Luchar y perseverar: la receta secreta de Nitzeida Gálvez

Vanesa Restrepo de Rinkel |

15 febrero, 2019

Nitzeida Gálvez es el ejemplo latente de que no hay obstáculo ni distancia alguna que pueda impedir convertir los sueños en realidad. De raíces humildes, huérfana de padre y madre y diagnosticada con discapacidad intelectual limítrofe, esta panameña de Curundú cuenta con una maestría de la Escuela Universitaria de Hotelería y Turismo Sant Pol de Mar y está lista para abrir su propio restaurante de personas discapacitadas.

La vida no ha sido fácil para Nitzeida Gálvez. Sin embargo, ella ha aprendido a aprovechar cada oportunidad que le ha sido brindada y, como típica capricorniana, su perseverancia y trabajo la han ayudado a transformar aquellas malas jugadas del pasado en enriquecedoras experiencias.

No solo cumplió su sueño de realizar una maestría en Culinaria en Barcelona, sino que desde hace cinco años forma parte del equipo de cocina de la Presidencia de la República. Hoy, con 36 años y pese a estar muy cerca de materializar uno de sus más grandes proyectos, confiesa que el camino ha sido largo, pedregoso, pero fructífero, y agradece a quienes la han acompañado y tendido una mano para alcanzar sus metas.

Sus orígenes

Nitzy, como le llaman cariñosamente, creció en el seno de una familia numerosa y humilde, a donde la muerte llegó en dos ocasiones cuando Nitzy apenas salía de la adolescencia.

A los 20 años su padre, Norberto Gálvez, fue asesinado a balazos y a sus 21, su madre, Mariela Orozco, falleció de cáncer, dejando a Nitzy en manos de su abuela paterna, Teódula de Gálvez, quien falleció hace cuatro años.

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Fue precisamente su abuela paterna quien, sin saberlo, le inculcó el gusto por la cocina. “Mi abuela tenía una panadería en Curundú. Yo tenía unos cuatro o cinco años y veía cómo hacía el pan, los croissants y la masa, y cuando tenía ocho me ponía con ella a hacer las bolitas de pan”, comenta.

Pero su verdadera inspiración provino de los programas del chef Pepín y Berta de Peláez. Los veía sin falta, dejándose llevar por los colores, las mezclas, las texturas y el arte de preparar exquisitos platillos de principio a fin. Para ella, la cocina representaba un escape de sus penas y de su discapacidad mental que hacían que sus estudios académicos le fueran mucho más difíciles y tortuosos que cualquier problema de aprendizaje convencional.

Por esto, desde pequeña se puso el reto de ser chef y de estudiar Artes Culinarias en Barcelona, ciudad que la maravillaba y que no se cansaba de investigar por internet. “Me gustaba mucho Barcelona y le decía a mi abuela y a mi padre que cuando fuera grande, quería ser una profesional de la cocina, pero mi abuela me decía que esa carrera era muy cara, porque nosotros éramos muy humildes y no había el dinero para correr con los gastos”, recuerda.

¡Cuán equivocada estaba su abuela y cuán orgullosa debe estar ahora mirando desde el cielo a su nieta soñadora!

Sin mirar atrás

De pequeña, hizo primaria en la escuela Carlos A. Mendoza en las aulas especiales que formaban parte del programa del Instituto Panameño de Habilitación Especial (IPHE) en dicho colegio, y luego pasó a la Escuela Vocacional Especial (EVE), en donde se graduó en Educación para el Hogar. De ahí pasó al Instituto Nacional de Formación Profesional y Capacitación para el Desarrollo Humano (INADEH). “La profesora Eduviges de León, a quien le debo esta parte de mi vida en la carrera, fue mi primera profesora de cocina. Ella me decía que, si me gustaba la cocina, persiguiera mi sueño, que nunca me rindiera”, expresa.

Nitzy cuando cursaba estudios primarios en la escuela Carlos A. Mendoza.

