Nuestro singular sombrero… lo que debes saber

Wendy Tribaldos |

20 octubre, 2022

¡Qué mejor manera de celebrar nuestras fiestas patrias que la de destacar la increíble labor que realizan nuestros artesanos para crear una de las piezas de vestir más hermosas, únicas y utilizadas que tenemos en Panamá!

Más que menos, los panameños guardamos en casa sombreros de fibra natural hechos por las hábiles manos de nuestros artesanos en diversas provincias y comarcas del país. Los hay desde los que llaman ordinarios —recios y resistentes para el trabajo— hasta los finos, que se reservan para ocasiones especiales. Son verdaderas obras maestras que requieren de habilidad, paciencia y años de entrenamiento.

La estructura y técnica de confección de los sombreros panameños es en general similar sin importar su uso, tipo de materiales y elementos decorativos. El sombrero consta de tres partes: la plantilla, la copa y el ala, que se “tejen” uniendo tiras de trenzas llamadas criznejas, crinejas o riatas, dependiendo de la región. Las criznejas se hacen con diversas fibras de nuestro campo, como el junco, la palma de hilar y la bellota (ver recuadro sobre fibras al final). Esta última produce el sombrero que tal vez sea el más reconocido, que se suele hacer en Coclé, Herrera y Los Santos. La bellota “pare” sombreros blancos o “ñopitos” que se pueden adornar con trenzas de fibras de junco o de chonta teñidas de negro con la hoja “de chisná”. Cuando se le colocan estas trenzas teñidas, tenemos entre manos un sombrero pintado o con mayor exactitud, de pintas.

Un paseo para aprender…

Aproximadamente a tres horas de la capital se encuentra El Membrillal, pintoresco poblado de la provincia de Coclé, donde viajamos para observar al maestro artesano Arquímedes Rodríguez preparar la materia prima y tejer sombreros con una maestría impresionante e inolvidable. El proceso para obtener las fibras naturales es complejo, pero palidece al lado del intrincado trenzado y costura que requiere hasta el más simple de los sombreros panameños.

Preparando los materiales… entre fibras y diseños

Arquímedes nos mostró la confección de un sombrero tradicional de pintas. Primero, definió el ancho de la crizneja usando una canilla de venado para separar el cogollo u hoja tierna de la planta de bellota. Hay diferentes tamaños de canillas para «tallar» o rajar la hoja y establecer qué tan fina saldrá la fibra que se usará para tejer un sombrero. La más gruesa produce sombreros de trabajo, mientras que la más delgada permite tejer sombreros de mayor calidad.

El cogollo al natural debe hervirse, lavarse y secarse en un proceso de varios días que permite obtener las fibras que se usarán para tejer las criznejas de tono claro del sombrero de pintas. Usualmente, los artesanos tejen estas trenzas con uno de sus extremos atados a una silla, una mesa y, en los tiempos de antes, al dedo gordo del pie.

Arquímedes trabajó para nosotros una crizneja hecha con 15 largas y delgadas fibras de cogollo. Sus dedos se movían rápidos y precisos para crear una trenza perfectamente alineada; era tan exacto su trabajo, que el que no conoce el proceso juraría que lo hizo una máquina. El sombrero que estaba haciendo requería ocho brazas de trenza, una medida tradicional que se obtiene estirando los brazos. Mientras trenzaba, el artesano nos comentaba que “la delgada crizneja de un sombrero fino toma más tiempo que uno ordinario porque su manejo es más complicado. También se hace menos trenza por el mismo tiempo invertido”.

Además de las criznejas de bellota, el sombrero de pintas incorpora trenzas con detalles de fibra teñida en tonos oscuros, que corresponden a los llamados pintas y talcos (o “tarcos”, según la región). Hay varios diseños, pero todos incluyen fibras negras en su complejo entramado de junco o de chonta. Se diferencian porque los talcos se hacen a doble capa, con un fondo enmarcado de bordes; mientras que la pinta se hace sin fondo con solo la trenza tejida. Hacer unas 10 pulgadas de trenza de talco, que es más compleja que la pinta, puede tomar un día: depende de la destreza y la dedicación del artesano y el grosor del talco que se teje.  La colección privada que mostramos en este artículo, de la maestra Alfreda Cecilia Quiroz, incluye un impresionante muestrario de lo que Arquímedes llamó las “labores del sombrero”.

La armada empieza con la plantilla…

La “armada” de un sombrero inicia con la costura de las criznejas de su plantilla usando la fibra de pita en sombreros finos y de cabuya para los más ordinarios. Arquímedes se acomodó en un taburete para torcer la pita y hacer un hilo en su muslo; tras enhebrar una aguja, comenzó a coser la cucuruchita o círculo interior de la plantilla por el borde de la crizneja mientras la apretaba para darle forma redondeada. No es fácil, pues la propia trenza es muy firme. Los dedos ayudan a aflojar un tanto la trenza, para que la plantilla se vea “llanita” y no soplada. Es un trabajo a mano recia y segura, que además debe hacer un fino trabajo de costura en paralelo.

