Lo que todo hijo debe saber ya sobre neurociencias y era digital

Alicia Rego Otero |

17 mayo, 2019

Sobre la importancia de controlar el consumo digital para que no afecte a nuestros hijos, diversos especialistas en el tema nos hablan con sinceridad e información valiosa.

 ¿Estás cansado de que tus hijos no suelten el celular? ¿Peleas con tu adolescente porque se la pasa enchufado al PlayStation? ¿Estás agotado de pelear con ellos por temas relacionados con el abuso del internet y, aún así, las discusiones caen en saco roto?

Quizás tus mensajes y consejos como progenitor no les están llegando. No es tan difícil de entender. A la mayoría de los jóvenes les entra por un oído y les sale por el otro lo que sus papás les dicen. Aparte de que les cansan los sermones, buscan romper con el sistema e independizarse de papá y mamá (algo bueno para su psique). Papá y mamá que –según ellos– están exagerando y no los entienden. A fin de cuentas, no han nacido en esta nueva era tecnológica, una era en la que lo digital y cibernético han venido para quedarse.

Y, aparte de desfasados, los mismos padres son cuestionados por sus retoños. Cómo y por qué usar menos el celular, por ejemplo –se preguntan muchos chicos– si ellos no lo hacen.

En todo caso –y sin aras de justificar a nadie– el cerebro de un chiquillo (a diferencia de lo que se espera en un adulto) aún no está maduro. Todavía tiene que recorrer mucho camino neurológicamente hablando. Amén de todo lo frágil que pueda estar un adolescente cuya personalidad y autoestima están en proceso de formación. Y por mucho que se diga que “todo el mundo” está en lo mismo (videojuegos, chats, redes sociales, celular), la preocupación de los progenitores es tan válida como los datos objetivos que están ya sobre el tapete. Según un estudio reciente realizado a población española y elaborado por la FAD (Fundación de Ayuda contra la Drogadicción), el 90 por ciento de los adolescentes (de 14 a 16 años) dispone de dos a cinco dispositivos digitales personales y el 83 por ciento reconoce un uso muy habitual del móvil. Nada esperanzador si también se toma en cuenta que 21 por ciento de los 17 millones de jóvenes de diez a veinticinco años (unos 85,000) tienen trastornos de comportamiento por culpa de las pantallas.

“¿Y qué hacer entonces?”–, me preguntaron varios papás conscientes de esta realidad, pero frustrados de que a sus hijos les tenga sin cuidado cualquier advertencia que venga de ellos. –“Demos paso a las neurociencias”–, les contesté. Que sean los expertos en este campo los que de primera mano les pasen la información a la que sí puedan darle credibilidad (viene de afuera y es objetiva) y los proteja.

Lo bueno es que no hay que buscar profetas afuera del país. En Panamá contamos con neuropsicólogos como mi colega y amiga la doctora Emelyn Sánchez (directora de la Clínica Neuropsicológica de Panamá y asesora del Instituto Internacional de Neurociencias Panamá), que lleva tiempo en una campaña que ha denominado “neuroevangelización”. Dictando conferencias intenta –con datos crudos emanados de la ciencia– concienciar a los padres. De hecho, la última vez que la vi fue en una que organizó en un colegio. Estuvo francamente buena y de la propia audiencia nació casi al unísono una petición: los mismos hijos deben saber YA sobre las alertas. Y ella, mujer activa y dispuesta a ir donde haga falta, ha empezado una nueva cruzada esta vez con los chicos. Gustosa, además, me concedió una entrevista.

–¿Emelyn, cómo les explicarías a los jóvenes qué abarca el estudio de las neurociencias y cómo estas podrían ayudarlos?
El estudio compete al órgano del cerebro. Así como los neumólogos estudian los pulmones y los urólogos el aparato urinario, los neurocientíficos estudiamos el cerebro, el órgano que nos hace ser humanos. A algunos chicos ese campo alejado de la fenomenología– les parece interesante porque les aporta datos que pueden contrastar. Hay muchas campañas que promueven cuidar el cuerpo. Las neurociencias están emergiendo con un mensaje muy claro: al cerebro también hay que tratarlo bien, desde que se es joven, además.

