Islandia: una mirada a la cima del mundo
¿Si alguien te dijera que se puede cruzar la frontera entre América y Europa por tierra, lo creerías? No, ¿verdad? Sin embargo, te podría asombrar saber que sí se puede. En Islandia.[quote]Un rincón de la Tierra en donde la furia de sus volcanes abraza el sigilo de sus glaciares bajo largos días de verano y noches iluminadas por la aurora boreal en invierno; una cultura de tradiciones escandinavas, pero de estilo de vida americano. En definitiva, un país de contrastes. Así es Islandia.[/quote]
Esta isla europea situada al este de Groenlandia, en el océano Atlántico norte y al sur del círculo polar ártico, está posicionada literalmente sobre ambos continentes, más precisamente sobre las placas tectónicas norteamericana y euroasiática.
Pero esto es lo menos sorprendente. Existe un punto, justo en la mitad del país, en el Parque Nacional de Thingvellir –lugar de proclamación del cristianismo como religión oficial de Islandia y de la constitución del parlamento más antiguo de toda Europa–, en donde cada año se separan estas placas unos dos centímetros y, pese a que la separación ocurre en el fondo del mar, una de las grietas rocosas puede ser vista en la tierra.

Vista aérea de la dorsal mesoatlántica que separa las placas tectónicas norteamericana y euroasiática, en el Parque Nacional de Thingvellir, lugar de proclamación del cristianismo como religión oficial de Islandia y de la constitución del parlamento más antiguo de toda Europa.
Por esto, eventualmente Islandia será un país conformado por dos islas. De hecho, hay un puente, el “Leif, el afortunado”, en donde se puede atravesar dicha grieta a pie. Fue precisamente ahí en donde me dieron simbólicamente la bienvenida ambos continentes.
Siempre había soñado con ir a Islandia y por fin lo pude visitar el invierno pasado. Luego de tres horas de vuelo desde Copenhague, aterricé en el aeropuerto de Keflavik a unos 45 minutos de la capital. Lo que me recibió al llegar realmente me dejó boquiabierta. La carretera que conduce a Reikiavik está escoltada por un mar de lava seca y basalto formando una especie de paisaje lunar. Jamás he estado en la Luna, pero así me la imagino.
La mayor parte de la isla es tundra y casi la mitad de su área es de origen volcánico, ya que se ubica sobre una gigantesca caldera magmática. Sufre de cientos de sismos al año debido a su inusual ubicación sobre las placas tectónicas y cuenta con alrededor de 200 volcanes, de los cuales unos 30 están activos. Por eso no es de extrañar que sea el país más rico del mundo en fuentes y áreas geotérmicas.
Cada cinco años aproximadamente hace erupción un volcán islandés y, pese a que los locales están acostumbrados a convivir con la gran actividad volcánica de su país, su atención está puesta en ellos permanentemente. Durante mi visita, se esperaba que en cualquier momento hiciera erupción el volcán Bardarbunga.
Afortunadamente, la preocupación no era grande, puesto que confiaban en que no formaría una gran nube de cenizas que impidiera el tráfico aéreo europeo, como ocurrió en el 2010 con el volcán Eyjafjallajökull.
Por lo que cuento, pareciera el lugar más inhóspito del mundo para vivir –y puede que sí lo sea– pero es precisamente su ambiente misterioso e irreal lo que lo ha vuelto tan atractivo para los turistas de unos años para acá.
De hecho, los locales tendían a abandonar su país buscando tierras calientes y paisajes más amigables, pero hoy en día hay muchos que han preferido quedarse y mostrarle al mundo las atracciones de su hogar.
Entre la sorpresa de los géiseres y el sigilo de los glaciares

El silencio de la paz que emana de la imponencia y majestuosidad del glaciar Langjokull, el segundo más grande de Islandia, transporta tanto a visitantes como a locales a un mundo en donde el tiempo se detiene y en donde la tierra y el cielo se funden armoniosamente en un paisaje de libertad y supremacía divina.
Una buena opción para darse una idea general de lo que es Islandia es tomar el Golden Circle & Glacier Jeep Tour, o paseo glaciar en jeep, una verdadera aventura sobre ruedas en donde es requerido llevar un buen ajuar de esquí.
El 4×4 nos recogió al amanecer para empezar un recorrido de 10 horas haciendo una de sus primeras paradas en el área geotermal de Haukadalur, al este de Reikiavik, en donde el géiser Strokkur, el más fuerte de todos los géiseres de Islandia, dispara entre 4 y 8 minutos una cortina de agua y vapor de unos 30 metros (aproximadamente 10 pisos). Sus disparos han llegado hasta los 40 metros habiendo incluso alcanzado los 60 metros en 1815.
La zona evoca un lugar sagrado con sus fumarolas, piscinas de lodo y riachuelitos con temperaturas superiores a los 100 grados centígrados. Sin embargo, no sentí calor, pese a estar bien arropada, ya que la temperatura ambiente marcaba 5 grados centígrados.
De ahí seguimos nuestro camino hacia el este, en donde solo se podía apreciar una manta de escasa vegetación bordeada de grandes montañas nevadas. Nos fuimos adentrando en esa zona montañosa en donde el blanco infinito y las masas de hielo eterno son una constante. Motos de nieve se alcanzaban a divisar zigzagueando la nieve. El imponente glaciar Langjokull, el segundo más grande del país, nos esperaba paciente, pero la llegada a su tope solo se pudo lograr con la potencia del 4×4. No hay cabida para otro tipo de vehículo. Es un terreno muy hostil y de sumo cuidado.