Por esto, “mirar atrás” no está en su vocabulario y pese a que las materias le costaban mucho trabajo, seguía adelante. Así también lo demostró cuando entró en Olimpiadas Especiales Panamá, un movimiento global dedicado a brindar entrenamiento deportivo de tipo olímpico a personas con discapacidad intelectual, así como a la promoción de su inclusión de forma positiva en la sociedad.

Allí, no solo aprendió atletismo y tenis sino que se convirtió en la Mensajera Global de América Latina para la organización, participando como atleta líder y oradora en los Juegos Mundiales de Verano de Los Ángeles hace cuatro años, en donde incentivó a los jóvenes con discapacidad a seguir sus sueños y pidió a todos comprensión y apoyo para los discapacitados. Para afrontar ese reto, recibió el apoyo incondicional de la organización y una mentoría especial dirigida por Esther Acrich, directora de atletas jóvenes y atletas líderes de Panamá, con lo que logró destacar y dejar a nuestro país muy en alto.

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Gracias a este movimiento y motivada por Yolanda Eleta de Varela, presidenta de Olimpiadas Especiales, Nitzy recibió ayuda psicológica y preparación para entrar a la Universidad Interamericana de Panamá y convertirse en chef. “Yo le decía a Yolanda que quería estudiar y ella confió en mi talento”.

Junto a Brenda Bazán, compañera de Olimpiadas Especiales Panamá, y Yolanda Eleta de Varela, presidenta de la organización, durante un evento de la Fundación Sus Buenos Vecinos de Banco General.

Por esa época Nitzy ya había comenzado a trabajar en la cocina de la Presidencia. “A veces se me complicaba mucho, pero le decía a Yolanda: “Puedo hacer ambas cosas”. Aquí entraba a las cinco de la mañana y terminaba a las tres de la tarde y luego comenzaba la universidad a las seis de la tarde y terminaba a las diez, once de la noche. Llegaba muerta a la casa”.

Y, como si fuera poco, los cuatro años de universidad se convirtieron en cinco. “Me hacían pruebas psicológicas y me bajaban materias. Había algunas que no podía pasar, entonces me ponían prórrogas hasta que obtuve el título de licenciatura en Artes Culinarias. No fue fácil, pero muchos profesores me ayudaron a estudiar”, expresa con gratitud.

Nitzy se graduó de la Universidad Interamericana de Panamá.

Pero Barcelona seguía en su mente y no descansaría hasta llegar a la ciudad de sus sueños. “Terminé los estudios e investigué para hacer un máster en Sant Pol, en Barcelona. Me aceptaron y entonces hablé con el IFARHU a ver si me daba una beca. Yolanda me dijo: “Bueno, si te atreves, tómalo”. ¡Y así fue!

Alzando vuelo

Por fin había cristalizado su meta de estudiar un máster en Dirección de Cocina Internacional, en Barcelona, en una de las mejores escuelas de cocina. Sin embargo, pese a que le era muy difícil expresarse en público a la hora de exponer o de estudiar materias como contabilidad y costos, cuando le tocaba crear platos, sucedía todo lo contrario. Le fluía naturalmente. “La cocina es algo innato, una terapia para mí, porque siento que me relaja. Me gusta jugar mucho con los colores de la comida, pero leer y escribir me cuesta muchísimo”, confiesa.

Ahí le enseñaron a elaborar todo tipo de platillos. Los que más disfrutaba hacer eran los de mariscos, pescados y postres. También aprendió el protocolo para atender a los comensales y a montar bufés, lo cual le encanta. “Me fascina que los clientes se sientan satisfechos; que encuentren armonía en la comida y que todo se vea agradable al ojo”, asegura.

Cada detalle en la preparación y creación de platos apasiona a Nitzy. Es un arte que disfruta y mejora cada día.

De hecho, para diciembre, cada estudiante debía cocinar su cena típica navideña. Además, la universidad realizaba un concurso entre los estudiantes de cada país. “Había estudiantes de ocho diferentes nacionalidades y Panamá quedó en primer lugar”, afirma con orgullo.

