Saint-Emilion, la colina de los mil vinos

Mónica Guardia |

22 diciembre, 2005

Es un sitio muy pintoresco, con paisajes milenarios y un sabor especial… Descubrirlo es una experiencia inolvidable para quienes gustan de los placeres sencillos pero exquisitos de la vida.

A menos de una hora de la ciudad de Burdeos y a cuatro de la frontera española, en el corazón de la zona de producción vinícola de Francia, se encuentra el poblado de Saint-Emilion. Su clima, cálido y fresco, y sus apacibles paisajes, han enamorado a los visitantes desde los tiempos romanos.

Fueron los antiguos conquistadores de la península itálica quienes introdujeron la viticultura en esta región del sureste de Francia, conocida como Aquitania. Con el tiempo, dadas las excelentes condiciones del terreno para el cultivo de la uva, los habitantes de Saint-Emilion acogieron la producción de vinos como una de sus principales actividades económicas.

En el año 1999, por considerarlo “un ejemplo extraordinario de un paisaje que ha sobrevivido intacto, manteniendo su actividad hasta el día de hoy”, la jurisdicción de Saint-Emilion fue declarada por la UNESCO “patrimonio de la humanidad”, pasando a formar parte del selecto grupo de 754 sitios del mundo así distinguidos (uno de los 27 en Francia).

La atracción de los vinos franceses
No podríamos hablar de Saint-Emilion sin hacer referencia al historial vinícola de Francia. A diferencia de los vinos provenientes de otras partes del mundo, que se mercadean de acuerdo a su cepa, los vinos franceses se clasifican mediante un complejo sistema de denominaciones de origen, que los distingue por la localización de sus viñedos, región y marcas.

En la actualidad, millones de visitantes acuden a la región de Burdeos cada año, muchos de ellos buscando la experiencia de degustar sus bien cotizados vinos. Entre las principales denominaciones de origen de esta región figuran Médoc, Margaux, Pescac-Léognan, Graves, Saint Esthépe, Pomerol, Sauternes y, por supuesto, Saint-Emilion.

Saint-Emilion es una jurisdicción de tamaño grande, que reúne nueve comunidades. Sus vinos son en su mayoría producidos en pequeñas bodegas de propiedad familiar, embotellados en este mismo lugar y sometidos a rigurosas pruebas para asegurar su calidad. La aprobación por un cuerpo de expertos independientes es obligatoria. Sin embargo, estas pruebas han sido el sello de Saint-Emilion desde 1948. Algunos de los vinos (Saint-Emilion Grand Cru, los de mayor calidad) son sometidos a dos pruebas. La primera se realiza un año después de la cosecha y tiene como propósito evaluar la capacidad de envejecimiento del vino. Al año siguiente, los que han pasado por la primera prueba son sometidos a un procedimiento de aprobación general.

Como la mayoría de los vinos franceses, los de Saint-Emilion mezclan diferentes tipos de uva. En estos predomina el merlot, acompañado del cabernet franc y cabernet sauvignon. Son vinos robustos, de color rojo que se intensifica con la edad. Su sabor es tan generoso al paladar que en la región se dice que son “para hombres”, mientras que los de la cercana denominación de Médoc, de contextura un poco más suave, son “para mujeres”.

Un poblado como pocos
Aunque muchos visitantes llegan atraídos por la experiencia de los vinos, se van con el inolvidable recuerdo de su poblado. Efectivamente, uno de los mayores placeres de hacer turismo por la zona de Burdeos es entrar a Saint-Emilion, caminar por sus calles estrechas; atravesar sus callejones; tomarse tiempo para mirar sus casas antiguas de dos plantas, construidas con una piedra de un sutil y luminoso color ocre; y observar sus ventanas llenas de flores. En el centro del poblado están los comercios de vinos y souvenirs, así como diversas galerías de arte, algunas de las cuales tienen por techo y paredes matas de parra.

Saint-Emilion es tan pequeño que podrá atravesarlo en menos de media hora, subiendo algunas lomas empinadas y apreciando los viñedos que rodean los 360 grados de su perímetro. Si se aventura más allá de la zona comercial, podrá descubrir ese otro Saint-Emilion, el de casas más pequeñas y humildes, el de ruinas absorbidas por la vegetación, el de los faroles hermosos de hierro forjado.

Una constante de este poblado son sus iglesias y monasterios antiguos, que dan idea de un pasado ligado a las tradiciones religiosas. Durante varios siglos, esta zona fue parte de la ruta de los peregrinos que se dirigían hacia Santiago de Compostela. Saint-Emilion vivió su época de oro entre los siglos XI y XII cuando se instalaron allí numerosas órdenes religiosas que construyeron iglesias, monasterios y hospedajes para los peregrinos.

Precisamente, uno de los principales focos de interés para los visitantes es la huella de las tradiciones eclesiásticas en el entorno subterráneo: bajo el poblado se encuentra una red de 70 hectáreas de galerías, que alojan a sus impresionantes catacumbas. Situadas bajo la iglesia principal, sus fosos aún conservan los restos de los cristianos que fueron enterrados en la temprana Edad Media, así como una pequeña capilla tallada en la roca y un recinto en el que se supone se alojara Saint Emilion, un monje cuya leyenda se entremezcla con la historia del lugar.

En parte, esta red de galerías subterráneas está constituida por grutas naturales, pero en otra, se trata de canteras cuya piedra calcárea fue extraída durante siglos para la construcción. Esta explotación llegó a su máximo nivel en el siglo XVI, cuando estas canteras suplieron de la piedra caliza que se utilizó para la construcción de la mayoría de los edificios de Burdeos. En la actualidad, y a partir del siglo XIX, muchas de estas canteras o galerías son utilizadas como cavas para el vino o museos.

Visitar Saint-Emilion es una grata experiencia. Un delicioso clima, un hermoso paisaje, un rico patrimonio arquitectónico e histórico, son sólo algunos de los atractivos de este interesante poblado. Si, además, a Saint-Emilion se le suma una buena compañía, de seguro que, como decía Dante, “el vino sembrará poesía en sus corazones”.

Fotos cortesía de la autora.

¿Qué hacer y cómo llegar?

·  Se puede llegar por carretera, desde la ciudad de Burdeos, y sólo toma de 30 a 45 minutos. Sin embargo, es más bonito hacer el paseo en tren. La estación queda a 10 minutos del pueblo a pie.

·  Si desea hacer una visita de degustación de vinos, le recomendamos que contacte a una asociación de guías que conozca la región y que le pueda informar de la zona, sus vinos y le organice las posibles visitas. Además, le podría conducir hasta las distintas propiedades.

·  De marzo a junio se llevan a cabo los llamados “grandes heures de Saint-Emilion”, manifestaciones teatrales o musicales que se celebran en las propiedades vitícolas y que incluyen una degustación de vinos.

·  De julio a septiembre, algunos establecimientos turísticos ofrecen cursos de iniciación a la cata en las que venden los mejores vinos a precio de bodega, además de libros y objetos para el vino.

·  Una de las épocas del año más interesantes para visitar la región es el mes de septiembre, que es la época de la vendimia, es decir, de recolección de la uva.

·  Si llega a Saint-Emilion o visita las cercanías de este poblado, no se olvide de probar las especialidades gastronómicas del área, que incluyen el magret de canard (pechuga de pato).

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