Un viaje de ensueño

Ana Carolina Fong |

26 junio, 2012

De la cuna del hombre de Cro-Magnon a la Francia medieval, el recorrido por estos pintorescos e impresionantes paisajes lo transportarán en el tiempo.

Un maravilloso paisaje típico del Perigord acompaña al viajero a lo largo de su travesía.

“Puede que un día Francia cese de existir, pero el Perigord sobrevivirá, como los sueños con los que se alimenta el alma humana”. Henry Miller

Perigord aparece en el medio del camino como una visión, suspendida en el tiempo, entre ciudadelas medievales y castillos en lo alto de una cima. Esta antigua provincia del suroeste de Francia, cuna de arqueología y cultura gastronómica, se reparte entre el departamento de Dordoña y el de Lot y Garona, en los límites de los viñedos bordeleses.

A través de cimas forradas de vides, bosques, bastidas y prioratos, el visitante descubre un maravilloso escenario, como esos dibujados en los cuentos de hadas. En esta tierra de mil y un castillos es posible transportarse a principios de siglo pasado o a las decenas de cuevas todavía preservadas, para remontarse a los orígenes del hombre y admirar su intensa vocación artística y espiritual.

Alejada de los vaivenes del mundo moderno, Perigord es un mosaico multicolor que se degrada o se intensifica con el pasar de las estaciones. Dividida en cuatro regiones: verde, púrpura, blanca y negra, cada una guarda en sus paisajes la memoria de siglos pasados.

Foto superior: Sarlat es el lugar ideal para degustar la gastronomía regional.
Foto inferior: En el poblado de Eyzies de Tayac se encuentra el Museo Nacional de la Prehistoria, una visita obligada cuyo espléndido panorama es custodiado por un guardia de piedra conocido como el ‘hombre primitivo’.

El Perigord verde
Conocida como la Venecia del Perigord, Brantôme es el punto de partida ideal para explorar esta región, bautizada en honor de sus magníficos bosques de robles y verdes prados. Atravesada por varios canales, su ciudadela medieval recibe al visitante con una de las abadías más bellas de la región, empotrada sobre la roca. Su campanario es uno de los más antiguos de Francia. La historia cuenta que Carlo Magno, en el año 769, fundó ahí la primera ubicación de los monjes benedictinos, haciendo don de las reliquias de San Sicario.

Entrando al pueblo, el caminante se deja seducir en los anticuarios, donde se desvelan los tesoros de los castillos y las historias de nobles familias. De Londres, Zurich o Taiwán, se viene a buscar pinturas y joyas antiguas, encajes, cristalería o sabanitas de lino bordadas. Pequeñas boutiques de productos locales, como la Maison Cartaud en donde se continúan preparando las recetas de antaño, en las que el Gallo al Vino, el Confit de Pato o el paté de trufas son las preparaciones más solicitadas. Las mesas más exclusivas de París se encuentran entre sus mejores clientes. La insignia está en contacto con los viñedos más singulares, como el Chatêau de Tiregand, propiedad de la condesa de Saint-Exupéry, descendiente del autor de El Principito. La historia narra que la civilización galo-romana cultivaba la viña y que los vinos de Bergerac se hicieron conocer antes que los vinos del Médoc.

En los amplios jardines del monasterio, desde el Jardín de los Monjes, se contempla la belleza y la mística del lugar. Los niños corren o dan de comer a los patos y nutrias que se divierten sobre el río.

En los alrededores, pueden visitarse el castillo de Puyguilhem o las cuevas de Villars, con sus pinturas de hace 18,000 años, o poblados que aún conservan intactas sus prácticas artesanales, como es el caso de Nontron, donde se fabrican cuchillos con la misma técnica del siglo XV, o Saint Junien, famoso por sus finísimos guantes de cuero.

Monpazier es una antigua bastida medieval del siglo XIII. En sus pintorescas calles nos deleitan diversos anticuarios y tiendas de curiosidades.

