A orillas del Canal
Ni más ni menos de lo que se necesita para brindar amplitud, comodidad, naturalidad. Así es el estilo y los detalles arquitectónicos que distinguen este singular penthouse, ubicado en un sitio inigualable del país.
La paz y tranquilidad que brinda el área de Amador, gracias a la exuberante naturaleza que la envuelve, fue el motivo propulsor para la realización de este maravilloso proyecto, donde los desarrolladores y diseñadores hicieron gala de su capacidad arquitectónica, al trazar un edificio de seis plantas con variedad de propuestas. «Quisimos plasmar un inmueble combinado con apartamentos de distintos tamaños para servir las necesidades de un grupo heterogéneo de propietarios», nos comentó uno de los arquitectos y residente del penthouse.
A través de una gran puerta de madera sólida, muy poco ornamentada, entramos al foyer y de inmediato percibimos el estilo sencillo y austero que será una constante en el carácter y arquitectura de esta diferente y atractiva vivienda. «Nuestras necesidades familiares no son grandes, ya que con nosotros sólo vive nuestro hijo menor y, además, somos una pareja reservada y más bien solitaria», nos comenta él, mientras continúa explicando cómo estos motivos lo llevaron a trabajar en este peculiar diseño, compacto y a la vez amplio, gracias a las alturas y a la fluidez que une los ambientes.
Desde este vestíbulo se produce una amplia galería de cerca de 10 metros de largo que, unida a la gran altura de los cielos y al ancho del pasaje, crea una agradable área de circulación. Este holgado recinto también permite que se integren armónicamente varios ambientes, incluyendo la biblioteca, formada por muebles de madera de gruesas tablillas y acabado en barniz de muñeca. Como pieza interesante, observamos una mesa de madera y sobre de vidrio que fuera diseñada por el dueño, manteniendo iguales proporciones a las de los antiguos metates de piedra. «Aquí guardo objetos íntimos que me traen buenos recuerdos, como esta vieja pipa de marfil que fuera de mi padre, comenta».
También encontramos una escalera de caracol cuyo barandal de formas geométricas, elaborado con barras de hierro de construcción sin mayor acabado ni pulimento, nos dirigirá a la oficina. A medida que cruzamos la galería vamos observando enormes ventanales y, al final, una vista extraordinaria; estamos ante un espectáculo maravilloso y poco usual: allí, frente a nosotros, están las aguas del Canal de Panamá y nos sentimos tan cerca de ellas, que parecen de fábula. Estas imágenes parecen integrarse a la gran estancia que guarda la sala, desde donde vemos el «causeway» y la isla de Taboga.
De vuelta de la impactante impresión que nos llevamos, observamos detenidamente el salón, de doble altura, sobriamente decorado con pocas pero atractivas piezas que lo atavían. Un sofá seccional en cuero ladrillo armoniza con los pisos de lajas turcas –de tonos que van desde un verde grisáceo hasta un amarillo óxido– cuya textura irregular, propia de la piedra, le da cierto grado de calidez. Como mesa de centro, los dueños se sirvieron del arpa central de un viejo piano de cola para diseñar y crear este «coffee table» tan especial.
Solitario en una esquina parece flotar un «daybed» tapizado en cuero negro. Esta pieza, de limpias líneas, se conoce como «Barcelona», ya que fue creada por el arquitecto Mies Vander Rohe para ser expuesta en el pabellón alemán de la Feria Internacional de 1929, realizada en esa espléndida ciudad española. Un óleo de Isabel de Obaldía y una pieza de Leslie Milson son el único decorado que lucen las paredes.
El comedor, al otro lado del salón, también tiene una vista espectacular; desde allí descubrimos cómo se levanta elegantemente el Puente de las Américas. Allí advertimos una mesa redonda con cuatro patas, que salen como delgados pero fuertes brazos de forma lateral para soportar el sobre, el cual fue trabajado en madera clara con una pieza de granito negro incrustada en forma de diamante.
Complementando el mobiliario está un bufé, cuyas puertas presentan un diseño geométrico logrado con el uso de maderas exóticas en diferentes tonos. Una colorida obra de Ignacio Esplá resalta mágicamente sobre el blanco de las paredes de fondo. Todos los muebles de madera fueron diseñados por el dueño, a quien le «encanta diseñar y crear muebles en madera».
La cocina es especial pues, como nos adelanta el propietario, «a mi esposa le encanta cocinar y además lo hace muy bien». Y continúa: «A este ambiente lleno de luz y cielos realmente altos quisimos proveerlo de un estilo moderno, pero informal y poco rígido. Así que se usaron muebles de madera oscura, sobres de acero inoxidable, colocados sobre patitas, también de acero, que los suspenden del piso. Las paredes acabadas en blanco y los pisos de color negro, como acento divertido, y para romper con la frialdad de todos los elementos se colocaron stools pintados con diseños de piel de vaca. El toque de color se consiguió con unos jarrones de vidrio soplado de fuertes colores rojo, naranja y azul». La recámara principal, ubicada en esquina, posee dos enormes ventanales que la abren al puente ofreciéndole una asombrosa vista.
Este es un recinto pequeño, aunque acogedor. Los pisos de madera le dan tibieza y el color crema general ofrece la paz necesaria en un dormitorio. Desde el baño también se disfruta de la vista circundante. Los acabados en blanco y mosaiquillos multicolor contrastan con el tono oscuro de la madera, a la par que transmiten claridad y tranquilidad.
De vuelta al foyer, y antes de partir, subimos por la estrecha escalera de caracol de pasos sueltos y revestidos en lajas, a la oficina suspendida sobre el salón en una especie de cantilibre desde donde se aprecia la estupenda vista que lo rodea. Los materiales utilizados en los pisos se mantienen como los de la galería y el salón, creando un orden y armonía en estos espacios abiertos que se complementan entre sí. Al igual que el barandal de la escalera, la base del escritorio fue trabajada en barras de hierro de construcción e interesantes formas geométricas, con un terminado algo burdo para ofrecer mayor carácter a las piezas.
Desde la oficina salimos a un pequeño balcón afrancesado, rodeado por techumbres de tejas en diferentes niveles. Este «mirador» es, definitivamente, el sitio ideal para relajarse y disfrutar del entorno luego de un día de trabajo. «Somos de gustos poco pretenciosos. Disfrutamos de los materiales naturales y preferimos que sean trabajados sin mayores acabados, casi de forma artesanal», nos comentan los propietarios de esta singular y placentera residencia, cuyo diseño arquitectónico nos permite disfrutar plenamente del maravilloso lugar en el que se encuentra ubicada…a orillas del Canal.
Vickie de Dahlgren es diseñadora de interiores
Fotos: Silvia Grunhut / Space 67.