Lo que escondía el Canal de Panamá
Excavaciones en la ampliación del Canal permiten que científicos de todo el mundo hagan descubrimientos impresionantes en lo que ha constituido una búsqueda fascinante con impacto global.
María Camila Vallejo no podrá olvidar jamás la mañana de trabajo de campo, cuando caminaba haciendo una inspección superfi cial en la formación Las Cascadas, expuesta por la excavación en el Canal, seguramente imaginando cómo sería el paisaje panameño hace 20 millones de años: pantanoso y poblado de islas donde los volcanes escupían lava y cenizas. Allí descubrió una mandíbula fósil miniatura, el primero de varios descubrimientos del día para el grupo de paleontólogos a cargo de los estudios. ”Me emocioné muchísimo porque esa fue la primera mandíbula que encontré“, escribió –en la página web del Museo de Historia Natural de Florida– María Camila, pasante del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales (STRI), entidad que bajo un contrato científico con la Autoridad del Canal de Panamá (ACP) realiza estudios en la ampliación para determinar la edad del istmo, definir mejor las formaciones geológicas y encontrar cómo varió la ecología a través del tiempo.
Los trabajos de ampliación del Canal de Panamá han permitido descubrir una gran cantidad de fósiles que nos hablan de la historia del nacimiento del istmo y de la flora y la fauna que lo poblaron hace millones de años.
Se trataba de una mandíbula de murciélago. Encontrar este tipo de fósiles pequeños, según los especialistas, es muy difícil. Pero lo más raro en el descubrimiento es que constituye el primer murciélago del pre-Pleistoceno encontrado en Panamá o en Centroamérica. ”Este fósil representa un murciélago bastante grande que probablemente era insectívoro“, afirmó Gary Morgan, curador de paleontología del Museo de Historia Natural y Ciencias de Nuevo México y especialista en murciélagos, roedores y otros pequeños mamíferos, quien se contagió de la emoción de María Camila, pues ella no solo encontró su primera mandíbula sino también el primer registro fósil de murciélago de toda la región.
Expertos de distintas nacionalidades trabajan desde hace cinco años en los afloramientos que dejaron expuestos los movimientos de tierra en las áreas atlántica y pacífica del Canal. Para algunos de los investigadores, esta fue la primera vez que tuvieron la suerte de encontrar un hueso o un fragmento de hueso que llevaba millones de años enterrado.
Según los expertos, aproximadamente un tercio de las especies actuales de murciélagos vive en Centro y Suramérica. Solo Panamá es hábitat de más de 100 especies de estos mamíferos; sin embargo, son muy escasos en el registro fósil.
Esa emoción se repetiría una y otra vez entre los científicos en cada uno de los momentos en que se hacía un nuevo hallazgo. Carlos Jaramillo, investigador del Smithsonian, describe la expansión del Canal de Panamá como ”el mejor regalo de Navidad para un paleontólogo“, según cita de Luz Helena Oviedo, estudiante de maestría. ”La expansión provee acceso a lugares nunca antes estudiados y que probablemente se quedarían sin explorar de no ser por esta megaconstrucción. Hace cinco años, la Autoridad del Canal de Panamá tuvo la visión de combinar ingeniería y ciencia a través de apoyo financiero y logístico, destinado al avance del conocimiento paleontológico del istmo“, afirma Luz Helena.
Y es en ese marco que científicos de varias nacionalidades, trabajando bajo la bandera de la ciencia, tuvieron su Navidad desde que, en 2007, empezó la ampliación del Canal de Panamá.
La recolección de fósiles se ha ejecutado con los más altos estándares. Especialistas en protección ambiental del Canal de Panamá, con personal de Grupo Unidos por el Canal, preparan el sitio para el rescate de un hallazgo paleontológico en la cámara baja de las nuevas esclusas del Atlántico.
