Dinamarca, ¿el país más feliz del mundo?
Vivir en una sociedad casi perfecta, con un altísimo nivel de desarrollo humano, provee valiosas enseñanzas sobre cómo debería funcionar un país civilizado donde se respira un sentimiento de satisfacción generalizado.
Dinamarca ha sido distinguida, en diversos estudios, como el país más feliz del mundo. Este país nórdico –conocido por su inviernos fríos, el mejor restaurante del planeta, Noma, y los famosos “Danish pastries”– fue clasificado como tal en los años 2012 y 2013, por el Reporte Mundial sobre la Felicidad, publicado por la ONU.
A pesar del clima lluvioso, los impuestos sobre la renta más altos del mundo y una tasa de interés de un 180 por ciento por registro de vehículos, ¿cómo es posible que los daneses hayan sido calificados como los ciudadanos más felices en el mundo?
Desde que me mudé a Copenhague, la capital de Dinamarca, he intentado responder esta paradójica pregunta. Creo haber encontrado la respuesta en tres factores interconectados: la confianza social, el bienestar social ofrecido por el Estado y el sentido de igualdad entre los ciudadanos. La respuesta que he descubierto, sin embargo, también me ha llevado a concluir una segunda tesis, quizás todavía más interesante. A raíz de los tres factores mencionados, pienso que Dinamarca resulta ser el país con los ciudadanos más satisfechos del mundo, pero no necesariamente los más felices.
Confianza social en su ADN
Los daneses son conocidos por su alto nivel de confianza social: un antiguo mito cuenta que esto lo heredaron de sus ancestros vikingos. Debido a que ellos vivían del comercio a través de la navegación, la cooperación entre navegantes era necesaria para sobrevivir en altamar. La confianza social y la cooperación imprescindible en el diario vivir de los vikingos, poco a poco se convirtió en parte del ADN de lo que hoy en día son los daneses.

En Dinamarca se busca que las futuras generaciones cuenten con un excelente nivel educativo, por lo que la educación es gratis hasta el nivel universitario y, solamente por estar estudiando, los estudiantes reciben una mensualidad por parte del gobierno.
Les comparto un ejemplo de esta ciega confianza hacia los demás. La semana pasada estaba sentada en la esquina de un café, cuando una joven se me acercó y me pidió que le cuidara por unos minutos a su niño, de alrededor de dos años. Luego miró a su hijo, quien ya se había acomodado en el piso justo al lado de mi silla, se dio la vuelta y se fue. Los próximos minutos se convirtieron en una lucha inútil entre tratar de terminar un ensayo y de entender lo que el pequeño me trataba de decir en un idioma que no entiendo, y que me han descrito como una “enfermedad de la garganta”. Ya se pueden imaginar mi intranquilidad. No fue hasta veinte minutos después que la madre regresó a buscar al bebé que había dejado con una total extraña, en un café en el medio de la ciudad de Copenhague.
Otras madres comúnmente dejan a sus bebés desatendidos en sus cochecunas afuera de un restaurante, mientras ellas entran a almorzar. Aunque suene cruel, ellas lo hacen para que el bebé tome aire fresco. Sé que mi mamá jamás hubiera hecho semejantes cosas, ella hasta al baño me quiere acompañar.
No la culpo; en Dinamarca existe un sentido de seguridad y protección incomparable, muy diferente a nuestra realidad en Panamá. La confianza entre extraños también se puede notar en el metro. Llevo meses tomándolo, y jamás me han revisado el tiquete de pago que siempre cargo conmigo. A veces, lo mismo ocurre en eventos. En agosto fui a un festival de yoga, cuya entrada tenía un costo de 50 dólares. Todos los talleres fueron al aire libre y nadie revisó mi tiquete. No hay nada más refrescante que poder confiar en quienes te rodean, en un mundo en donde ser honesto parece ser cada vez más la excepción, en vez de la norma.
