Anggie Obin: flautista apasionada

Marti Ostrander de Carney |

26 septiembre, 2012

La flauta transversal es como una extensión de Anggie. Ella le dedica ocho horas al día a la música, además de cumplir con sus responsabilidades en el colegio y ser parte del grupo musical de su iglesia.

Ante un salón repleto, Anggie se presentó en el Landmark Civic Opera House de Chicago y recibió una contundente ovación. Compartió el escenario con Jeffrey Ernstoff, destacado flautista internacional y director creativo del Kellogg Innovation Network (KIN) de la Universidad de Northwestern.

A sus 17 años, Anggie Obin, de Los Santos, ha logrado lo que pocos músicos de larga trayectoria han soñado: presentarse en el Landmark Civic Opera House de Chicago, Estados Unidos. Además, ha compartido escenario con artistas de la talla del panameño Danilo Pérez y del estadounidense Jeffrey Ernstoff, destacado flautista internacional, quien por una década fue director creativo de producciones, eventos especiales y proyectos del Radio City Music Hall, en Nueva York, y que actualmente es director creativo del Kellogg Innovation Network (KIN) de la Universidad de Northwestern, entre otras iniciativas que lidera. No solo eso: “Anggie tocó con profesionales de larga trayectoria, pero fue la única artista en recibir una ovación esa noche”, nos contó emocionado Ernstoff.

Pero empecemos por el principio: ¿Quién es y qué hace Anggie Obin? Aparte de ser una joven emprendedora, perseverante y tenaz, es amante de la música e incansable en su empeño por mejorar sus habilidades artísticas. Su pasión por la flauta nació hace cinco años, cuando Anggie cursaba el séptimo grado en el Instituto Justo Arosemena (IJA) y agarró la flauta transversal por primera vez. “Mientras mi hermana daba clases de típico en la escuela, me tocaba esperarla. Había escuchado a otras muchachas tocar esa flauta… y me cautivó”. El flechazo fue instantáneo.

“La primera canción que me aprendí de memoria fue Radetzki March (de Johann Strauss)”, nos cuenta. Su profesor de entonces, Ricardo Zúñiga, notó su talento y le recomendó que entrara al Conservatorio de Música. Y así, a los 13 años de edad, comenzó su trayectoria “de cero” y sus días cambiaron: las mañanas eran en la escuela, y las tardes eran de flauta, flauta y más flauta. “En esa época practicaba todo el día… ¡hasta en el salón de clases!”, comenta. Su primera presentación fue en un campamento del Conservatorio. Y así, todos los años se presentaba, fuera en Colón, en teatros pequeños… hasta que la Fundación Danilo Pérez cambió su perspectiva. Hace dos años, tuvo la oportunidad de participar en una de las clínicas del Panama Jazz Festival. “Vi a Danilo Pérez y fue ¡wow!…”. Sus metas cambiaron y decidió que quería ser voluntaria de la Fundación, deseo que se hizo realidad el año pasado cuando su mamá –una fanática del jazz– le dio permiso.

Desde los trece años, Anggie empezó a tocar flauta y no ha parado desde entonces. “Me sentí que había descubierto algo nuevo, y quería seguir descubriendo más”, nos contó emocionada.

Hoy en día, Anggie maneja una apretada agenda que incluye sus estudios en el sexto año del Instituto Justo Arosemena, voluntariado en la Fundación Danilo Pérez, su participación en un grupo en la iglesia y, principalmente, innumerables prácticas para perfeccionar su talento musical. Pese a su corta edad, para poder cumplir con todos sus deberes su día inicia a las cinco de la mañana y termina pasada la medianoche. Solo duerme cuatro horas en promedio porque quiere superarse y ganar una beca para estudiar música fuera de Panamá.