Para el geólogo puertorriqueño Jorge Vélez-Juarbe, un importante descubrimiento recién publicado fue el de unos fósiles de cocodrilos encontrados en depósitos de hace 19 millones de años durante las excavaciones. Un estudio detallado determinó que representaban a dos especies distintas, ambas relacionadas a caimanes.
”Los caimanes hoy se encuentran en Sudamérica, pero los fósiles de Panamá son de los caimanes más antiguos, lo cual implica que este grupo se originó en esta región y luego se dispersó hacia abajo nadando a través del corredor marino centroamericano –los 400 kilómetros de océano que separaba Norteamérica de Colombia– , ya que para entonces el istmo todavía no existía“, relata Vélez-Juarbe, quien añade que esto es sorprendente porque los caimanes carecen de glándulas de sal que sí tienen otros grupos de cocodrilos que pueden nadar y vivir en ambientes marinos.
Otro experto, Jason Head, menciona que los fósiles de serpientes colectados proporcionan nuevos datos sobre el tiempo y la dirección de dispersiones de esta especie durante el Mioceno temprano. Las vértebras aisladas encontradas en las formaciones Las Cascadas y Cucaracha representan el registro más antiguo de boa fuera de Suramérica y demuestran su presencia en Centroamérica –16 millones de años antes de lo estimado a partir de los datos genéticos–. Esto indica que las serpientes se dispersaron por el corredor marítimo centroamericano, en lugar de emigrar a través de puentes de tierra contiguos. El registro fósil de serpientes difiere de los patrones de distribución de mamíferos y sugiere una historia más difusa en el intercambio de reptiles en América.
Mamíferos y otros grandes
Dos años después de encontrarlos, Jorge Vélez-Juarbe se aplicó a hacer una observación preliminar de los restos fósiles de un mamífero marino de hace unos 10 millones de años. Al parecer, se trata de un delfín de río y se espera que un examen cuidadoso de varias vértebras articuladas y costillas, y su comparación con otros fósiles, arrojen alguna luz sobre la evolución de esta especie así como el papel desempeñado por el cierre del corredor marítimo centroamericano en la biogeografía de los mamíferos marinos.
Cada muestra sustraída de los más de 150 millones de metros cúbicos de tierra excavados es evaluada, documentada y analizada para conocer su historial y dar luces en la investigación científica que se está llevando a cabo.
”Los mamíferos marinos atraen a personas de todas las edades“, dice Jorge. La larga historia evolutiva de las ballenas y los delfines, que abarca los últimos 50 millones de años, registra la transición de la tierra al mar realizada por esta especie. Odontocetos (cetáceos con dientes) es el nombre dado al grupo que incluye especies populares que viven en los océanos, como los delfines nariz de botella y los cachalotes.
La mandíbula de un pecarí o saíno, con una edad de más de 19 millones de años, es el primer registro fósil de esta especie encontrado en Panamá.
Sin embargo, algunos odontocetos –llamados delfines de río– viven en agua dulce. Estudiando sus antecedentes fósiles, se sabe que los actuales representan a un antiguo linaje de odontocetos marinos y que su traslado al agua dulce es un fenómeno geológico reciente. Fósiles de delfines de río se encuentran en depósitos marinos en la costa este de América del Norte y la costa oeste de América del Sur. Probablemente, el corredor marino centroamericano era el paso utilizado por estos y otros mamíferos marinos para pasar del Atlántico al Pacífico. Según Vélez-Juarbe, encontrar otros fósiles de este grupo puede ayudarnos a comprender cómo las especies de los lados opuestos de las Américas están relacionadas y a entender cuán reciente fue la transición de ambientes marinos a ambientes de agua dulce.