¿Utopía?: Beneficios del estado de bienestar social
Otra fuente de felicidad en Dinamarca es el conjunto de beneficios de bienestar social ofrecidos por el Gobierno danés. Estos son financiados, en su mayoría, por el sistema de elevados impuestos estatales. El sistema de bienestar funciona de manera tan efectiva porque los ingresos generados a través de impuestos son canalizados hacia las necesidades reales del país; la transparencia del sector público en Dinamarca contribuyó a que la misma clasificara como la nación con menos corrupción del mundo, según el Índice de Percepción de la Corrupción del 2014 medido por la Organización para la Transparencia Internacional.
Los beneficios de este efectivo estado de bienestar social son múltiples. Todos los ciudadanos tienen derecho a servicios de salud, seguridad social y educación, sin costo alguno. No solo la educación es gratis hasta el nivel universitario sino que los estudiantes reciben una mensualidad por parte del gobierno –de alrededor de unos 850 dólares al mes– simplemente por estar estudiando. También, el gobierno les cubre a aquellos desempleados hasta el 90 por ciento de su salario previo por un periodo de alrededor de dos años.
Cuando se trata de las madres, el Estado las provee gratuitamente de un servicio de guardería de niños. La licencia maternal y paternal –dieciocho semanas para las mujeres y dos semanas para los hombres– puede incluir hasta el 90 por ciento del salario pago. Gracias a las guarderías y la licencia de maternidad, alrededor del 79 por ciento de las mujeres danesas regresan a un empleo de calibre similar al que solían tener antes del embarazo.
Esta sólida red de apoyo que provee el gobierno reduce el nivel de ansiedad y depresión, dos de las causas principales de la infelicidad a nivel mundial. ¡Beneficios como estos sin duda harían a cualquier ser humano un poco más feliz!
La Ley de Jante: Igualdad ante todo
“No debes pensar que eres nada especial”.
“No debes pensar que eres bueno en nada”.
“No debes pensar que eres mejor que los demás”.
A primera vista, pareciera que estos mandatos hubieran sido sacados del mundo comunista de Orwell, en su libro 1984, en donde el individualismo es totalmente condenado. Sin embargo, estos son tres de los diez mandamientos que constituyen la Ley de Jante, una ley cultural en Dinamarca que está tácita y sobreentendida para los daneses. Esta ley tan presente en el comportamiento danés, que nació de las ideas propuestas por el escritor Aksel Sandemose, se puede resumir en un solo mandamiento: todos somos iguales.
El periodista y autor inglés Michael Booth define esta ley como una de las facetas que “hacen vivir en Escandinavia tan especial: la falta comparativa de ostentación y una desaprobación de la presunción”. Como consecuencia de la Ley de Jante, en Dinamarca se llama a los profesores por su primer nombre y muchos llamarían a la misma reina por su nombre, Magrethe, sin agregar ningún título.
Además de la Ley de Jante, el estado de bienestar social también facilita el desarrollo de la igualdad en este país de 5.5 millones de habitantes. El buen servicio de licencia de maternidad y los servicios de guarderías incrementan la igualdad de género, en donde el embarazo cesa de ser una limitación en el ámbito profesional de las mujeres. El acceso al mismo nivel de educación sin costo alguno posiciona a todos los ciudadanos en un mismo plano intelectual. La redistribución de ganancias a través de impuestos progresivos desarrolla la igualdad de ingresos. No es de extrañarse, pues, que Dinamarca clasifique como uno de los países con el nivel más bajo de desigualdad de ingresos en los estudios que desarrolla la Organización para la Cooperación y el Desarrollo.

En el Reporte Mundial sobre la Felicidad, publicado por la ONU, Dinamarca constantemente clasifica como el país más feliz del mundo, medición basada en seis factores: el producto interno bruto per cápita, la esperanza de una vida saludable, el respaldo social, la confianza, la libertad personal para tomar decisiones en la vida y la generosidad.
¿Felicidad o satisfacción? ¿Cuál es la diferencia?
Desde el 2012, la ONU publica anualmente el Reporte Mundial sobre la Felicidad. Como he mencionado, Dinamarca repetidamente ha clasificado como el país más feliz del mundo, o ha quedado en los tres primeros lugares con una diferencia estadísticamente insignificante.