Basta detenerse a contemplar un día normal en la vida de Anggie para darse cuenta de que, definitivamente, esta joven tiene un verdadero deseo de salir adelante. De lunes a viernes, asiste al colegio desde las 7:00 a.m. hasta las 2:20 p.m. Se va en bus a su casa, come y hace deberes rápidamente, para luego concentrarse en la música hasta la medianoche. Su itinerario semanal es algo complicado: los lunes, miércoles y jueves asiste al Conservatorio hasta las 7:00 p.m., siendo los miércoles más pesados porque al terminar asiste a su grupo musical en la iglesia. Los martes, viernes y sábados estudia y trabaja como voluntaria en la Fundación Danilo Pérez. Los sábados, además, asiste a convivencias de la iglesia y toma clases con el maestro Carlos Garnett, lecciones que religiosamente se repiten los domingos temprano en el Parque Omar. Entrada la noche toca seguir practicando o ver videos de otros artistas para aprender. “Vivo la música, es parte de mí”, asegura animada.

Luis Carlos Pérez, el coordinador de Educación de la Fundación Danilo Pérez, cuenta que “Anggie es una joven muy talentosa, pero más importante que su talento, llama la atención su motivación y dedicación musical. Esto, junto con su muestra de madurez y valores humanos, la convierten en una joven con gran potencial y un músico integral”.

Anggie ha contado con el apoyo incondicional de su madre, Guadalupe Itzel, y de su abuela, Guadalupe, con quien aparece en la foto.

A Pérez, lo que más le impresiona de Anggie es que “muestra interés y dedicación en estudiar la tradición de música clásica europea, la tradición del jazz y la improvisación, además de composición musical”. Y, pese a su cargado horario musical, Anggie siempre está activa en trabajos voluntarios en la Fundación Danilo Pérez, ayudando como asistente en clases de motivación musical infantil y labores diarias fuera de la música en la institución pues forma parte del Ensamble Juvenil de la Fundación Danilo Pérez, así como del grupo de estudiantes del Programa Creativo Musical, donde recibe clases de improvisación, teoría musical, educación al oído y ensamble de jazz afrocaribeño.

Esta misma pasión es la que admira Ernstoff. “Aunque su musicalidad es muy elevada, su habilidad para concentrarse me parece excepcional. Yo ya he tocado con ella en varias ocasiones y he tratado de distraerla (incluso haciendo caras o ruidos, u otras cosas ridículas), pero no la afecta en lo absoluto. Su habilidad de estar 100% en el momento musical es algo que las audiencias sienten y aprecian”.

Lo cierto es que esta ajetreada vida no sería posible sin el apoyo de su madre, Guadalupe Itzel, y de su abuela, Guadalupe. A ellas también les gusta la música, aunque sus gustos no son similares: su mamá opta por el jazz; mientras que su abuela, por la música clásica, como Bach, o las sonatas.

Guadalupe Itzel cuenta que su hija es muy modesta ante sus logros musicales y su dedicación. “Yo siempre le digo que nunca pierda la naturalidad de su humildad”, cuenta, en referencia a que diversos profesores muy buenos a través de los años han decidido enseñarle a Anggie por ser ella una alumna ávida de aprendizaje. Su abuela nos cuenta que para ella Anggie es “una bendición… Yo vivo sus estudios, su música, la acompaño a conciertos, desde que se levanta hasta que se acuesta. Yo vivo todo eso”. Le ha tocado llevar, traer, aconsejar y acompañar; la apoya y ayuda en lo necesario.

Poca edad, grandes logros
Tocar en el Opera House de Chicago es una parte de su currículo que pocas personas tienen y que se dio “como una bendición”. Ella se encontraba practicando en las oficinas de la Fundación Danilo Pérez para una presentación que, junto con otros estudiantes, realizaría en las esclusas de Miraflores para los miembros del Kellogg Innovation Network de visita en Panamá.

Con un talento singular y, sobre todo, una perseverancia admirable, esta jovencita de 17 años está dando mucho de qué hablar. Aquí la vemos en el Panama Jazz Festival de este año.
Con un talento singular y, sobre todo, una perseverancia admirable, esta jovencita de 17 años está dando mucho de qué hablar. Aquí la vemos en el Panama Jazz Festival de este año.