Lo siguiente es la copa…

Para trabajar la copa, la plantilla finalizada se fija en un molde (o “morde”) de madera con hilo pabilo o de nailon, que corresponde al diámetro en pulgadas de lo que mide la cabeza del dueño del sombrero. Los muchos moldes de Arquímedes son de cedro, pero también los hacen de espavé y corotú. Nos comentó que el promedio de circunferencia de la cabeza panameña está entre 21.5 a 23 pulgadas. “Pero ya se están viendo de 25… bien cabezón”, nos dice, a medio sonreír.

Es tradición en Coclé iniciar la copa de un sombrero de pintas con una trenza de fibra oscura, llamada apropiadamente “la negra”; antes se tejía de junco, pero hoy día se hace de chonta que es de más fácil manejo. La chonta se teje de una sola hebra y el junco se teje en doble hebra.  Al igual que la bellota, el grosor de la fibra de chonta o de junco se lo da el artesano, de acuerdo con el tipo de sombrero que está haciendo.

Los demás talcos y pintas que tenga el sombrero varían de acuerdo con el saber del artesano y al deseo del cliente. Las criznejas con estas labores pueden ir corridas a un solo talco o pinta; también se ven salteadas, con pequeños tramos de un diseño seguido de otro. Por ejemplo, Arquímedes nos mostró un sombrero que tenía una pequeña labor de talco pilón en la plantilla, al que le seguía un talco plumilla en toda su labor circular.

La calidad de un sombrero la determina en gran medida la cantidad de vueltas de trenza en su copa, donde manda el ancho de su fibra. Un sombrero ordinario de trabajo puede tener unas cinco gruesas vueltas; uno de 15 vueltas se considera muy bueno; en tanto que los más finos pueden tener hasta 22 vueltas muy delgadas.

Es importante notar que la trenza se cose al revés de cómo se confeccionó, para que los empates queden dentro del sombrero.  Por eso es por lo que, para los poco entendidos, la manera más fácil de contar las vueltas del sombrero en su copa es volteándolo para ver dichos empates que indican la separación entre trenzas.  En un sombrero pintado se cuentan todas las vueltas de la copa: la negra, las blancas, los talcos o pintas —y la última trenza, llamada reatilla.

Y pasamos a la confección del ala…

El ala del sombrero, al igual que la plantilla, se hace fuera del molde de madera. El artesano no aprieta tanto la trenza cuando trabaja el ala, que usualmente tiene una o dos vueltas menos que la copa. El ala de un pinta´o se cierra con una trenza de reatilla que le da resistencia y prestancia; se coloca debajo del sombrero sobre la última vuelta de cogollo blanco del ala para que solo esté la mitad a la vista. En la región herrerana de Ocú no se coloca esta reatilla separada, sino que el diseño se incorpora como parte de las criznejas del ala, que llaman “la trenza de cuatro pajas”.

Durante el proceso de hacer un sombrero, el artesano “tumba” con una uña afilada o una navaja los trozos de fibra que sobresalen en las partes donde se añadieron nuevas fibras a las criznejas y donde se empataron al coserlas. Por último, alisa el sombrero con una piedra de río o un tuquito de madera para darle un bonito acabado.

Cada quien a su labor…

Es usual que los involucrados en la confección del sombrero panameño se especialicen de acuerdo con el dominio y talento que tengan. Por ejemplo, la esposa de Arquímedes trabaja mayoritariamente los talcos; su hija confecciona las trenzas y él se dedica más a la costura.

Hay sombreros panameños para todos los gustos y rangos de precios. Pero lo cierto es que un sombrero fino prolijo, suave al tacto, de más de 15 vueltas y con talcos y pintas demora aproximadamente mes y medio en elaborarse y no baja de 450 a 500 balboas. Después de ver el proceso, vale cada centavo y mucho más.  Nos dice Arquímedes que “hay veces en que la diferencia de precio es accidental: hay veces en que uno trabaja el sombrero y queda algún detallito que hace la diferencia en la calidad del sombrero fino. El sombrero está “vivo”, tiene su maña y hasta algo de suerte”.

Datitos

  • Se cuenta que la forma en que se coloca el sombrero tiene que ver con el temperamento y sentimientos de quien lo usa.
  • El sombrero Panamá es, en realidad, ecuatoriano. Aunque se hacen de la misma materia prima que el panameño, la técnica de confección es diferente.
  • Los artesanos recomiendan cuidar el sombrero limpiándolo con un jabón suave, teniendo cuidado de no pelar la trenza sobre todo en los “veragües”, el borde del ala y la copa donde tiende a acumularse el sudor. Luego debe secar al sol y guardarse en un lugar seco en una funda o bolsa negra. Y si por algún motivo se le achurra, consiga o imite un molde para darle forma.

Catálogo de pintas y talcos, de la colección de Alfreda Cecilia Quiróz – Penonomé: ver el catálogo

Para localizar a Arquímedes Rodríguez:  6628-8478

Nuestro agradecimiento al Ministerio de Cultura por permitirnos usar sus instalaciones para la toma de imágenes de este artículo.

Fotos: Francisco Málaga y Wendy Tribaldos

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