¿Estamos comiendo plástico?
La contaminación de nuestro medio ambiente es tan desmesurada que su flora y fauna están siendo desplazadas por basura a tal punto que, poco a poco y sin notarlo, estamos comenzando a ingerir de todo, menos comida.
Nos encontramos cada vez más cerca de saborear pequeños pedazos de plástico como parte de un delicioso platillo de salmón, pollo, carne o de una aparente ensalada fresca. ¿Exagero? No creo. Abra bien los ojos y mire a su alrededor, mire las noticias, las playas y los mares, y se dará cuenta de que a eso estamos llegando. Peor aún, nuestra generación alcanzó a gozar algo de lo que fue una gastronomía sana, pero no es el caso de nuestros hijos y nietos quienes están creciendo en medio de plásticos y químicos.
Casi el 50 por ciento del plástico que se produce en el planeta ha ido a parar a los vertederos, campos, ríos, al mar y, como consecuencia, a nuestras mesas. Sin pretender que estas líneas, que hoy preocupada escribo suenen a regaño o mala noticia, lo cierto es que con nuestro comportamiento irresponsable e indiferencia hacia nuestra tierra, en general, estamos haciéndonos daño a nosotros mismos y a todo lo que nos rodea. Nuestro propio invento nos está pasando factura y ya estamos empezando a pagar.
Polución plástica: nuestra nueva plaga

La acumulación de objetos plásticos ha ido aumentando aceleradamente en las últimas décadas
La polución plástica es la acumulación de objetos plásticos como botellas, carrizos y vasos de poliestireno expandido, entre otros, que afectan y contaminan a todos. Su producción ha ido aumentando aceleradamente en las últimas décadas por su alta durabilidad y funcionalidad, pero, sobre todo, por nuestra comodidad y desconocimiento sobre su estructura química, la cual la hace resistente a los procesos naturales de degradación, tardando unos 150 años o más.
Creo que todos hemos visto fotografías de tortugas comiendo bolsas de plástico, al caballito de mar sosteniendo un palillo para limpiar los oídos y a cientos de peces y aves muertas atrapadas por algún material de plástico o con él en sus estómagos.
Diariamente producimos y desechamos plástico sin importarnos que la mayoría termina en nuestros mares, tierra y aire. Más de 300 millones de toneladas métricas de plástico se producen anualmente alrededor del mundo, terminando la mayoría en los océanos. Además, se estima que el 80% de los microplásticos presentes en ellos se origina en ecosistemas terrestres como suelos agrícolas, actividades industriales, construcción, transporte y vertederos.
Según el grupo de defensa ambiental Ocean Conservancy, en más del 60 por ciento de las aves marinas y en casi el 100 por ciento de las especies de tortugas de mar ha sido encontrado plástico. Tanto es así que existe una isla en pleno océano Pacífico formada por residuos plásticos. La Gran Mancha de Basura del Pacífico, como se le conoce comúnmente, es casi dos veces el tamaño del estado de Texas y está generando gran preocupación.
Un estudio publicado en marzo de 2018 por la revista científica internacional Nature pone en evidencia la gran velocidad con que crece la enorme isla que flota entre Hawái y California. De acuerdo con la investigación, esta área de residuos, que se expande por 1,6 millones de Km2, contiene cerca de 80,000 toneladas de plástico. Esta cifra es 16 veces más alta de lo reportado en años anteriores.
Por otro lado, en el Atlántico también se viene detectando otra gran isla desde 1972. La Gran Mancha de Basura del Atlántico Norte, compuesta por desechos marinos que se encuentran flotando en el Giro del Atlántico Norte, registra unas 200,000 piezas de residuos por Km2.
Un equipo de la Institución Oceanográfica Woods Hole (WHOI) y la Universidad de Hawái localizaron en 2010 unas grandes concentraciones de plástico flotante en el oeste del océano Atlántico, consecuencia de la acción de las corrientes superficiales. Su estudio, publicado en la revista Science, se basó en el análisis de miles de pedazos de plástico, contados manualmente por estudiantes y recogidos mediante redes en más de 6,100 puntos, desde 1986 hasta 2008.
Por otro lado, hace tres años, científicos del Centro de Ciencias del Mar y del Medio Ambiente (MARE) descubrieron a lo largo de la costa de Madeira, una isla volcánica portuguesa, polietileno derretido incrustado en las rocas.
