El mensaje simple de un hombre extraordinario

Jackie Souter |

24 junio, 2008

Recorre el mundo compartiendo el secreto de la felicidad y ha ayudado a miles de personas a encontrar paz interior.

Conocí a Jaime Jaramillo una mañana ajetreada típica de nuestros tiempos.  Llegué apurada y algo estresada, sin saber que sería una de las entrevistas más memorables de mi vida.  Y no es para menos: este es un hombre que ha sacado a más de 55 mil niños de las calles de Colombia, que fue nominado al Premio Nobel de la Paz, y ganó –el mismo año que la Madre Teresa de Calcuta– el Premio Mundial de la Paz y la Justicia.

Papá Jaime –apodo que le dieron los niños a los que ha salvado a través de la Fundación Niños de los Andes– vino a Panamá invitado por Banco General a dictar una conferencia en el relanzamiento del Programa de Voluntariado Corporativo de esta institución financiera. Según él mismo cuenta, su objetivo en la vida es ayudar a la gente a ser más felices y, así, hacer un mundo mejor. Su mensaje lo comparte a través de conferencias, seminarios y libros que lo han llevado alrededor del mundo, desde cárceles de máxima seguridad en su país natal, hasta universidades estadounidenses. Sus ideas son el fruto de una vida excepcional en la que ha convivido con niños de la calle, monjes en el Tíbet y profesionales de las empresas multinacionales más reconocidas.

Me recibió con un abrazo fuerte y una sonrisa genuina, como si me conociera de toda la vida, e inmediatamente una extraña paz se apoderó mí. Su franqueza y candidez no se pueden transmitir en palabras, pero sí se puede decir que es obvio que ésta, la de Jaime, es un alma especial. Hablamos de todo un poco, pero su mensaje general es claro y sencillo: todos podemos ser felices, no importa la circunstancia.

La felicidad
Lo que Jaime Jaramillo busca es que la gente “despierte de su inconsciencia”. Según él, el gran problema de los seres humanos de hoy en día es que depositan su felicidad en el exterior –en cosas materiales, búsqueda de gloria e incluso en otras personas– y no se dan cuenta de que la felicidad solo se encuentra dentro de uno mismo. “Cuando depositas tu felicidad en el exterior, ya la perdiste, porque no depende de ti”, explica. Siempre estamos buscando algo más sin darnos cuenta de que la felicidad es mental, que el hoy y el ahora pueden ser los más felices si nos lo proponemos. “La gente dice: cuando yo tenga esto seré feliz. Por ejemplo, está en el colegio primario y quiere estar en bachillerato; sale del bachillerato y quiere entrar a la universidad; entra a la universidad y ya quiere estar saliendo; entra a trabajar y ya se quiere jubilar; se jubila… y se le acabó la vida. Entonces, ¿qué vida es esa?”, dice con una sonrisa.

Según él, muchos malgastamos toda nuestra salud: física, mental, espiritual y emocional tratando de atesorar dinero y, cuando lo tenemos, lo malgastamos inútilmente tratando de recuperar la salud y la juventud que no supimos apreciar. No solo eso. Papá Jaime asegura que a veces vivimos para otros y no para nosotros mismos. “Yo he tenido la oportunidad de trabajar por el mundo entero con todo tipo de personas y he encontrado que el 95% de los seres humanos malgastan, desperdician y tiran su vida, buscando por todos los medios cómo impresionar a los demás”.

Para ayudar a la gente a comprender esta idea, Jaramillo publicó el libro Volver a lo básico, que escribió luego de pasar 40 días y noches en ayunas en el Tíbet. De allí nos comparte una frase que resume un tanto su visión de vida: “Valora el tiempo, las cosas pequeñas y simples que Dios y la vida te dan, ya que mañana puede ser demasiado tarde para comprender que las pequeñas y simples cosas eran las más grandes y, quizás, ya las hayas perdido”. Cosas tan sencillas como la salud, el hogar y los hijos, son lo que verdaderamente nos regala la vida.

Es un mensaje simple, pero no fácil de transmitir dada las características del mundo de hoy, ya que los mensajes y la educación que recibimos nos confunden sobre lo que es la felicidad. “El mundo no está estresado, el que está estresado es uno. Y con el tiempo te das cuenta de que la felicidad consiste en descartar, no en acumular, y dejar que las cosas fluyan”, afirma. Allí está el secreto.

