Dos caras de la felicidad

Julieta de Diego de Fábrega |

17 diciembre, 2002

¿Qué es “ser feliz”?  Parece sencilla, pero esta pregunta genera  infinidad de respuestas según lo que a cada quien le haga sonreír cada mañana.  No hay respuestas buenas ni malas, sólo distintas formas de valorar las experiencias vividas.

Quizás esto explique la actitud de aquellos seres llenos de optimismo y energía, a quienes a diario nos topamos buscando nuevos retos, simplemente porque eso “los llena”.  Han descubierto que “ser feliz” es una decisión consciente y deliberada, algo que llevamos dentro.  ¡Qué suerte es conocer personas así, con los pies sobre la tierra y el corazón rondando las fronteras del cielo!

Las aventuras de Lotte Zelenka
Para algunos, el Holocausto es simplemente un capítulo en los libros de historia universal.  Para otros, es parte de la vida.  Una parte muy triste, por cierto.  Lotte Zelenka lo recuerda bien, pues a los 15 años su familia abandonó Hamburgo huyendo de la guerra y empezó una nueva vida en Panamá.  “Para empezar, yo no hablaba español, sino alemán y me costó adaptarme a la escuela”, dice Lotte, “pero hice grandes amigas”.  Basta con esa afirmación para reconocer que esta mujer no está dispuesta a rendirse ante lo que ella considera pequeñísimos obstáculos.

Hoy por hoy, a los 79 años, Lotte tiene un horario muy apretado que incluye actividades de lo más variadas.  Como su doctor le ha recomendado que pierda peso, camina por las mañanas en el parque Omar y nada tres veces por semana; adquirió el vehículo de doble tracción con que tanto había soñado y es así como se transporta de un lugar a otro;  va a su oficina todos los días; viaja cada vez que puede –en avión o, mejor aún, en helicóptero- y ha hecho de su Shabbat una ocasión para compartir con viejos y nuevos amigos, muchos de los cuales se han convertido ya en parte de la familia.  “Si no tienes familia, tienes que hacer una” afirma.  En resumidas cuentas, Lotte no conoce el aburrimiento.

Es amante de la aventura y no es para menos si su vida ha sido una.  A los 68 años, durante un viaje que realizó la familia para esquiar, decidió que el papel de abuela aburrida no le sentaba y a escondidas contrató un instructor.  “Era muy paciente”, dice con picardía, como  restando méritos a su hazaña.  De allí que sea obligatorio preguntarse si también lo eran el adiestrador de los camellos que montó en Egipto y los beduinos que la invitaron a tomar el té.

La memoria de Lotte está llena de buenos recuerdos:  su infancia en Hamburgo, un matrimonio feliz, un negocio levantado con el esfuerzo y la dedicación de su esposo y sus hijos.  Las experiencias difíciles, que han sido muchas, se utilizan para aprender y luego se archivan entre los papeles en desuso.  ¡Esa es su actitud!

Kichy Jaén: producto del tesón
Angela Jaén comparte su casa ubicada sobre la avenida central de Penonomé con las oficinas de la Fundación “Carmen Conte Lombardo” y con Luisito, un niño discapacitado que Kichy, como la conocen todos en el pueblo, se ha dado a la tarea de criar desde 1995.

Ninguno de los hechos anteriores es particularmente extraño, ni aparenta tener por sí solo mérito alguno.  A menos, claro está, que introduzcamos en la ecuación un nuevo elemento: Kichy nació con parálisis cerebral en un lugar y un tiempo que no parecían favorecer su recuperación: Penonomé, 1933.

Su madre, maestra de profesión, no estaba dispuesta a ver a su segunda hija tirada en una cama y fue así como Kichy empezó a recibir terapia desde los dos años de edad.  A los siete, se integró a la escuela primaria regular, y se aferró con tal fuerza a sus estudios que nadie logró moverla del primero o segundo lugar de su clase.  Los estudios secundarios los realizó en el Colegio Internacional de María Inmaculada y posteriormente asistió a la universidad.  Su amiga de toda la vida, Maruja Tejeira de Pacheco, dice que Kichy es su conciencia, porque no se queda tranquila y jamás se queja de nada.

Luego de su jubilación como Jefa de Secretaría de la Escuela Angel María Herrera, Kichy se ha dedicado en cuerpo y alma a la Fundación y a Luisito, quien por haber sufrido de desnutrición severa presenta retraso en su desarrollo psicomotor.  La Fundación “Carmen Conte Lombardo”, la cual preside desde 1989, es una organización que se dedica a la atención de personas discapacitadas y se sostiene con donaciones.

Actualmente trabajan en dos programas: la atención de los pacientes que necesitan terapia en el hospital y la construcción de un centro de rehabilitación para la provincia de Coclé.  Aunque reconoce que es más difícil, en la Fundación se atienden todo tipo de discapacidades pues Kichy, mujer de espíritu alegre y fortaleza inusual, “no tiene corazón para cerrarle las puertas a nadie”.

No por casualidad el 3 de noviembre pasado fue condecorada con la orden municipal Ramón Maximiliano Valdés, muestra del agradecimiento del pueblo penonomeño a su incansable labor.  La próxima vez que usted enfrente una dificultad piense en Kichy y recuerde las palabras que repite a los padres de los niños discapacitados una y otra vez:  “¿Cómo que no se puede?  ¡Míreme a mí!”

Definitivamente, Lotte y Kichy son dos mujeres cuya actitud diaria hacia la vida demuestra que la edad no es impedimento para emprender nuevos proyectos.  Sus acciones son prueba de que esta vida que Dios nos ha regalado es fuente inagotable de satisfacciones y que la juventud es, realmente, un estado del alma.

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