Pero, ¿cómo es que estos desechos plásticos pueden abrirse camino hasta nuestros platos de comida? La respuesta está en algo que casi ni se ve…
Partículas peligrosas
Alrededor del 60 por ciento de los plásticos producidos son menos densos que el agua salada y ya en el mar, la luz del sol, la variación de las temperaturas, las olas y la vida marina hacen que esos plásticos flotantes pierdan flotabilidad y se hundan o se rompan en micropartículas que nunca llegan a biodegradarse o a desaparecer por completo.
Estas peligrosas partículas no solo son tomadas por la flora y fauna hasta acumularse en la cadena alimenticia, sino que fácilmente absorben contaminantes del agua como los pesticidas. Especies marinas como los peces ingieren estas diminutas partículas tóxicas que, a su vez, nos las pasan cuando las consumimos.
Los primeros registros del impacto de los microplásticos en ecosistemas marinos datan de la década de 1970, pero según una reciente investigación(1), preparada por el grupo Dalberg, basada en un estudio contratado por World Wildlife Fund (WWF) y realizado por la Universidad de Newcastle, en Australia, la primera en combinar data de más de 50 estudios sobre nuestra ingesta de microplástico, indica que podemos estar consumiendo alrededor de dos mil pequeñas piezas de plástico cada semana, es decir, poco más de 250 gramos al año.
Pequeñas piezas de plástico degradado, fibra sintética y cuentas de plástico del tamaño de un grano de arroz pueden acumularse en la cadena alimenticia.
Entre algunos de los productos y alimentos en los que se han encontrado grandes cantidades de microplásticos se encuentran el agua, tanto de botella como del grifo, la sal, el azúcar, la cerveza, las latas de atún, los mariscos y la miel.
Esto confirma que no solo se almacena en nuestros océanos. También se han encontrado en ecosistemas acuáticos continentales como los ríos y lagos, el campo y el aire.
Contaminando nuestra salud
“Cada uno recoge lo que siembra”, dice el refrán. Llevamos años contaminando la tierra con plástico y ahora ella nos lo devuelve con la presencia de partículas de microplásticos en nuestras comidas. Ingerirlas puede dañar físicamente los órganos y filtrar peligrosos químicos que podrían llegar a comprometer nuestra función inmune y la de nuestro sistema reproductivo y, pese a que no nos sintamos mal en el momento, su ingesta podría afectar nuestra salud o la de nuestra descendencia a largo plazo.
A partir de 2013, por primera vez se indica su presencia en ecosistemas acuáticos continentales (ríos y lagos). Sin embargo, su efecto en suelos y ecosistemas terrestres ha sido ignorado, con apenas unas menciones en 2005. No fue hasta 2012 cuando el profesor Matthias Rillig, ecologista de la Freie Universitaet Berlin (Universidad Libre de Berlín), advirtió de la situación.
En su estudio, Rillig muestra cómo los microplásticos pueden afectar los organismos cuando se les altera su entorno. En él explica que una tierra cargada de microfibras de poliéster presenta más pelusa, retiene más humedad y parece afectar la actividad de los microbios, fundamentales en el ciclo de nutrición de la tierra.
Y, pese a que es un hallazgo relativamente nuevo, es uno que enciende alarmas, ya que la mayoría de los agricultores en el mundo utilizan lixiviados llenos de microfibra como fertilizante en sus cosechas, los cuales también parecen afectar el crecimiento de los cultivos. Rillig se encuentra evaluando esto.
Por otro lado, también se han encontrado en el intestino y en heces humanas, aunque este dato es aún muy prematuro y necesita mayor investigación.
Alerta roja
Estos descubrimientos nos sirven para entender el impacto que está teniendo el plástico en los seres humanos y es una llamada de alerta a los gobiernos que deben actuar ipso facto para combatir este flagelo.
Si bien es cierto que el reciclaje es una buena opción para disminuir la contaminación plástica, no es una medida suficiente. Aunque pueda sonar drástico o fuerte, tanto el consumo como la producción de plástico se debe reducir más temprano que tarde o, de lo contrario, el microplástico se considerará la parte más sana de nuestros platillos en un futuro cercano.
(1)No Plastic in Nature: Assesing Plastic Ingestion from Nature to People (No al plástico en la naturaleza: Evaluando la ingesta de plástico desde la naturaleza hasta las personas) es el nombre de la investigación realizada.
Fotos: Getty Images