La espiritualidad
La felicidad se consigue trabajando en nuestra salud física, mental y espiritual, y es esta última la más difícil de mantener. Y es que la gente confunde la espiritualidad con la religión. “La gente cree que la espiritualidad es cuando yo estuve por 40 días en un monasterio en el Tíbet o cuando rezo mil rosarios, y no es así. La espiritualidad es cuando yo no le doy a nada ni a nadie el poder de perturbarme, de hacerme sufrir, de hacerme daño. Cuando yo estoy en el amor, estoy en Dios, no estoy en el qué dirán, no estoy buscando la aprobación”, explica.

Para alcanzar este estado, Papá Jaime recomienda la meditación, la autoevaluación, la capacidad de estar en silencio y escucharnos a nosotros mismos. “Así como los rayos del sol iluminan tu mundo externo, la meditación ilumina y resplandece en tu corazón y te ayuda a liberar todas esas tensiones”. Entre sus consejos prácticos, recomienda levantarse una hora o incluso 15 minutos antes de lo que usualmente hacemos y tomar las cosas con calma: desayunar, contemplar la naturaleza, estar con nuestra familia, leer algunas páginas de un buen libro… así comenzamos el día apreciando todo lo que la vida nos da.

¿Y si estamos viviendo una situación difícil? Papá Jaime explica que la tristeza y el miedo son emociones que todos tenemos, emociones primarias básicas, pero todo depende de cómo las manejemos. “Tú no puedes hacer nada para que las aves del miedo y la tristeza no vuelen a tu alrededor, pero sí puedes hacer algo para que no construyan un nido en tu cabeza. No es que uno no pueda sentir tristeza, pero el hecho de que la sienta no significa que me quede ahí. Todo parte de un principio muy simple: ni tus propios enemigos te pueden hacer tanto daño a ti como tus propios pensamientos”. Es decir, todo depende de cómo lo manejemos y, nuevamente, nuestra felicidad depende de nosotros mismos.

La solidaridad y el liderazgo
De la Madre Teresa de Calcuta –quien le decía a Jaime “Papá Mamillo”–, aprendió mucho. “Ella y yo éramos muy buenos amigos, nos volvimos uña y mugre, obviamente yo era el mugre”, dice sonriendo. La lección más grande que aprendió de ella: “El poder es para servir y el amor es para compartirlo. Y de qué sirve que rece, ore y diga plegarias, si no hay acción, si no hay servicio incondicional a los demás, ahí es donde está la fuerza”.

Y esto está muy casado con el liderazgo, tema que a Jaramillo le apasiona, razón por la cual empezó el Instituto para el Liderazgo Papá Jaime. “A nosotros nos han mostrado un liderazgo centrado en competir, en aplastar, en ser mejor que el otro y la gente cree que un líder es el presidente de un país o de una sociedad. Ese, para mí, no es un líder porque busca su interés particular. El verdadero líder es el que, cuando está ascendiendo, arrastra a otros con él en su ascenso y los inspira. No solamente asciende, sino que trasciende y deja huella”. En su opinión, nos han educado de la forma equivocada. “Nos han programado a que primero tengo, luego hago y luego soy, y es todo lo contrario; primero soy, experimento la paz interior y el amor, luego hago y, finalmente, voy a tener, que es el resultado de lo que he sembrado”.

Ya era mediodía cuando terminó la entrevista. Papá Jaime me regaló uno de sus libros y yo no podía parar de sonreír. Tranquila y sin ninguna preocupación, lejos del apuro y del estrés, me fui pensando que, conmigo, Papá Jaime había logrado su objetivo: desperté.

Analiza tu vida y siente el cambio:
·         Reevalúa tus prioridades y dale mayor importancia a lo más valioso en tu vida.

·         No te dejes llevar por la aprobación de otros, sólo te debes explicaciones a ti mismo.

·         Piensa: ¿Cuál es la razón de tu vida? ¿Cuál es tu misión? ¿La estás cumpliendo?

·         Nunca dejes de soñar, pero ponle tren de aterrizaje a tus sueños.

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