“Yo tocaba mi flauta, normal”, recuerda, “cuando se me acercó un señor –que resultó ser Jeffrey Ernstoff–, conversamos y me dijo que tocáramos. Él tocó la percusión y yo la flauta… y así lo conocí”. Por su parte, Ernstoff recuerda que al llegar a la Fundación para conocer a quienes más tarde se presentarían escuchó, de uno de los salones, una melodía sin igual y se preguntó: “¿De dónde viene eso?”. Al poco tiempo estaban tocando juntos.

Y así, luego de escucharla con el grupo en las esclusas de Miraflores, la invitó a tocar en Chicago. “Yo no lo podía creer, pensé que era mentira. Mi mamá y mi abuela también dudaban. Yo quería ir pues sabía que era una gran oportunidad. El Sr. Ernstoff me siguió escribiendo y nos apoyó en todo, tanto que mi mamá y mi abuela vieron que era en serio, así que cedieron. Pedimos permiso a la escuela, que también nos ha ayudado, me monté sola en el avión y fui”, cuenta Anggie.

Era su segundo viaje en avión y su primero a Chicago. Al llegar, se quedó en la casa de Robert Wolcott, profesor del Kellogg School of Management y director ejecutivo del Kellogg Innovation Network, y luego se mudó a un hotel. “Extrañaba Panamá, pero me di cuenta de la gran experiencia que estaba viviendo”, cuenta. Así, le tocó practicar en el Opera House, “que era inmenso, no me lo esperaba”. Su primera pieza, de Bach, fue sola –y hasta tuvo que improvisar–, y la segunda fue con un “ensemble” o grupo de acompañantes, ¡con quienes practicó por primera vez la mañana antes de la presentación! Con esa pieza recibió su ovación.

“… Cuando escuché a Anggie, de inmediato supe que era una joven con un talento excepcional y dedicación”, cuenta Ernstoff. “Ella dejó a todos sin aire”, agrega Wolcott. Y convencidos del gran talento de Anggie, también la apoyaron para que asistiera el pasado mes de julio a un campamento de cinco semanas en el prestigioso Berklee College of Music, en Boston, Estados Unidos. Ella se ganó una beca parcial ofrecida por la Fundación Danilo Pérez, pero necesitaba apoyo con el resto de los gastos para ir, y lo logró. Su excelencia la hizo destacar nuevamente, regresando a Panamá con las puertas abiertas en el Berklee College of Music e incluso la posibilidad de recibir apoyo para sus estudios universitarios allá.

“Hemos tratado de exponerla a algunas cosas que todavía no había experimentado, como otros tipos de flauta y grabaciones de grandes piezas y músicos. Lo que me motiva es pensar que es una manera de ayudar a un músico joven tal como yo fui ayudado en mi momento, más allá del deber. Como mentor que me considero, le dije a Anggie que podía llamarme tío Jeffrey, pero aunque entendió perfectamente, insiste en llamarme abuelo, ¡caramba!”, nos cuenta Ernstoff complacido.

Grandes ambiciones
Anggie está consciente de que la música es lo suyo. “Quiero seguir estudiando música, composición, flauta, y también desarrollar la parte de enseñar a jóvenes y elevar la cultura musical”, cuenta esta joven.

Apenas se gradúe de la escuela, espera poder conseguir una beca para estudiar fuera de Panamá, sea en el Berklee College of Music, en New England, o en Suramérica o Europa. Luego, quiere regresar a Panamá para ejercer lo aprendido. Con su manera suave y su pasión y dedicación, Anggie demuestra que el que tiene talento y quiere, puede.

Luego de su aparición en Chicago, Anggie logró asistir a un campamento de verano en el prestigioso Berklee College of Music, en Boston, donde fue escogida entre más de mil jóvenes para participar en un concierto junto a un pequeñísimo grupo de talentosos estudiantes. Allí también se destacó y cautivó a la audiencia, como la primera vez.

 


Fotos:
Páginas 24 y 32: © Adam Novak Photography, Kellogg Innovation Network Chicago
Página 26: Fundación Danilo Pérez
Páginas 28 superior y 30: Tito Herrera
Página 28 inferior: paPaya BiZaRRa

 

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