–Con todo lo que has leído y las cifras que manejas, supongo que estás preocupada por los nuevos cambios que se avecinan en el cerebro de los menores si continúa el abuso de la exposición a las pantallas. ¿Cuál de ellos es el que más te asusta?
De todas las cifras que hemos estado manejando en el instituto, la que más nos hace saltar las alarmas es que los bebés están dejando de mirar el rostro humano y con esto pierden la habilidad de producir el lenguaje. Estas dos habilidades (la de mirarnos a los ojos y comunicarnos verbalmente) son las que nos permiten ir aprendiendo a ser mejores seres. En contrapartida, los niños pequeños se están atrasando de forma significativa en el habla. Y en los niños mayores y los adolescentes nos preocupa la dificultad con el manejo de los tiempos de reacción y la impulsividad. Les está costando mucho autocontrolarse.

–Ahora que hablas de autocontrol, me viene a la mente lo enganchados que están los chicos a la tecnología. De hecho, la Organización Mundial de la Salud el año pasado se pronunció de forma muy enfática llegando a hablar de los “trastornos por videojuegos” como un tema de salud pública y muchos psiquiatras hablan también de las redes en términos de adicción. ¿Cómo explicarle esto a un adolescente?
Deben entender, sin duda, cómo funciona el sistema de recompensa del cerebro que es común a todos los seres humanos. Este está mediado por la dopamina (un neurotransmisor). Cada vez que tenemos conductas placenteras que producen gratificación este químico inunda áreas del cerebro y provoca un aprendizaje rápido y el cerebro quiere seguir repitiendo la actividad que le generó placer. El reforzamiento inmediato de los videojuegos a través de `coins´, vidas, puntos, armas o cosas que te van dando a medida que ganas es muy poderoso. Y en las redes, la aprobación a través de “likes” o vistas hace que también se genere dopamina porque la pertenencia y el reconocimiento social es muy importante para muchos. Las adicciones, en general, responden a este sistema.          
–A tu consulta –como a la mía– llegan niños con cuadros de irritabilidad, pobre control de impulsos, inquietud en el salón de clases y hasta con síntomas depresivos derivados con el abuso de los videojuegos y las redes sociales. ¿Qué recomendación les das que consideras efectiva?
Nosotros estamos usando como norma en el Centro (en el que trabajamos con las psicólogas, las neuropediatras y las terapistas) una dieta tecnológica. Dependiendo del cuadro del niño o motivo de consulta se le indica limitar las horas de exposición a las pantallas (máximo dos al día). Lo ideal sería que no hiciera uso de la tecnología hasta que su cuadro estuviera en franca mejoría. Con respecto a los más grandes, los padres deben estar más presentes. Deben ser supervisados en su tiempo de ocio para que lo dediquen a actividades placenteras que los ayuden a fluir. Para ellos sería más enriquecedor moverse en un estado que les depare momentos felices. Los “hobbies”, la música, los deportes, el arte o las actividades extracurriculares que los apasionan llevan a eso. Cuando el progenitor está presente se dan más actividades “off line” y esto al adolescente lo ayuda en su autocontrol.

También que lean. Cuanto más, mejor. Hay estudios (como uno que revisé hace poco auspiciado por el Cincinnnati Children´s Hospital) que estipulan que a diferencia de lo que propicia el tiempo con las pantallas, el dedicado a la lectura se relaciona con alta conectividad entre las áreas del cerebro relacionadas con el lenguaje y regiones del campo visual y el control cognitivo.

–Los especialistas en el campo de la conducta humana dicen que el miedo es una de las emociones que, para bien o para mal, más nos impulsa a actuar. ¿Es hora de que los chicos sientan temor de lo que les puede pasar si siguen todo el día pegados al celular?
El miedo es una emoción básica que nos permite atacar o huir, pero no nos invita a hacer cambios a nivel de aprendizaje. Creo que no es el momento de hablar de miedo, pero sí de información objetiva. Por más cruda que sea. Al igual que lo hacemos con el tema del azúcar, las grasas, qué daños producen el alcohol y la nicotina, es momento de que nuestros hijos estén informados de lo que consumen al usar la tecnología. De lo que les está pasando a nivel cerebral. Deben saber (entre muchas otras cosas) que la luz blanca de las pantallas lesiona las células de la retina, que ver mucha televisión inhibe el pensamiento lógico abstracto (tan importante para las matemáticas), que el uso de videojuegos está relacionado con la calidad del sueño, que la hormona del crecimiento (producida mientras duermen) necesita de un descanso reparador o en los mayoresque el consumo recurrente de la pornografía está asociado a disfunción eréctil. Chicos informados acerca de lo que les sucede cuando usan el celular, los videojuegos, cuando navegan por internet… Esa es la consigna. Porque cuidando su cerebro, cuidarán su ser.

 

 

Fotos: Getty Images 

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