El Perigord púrpura
Como su nombre lo indica, el Perigord púrpura es tierra de viñedos. A partir del siglo XV, Bergerac se convierte en uno de los principales proveedores de vinos del reino de Inglaterra. Esta denominación, que se extiende sobre 12,000 hectáreas a ambos lados del río Dordoña, es conocida por su Monbazillac, un vino de color dorado, perfumado y dulce, que acompaña a la perfección quesos y foie-gras. A seis kilómetros de Bergerac, el castillo de Monbazillac alberga un museo y una sala de degustación donde existe la posibilidad de comprar directamente.

El Perigord blanco
A menos de cincuenta kilómetros, sobre los caminos de Santiago de Compostela, se encuentra Périgueux, la ciudad más importante de los galos antes de la conquista romana y actual capital del departamento, cuyo suelo calcáreo define el nombre de la zona. Dentro de este pequeño laberinto, el visitante se pierde para encontrar cafetines, galerías o pequeñas tiendas de lujo. La ciudad, enteramente renovada, alberga casas típicamente medievales, fachadas y suntuosas escalinatas ornadas en piedra, escondidas entre las decenas de callejones que conforman el casco histórico. Périgueux es conocida por sus subastas, en donde es posible adquirir muebles y objetos antiguos por un tercio de lo que se pagaría por ellos en París.

La plaza central acoge dos veces por semana a decenas de productores que acomodan en sus pequeños puestos los mejores productos del terroir. El mercado es eco del arte culinario; basta con estar presente para dejarse ofrecer una tostada de foie-gras relleno de higos o dejar explotar el paladar con una mermelada de ruibarbo y fresa artesanal. Los vendedores de cepas llegan con sus sacos repletos y sus pesas antiguas, mientras el vendedor de tomates explica el arte de degustar su voluptuoso fruto a la perfección: con un hilo de aceite de oliva y sal gruesa.

 

Durante siglos, Rocamadour ha atraído peregrinos del mundo entero quienes desean visitar a la Virgen Negra o Nuestra Señora de Rocamadour.

 

 

 

 

 

Las cúpulas bizantinas de la Catedral Saint-Front fueron obra del mismo arquitecto que más tarde construiría el Sacre-Coeur, en París.

Bajo las cúpulas de la Catedral de Saint Front, símbolo de la ciudad y muestra del encuentro arquitectónico romano y bizantino, se ubican restaurantes gastronómicos que proponen extraordinarios menús.

 

 

En el corazón de la ciudad antigua de Vesuna, el Museo Galo Romano, erigido por el arquitecto Jean Nouvel, en un moderno edificio que encierra la ruina con vidrio y metal, merece una visita.

Tras las huellas de la prehistoria
Todavía dentro del Perigord blanco, a unos cuarenta y cinco kilómetros de Périgueux, Eyzies de Tayac es un magnífico poblado a las orillas del río Vézère. En este pequeño pueblo de menos de mil habitantes, más de un millón y medio de visitantes acude cada año, atraídos por el aglomerado de sitios prehistóricos y cuevas y abrigos rocosos que integran la lista de patrimonio mundial de la UNESCO.

El Museo Nacional de la Prehistoria es una visita obligada. Sobre uno de los asentamientos trogloditas, expone de manera permanente cerca de 18,000 objetos, recorriendo 400,000 años de presencia humana. La visita empieza con la evocación de los orígenes del hombre, unas largas vitrinas permiten seguir la evolución de las herramientas, hasta el final del Paleolítico, hace 12,000 años. Desde la terraza, el espléndido panorama es custodiado por un guardia de piedra: el ‘hombre primitivo’.

A menos de quince kilómetros, la Roque Saint Cristophe es uno de los lugares más impresionantes de Perigord. Este inmenso conjunto troglodítico, sólo comparable al de Capadocia, en Turquía, alojó sucesivamente a los hombres de Cro-Magnon, los del Neolítico, hasta llegar a los de la Edad Media.

Sarlat, joya negra del Perigord
La Roque Gageac delimita la frontera con el Perigord Negro. A primera vista, una larga fila de casas talladas parece fundirse en la roca, mientras el reflejo se dibuja sobre las aguas verdes del río Dordoña. Henry Miller, escritor y pintor norteamericano, vivió aquí y escribió: “Si el paraíso existe en la tierra, seguramente es este decorado el que habría elegido”.

