Vivir sin ella…

Gladys Navarro de Gerbaud |

14 junio, 2019

Este artículo fue publicado en la edición de junio 2004. En este Día del Padre rendimos tributo a todos esos padres maravillosos que, día a día, hacen una labor extraordinaria.

¿Qué se puede pensar cuando la compañera de toda una vida, la madre de tus hijos, se marcha? Un golpe tan duro no se llega a imaginar jamás. La herida nunca se borrará. Pero detrás de una experiencia tan desgarradora, encontramos una lección de fortaleza, amor auténtico y valentía indescriptibles. Estos padres, a quienes el destino los ha hecho afrontar repentinamente la viudez, son el vivo ejemplo de que no nos podemos dar por vencidos ante la adversidad. Ellos, como otros que han atravesado situaciones similares, decidieron salir adelante, luchando día a día por volver a encontrarle sentido a sus vidas y continuar siendo los pilares de sus familias. Su actitud, su tesón y su valor son la razón de este escrito y un ejemplo a seguir.

Juan David Morgan

“Me di cuenta de que era la verdadera prueba de nuestro amor…” Juan David y Gretel estuvieron unidos por más de 40 años: 3 de novios y 38 de casados. Su matrimonio estuvo lleno de felicidad. Fue un verdadero hogar, en todo el sentido de la palabra, bendecido por la llegada de cuatro hijos y, luego, de los nietos. Pero a finales de agosto de 1998, la vida les cambiaría: Gretel fue diagnosticada con un tumor canceroso en el cerebro. Allí empezarían a librar juntos, una lucha incesante de casi tres años. Durante ese difícil trayecto, el inmenso desprendimiento y la total devoción de un esposo, cuya meta diaria era fortalecer y dar esperanza a su amada, se mezclaba con el deseo de ella de no ser una carga y su preocupación constante porque él no sufriera por ella. Gretel nunca se quejó ni se dio por vencida. Falleció el domingo 22 de julio de 2001, a los 57 años de edad, de la mano de Juan David.

¿Qué hace un hombre cuando le pasa algo así? Con 59 años, Juan David tendría que aprender a vivir de nuevo. Ese mismo muchacho que de joven se inventó mil y una maneras de cortejar y enamorar a su quinceañera, también la había acompañado en la mayor de las pruebas: enfrentar la muerte. Sabía que sería muy difícil, pero a la vez imprescindible, aceptar que la vida continúa y que el dolor que todos sentían debía ser superado. Sus hijos ya eran adultos: Juan David tenía 38 años, Jorge 36, Gretel 31 y Carlos 21. Además, los tres mayores ya estaban casados. Esto, definitivamente, ayudaba, pero la realidad es que nada resulta fácil en estos casos. “Uno nunca se prepara para que alguien falte”, nos comentó Juan David, “aunque sí se crea una dinámica familiar en la que todos se unen alrededor de la tragedia y se apoyan los unos a los otros. Cuando uno pasa por esto es cuando entiende lo importantes que son la familia y los amigos, y eso ayuda mucho”.

¿Se llega uno a resignar? ¿Se llega a sentir paz de nuevo? “Resignar, no, aceptarlo, sí. Yo sentí paz desde el primer momento que comprendí que era una enfermedad fatal. Entonces, me di cuenta de que era una prueba que había que superar y que nuestro amor era de verdad, un amor que surgió con más fuerza en esa situación. El tiempo ayuda, indudablemente, pues pone las cosas en perspectiva y hace el dolor más llevadero, porque se aleja en el tiempo”.

¿Se puede uno recuperar y volver a sonreir después de pasar por una tragedia de este tipo? “Hay que hacerlo. Durante la enfermedad nunca perdimos el sentido del humor. La risa es una manera de enfrentar la tragedia. Hay que ser capaz de darse cuenta de que la vida sigue su curso. Sabíamos que Gretel se iba a morir, pero tratamos de enfrentarlo de manera positiva. Eso también te deja satisfacciones y recuerdos gratos”.

La partida de Gretel tuvo un efecto muy profundo en todos. Los hizo unirse muchísimo como familia y enorgullecerse de haberla tenido y ser parte de su legado en la tierra. Los hizo recordar el verdadero significado de vivir. Los hizo comprender que era una obligación sobrellevar la angustia de perder a un ser querido, pues es parte del ciclo de la vida, que habían cosas por las cuales seguir viviendo y que no habrá ningún obstáculo que ya no puedan superar.

