Algo bueno está pasando en Pedasí
Este pintoresco pueblo santeño continúa apostando por un desarrollo basado en la industria de la hospitalidad.
Pedasí parece haber capturado el corazón de los ricos y famosos. Se dice que este –hasta hace poco remoto y desconocido– pueblo santeño es visitado por los pares de Carolina de Mónaco y Mick Jagger; que Mel Gibson acapara grandes extensiones de tierra en las zonas cercanas; y que Michael Jordan juega baloncesto en las canchas del pueblo.
“Confieso que no he visto a tanta gente famosa por aquí”, dice riendo un lugareño empresario de la zona, sin quejarse de estos comentarios que fomentan la curiosidad y atraen el turismo a este pueblo de apenas cuatro mil habitantes, en la punta más lejana de la península de Azuero.
A cuatro horas de la ciudad capital y a media hora de Las Tablas, Pedasí todavía conserva sus típicas casas coloniales de altos tejados y frescos porches sostenidos por columnas de madera, donde, entre el olor a fresco de los pastos cercanos y la deliciosa brisa playera, sus habitantes encuentran el tiempo para conversar largo rato con familiares y amigos.
En los últimos años, el encanto de este lugar –en el que no hay uno solo de esos letreros de neón y plástico que arruinan la belleza interiorana– ha atraído a una vibrante comunidad de expatriados canadienses, norteamericanos y europeos que, junto a inversionistas y visitantes, están dando fuerza a una pujante escena turística.
Y es que no son pocos los atractivos de este pueblo, rodeado de decenas de playas desiertas de arenas blancas, islas de arrecifes coralinos, las mejores olas para el surf de Centroamérica, una fabulosa pesca deportiva y donde se puede observar el apareamiento de ballenas y el desove de las tortugas.
A las bellezas naturales se suman proyectos residenciales y turísticos exclusivos como Azueros, Andrómeda, Costa Pedasí, El Sitio Village y Villa Marina, en Playa Venao, así como decenas de hoteles boutique y más de 30 restaurantes de todo tipo, que dan un ritmo nuevo a la hasta hace poco tranquila vida campesina.
Aunque algunas de las familias tradicionales temen perder el lento y apacible ritmo de vida, todo parece indicar que el futuro turístico de Pedasí es imparable y que este poblado podría convertirse en uno de los destinos más importantes de Panamá y de Centroamérica.
Una oferta gastronómica interesante
“Lo que me ha atraído es que el turista que llega aquí aprecia y está dispuesto a pagar por su comida”, comenta a En Exclusiva una atractiva ucraniana de unos 40 años quien atiende, junto a su locuaz esposo italiano, un pequeño y nítido restaurante de tres mesas en el centro del pueblo. Anteriormente, la pareja operó locales similares en Tailandia y Australia, pero en Pedasí ha encontrado el sueño de todo anfitrión: el turista adulto y educado con capacidad adquisitiva.
Desde la mesa de este local de comida italiana, cenando atún fresco preparado “a lo mediterráneo”, se puede observar el ritmo más audaz de la acera del frente, la “cool” Villa Selina, un atractivo bed and breakfast decorado con vibrantes murales mexicanos y un espectacular billar rojo que atrae en las noches a los jóvenes surfistas.
A medio minuto, caminando, está Smiley´s, punto de encuentro de los expatriados, un restaurante bar al aire libre, amistoso y desenfadado, cuya especialidad son las costillitas con yuca frita.
Más cerca aún espera Tiesto, una tradicional refresquería con los típicos mostradores para exhibir sus productos básicos, panes y dulces locales. Típico “with a twist”, porque a este menú básico se le ha añadido una oferta del todo imprevista: tacos y pizzas. Allí, entre veteranos comensales locales, una amable dama pedasieña nos sirvió una muy buena pizza de camarones.
Durante el día, está abierto el Bakery, al estilo Starbucks, donde a media tarde se hace irresistible un capuchino acompañado de brownies, al aire acondicionado. También Chichemito, una alegre fonda popular siempre llena… y Dalila, la más antigua panadería del pueblo, también reconvertida para el nuevo auge turístico.
Entre playa y restaurante, tal vez el visitante no se tope fácilmente con estrellas de cine o príncipes de cuentos, pero sí con la pareja que se hospeda en la habitación vecina del bed and breakfast, la misma que observó a lo lejos en la playa, con quien coincidió en la mesa de desayuno o con quien compartió un baño de luna, piscina y vino la noche anterior.
A media hora en carro, en playa Venao, el visitante hallará más ofertas gastronómicas de primera, desde el típico pesca´o frito con patacones de Bull Beach, hasta los más refinados platos de novelle cuisine del restaurante Panga, propiedad del chef Andrés Morataya, quien pulió sus artes con el conocido Manolo Caracol y con los príncipes de Liechtenstein, Maximiliano y Angela Brown, quienes mantienen una residencia playera en la zona donde Morataya laboró por cuatro años.

