Ética práctica

Luis H. Moreno Jr. |

18 junio, 2004

Mucho se ha hablado, se habla y seguirá hablándose del comportamiento del hombre con sus semejantes. Es de celebrar, por el aparente aumento en el urgente sentido de conciencia que esto representa, que el tema ocupe, gradualmente, mayor espacio en los medios de comunicación y en los foros de debate.

Existe confusión en los términos y conceptos que se usan para referirse al problema de la ausencia del buen comportamiento. Todos necesitamos mayor claridad en definiciones, enfoques, y aplicación práctica, para que el repudio a las acciones y actitudes aprovechadas, injustas, amorales, perjudiciales, arraigue en convicciones firmes y fructíferas.

Así pues, a pesar del reto que esta situación implica para quienes sienten la necesidad de contribuir al mejoramiento de la convivencia social, por la paz y respeto que ello conlleva, y el bienestar y calidad de vida que produce a todos, no es fácil abordar, ni exponer, ni discurrir acerca de estos asuntos, esotéricos para muchos, sin el dominio necesario. Quienes nos aventuramos por estos berenjenales, es porque estamos muy conscientes de la imperiosa necesidad de despertar, en la comunidad, el mayor interés y conciencia por la práctica sencilla y diaria, sin complicaciones ni complejidades etimológicas, conceptuales, ni semánticas, de la solidaridad, de la tolerancia, de la equidad y de la responsabilidad individual y colectiva, para procurar armonía y paz.

Ética y moral suelen confundirse e identificarse. Pero es preciso distinguir entre los términos para ubicar los procesos que los incuban. La moral, que viene de mores, hábitos, costumbres, han conformando, a través del tiempo, un pliego de valores universales auto impuesto por cada comunidad, una cultura, al inicio guiada y conservada por expresiones y modales religiosos. Desde Aristóteles se contrastaba esa virtud, o el principio o el valor moral, con la virtud o el principio o el valor intelectual, como más cerca este último de la ética, un acto de decisión personal frente a los dilemas que le presenta, a cada individuo, la noción básica del bien y el mal. De esta manera, la ética es el lado práctico de la moral. La moral se fundamenta en cierta clase de dogma; la ética presupone plena libertad y capacidad para decidir. Por lo que es, en el fondo de la conciencia de cada cual, donde se encuentran los elementos para no hacer a los demás lo que uno no quiere que le hagan a uno.

¿Y qué significan estos postulados? ¿Obediencia ciega o apego irreparable a credos o a supersticiones que rebasan la razón? ¿O la capacidad individual, que es inherente a la libertad, para decidir y responsabilizarse por lo que hace cada cual?

  • ¿Es ético el abogado que, para sacar provecho de su cliente, usa subterfugios procesales para demorar un pleito; o requiere de honorarios anticipados y desproporcionados, o interfiere para ganar una causa por prescripción legal?
  • ¿Es ético el banquero que condiciona a recompensas la prestación de sus servicios?
  • ¿Es ético el médico que, para medrar mejor, refiere su paciente en entidades oficiales a su clínica privada? ¿O recibe comisión por su referencia, a veces innecesaria, a otro colega, con reciprocidad?
  • ¿Es ético que un jubilado, aprovechando la ventanilla de servicio especial que le concede la ley, tramite recibos de pagos, escrituras, documentos de otros, a veces con indebida remuneración, como un servicio personal prestado, y en perjuicio de quienes se atienen a lo justo tramitando sólo lo propio?
  • ¿Es ético que un empleado, aumentando la carga de sus compañeros, justifique una ausencia inexcusable con un certificado médico comprado?
  • ¿Es ético que un profesor conceda créditos inmerecidos a cambio de favores?
  • ¿Es ético que un estudiante desaplicado aproveche el esfuerzo de uno dedicado, copiando sus pruebas o tareas?
  • ¿Es ético que un comerciante, conocedor de la inferior calidad o defectos de una mercancía, la venda con engaño o a un precio por encima de lo justo y razonable?
  • ¿Es ético que un funcionario desplace a un buen empleado por un pariente o partidario de inferior calificación?

La lista de situaciones anti éticas puede ser interminable y sorprendente para quienes deseen aplicar sus principios y valores. Y digo principios y valores, porque la mayor parte de esas fallas no violan leyes que traen consigo las sanciones penales o civiles inherentes. Así pues, cuando se habla de corrupción no necesariamente responde a falta de ética, sino a reales transgresiones contempladas en la ley, para cuyo cumplimiento no hay discreción de deliberación ni decisión, como en el terreno de los valores y principios, sino obligatoriedad incondicional.

Siempre he afirmado que la mejor forma de reclamar un derecho es cumpliendo, ante todo, con el deber. Entonces se logra la autoridad moral que da fundamento a la exigencia de la ética.

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