Hoy en día, a casi tres años de la partida de Gretel, Juan David mantiene una apretada agenda de trabajo y diversas actividades que le ayudan a mantenerse ocupado. Piensa en ella a diario, la extraña al cruzar la puerta de su cuarto en las noches y le duele “no tener con quién envejecer”. Pero en la balanza coloca el ejemplo de amor incondicional que les dejó y esa parte de ella que sigue viviendo en la sonrisa de sus hijos y nietos, una sonrisa que heredaron de una mujer desprendida, alegre y, sobre todo, muy buena, por quien ha valido la pena seguir adelante.

Yuri Moreno

[quote align=’left’]“Fue mi novia de toda la vida”[/quote]Cuando Yuri Moreno asumió el cargo de Presidente del Club Activo 20-30 de Panamá, en junio de 2002, jamás imaginó que viviría en carne propia una de las causas con las cuales se había solidarizado voluntariamente. Menos aún pensó que once meses después su esposa, Diana Lis, perdería la batalla contra una de las enfermedades más despiadadas y crueles que han existido.

Para Poly, como todos conocían a Diana Lis, una persona extraordinaria con un maravilloso don de gente, fue un golpe terrible enterarse, de la noche a la mañana, que podría morir pronto. Poly jamás fumó, por lo que nunca se imaginó que una persistente tos seca, que pasó por alto por varios meses, tendría mayores consecuencias. Sin embargo, una radiografía pulmonar revelaría, en enero de 2003, que tenía un tipo rarísimo de cáncer cuyo tumor original nunca pudo ser localizado. Poly falleció hace menos de un año, el martes 15 de julio de 2003, a la edad de 36 años, seis meses después de haber sido diagnosticada. Yuri, de 39 años, perdía a su amor de toda la vida, su novia desde que ella tenía 16 años y él 19. Al partir su compañera de 11 años de matrimonio, Yuri quedó a cargo de Luigi y Ana Lucía, de 8 y 5 años respectivamente.

¿Qué hacer ante una situación así? ¿Cómo explicarle a los niños? ¿Cómo vivir sin la esposa, sin la madre de tus hijos? Yuri trató, desde el primer momento, de ser abierto y transmitirles a sus hijos la realidad de forma prudente, explicándoles que así era la vida y que a cualquiera le podía pasar. Con una valentía admirable, supo establecer las pautas, organizándose para manejar la situación de la mejor manera posible. Claro que aceptó ayuda externa, tan necesaria en esos momentos. “No me imagino cómo hubiésemos podido sobrevivir a algo así sin el apoyo familiar. Tanto mi familia como la de Poly se volcaron en nosotros y nos están ayudando a salir adelante”, nos comentó. Aparte, Yuri buscó ayuda profesional para sus hijos, pero teniendo muy en cuenta que eso no sustituía su relación con ellos ni les arreglaría el problema. “Es sumamente importante mantener una buena comunicación con tus hijos. Siempre había participado y me involucraba mucho en su día a día, lo que fue un buen entrenamiento para lo que me tocaría vivir”.

¿Cómo manejaste la pérdida de Poly? ¿Qué huellas dejó esta experiencia tan difícil en ti? ¿En qué cambiaste? “Todavía lo estoy manejando. Había tenido otros golpes, pero nada se compara con la pérdida de la madre de tus hijos. Sobrevivir esto te da una fortaleza especial, no sólo por ti sino por tus hijos, porque sabes que ahora tú eres quien no puede faltar. En general, he tratado de tener la determinación necesaria para que mi vida siga teniendo el mismo curso que llevaba, pues pienso que esto es lo mejor para los niños. A cada hora pienso en Poly, pero me repito a mí mismo que la vida sigue y que, antes de morir, ella me pidió que siguiera. Por otro lado, el valor me lo dan mis hijos y su recuerdo. Hay muchas cosas que hago o trato de hacer porque pienso que ella lo hubiera hecho así”.

No podemos dejar de mencionar que, antes de fallecer, Poly tuvo la fortaleza de pensar y transmitir qué quería para sus hijos cuando ella no estuviera. Reunió a su familia y les explicó, franca y humildemente, sus deseos. “Quiero que siempre estén allí para ellos”, les dijo. ¿Fue esto y toda su enfermedad una preparación para lo que vendría? ¿No hubiera sido mejor que falleciera sana, en vez de tener que sufrir tanto? Es una interrogante que Yuri todavía no ha podido contestarse. Si morir, para Poly, fue “descansar”, entonces él se ha resignado, porque así no podía seguir.

Para Yuri, recordar a su mujer es más que un tributo. “Cada vez que puedo hablo de ella. Puede morir la persona, pero no el recuerdo, las ideas y todo lo que te dejó. Creo firmemente que hay que seguir viviendo, pero sin olvidar el recuerdo de la persona amada”.