Pero la prueba máxima aún estaba por venir. “Cuando terminé el curso me mandaron a hacer prácticas profesionales por cuatro meses en uno de los mejores hoteles de Barcelona: el Arts, que tiene cinco restaurantes. Hay uno que se llama Enoteca y yo estuve encargada del restaurante Bites”.

Nitzy trabajó por cuatro meses en Bites, uno de los cinco restaurantes del reconocido hotel Arts, en Barcelona.

En las mañanas, entraba a las cuatro y media, me encargaba de los desayunos, atendía a los clientes y a las cuatro, cinco de la tarde, salía”, cuenta. Pero la pasión de Nitzy por la cocina hacía que el cansancio pasara a un segundo plano y a petición de Paco Pérez, chef de Enoteca, restaurante con dos estrellas Michelin, se quedaba aprendiendo con él hasta la una de la mañana.

Durante ese tiempo no solo fue nombrada la mejor empleada del mes entre sus compañeros de práctica, sino que ¡salvó al restaurante Bites de las llamas! “Parece ser que la freidora se sobrecalentó y nadie se había dado cuenta y como yo había visto muchos programas de televisión sobre incendios, le dije a un colega: “¡Arnau, esto va a explotar!”. Todo el mundo se alteró y comenzó a gritar. Cuando llegó la gente de Seguridad, traje el extintor, lo abrí y apagué el fuego. La gente me decía: “¡Eres bombera!”. Luego llegaron el chef ejecutivo del hotel y la dueña del hotel a preguntar qué había pasado y a preguntarme si estaba bien”, cuenta.

Sorprendida con el excelente desempeño de Nitzy en la cocina y con su rápida y eficiente reacción ante situaciones sorpresivas, la dueña del hotel y el chef ejecutivo le ofrecieron que se quedara para dirigir Bites, pero Nitzy tenía su corazón en Panamá y muchos planes para realizar con los discapacitados de su país natal.

Restaurante inclusivo

Fortalecida con los conocimientos adquiridos en Barcelona y la experiencia de vivir sola en un país lejano, Nitzy regresó a Panamá hace poco más de un año a seguir trabajando como parte del equipo de cocina de la Presidencia, pero sobre todo, a cumplir otro de sus grandes objetivos: abrir su propio restaurante con discapacitados. “Hemos sufrido mucho para conseguir trabajo. En Europa y América Latina hay restaurantes con chicos especiales, ¿cómo es que en Panamá no hay?”, expresa.

Y el plan pronto entrará en ebullición con un lugar tipo refresquería en las mañanas y tardes y en las noches, restaurante de tapas con mariscos, vinos y quesos en donde los discapacitados atenderán a los clientes que salgan del trabajo a comer y a divertirse en una zona familiar. “Quisiera que los niños, cuando vayan a este restaurante, vean a las personas con discapacidad, compartan con ellos y que los empresarios vean que los discapacitados pueden trabajar, desarrollar sus habilidades y mucho más. Este es mi nueva meta, porque toqué puertas y fui muy rechazada y no quiero que las personas discapacitadas también lo sean”, explica.

Además de este hermoso e inclusivo proyecto, Nitzy desea abrir una pequeña escuela de cocina para los discapacitados con el fin de prepararlos y luego llevarlos al plano laboral.

Con la tenacidad que la caracteriza, de seguro muy pronto veremos abrir las puertas de su nuevo emprendimiento, uno que dejará huellas, no cicatrices, como lo expresó ella misma en los Juegos Mundiales. “En la vida siempre hay que dejar huella, huellas en el corazón de las personas y eso es lo que me gusta hacer. Dejar mi huella como una gran luchadora, como una persona que a pesar de todas las dificultades que he pasado en mi vida, he sabido sobresalir sola para que sea un ejemplo para todos”, puntualiza.

 

Fotos cortesía de Nitzeida Gálvez

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