Carlos de Gracia, otro de los expertos, estudia faunas de peces fósiles. Sus descubrimientos más asombrosos hasta ahora son vértebras, mandíbulas y un par de esqueletos de cuatro peces marlín. Actualmente, los marlines no se encuentran en el Caribe, pero eran comunes en el Plioceno tardío en ese lado de Panamá y la causa de su extinción es aún un misterio. Carlos piensa que usaban el corredor marítimo centroamericano como ruta migratoria entre el Pacífico y el Caribe antes del cierre del istmo. Los marlines están entre los peces óseos más grandes y, debido a que la comida que necesitan no es abundante en mar abierto, tienen que viajar cientos de kilómetros buscándola al igual que áreas de reproducción. Tal vez los ecosistemas del Caribe en el Plioceno no eran lo suficientemente productivos para sostener poblaciones viables de marlín, piensan los expertos.
Aldo Rincón, estudiante de doctorado de la Universidad de Florida en Gainesville, que también encontró cocodrilos y caimanes, desenterró huesos de mandíbula y partes de dentaduras de una nueva especie de antracotérido. Un antracotérido es, según los expertos, un pariente de los hipopótamos parecido a un cerdo, y el hallado en Panamá es el espécimen de su clase encontrado más hacia el sur en el Nuevo Mundo.
Restos del dugong o especie de manatí, cuyo esqueleto con más de 20 millones de años es el fósil más completo que se ha encontrado hasta ahora en Panamá.
El equipo de Aldo dedujo la identidad del antracotérido juvenil por la forma de sus dientes y mandíbula. La relativa poca cantidad de especímenes de museo colectados hasta el momento sugiere que estos se originaron en Asia hace 50 millones de años y cruzaron el antiguo puente terrestre hacia áfrica y América del Norte. Comúnmente eran de los primeros animales que colonizaban nuevas áreas, pero ningún espécimen se ha encontrado en estratos posteriores, llevando a los investigadores a concluir que se extinguieron en América del Norte en el Mioceno medio, hace 18 millones de años.
Casi en la misma época –19.5 millones de años atrás– vivió en los bosques y sabanas de la región el pecarí (Cynorca occidentale), antecesor del saíno o puerco de monte, según consta por el primer registro fósil descubierto en Panamá. Es un miembro primitivo del linaje que dio origen a los pecaríes modernos, más pequeño que los actuales y se derivó de los pecaríes de Norteamérica, de acuerdo con Carlos Jaramillo, uno de los científicos del Smithsonian.
Jaramillo también menciona a otro esqueleto más completo de un mamífero jamás encontrado en el Caribe. Se trata del dugong, una especie de manatí, que solo se halla en el Pacífico occidental y en el índico hoy en día. Esta especie, que vivió entre 30 y 4 millones de años atrás, aún no tiene nombre científico, medía un poco más de 2.5 metros de largo y se alimentaba de pastos marinos en aguas de poca profundidad. Estos antepasados de los manatíes tenían colmillos muy fuertes y largos que les servían para cavar el fondo y cortar el pasto marino. El esqueleto encontrado es probablemente de un individuo joven, de apenas cinco o seis años de edad.
También camellos en miniatura habitaron alguna vez lo que hoy es el área del Canal de Panamá. Veinte millones de años más tarde, el mismo Aldo Rincón se tropezó con sus restos. Caminando por la hierba y al ser sorprendido por una serpiente, rodó cuesta abajo y encontró fósiles de los primeros camellos conocidos de esta zona. Rincón desenterró los restos de dos nuevas especies y es probable que se trate de antepasados de las llamas de hoy, siendo los más pequeños y más antiguos de esa subfamilia.
Los 152 millones de metros cúbicos de tierra excavados para la ampliación del Canal de Panamá representaron una oportunidad de oro para geólogos y paleontólogos en su misión de entender los acontecimientos que cambiaron la Tierra. El proyecto permitió enriquecer el conocimiento científico con el hallazgo de más de 6,000 muestras fósiles y 10 especies desconocidas hasta ahora.
Darma L. Zambrana es periodista, miembro de la Asociación Panameña de Prensa Turística-APPTUR, de la Federación Mundial de Periodistas y Escritores de Turismo-FIJET y del Fórum de Periodistas por las libertades de Expresión e Información.
Fotos:
Canal de Panamá
Jorge Velez-Juarbe, STRI
STRI