Como una deforme y gigantesca estatua de hielo se aprecia la cascada Gullfoss en invierno, la más famosa del mundo y una de las más hermosas de Islandia.
Ya arriba, el paisaje me dejó sin palabras. Pensé que había tocado el cielo. Caminar sobre el glaciar y sentir su paz y silencio fue algo surreal.
Pero la travesía no terminó ahí. De regreso a la capital nos detuvimos en la cascada Gullfoss, la más famosa del mundo y una de las más hermosas de Islandia, la cual botaba poca agua, ya que estaba prácticamente congelada.
Su nombre, que significa “cascada dorada” debido al sedimento glacial de sus aguas provenientes del lago Langjokull, vuelve dorada la cascada debido a los rayos del sol.

Cada 5 minutos, aproximadamente, una cortina de agua y vapor de unos 30 metros de altura sale de la boca del géiser Strokkur, el más fuerte de todos los géiseres de Islandia.
Las enigmáticas luces del norte y la curativa laguna azul
A las 9:00 de la noche salimos de la capital hacia donde pudiéramos encontrarnos alejados de sus luces citadinas. Ya en las afueras, esperamos tres horas a que mágicamente apareciera uno de los fenómenos naturales más espectaculares del mundo, la aurora boreal: partículas de sol atrapadas por el campo magnético de la Tierra, las cuales solo se pueden presenciar en una noche despejada de invierno.
Lo anterior es una explicación científica aproximada. Sin embargo, para mí son unas impresionantes ondas de luminiscencia blanca y verde que bailan sutilmente en el cielo nocturno como cortinas de brillo celestial formando un arco gigantesco en el horizonte. Ver la aurora es un privilegio y apreciar su grandeza te hace sentir más cerca de Dios. No hay palabras para describirla a cabalidad, pero definitivamente es una de las cosas por presenciar antes de morir.
Otra experiencia interesante fue nuestra visita a la laguna azul, ubicada en un inmenso campo de lava en Grindavík, en la vía hacia el aeropuerto. Este cuerpo de aguas termales azul turquesa de 37 grados centígrados es único, ya que a diferencia de la mayoría de aguas geotermales compuestas solo por agua de lluvia, este está mayormente compuesto por agua de mar.
Además, es igualmente especial por sus propiedades curativas gracias al silicato y las algas que contiene, las cuales no solo destruyen las bacterias contaminantes que traen los bañistas, sino que también, según los dermatólogos islandeses, son excelentes para aquellos que sufren de psoriasis.
Reikiavik, capital sin pretensiones

Reikiavik es la pequeña y tranquila capital de Islandia, con casas de madera pintadas en fuertes y alegres colores. Su población es de unos 120,000 habitantes de gente cálida, trabajadora y consciente del medio ambiente.
La tierra de la cantante Björk es pequeña, pintoresca y pacífica. Situada al sur de la bahía Faxaflói, al sudoeste de Islandia, cuenta con poco más de 120,000 habitantes convirtiéndola en la ciudad más grande y poblada del país.
La mayoría de sus calles son angostas con construcciones de madera en colores vibrantes que transmiten un ambiente acogedor pese al frío invierno, época en que solo recibe cuatro horas de luz diarias.
Algo que me llamó la atención mientras caminaba por las callejuelas del centro es que no hay cadenas de tiendas de ropa y accesorios extranjeras, solo islandesas. Así es que, pese a sus elevados precios, fue un gusto apreciar su mano de obra, arte y confecciones. Su gente es amable aunque un poco reservada y todo, absolutamente todo, se puede pagar con tarjeta de débito o crédito.
Un viaje que repetir
Islandia es un destino realmente único. Sus paisajes diferentes, su clima, sus accidentes geográficos y su originalidad son algunas de las razones por las que cualquiera que haya ido decidiría regresar. Después de todo, es como salir de nuestro mundo sin hacerlo, una experiencia a todas luces inolvidable.
<b>DATOS PARA TENER EN CUENTA</b>
- Población: 330,000 habitantes
- Un dólar: 123 coronas islandesas (ISK)
- Tiempo de vuelo desde Nueva York: 5 horas y media
- Plato nacional: Tiburón, aunque se puede encontrar comida internacional en todas partes
- Se independizó de Dinamarca: En 1944
- Idioma: Islandés
Fotos:
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