Guillermo Antonio Adames

[quote align=’right’]“Cuando se pierde a alguien como Mónica, eso deja una marca”[/quote]Mónica siempre fue una persona súper alegre, de esas que vale la pena conocer. Su calidad humana, su sensibilidad y su inteligencia lograron cautivar a Guillermo Antonio o Ñito, como muchos le conocen, desde el primer momento. Tras siete años de matrimonio y dos hermosas hijas, la vida les sonreía. Pero, por esas incomprensibles cuestiones del destino, a mediados de 1996 a Mónica le detectaron cáncer. Una intensa lucha se inició, la cual culminaría en Houston, el martes 1ero de abril de 1997, fecha en que Mónica cumplía 39 años de edad. Ñito tenía 47 años.

Siete años han pasado desde que Camila y Ana Sofía, que en ese entonces tenían 4 y 3 años respectivamente, se despidieron de su mamá. Muchas preguntas, algunas sin respuesta, se han hecho. Mucho dolor se ha superado. El paso de los años y la dedicación total de un padre, para quien el matrimonio y el nacimiento de sus hijas fue “una felicidad absoluta”, ha resultado en dos niñas ejemplares, en todo sentido. “Cuando encuentras a esa persona, con unas cualidades que llenan todo lo que como hombre habías anhelado, y te regala dos hijas, ¿qué mas le puedes pedir a la vida?”, nos comentó Ñito.

¿Qué hacer con dos niñas tan chiquitas? ¿Cómo explicarles lo inexplicable? ¿Qué hacer de allí en adelante? “Lo primero que hice fue buscar ayuda profesional. Decidí que una persona con niñas de la edad de mis hijas, que supiera tratarlas como lo haría con las suyas, sería lo mejor. Anabella de Brostella nos ayudó mucho. A ellas les encantaba verla y luego yo también la visité. Siempre fui una persona muy reservada, pero por mis hijas haría lo necesario. Aparte, me propuse dedicarles todo el tiempo posible, no sólo en calidad sino en cantidad, pues el tiempo que se va no se recupera. Cada mañana las despierto para ir a la escuela y desayunamos juntos, les reviso sus tareas y cuadernos, ceno con ellas y las acuesto, y mis fines de semana son enteramente de ellas. Mis hijas saben que cuentan conmigo, soy su amigo, su confidente, se saben queridas y amadas por mí, y eso es lo más importante”.

¿Cómo cumplir con el rol de madre y padre a la vez? “Las madres son irremplazables. Soy conciente de que los hombres no tenemos sus cualidades naturales, pero trato de hacerlo. Uno a veces tiene que hacer cosas que no haría de otra forma: iba a los cumpleaños para ver cómo funcionaban las mamás y me les acercaba para preguntarles. Ellas me daban el pulso de las cosas. Además, los primeros años era el único papá que iba a las reuniones de delegados de la escuela. No es fácil tratar de ser un buen padre, es un reto permanente desde que me levanto hasta que me acuesto”.

Ñito considera importantísimo mantener sólidas relaciones familiares y así lo ha tratado de inculcar en Camila y Ana Sofía. “Les he hecho ver que ellas son una extensión de su mamá en la tierra y que su abuela, la mamá de Mónica, también lo es. Ellas tienen una relación muy bonita”.

¿Cómo ves la vida hoy? ¿Cómo has cambiado? “Un golpe tan duro lo conduce a uno a recurrir a una humildad y a una modestia que yo nunca había practicado. Te hace ver la vida de otra manera, a querer y amar mucho a quienes son de tu sangre. Sé que tengo que proyectarle a mis hijas una vida con sentimientos y optimismo. En las adversidades es cuando se prueba a la gente y se demuestra si de verdad tienes una vida con bases sólidas. Ver a mis hijas como niñas felices y equilibradas es la alegría que recibo y saber que cumplí con mi esposa hasta el último día y que cumplo hoy me hace sentir bien. No tengo tiempo de sentir pena conmigo mismo. Lo importante es que, en el cielo, Mónica vea que estoy cumpliendo a cabalidad mis responsabilidades. Físicamente no está, pero en nuestra mente sí, porque los difuntos más queridos mueren sólo cuando se les olvida”.

Todos han aceptado los designios del Señor. Todos hicieron lo imposible por salvar a sus compañeras. Todos decidieron salir adelante y siguen tratando, día a día, de rehacer y vivir sus vidas positivamente. La viudez es un duro golpe que cada ser humano aprende a manejar en forma distinta. Un tributo a éstos y otros muchos padres que, de la noche a la mañana, perdieron a ese ser que tanto amaban, quienes nos dan un maravilloso ejemplo de coraje y determinación, de amor y actitud positiva hacia lo que les ha tocado vivir.

 

 

 

Fotos:
Silvia Grunhüt / Space 67.

Quizás te puede interesar