Perlas.

Asimismo, está por comenzar a marcar aves marinas como pelícanos, piqueros y fragatas. “Las aves marinas mueren por miles, pero nadie las está cuantificando y algunas de ellas están entrando en estado crítico, al igual que los tiburones y las ballenas, los cuales interactúan con la pesca industrial y artesanal, siendo víctimas de la pesca incidental o bycatch”, afirma.

Cuánta belleza guardan nuestros océanos, ricos en flora y fauna, reinos de los que aún, pese a los grandes avances de la biotelemetría por satélite, conocemos muy poco y de los que solo sabemos que debemos salvaguardar. Posiblemente el futuro de muchas especies dependa de qué tanto podamos continuar siendo su “big brother”.

 

Fotos cortesía de: Sean Mattson / Smithsonian
Fotos tiburón ballena cortesía de: Kevan Mantell

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