Mitos sobre los recién nacidos
Los países latinoamericanos, incluyendo a Panamá, tenemos una rica variedad de tradiciones y leyendas. Las embarazadas y, en particular, los recién nacidos, son blanco de muchas de estas creencias populares o mitos, la mayoría inofensivos. Veamos algunos:
No existe el famoso ”sereno“ o viento gélido del norte que se introduce por la ”mollerita“ o fontanela anterior del cráneo del recién nacido y que le causa pujo. Aunque vemos a los nenes con sus cabecitas cubiertas, incluso en noches calurosas, no hay tal sereno y no hay nada místico con las molleras. El mismo ”pujo“, que es el intento de aumentar la presión intraabdominal acompañado de un singular quejido, tampoco es una enfermedad y no requiere de prevención ni tratamiento.
El ombligo del recién nacido no requiere de fajas, monedas o botones para que cicatrice adecuadamente. Las hernias umbilicales son frecuentes, inofensivas y la mayoría cierran solas antes del año de vida. No tienen ninguna relación con el llanto del bebé ni con el pujo, aparte de hacerse más visibles cuando esto sucede.
Los gases no son culpables de todo; en realidad, no causan mayor problema. No todos los niños degluten aire, ni lo hacen en igual cantidad. Los médicos jamás catalogamos a los niños en ”buenos o malos sacadores de gases“, como popularmente les dicen las nanas. No hay que aporrearlos por horas hasta que eructen el místico gas que, aparte de darles sensación de plenitud, en circunstancias normales no da dolor. Si hay flatulencia es, hasta cierto punto, normal.
La leche materna no se agria ni se daña porque la madre tuvo un disgusto. Tampoco transmite resfriados sino anticuerpos para combatirlos. Además, es completamente falso que una madre que come brócoli o menestras le pase el ”gas“ a su hijo. Esto es fisiológicamente imposible.
No es cierto que sean ciegos a los colores. Los ojos de los recién nacidos tienen capacidad de ver desde que nacen, aunque los bebés tienen predilección por contrastes como negro con blanco. No pueden enfocar bien y la inmadurez de los músculos extraoculares los hace parecer bizcos en ocasiones. Esto usualmente va mejorando al pasar las semanas, pero si es muy frecuente o persiste al madurar el niño podría ser patológico.
El hipo no es malo, es una condición normal y frecuente en el recién nacido. Les da en el útero materno antes de nacer y sigue varias veces al día durante los primeros meses. No es enfermedad, por lo tanto no hay que darle tratamiento. Algodones húmedos en la frente, fósforos detrás de la oreja, agua o sustos son solo remedios caseros con poca o ninguna base científica.
El ”muermo“ no requiere tratamiento pues es un sonido característico de los recién nacidos cuando tienen secreciones nasofaríngeas. En principio es algo normal, el sonido lo causan las secreciones al moverse de arriba abajo durante la respiración. únicamente requiere tratamiento si el bebé está muy congestionado, en cuyo caso se aplican gotas de solución salina y se trata de aspirar con un aspirador nasal. En alguna ocasión esto se puede exacerbar por algún resfriado o alergias causando que las secreciones y el ruido se intensifiquen.
Es completamente falso que los bebés tengan que evacuar todos los días o de lo contrario se ”intoxican“. Tampoco es cierto que las heces aguadas representen algún problema, esa es la consistencia usual, sobre todo si son amamantados. El color de las heces es muy variado, desde chocolate oscuro hasta amarillo mostaza. La creencia popular de que el color verde de las evacuaciones es sugestivo de alguna enfermedad es solo otro mito carente de cualquier fundamento.
Para finalizar, cabe mencionar que una costumbre frecuente en nuestro medio es vestir a los recién nacidos aunque sea parcialmente de rojo, o en su defecto colocar un hilo rojo alrededor de alguna extremidad. La intención de proteger a los infantes del ”mal de ojo“ es una creencia que tiene origen en la cábala llevada al extremo y, por supuesto, sin ninguna base científica.
No crea todo lo que le digan, más bien disfrute de su recién nacido sin hacerle caso a preocupaciones y creencias infundadas.