A unos veinte kilómetros hacia el noreste aparece Sarlat. Sobre sus calles de adoquines es fácil imaginar princesas que deambulan arrastrando sus pomposos vestidos o coches que ritman con sus caballos el silencio de la noche. Sarlat es una de las ciudades francesas mejor preservadas, gracias a las políticas de renovación y restauración lanzadas por André Malraux, ministro de Cultura, en 1964. Su centro histórico, uno de los conjuntos medievales más importantes del siglo XIII y XVI, alberga festivales y manifestaciones culturales a lo largo de todo el año.

Es en esta región del Perigord negro donde crece la trufa, ese misterioso champiñón, el melanum sporum, que puede llegar a valer fortunas en el mercado gastronómico y perfuma los platos más exquisitos, además de ostentar el honor de haber originado el nombre de esta región por su color oscuro. Grandes chefs las proponen en distintas formas: en omelettes, salsas y cremas. El Festival de la Trufa, que toma lugar todos los años, en el mes de enero, es el lugar perfecto para explorar la versatilidad y delicadeza de este ingrediente.

Desde Sarlat es posible visitar poblados como Beynac, clasificado como uno de los más bellos de Francia, o Rocamadour, cuna del cristianismo, donde peregrinos del mundo entero vienen a rendirle honores a Nuestra Señora de Rocamadour.

El Perigord se aprecia y se degusta en cada temporada. Es sólo escoger entre las tardes sin fin del verano, las carreteras multicolores de la primavera y del otoño o los campos suspendidos en silencio, bajo la nieve, para calentarse en los bares donde la gente se reúne por las noches a tocar el acordeón. Esta región quedará, indudablemente, atesorada como un viaje fuera del tiempo o el instante donde aprendimos a soñar despiertos.

¿Cómo llegar?

• Perigord está a cinco horas en carretera desde la frontera vasca. Si se llega a Madrid, una opción interesante es trasladarse en auto recorriendo toda la costa vasca, desde San Sebastián, pasando por San Juan de Luz, Biarritz, Bayona, hasta llegar a Burdeos. Por autopista, el acceso desde la frontera vasca de Irún se hace dirección Burdeos por la A10, luego la A89 hasta Périgueux.

• Si se prefiere hacer el recorrido en tren, desde la frontera vasca de Irún la compañía de trenes franceses, SNCF, propone trenes que llegan a las principales ciudades de Perigord.

• Desde París, Madrid y Barcelona existen vuelos hasta el aeropuerto de Burdeos, el más cercano a la zona, a 137 km de Périgueux.

• Una vez se llega a Perigord, la mejor manera de recorrer la región es en auto.

¿Cuánto tiempo quedarse?
Se necesitan, al menos, ocho días, el tiempo de sentir el pulso de la vida perigurdina.

¿Cuándo ir?
La mejor temporada es desde abril hasta octubre.

¿Cuánto tiempo quedarse?
Se necesitan, al menos, ocho días, el tiempo de sentir el pulso de la vida perigurdina.

¿Cuándo ir?
La mejor temporada es desde abril hasta octubre.

¿Dónde quedarse?
Perigord se caracteriza por la calidad de las casas rurales y los alojamientos dentro de los castillos.Sin embargo, existen hoteles para todos los presupuestos. En cada pueblo, las oficinas de turismo proporcionan información relacionada, así como sobre las principales actividades y atractivos turísticos y culturales. Algunas recomendaciones de hoteles son: en Brantôme, Le Châtenet (inolvidable). En Sarlat, la Villa des Consuls.

¿Dónde comer?
Au Fil du Temps, en Brantôme, y Le Petit Manoir, en Sarlat.

No debe perderse…
Monpazier, Beynac, La Roque Gageac, La Roque Saint Christophe, Saint-León sur Vézère, Les Eyzies de Tayac, y por supuesto, Rocamadour. El circuito recomendado: Brantôme-Périgueux-Eyzies de Tayac-Sarlat-Rocamadour.

Fotos:
Página 62: © Arnaud Chicurel / Hemis / Corbis
Página 64: © Rene Mattes / Hemis / Corbis, © Christophe Boisvieux / Corbis,
© Patrick Escudero / Hemis / Corbis.
Página 66: © Philippe Body / Hemis / Corbis
Página 68: © Joe Cornish / Arcaid / Corbis

 

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