Con aires puros de montaña

Vickie de Dahlgren |

24 septiembre, 2008

Su color ladrillo tostado contrasta magníficamente con el paisaje montañesco del cual es protagonista esta residencia de cielos altos, grandes ventanales y líneas limpias.

Ubicada en una de las áreas más antiguas de El Valle de Antón, encontramos esta maravillosa casa de color ladrillo tostado que se integra espléndidamente al entorno, manteniendo un perfecto balance con la exuberante vegetación que la rodea. De esta forma, a medida que nos adentramos en la propiedad vamos descubriendo un muy limpio y bien mantenido jardín, con flores propias del área y frondosos y antiquísimos árboles que, además de ofrecerle movimiento al paisaje, proveen una agradable sombra que protege a la casa de los fuertes rayos del sol que se disfrutan durante el verano en esta región.

“Esta propiedad fue adquirida por mi abuela cuando nosotros éramos muy pequeños, por lo que aquí todos los primos pasamos largas temporadas durante los veranos. Todos los días teníamos planes diferentes”, nos comenta orgullosa su propietaria, y prosigue: “aún recuerdo con alegría los paseos al Pastoreo, que tradicionalmente era el primer cerro que subíamos por ser el más pequeño, al Chorro de Las Mozas, a la Piedra Pintada, a Las Palmitas y a todos los cerros que rodean a El Valle, siendo La India Dormida la graduación, ya que sentíamos que la escalada era eterna. Estas vivencias de muy niña y el hecho de que mi esposo también es vallero de generaciones nos llevó a adquirir la propiedad”.

El área de la sala, con altos techos, paredes de piedra y pisos revestidos por grandes losetas tipo laja, se integra perfectamente con el área social exterior, brindando un inigualable ambiente de amplitud.

Y aunque la casa que esta pareja hoy disfruta plenamente no es la misma que la de antaño, el sentimiento de pertenencia y el compromiso de conservar lo esencial prevaleció. “Luego de vivir la casa por unos años, sentimos que era el momento de reformarla y terminamos haciéndola nueva. Para realizar esa tarea, contactamos al arquitecto Álvaro Cambefort para que nos diseñara esa casa que reflejara nuestros gustos y preferencias”, nos cuenta ella, mientras él añade: “Quisimos mantener todos esos antiquísimos árboles, preservar la vegetación tal cual como estaba, esa era una prioridad en el exterior, mientras que en el interior nuestros requisitos fueron cielos altos, grandes ventanales y líneas limpias, y el producto final resultó excelente”.

La cocina es un lugar de reunión para la familia. Amplia y muy iluminada, reúne coloridos detalles que invitan a visitarla.

Dos grandes portones nos invitan a pasar a un pequeño vestíbulo desde donde comenzamos a explorar un ambiente que refleja serenidad y buen gusto. Tres amplios peldaños nos dirigen a una gran estancia donde se recogen la sala de estar y el comedor. En este salón los pisos están revestidos por grandes losetas tipo laja, de agradable color verdigris. Los cielos y las viguetas han sido revestidos en madera, siguiendo el caprichoso juego de los altos techos que, junto a los grandes ventanales que miran hacia fuera, permiten la entrada de luz e integran de manera exquisita las áreas sociales ubicadas en el interior y en el exterior de la residencia. Desde aquí apreciamos una deliciosa terraza abierta, que alberga la piscina temperada y el jacuzzi.

Un poco más al fondo, rodeado por viejos árboles, también distinguimos un perfectamente mantenido potting green. “Esta es un área que tanto grandes como chicos disfrutamos mucho, especialmente en el verano”, nos comenta ella. A lo lejos apreciamos una linda vista tanto del cerro Cariguana como de La India Dormida.

Regresamos al interior y nos dirigimos a la cocina. Este es un sitio muy amplio y bello. Y la vista, al igual que en otros puntos de la casa, es increíble. “Cuando nos reunimos con mi familia nos encanta estar en la cocina, cada uno aporta algo y lo pasamos delicioso”, nos relata ella, una aficionada de estos menesteres.

En esta planta también encontramos el cuarto de música y TV que, gracias a las grandes puertas-ventanas, se comunica también con la fascinante área de piscina. Allí, en la planta baja de la residencia, también está ubicado un aposento muy especial. “Este dormitorio es el de mi mamá”, nos comenta su propietaria, mientras entramos a una recámara cuya decoración está marcada por el uso de tonos muy neutrales, resaltados a través de cojines decorativos con motivos de mariposas, que para su mamá son símbolo de libertad.

En la parte posterior, una deliciosa terraza abierta alberga la piscina y el whirpool y, casi con disimulo, nos brinda un vistazo de interesantes detalles arquitectónicos, como las viguetas revestidas en madera y el juego de niveles de los diversos techos.

Una interesante y muy bien iluminada caja de escalera, rodeada de ventanales, parece separarse del módulo de la planta baja para luego integrar el piso superior por un corredor con pisos revestidos de madera. La vidriera perimetral ofrece un efecto sumamente interesante y atractivo. Los tres dormitorios que se ubican en este nivel cuentan con grandes ventanales y están orientados de forma que pueden disfrutar del espectáculo que ofrece la pequeña cadena montañosa que rodea a El Valle. La agradable decoración de los ambientes es, nuevamente, de gran sobriedad, con pisos revestidos en madera para ofrecer calidez y colores neutrales en el acabado de las paredes, los cuales impregnan a las habitaciones de paz y relajamiento.

No es casualidad que en cada uno de los rincones de la residencia se respire un aire placentero. Sus dueños le han impreso su sello personal a cada uno de los detalles que distinguen los diversos ambientes ya que, pequeños o grandes, todos guardan una historia, un recuerdo, una añoranza familiar. Quizás en eso radique parte de la magia de este lugar de veraneo, en el que la comodidad, la belleza natural y un diseño arquitectónico de primera imperan, fusionándose en un encantador conjunto a todas luces especial y con deliciosos aires de montaña.

Fotos: Silvia Grunhut

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