En busca de lograr una completa objetividad, este reporte se basa en el promedio de puntajes a nivel nacional acerca del valor de felicidad que cada individuo le atribuye a su propia vida, y no en índices que suelen ser parciales acerca de qué es lo que realmente abarca la felicidad. El puntaje se extiende del 0 al 10, en donde 0 representa la peor vida imaginable y 10 representa la felicidad máxima.
El extenso análisis detrás de este reporte indica que son seis factores los cuales contribuyen a los más altos niveles de felicidad: el producto interno bruto per cápita, la esperanza de una vida saludable, el respaldo social, la confianza, la libertad personal para tomar decisiones en la vida y la generosidad. Es de esperarse, entonces, que los daneses, con niveles tan impresionantes de confianza social, los extensos beneficios de parte del Estado y el sentido de igualdad entre todos, hayan obtenido tan alta clasificación en dicho reporte.
Sin embargo, a pesar de que Dinamarca parece tener una sociedad casi perfecta y cumplir con aquellos seis factores estudiados por la ONU, no pienso que sea necesariamente el país más feliz del mundo. Aquello que los daneses parecen haber alcanzado con tan increíble desarrollo humano es un alto nivel de satisfacción para todos. Probablemente el más alto del mundo. El apoyo gubernamental en tantos dominios y el formar parte de un grupo social fundamentado en la honestidad, confianza e igualdad establecen un sentimiento de bienestar en los daneses. Este sentimiento de bienestar, a su vez, produce un pensamiento de: “Me gusta en donde me encuentro en mi vida ahorita mismo. Aquí me quedo”.

La sociedad danesa, en general, posee un marcado sentimiento de bienestar, lo cual produce en la población un pensamiento de: “Me gusta en donde me encuentro en mi vida ahorita mismo. Aquí me quedo”.
No obstante, en este sentimiento de “aquí me quedo,” se encuentra el riesgo del conformismo. En abril de 2015, el recién nombrado ministro de Empleo, Jørn Larsen, propuso reducir los beneficios sociales del Estado, para propulsar a más ciudadanos a incorporarse al mercado laboral. Larsen llamó a Dinamarca un “país perdedor”, en vista de que estaba quedándose atrás en comparación a sus países vecinos, Suecia y Alemania.
Aunque no estoy de acuerdo con la clasificación de “país perdedor” que el Sr. Larsen le asigna a Dinamarca, ese posible riesgo a la complacencia sí es un componente que debe tomarse en cuenta al analizar el escenario de Dinamarca como el supuesto país más feliz del mundo versus el país con los ciudadanos más satisfechos. ¿No son acaso los retos y las adversidades ingredientes esenciales que le agregan valor y significado a nuestras vidas? ¿No son aquellos logros alcanzados mediante el esfuerzo, la constante lucha y la aspiración, los que nos hacen realmente felices? Al fin de cuentas, la felicidad es un concepto relativo el cual es casi imposible de definir, ya que muchas veces este varía de acuerdo a las creencias culturales y parámetros establecidos por cada individuo o sociedad.
En todo caso, sea Dinamarca el país más feliz del mundo o sea aquel donde sus ciudadanos son los más satisfechos, la manera en la que se ha perfeccionado este pequeño país civilizado al norte de Europa es realmente un fenómeno digno de analizar y, en muchos aspectos, emular. Después de todo, lo ideal es que el país en donde vivimos nos permita alcanzar nuestra propia felicidad, bajo la premisa de que si nuestras necesidades básicas y libertades fundamentales son cubiertas, tendremos la libertad de dedicarle el tiempo a aquello que realmente valoramos o deseamos. El país debe proveer las mejores condiciones de vida para todos sus ciudadanos; ya dependerá de cada persona buscar su propia felicidad.
¿Sabías qué...?
En una reciente encuesta sobre la felicidad realizada por Gallup and Healthways Global, Panamá clasificó, por segundo año consecutivo, como el país con el mayor bienestar en el mundo. Los parámetros de medición que se utilizaron en este reporte fueron: propósito de vida, relaciones sociales, estabilidad financiera, sentido de comunidad y bienestar físico. Dinamarca quedó en tercer lugar, después de Costa Rica.Fotos:
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