En playa Venao, además de surf existe la posibilidad de degustar platos novelle cuisine del restaurante Panga cuyo propietario, Andrés Morataya, se enamoró del lugar cuando por cuatro años laboró con los príncipes de Liechtenstein, Maximiliano y Ángela Brown.
Morataya, como muchos otros visitantes, se enamoró del poblado y su estilo de vida y decidió instalarse allí. “Aquí encontré un Panamá hermoso pero olvidado, un Panamá que es casi mítico, que se está perdiendo. Esto no se compara con Miami, es Panamá… es Pedasí… Es Azuero…”, dice el chef, a quien encontramos a media tarde, con una toalla al hombro, listo para darse un chapuzón en la playa.
“Yo me dedico menos a cocinar y más a desarrollar ingredientes”, dice el chef guatemalteco casado con una panameña, que momentáneamente pone la toalla sobre una de las mesas del local para explicarnos el ambicioso proyecto que tiene entre manos: impulsar el cultivo y desarrollo de ingredientes autóctonos de primera.
«Con ingredientes frescos, tu comida adquiere una calidad de primera. Con productos autóctonos, tu cocina se hace única. Tienes que hacer mucho esfuerzo para dañar un pargo fresco», dice, recordando la especialidad de Panga, pargo del día cocido sobre leña de nance y degustado ante un mar abierto poblado de ballenas o árboles cargados de monos bulleros.
Historia
Pedasí fue fundado en 1840, año en que Panamá apenas se unía con Colombia. En 1845, la población era de 701 habitantes, en su mayoría agricultores y ganaderos.
A principios del año 2000, el pueblo recibió un impulso para embellecerse y la zona empezó a llamar la atención de algunos visionarios. Entre los “descubridores” tienen un lugar especial los franceses Phillipe Athanasiades y Gilles Saint Gilles.

A principios del año 2000, Pedasí recibió un impulso para embellecerse. El lugar quedó en la mira de los inversionistas extranjeros y se construyeron hermosas residencias que complementan la belleza natural de las casas interioranas típicas de este agradable poblado.
El primero, Phillipe, «el chef francés», se enamoró del lugar y abrió su exclusiva Posada Los Destiladeros, donde ofrecía una exquisita comida basada en mariscos frescos del área con un especial toque francés.
Más adelante, el afamado arquitecto y diseñador Saint Gilles, de más de 45 años de experiencia, inauguró un complejo de residencias de decoración exquisita, con un hotel boutique de alto nivel llamado Villa Camila, del que todo el mundo empezó a hablar.
La publicidad recibida por Villa Camila llamó la atención de inversionistas estadounidenses quienes, coincidiendo con un periodo de gran especulación en bienes raíces entre los años 2004 y 2007, no tardaron en adquirir grandes propiedades y sentar las bases para el desarrollo de grandiosos condominios y hoteles cinco estrellas. Sin embargo, cuando se derrumbó la economía norteamericana, los planos se guardaron y el movimiento de tierra se detuvo. “Lo bueno de ese desbarajuste fue que permitió más tiempo para planificar”, sostiene Coby de Díaz, copropietaria, junto a su esposo, Ovidio Díaz, del bed and breakfast Casa de Campo.
“Queremos un turismo sostenible, que ayude a la población con fuentes de ingreso y genere autosuficiencia financiera con respecto a la administración central”, comenta Díaz, desde el patio de la antigua residencia familiar, convertida en hotel boutique, resguardado por enormes árboles de mango sembrados en su momento por Doña Marina, su madre.
Díaz, quien se crió entre Pedasí y Estados Unidos, ha juntado un grupo de inversionistas y comerciantes, nacionales y extranjeros, para confeccionar un plan maestro de desarrollo con el fin de evitar que la zona turística sea tragada por el crecimiento desordenado. “Queremos zonificar, de manera que cada terreno se use de forma apropiada y armónica. Así podremos respetar las zonas naturales y conservar la ecología. También queremos reforestar y conservar las tradiciones”, dice. Los planes se conciben dentro de lo que se espera se convierta en una pequeña Cámara de Comercio local.
“El inversionista que se ha interesado en Pedasí es de calidad. A todos les interesa contribuir con el poblado; están conscientes de la importancia de la cultura, de la conservación de los recursos naturales”, asegura Díaz.
Pedasí, ciertamente, es un lugar especial que sorprende por su cotidianidad, por su pureza y por lo atractivo de su sencillez, pero que también cautiva al visitante con una variedad gastronómica muy peculiar y un sinnúmero de actividades que atraen nuestra curiosidad, como un torneo de pesca que nos tocó presenciar, el Alhikaso de Pedasí, el cual se desarrolla cada año en la playa Arenal, a solo dos minutos en carro del centro del pueblo. Allí, en el extremo de la península que no todos los panameños llegan a ver, descubrimos un lugar donde se borran las fronteras entre el trabajo y el placer… entre lo nuevo y la tradición; y donde el fin de todo es disfrutar del paisaje, de la brisa, de la comida… y celebrar la camaradería y amistad. Eso es Pedasí.
Fotos: © Frank Málaga